"Encuentros" con Acosta Danza

por Jesús Dueñas Becerra
jesus@infomed.sld.cu

La compañía Acosta Danza, que dirige el primer bailarín Carlos Acosta, Premio Nacional de Danza, retorna a la sala García Lorca del Gran Teatro de La Habana Alicia Alonso, con la temporada Encuentros, que forma parte de los festejos por el aniversario 120 de la migración japonesa a la mayor isla de las Antillas; homenaje concertado con la valiosa colaboración de la Fundación Japón, la Embajada de Japón en la República de Cuba y el Consejo Nacional de las Artes Escénicas.

La emblemática agrupación estrena dos creaciones del ilustre artista Saburo Teshigawara, valorado por la crítica internacional como el más importante coreógrafo del País del Sol Naciente.

En esta ocasión, sube al escenario la obra Lost in Dance, que S. Teshigawara interpreta acompañado por la bailarina Rihoko Sato, en representación de la compañía KARAS, que jerarquiza el maestro nipón. En ese contexto coreográfico-dramatúrgico, Teshigawara y Sato —con la maestría que los singulariza— despliegan en el proscenio toda la majestuosidad y belleza exótica que identifican a la danza contemporánea asiática, devenida uno de los ingredientes esenciales de la cultura oriental, madre de la sabiduría y la espiritualidad.   

Los bailarines de Acosta Danza estrenan la obra Mil años después, que el coreógrafo japonés ha creado especialmente para la compañía cubana, cuyo prestigio trasciende las fronteras geográficas insulares.

El programa artístico lo integran, además, el estreno mundial de Paysage, Soudain, La nuit, del coreógrafo sueco Pontus Lidberg, con música de los maestros Leo Brouwer y Stephan Levin, que incluye en escena una instalación de la artista cubana de la plástica Elizabeth Cerviño. En esta puesta, Pontus participa también como bailarín.

Desde su exitosa llegada al arte de las puntas, Acosta Danza persigue un objetivo bien definido: realizar espectáculos que respondan íntegramente a las nociones más actuales que se desarrollan en el mundo, tanto en materia del movimiento de los cuerpos, como en lo referente a la escena.

Se conceptúa como un espacio de renovación, búsqueda y experimentación para artistas cubanos,  que —al mismo tiempo— les facilita el libre acceso a los creadores de todo el orbe: coreógrafos, músicos, diseñadores, artistas de la plástica y  audiovisuales, entre otros.

Según mi apreciación, no solo como cronista, sino también como fiel admirador de Acosta Danza, ese loable objetivo se ha cumplido en todas y cada una de sus partes, con apoyo —fundamentalmente— en la factura estético-artística de los espectáculos creados por la fértil e inagotable imaginación del laureado bailarín, coreógrafo y director caribeño, así como en la excelencia profesional de los integrantes de la agrupación; jóvenes danzarines que no solo bailan con el cuerpo, cuyos movimientos “intelectualizan y espiritualizan”, al decir del maestro Fernando Alonso (1914-2013), sino también dominan —con precisión matemática—  la técnica académica (que enriquecen sin violar o transgredir, en lo más mínimo, los principios rectores en que se sustenta), así como la interpretación teatral, y por otra parte, respetan al máximo el estilo de las obras que representan en cualquier plaza nacional o extranjera; indicadores básicos indispensables en que se estructura el arte danzario.

Entre otras cosas, no se debe dejar de precisar que los miembros de la  compañía perciben la danza como una realidad que fluye dentro de lo inmóvil y se hace realidad física, que implica —sin duda alguna— los más disímiles estados subjetivos del yo de los bailarines. Para ellos, esa manifestación artística es, a la vez, efímera y eterna, porque procede —al igual que el agua cristalina corre por los ríos subterráneos del alma humana— de la esfera afectivo-espiritual que, junto con las áreas cognitiva y conativa, configura la personalidad del hombre. En este caso, sensibiliza — ¡y en qué medida!— a quienes participamos en los ovacionados Encuentros con Acosta Danza en el legendario Coliseo de La Habana Vieja, que —desde su reapertura en enero de 2015— lleva el mítico nombre de Alicia Alonso.     

Por último, habría que destacar la indiscutible calidad que —desde todo punto de vista— caracteriza a las obras llevadas a las tablas por los coreógrafos y bailarines foráneos invitados por Carlos Acosta. En esta ocasión, un ejemplo fehaciente lo constituyen las presentaciones y actuaciones estelares de los artistas nipones Saburo Teshigawara y Rihoko Sato, así como del artista sueco Pontus Lidberg, quienes se distinguen —precisamente— por la integralidad artístico-profesional que constituye su mejor carta de triunfo en cualquier lugar del planeta.

Acosta Danza abrió nueva temporada

La Compañía Acosta Danza comenzó la temporada Encuentros en la noche de este viernes en el Gran Teatro de La Habana "Alicia Alonso", donde el público apreció el estreno de la pieza Lost in dance y Mil años después, del coreógrafo japonés Saburo Teshigawara y Paisaje, de repente, la noche... del artista sueco Pontus Lidberg, dos de las figuras más prominentes en la danza mundial.

Jesús Dueñas Becerra - crítico y periodista
jesus@infomed.sld.cu
 

Publicado, originalmente, en la web de la Unión de Escritores y Artistas de Cuba (UNEAC)  http://www.uneac.org.cu/

 

Link: http://www.uneac.org.cu/noticias/encuentros-con-acosta-danza-0  - La Habana, 11 de abril de 2018

 

Ver, además:
  Acosta Danza en el Gran Teatro de La Habana Alicia Alonso
  Temporada otoñal de Acosta Danza
  Tercera temporada de Acosta Danza

 

Editado por el editor de Letras Uruguay

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