Desde hace más de una década, he podido seguir de cerca la fecunda
trayectoria artístico-profesional en el campo del ballet clásico de la
pareja integrada por los primeros bailarines Anette Delgado y Dani
Hernández, figuras insignia del Ballet Nacional de Cuba (BNC),
Patrimonio Cultural de la Nación, que jerarquiza la primera bailarina
Viengsay Valdés.
Por otra parte, he sido testigo de mayor excepción acerca de cómo han
escrito —con letras indelebles— su leyenda profesional y personal, no
solo en el arte de las puntas, sino también como un matrimonio unido en
el arte y en la vida por un vínculo indestructible: el amor a Ainhoa, su
encantador retoño, y a la danza clásica, a la cual se han entregado en
cuerpo, mente y alma desde que eran estudiantes de tan sublime
disciplina artística.
Anette y Dani han sido galardonados con el Premio Lorna Burdsall, que
otorga la Asociación de Artes Escénicas de la Unión de Escritores y
Artistas de Cuba (UNEAC). Ella lo recibió en 2015 y él en 2019; hecho
que motivó esta entrevista.
¿Podría explicar, en apretada síntesis, cómo se produjo su llegada al mundo de la danza clásica?
Di mis primeros pasos en la Escuela Vocacional de Arte Olga Alonso,
de la ciudad de Remedios, provincia de Villa Clara, y luego, me trasladé
para la Ciudad Maravilla, donde cursé estudios en la Escuela Nacional
de Ballet (ENB), y en el 2020, concluí —al igual que Anette— la
licenciatura en Arte Danzario, en la capitalina Universidad de las Artes
(ISA).
En la ENB fui discípulo de los maestros Fernando Alonso (1914-2013),
Ramona de Saá, Mirta Hermida y Marta Iris Fernández, quienes —con afecto
filial y férrea disciplina— modelaron mi personalidad, y
consecuentemente, me convirtieron en lo que soy hoy. […].
Gracias a las inolvidables enseñanzas de esos grandes maestros obtuve
Medalla de Plata en el Concurso del Encuentro Internacional de
Academias para la Enseñanza del Ballet, que tuvo lugar en La Habana, en
2006. Y en 2010-2011, fui seleccionado por la prestigiosa revista Dance Europa
entre los cien mejores danzarines del mundo. Reconocimientos que no
solo me honran a mí, como artista y ser humano, sino también al BNC, a
la Escuela Cubana de Ballet, de la cual me considero heredero de su
fecundo legado pedagógico, intelectual y espiritual, así como a la
cultura insular.
¿Qué significa para usted haberle sido otorgado el Premio
Lorna Burdsall, que confiere la Asociación de Artes Escénicas de la
UNEAC?
Para mí, no hay mejor premio que el cariño y el aplauso del
«respetable». Entre otras cosas, un gran compromiso, la realización de
mayores esfuerzos y sacrificios para seguir manteniendo, en la cima de
la montaña, lo logrado hasta hoy; continuar perfeccionando la técnica
académica, la interpretación teatral, así como intelectualizando y
espiritualizando —como me enseñara mi inolvidable maestro Fernando
Alonso— los movimientos corporales en que se estructura el arte danzario
en general, y el ballet clásico en particular, y por supuesto, seguir
dando lo mejor de mi mundo interior, para alcanzar las metas que me he
trazado en el contexto de mi trayectoria
artístico-profesional.
¿Qué rumbos tomó después de su graduación en la ENB?
Desde mi egreso, en 2006, o sea, hace casi 15 años, de la ENB, de la
que guardo en mi memoria poética (como sé que le gusta decir a usted)
recuerdos imborrables, ingresé al BNC, que dirigiera —hasta su
lamentable deceso— la eximiaballerina, quien —según el poeta y
escritor Eliseo Diego (1920-1993) — «es la danza». En el seno de esa
agrupación, fui promovido en 2009 a primer solista, y en 2011, a la
mayor categoría artística (primer bailarín), a la que puede aspirar un
integrante de la septuagenaria compañía.
Con el BNC he actuado en las principales plazas de América y Europa.
En 2007 y 2008, fui Artista Invitado al Festival Internacional Mujeres
en la Danza, en Ecuador, en 2008 y 2010 al Festival Internacional de
Ballet de Cali, en Colombia, entre otros. En 2018, participé —junto al
BNC, artistas y agrupaciones teatrales y musicales cubanas— en el
Festival de las Artes, que tuvo como sede el Kennedy Center, en
Washington, Estados Unidos, y que ese año estuvo dedicado a la cultura
cubana, así como en el XXVI Festival Internacional de Ballet de La
Habana Alicia Alonso.
¿Cuáles son los papeles a los que prefiere prestarles pie y alma?
Yo prefiero interpretar los papeles protagónicos de los ballets
románticos y clásicos. Desde que empecé a estudiar ballet, he acariciado
siempre ese sueño […]. Con mucho esfuerzo, sacrificio y horas robadas
al sueño y a la diversión infanto-juvenil para dedicárselas a la barra, a
los ensayos, a las clases […], he convertido mi sueño en realidad,
tanto en mi país como en el exterior.
¿A qué se debe esa «química especial» que los distingue a Anette y a usted en las tablas de cualquier teatro nacional o foráneo?
Tenemos muchas cosas en común. El amor inmenso que le profesamos a la
danza clásica, así como estar conscientes de que, al decir del doctor
José O. Suárez Tajonera (1928-2008), Premio Nacional de Enseñanza
Artística, «no son los battements a la barre ni el virtuosismo
técnico [al que —por supuesto— no renunciamos ni renunciaremos], los que
producen el milagro del vuelo. Es la dimensión espiritual […]» que le
aportamos a toda obra que, como pareja de baile, llevamos al proscenio.
Los gustos afines que nos unen en el arte y en la vida conyugal, la
forma (eso sí no lo voy a revelar), en que les insuflamos «vida» en las
tablas a los personajes protagónicos de los clásicos de todas las épocas
y todos los tiempos. Es todo eso […], y muchísimo más. Tanto que no
sería posible reseñarlo en los estrechos límites de una entrevista
periodística.
Ahora, una pregunta que —en modo alguno— podía faltar en este
fluido diálogo con usted: ¿qué emociones le ha generado el hecho de ser
el progenitor de una pequeña princesa que —desde hace ya algún tiempo—
vio la luz de la bóveda celeste?
Ese es —sin duda alguna— mi mejor obra: ser el padre de Ainhoa
Hernández Delgado; por ello, envío al universo dicha y felicidad por
todos los poros del cuerpo y el alma. En realidad, no creo que haya
palabras más elocuentes en la lengua española para describir las
emociones que experimento por poder ver materializado, en esa tierna
criatura, el fruto más acabado de un amor que nació, floreció y se
consolidó tanto en nuestra esfera afectivo-espiritual, como en los
escenarios de los principales coliseos locales y
foráneos.
¿Algo que desee añadir para que no se le quede nada en el tintero?
Por último, agradecerle a usted por haber devenido nuestro cronista y
entrevistador particular, y a nuestros fieles seguidores, un año 2021,
pletórico de vida, salud y todo género de felicidad. |