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Caballos: un audiovisual ciento por ciento cubano
por Jesús Dueñas Becerra
jesus@infomed.sld.cu

 

Fabián Suárez es un joven guionista, director y dramaturgo cubano, quien debutara en el campo del séptimo arte con el cortometraje Kendo Monogatari (2012). Con posterioridad, escribió la obra teatral Caballos, que obtuvo un lauro en la ciudad de Holguín, de donde el realizador audiovisual es oriundo. En 2015, la adaptó para el cine.

Caballos, un largometraje de 95 minutos de duración, filmado en blanco y negro, y rodado para rendir justo homenaje al talentoso artista del lente Robert Mapplethorpe (1946-1989) y a ese clásico de la cinematografía cubana contemporánea y de mucho más allá de nuestras fronteras geográficas: Memorias del subdesarrollo, del maestro Tomás Gutiérrez Alea (1928-1996).

La exhibición de ese audiovisual ha generado inquietud en cinéfilos y críticos, como solo puede lograrlo lo poco usual o raro, que torna mucho más compleja la existencia terrenal del homo sapiens.

La acción dramática gira alrededor de Robi (Carlos Alejandro Halley), un joven fotógrafo que mantenía un vínculo homoerótico con Salomón (Pablo Guevara), su benefactor y antiguo amante. Salomón tiene SIDA y la vida se le está escapando poco a poco. En el hogar del paciente, lo cuida un chico (Milton García), quien —con estudiada astucia— le hace creer a Salomón que lo quiere, pero, para el infeliz condenado a muerte, la nueva relación homoerótica que ha establecido con el chaval se torna estéril, sin futuro (¿?)


Por otra parte, Robi conoce a Galaxia (Linnet Hernández), y consecuentemente, se enamora de ella. La muchacha simboliza el paradigma de una belleza rara, que hechiza y perturba.

El discurso de Galaxia es breve, pero con profundas implicaciones filosófico-antropogénicas, ya que ella vino al mundo para que su físico exótico fuera más admirado, que deseado como objeto sexual. Galaxia deberá viajar a un país del Viejo Continente, no sin antes besar a Robi, pero sin establecer compromiso alguno.

Robi, eterno prisionero de la soledad, se debate en una agobiante incertidumbre: escoger entre Salomón y Galaxia. Salomón representa una ayuda material que dependerá del tiempo que le quede de vida, mientras Galaxia personifica lo afectivo-espiritual y el misterio que puede ser develado por el amor, que todo lo puede y todo lo alcanza.

Si bien Robi no está obsesionado con el sexo, sino que privilegia el valor humano de la persona, percibe que ya Salomón, como pareja, no le interesa en lo más mínimo. Su actual proyección erótica ni siquiera es bisexual, tampoco quiere explotar la sensualidad que lo caracteriza. Él es un amante de lo bello (percibido como cualquier acción —por insignificante que pueda ser o parecer— que contribuya a dignificar y enaltecer la condición humana de la persona), y de la estética generalizada, lo mismo en el hombre que en la mujer.

Un análisis pormenorizado requiere la conducta del personaje interpretado por el carismático actor Milton García (Latidos compartidos),1 cuya urdimbre psicológica se construye sobre la base del modelo de vividor habitual, del jinetero del Parque Central, del Payret, de Coppelia, que simula un comportamiento homoerótico solo para llenar los bolsillos de CUC.

Ahora bien, el chico le reclama atención y cariño a Salomón, quien todavía suspira por Robi. Y cuando se va de la casa precipitadamente, después de proferir insultos y palabras mal sonantes al por mayor, el espectador casi está convencido de que el nuevo amante de Salomón es un heterosexual que incursiona en el mundo gay solo motivado por necesidades económicas. Sin embargo, el encuentro ¿fortuito? del jineterito con el pescador; contacto que tiene lugar en el muro del malecón habanero, y que deja mucho que desear, porque —en ese contexto homoerótico por excelencia— interpreta a un personaje gay por decisión libre y soberana, no por ningún otro tipo de interés, que no sea el meramente sexual. 

La actitud adoptada por ese personaje es la que identifica a los hombres que venden el cuerpo y el alma a cambio de beneficios materiales, ya que —sin duda alguna— experimentan placer cuando entablan relaciones íntimas con otros hombres, no obstante los argumentos que puedan utilizar —como mecanismo de defensa— para justificar sus «aventuras» en el ambiente gay.     

Entre la sexualidad y la emigración, la posibilidad de la creación y el imperio de la cotidianidad, se balancean los personajes, cuyo comportamiento psicosocial está mediatizado por las relaciones de poder. El choque de criterios diametralmente opuestos prevalece en casi todo intercambio interpersonal. Sin embargo, la proposición cinematográfica de Fabián Suárez logra captar la atención y el interés del público, en tanto intercala sutilezas relacionadas con la resistencia intergeneracional, entre épocas (pasado y presente), y entre el quedarse o el emigrar, desde posiciones que trascienden el acto humano de la comunicación.

Kendo Monogatari / Fabián Suárez / 2012 from Maskin Producciones on Vimeo.

 

Jesús Dueñas Becerra - psicólogo, crítico y periodista
jesus@infomed.sld.cu
 

Publicado, originalmente, en la web de Cuba Literaria http://www.cubaliteraria.cu

 

Link: http://www.cubaliteraria.cu/articulo.php?idarticulo=17375&idseccion=32  - La Habana, 22 de septiembre de 2016
 

En Letras-Uruguay ingresado el presente trabajo el día 1 de octubre de 2016


Autorizado  por el autor, al cual agradecemos.

 

 

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