Métodos para apoyar a Letras-Uruguay

 

Si desea apoyar a Letras- Uruguay, puede hacerlo por PayPal, gracias!!

 

Relatos maravillosos
Xica Da Silva
La mulata convertida en reina de diamantes
Susana Dillon

Ha dado motivo a un culebrón erótico de moda. También abundan exageraciones y temas sociales, pero hay que viajar a Diamantina, su patria chica, para saber la verdad sobre este personaje fantástico. Aquí conocerán a la verdadera Xica.

 

"E que poesía tena a rosa que nao fenecesse nunca"

 

"E que a vida déles tem un sabor tao pintoresco de lenda que instintivamente nossa imaginaçao se volta para aqueles reis dos diamantes"

Lucía Machado de Almeida

 

Si usted va a Diamantina, allá lejos, en el propio corazón de Minas Gerais y se mete a cazadora de historias, como esta modesta aventurera, y se le da por desentrañar la misteriosa vida de Xica Da Silva, aquella mulata a quien su amante, como en la graciosa canción gitana ..."la cubrió de diamantes y ole, de la cabeza a los pies...", bueno, se va a encontrar al final de la pesquisa con que está tan en el aire como al principio y se le habrán cruzado además tantas historias dignas de ser puestas a la

Tais Araújo fue la protagonista
de la telenovela “Xica da Silva”

luz, como la de Xica, hija dilecta de esa villa, construida sobre el oro, los diamantes, la leyenda, aunque pateen los hijos de esa tierra y farfullen que lo único que construye es el trabajo, que de trabajadores tienen fama los "mlneiros". Diamantina de las serenatas, de las calles estrechas y llenas de recovecos, de las tropas de mulas cargadas con la esperanza de los troperos, así como en el siglo XVIII venían cargadas de zurrones repletos de pepitas de oro. La cuna de Juselinho Kubischek, aquel hombre modesto y estudioso que fundó Brasilia al llegar a la presidencia... así rezan los folletos que les echan el gancho a los turistas.

La cuna de Xica

 

Diamantina, es una de esas ciudades-museo que Brasil ha conservado celosamente intactas para que los latinoamericanos aprendamos la historia de la conquista y la colonización con más rigor y verosimilitud, en vivo y en directo, que la escrita en los embusteros manuales escolares, más proclives a ocultar las verdades que a exponer los hechos ciertos, claro está por mandato y arreglo de las castas dominantes. En cada callejuela retorcida, en cada graciosa fachada de sus iglesias centenarias, en cada mesón, en cada taller artesano, en el agua deliciosa de algún "chafariz", fuente pública de manantial, encontramos la historia de la mano de la leyenda y todos los habitantes se la saben a su manera, discutiendo acaloradamente acontecimientos, dando cada quien su opinión, por frondosa que sea, entonces aquello es un cotorreo tan divertido y tangible que la historia en cuestión está viva y es tan creíble como la realidad de hoy.

 

Y asi como Sherlock Holmes tuvo su fiel Wattson, yo encontré un cicerone eficaz y consecuente, el taxista Geraldo; que fue mi guía en la búsqueda de datos de aquella mulata que le sorbió los sesos al contratador de diamantes Joao Fernández de Oliveira, hombre más rico que un nabab de "Las Mil y Una Noches".

 

Sigue siendo una incógnita la relación amorosa entre esta ex esclava ignorante y el funcionario de la corona portuguesa más importante de su  tiempo, cómo se inició el romance y cómo se prolongó durante tantos años, en los cuales nacieron doce hijos, a quienes su padre dio esmerada educación y reconoció. Qué fue aquello sino un  hechizo africano o un criollísimo gualicho. En pleno siglo XVII Xica se convirtió en la más costosa de las amantes del Nuevo Mundo, algo así como una versión americana de Madame de Pompadour.

 

No hubo anhelo, gusto o capricho que Joao Fernández de Oliveira no satisficiera. Como era el hombre más rico del Brasil y que el mismísimo rey de Portugal, le instaló una preciosa casa con todo el lujo imaginable en la época en que floreció el barroco, arte mandado hacer para el halago de los poderosos, imaginado para plasmar en oro.

 

Se trajeron muebles, espejos, sedas, porcelanas y frivolidades que empalidecieron los lujos de la corte de Lisboa. Allí Xica. en brillantes reuniones, estrenaba sus tiaras, sus collares, sus innúmeras joyas que caían como cascadas sobre los fantásticos vestidos, que hacían poner bizcas a las blancas de la nobleza venidas de Europa. Cuando Xica asistía a misa, lo hacia acompañada de un séquito de mulatas a su servicio ataviadas con tal magnificencia que su presencia era considerada un acontecimiento social de campanillas. Llegó a tener tanta influencia que por molestarle el sonar de la campana de la vecina iglesia, los curas debieron cambiar de lugar el campanario y ponerlo sobre el sitio del altar mayor. Pero no paró aquí la cosa: le gustaba navegar y visitar la corte allá en Lisboa, pretendiendo en su osadía deslumbrar allí también. El complaciente Joao, para evitar males mayores, le mandó a construir en su casa de campo un lago artificial con barquitos para diez pasajeros, bosques y jardines circundantes donde plantaron las más exóticas especies, glorietas iluminadas, cascadas murmurantes y hasta hubo teatro donde actuaban los renombrados artistas de la época representando "Porfiar Amando" y “Madea". Los cómicos de la lengua y los grandes señores de la escena debían estrenar allí sus piezas, so pena de caer en desgracia.

 

La mulata lucía por esas circunstancias el "demier cri" traído de Europa, de rasos hasta pelucas... y el propósito de semejante accesorio para lugar tan cálido.

 

Xica tenía sus buenas y recias motas, como que era de estirpe negra y por lo tanto serios problemas con asentarse ese adminículo empolvado. Se rapó entonces y ya no hubo inconveniente en menear su frivola cabeza coronada de suaves y relucientes rulos y tirabuzones, como las rubias marquesas de la lejana corte lisboeta.

 

Cuenta la leyenda que en el fondo ella tenía una marcada indisposición hacia la sociedad de Tijuco, que así se llamaba el barrio elegante donde vivía, un manifiesto desprecio hacia los nobles portugueses, que la habían humillado en sus épocas de esclava. Le llegaban rumores de las criticas que ellos hacían de sus lujos, de su origen, de las "gafes" que cometía por su ignorancia, de modo que a más murmuración, ella respondía con más soberbia y altanería, con más derroche y desplantes.

 

Cierta vez, vinieron de Lisboa varios jovenzuelos de la mejor sociedad de Portugal, con cartas de recomendación para que Xica les consiguiera dónde ganar dinero allí donde el oro y las piedras preciosas brotaban sin cesar de la tierra. La encumbrada mulata llamó a su esclavo Cabeza y le ordenó altanera: -Cuida de estos "marotinhos”[1], mándalos a trabajar donde tú sabes, que se harán ricos... Después como una consideración especialísima por las cartas que habían presentado, los mandó a trabajar con los negros esclavos, en las minas de oro. Desapareció del salón. Arrastrando la larga cola de su vestido y ocultando una sonrisa maliciosa tras el abanico de encajes, casi como lo habría hecho una noble cortesana.

 

Cabeza, su mayordomo y hombre de confianza, era, el encargado de cobrar las ofensas que su ama había recibido en tiempos de su esclavitud, el resorte necesario para satisfacer su resentimiento. Se hacía justicia a su manera, para ella y para sus hermanos negros, beneficiando y exaltando a quienes habían tenido triste suerte en manos de los blancos.

 

En medio de todo aquello, entre intrigas y extravagancias pasó su vida fastuosa, una versión la pinta muriendo en la mayor pobreza y olvido.

 

Sin embargo, se sabe que muchos de sus hijos heredaron propiedades y fortuna, siendo beneficiados en el testamento de Joao Fernández de Oliveira, que vivió sus últimos años en la corte de Lisboa gozando de la amistad del marqués de Pombal, hombre fuerte del imperio.

 

La figura de Xica se esfuma, se pierden sus rastros... tal vez tuvo suerte parecida a otra mujer famosa, que conoció los halagos, la gloria y cayó a la vejez en la mayor pobreza, desaparecido quien la elevara tan alto: lady Hamilton.

 

Todavía no se han puesto de acuerdo los diamantinos, en sus discusiones de taberna, de café o de salón, si Xica fue una belleza provocativa o una fea picante. Las opiniones están divididas desde hace tres siglos. Una la pinta negra de nariz chata, gorda y ordinaria, la otra la idealiza asociándola a la "laba", algo así como un demonio femenino de la macumba, versada en artes eróticas, lo cual explicaría la ardiente pasión del contratador de diamantes, rayana en la fascinación. Habría que quedarse a mitad de camino y pensar que debió tener, sin ser bella, ese sex-appeal que hace razonar "A la suerte de la fea, la bonita la desea" o, por qué no, ese don de "presencia" en alta dosis que sólo algunas privilegiadas poseen.

 

Estas y otras consideraciones barajábamos en el mesón en que con varios parroquianos nos reunimos a saborear una sabrosísima comida minería, donde mi fiel Geraldo me había llevado. Otra vez mis anfitriones se trenzaron en una amenísima discusión sobre su posible fealdad ya que no quedaba ningún cuadro que la perpetuara. Entonces dictaminaron: -Fea nomás, las bonitas no temen al retrato-. Cuando la madrugada se pobló de serenatas, todavía seguía la alegre controversia que si murió pobre o tiró manteca hasta el final. La brisa del trópico mece las gamileras llenas de susurros con historias de esclavos cautivos, suena el campanario del Tijuco, miro al cielo y me figuro que los diamantes de Xica son los que titilan allá arriba.

 

Por las calles que se retuercen, que suben y bajan con desparejo empedrado, se detiene el tiempo junto al chafariz para beberse a lentos tragos el fresco manantial de la vida. La serenata canta a la mujer que pasea solitaria, con peluca y miriñaque, abanico y larga cola en los sueños del Tijuco.

 

Geraldo frena en seco mis fantasías. Me alcanza un manojo de fotocopias, hojas dispersas y folletos de esta ciudad de los mil cuentos. Arreglamos cuentas y nos despedimos como viejos compinches. Obrigado y … Gracias por todo, muchacho.

 

Subo al ómnibus, nos hundimos en la noche y cuando surge el alba me alejo de la leyenda de la reina de diamantes.

 

[1] Marotinhos: lo que para nosotros es "mersa" ..   

Bibliografía: Revista Mlneira 1903 - Minas Gerais, Brasil.

Susana Dillon

Relatos maravillosos 
Diario Puntal

19 de abril de 2009

 

Ir a índice de crónica

Ir a índice de Dillon, Susana

Ir a página inicio

Ir a índice de autores