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Secretas alcobas del poder
 

El gran lujo de las ricas: ser también intelectuales
Victoria Ocampo, una “rara avis”

Susana Dillon

Es inútil, la clase alta en la Argentina de principios del siglo XX parecía venir de "las mil y una noches", no se pudo parangonar ni con los tiempos de locura económica que fueron los de la soja a 1000 pesos el quintal. Poroto grosero que provocó la estampida de la construcción a lo largo, ancho y fondo de este país de novela donde los ricachones hicieron roncha por shoppings, paddocks, el Colón y Puerto Madero.

 

El gran mundo argentino fue posta en eso de levantar palacetes rumbosos no sólo en las estancias, sino en lo más chic de la avenida Alvear, Palermo, Barrio Norte, Barrio Belgrano, Mardel o París.

 

También compraron, a principios del siglo pasado, castillos y petits hotels en Biarriz, en Cannes, hasta lo más exclusivo de París o la Costa Azul o en La Riviera. Para estar a tono con los grandes de este mundo, los señores pampeanos se tenían que fumar un puro envuelto en un billete de $ 100 (un canario, por lo amarillo) mientras hacían rostro jugando al Baccarat en Montecarlo.

 

Si no venías retratada en El Hogar, revista madre de todas aquellas que hacían roncha reventando los morlacos del otario, no eras nadie.

Bueno, desde esa época, "en que desde chiquitos, les enseñaron lo que era ser un buen y refinado derrochón, si no habías conocido al gran mundo, pobre de ti".

 

Los de ese lado del planeta te sacaban las cuentas en libras esterlinas, en francos, en dólares, en perras gordas y hasta en ruplos, pero nada de la biyuya grasa era más valiosa que la divisa argentina. Nuestro peso era la moneda más fuerte, cuando se nos dijo que éramos "el granero del mundo".

 

El 8 de noviembre de 1812, Luis Bernardo del Corazón de Jesús Estrada Gondra se casó con Ramona Victoria Epifanía Rufina Ocampo Aguirre, pero a ella le gustó firmar Victoria Ocampo, así como él era "Mónaco" Estrada, un joven de apariencia correcta, que jugaba al rugby y concurría donde iba la "gente decente", ambas figuras de la aristocracia argentina y vacuna.

 

La boda se realizó en la casona de San Isidro, con todo el fulgor que permitían las estancias de papá Ocampo. Los dos contrayentes competían por ser el centro del Universo y sus alrededores.

 

Luego partieron de luna de miel que, para "la gente como uno", quería decir irse por uno o dos años de viaje, empezando por Europa y después Dios dirá...

 

La gran preocupación de don Manuel Ocampo fue cosa corriente desde que Victorita confesó que quería ser actriz, pero ni bien Mónaco hizo el pedido de mano de la chica, el gran estanciero tuvo un momento de alivio. En ese instante había pronunciado esta sentencia: "El día que una hija mía suba a un escenario, en ese mismo momento, de un balazo me vuelo la cabeza". Tal vez el intrépido Mónaco ya se sentía el triunfador en esto de poner en buena senda a Victorita, seguramente para que el suegro fuera a recompensarlo teniendo siempre abierta su billetera.

 

 

En aquellos tiempos los argentinos que se paseaban por Europa eran toda una curiosidad: todos tenían las mismas aspiraciones, ir a los lugares más caros por tiempo indeterminado, abordaban los barcos con la cantidad de sirvientes necesarios y además con una corte de invitados, como lo hacía nuestra conocida doña Adelia María Harilaos de Olmos. También llevaban un par de vacas lecheras con sus terneros y varias gallinas para que no les faltaran sus primorosos huevos frescos ni la leche recién ordeñada. Al final del trayecto, los regalaban al capitán del barco para que se hiciera un asado, como en la estancia. Sueltos por las capitales, su pasión era ir a recorrer los más lujosos negocios (que todavía no se les decía shoppings), comprándose todo lo que se les antojaba por lo que luego pagarían grandes sobreprecios por el espacio que necesitaban en bodegas. Mónaco y Victoria tuvieron además una agenda plagada de compromisos, espectáculos, excursiones, visitas, etc.

 

En Roma, recorriendo ruinas, museos, sitios de expansión y ya cumplidos los seis meses de viaje, Monaco de pronto dio con un primo que nunca quiso mucho. Se llamaba Julián Martínez y trabajaba en la Embajada argentina. Fue cuando Victoria cumplió los 23 años y escribió esta nota para la posteridad: "En ei momento que lo vi de lejos, su presencia me invadió. Él me echó una mirada burlona y tierna. Miré esa mirada, miraba mi boca, como si mi boca fuesen mis ojos. Mi boca, presa de esa mirada, se puso a temblar. Duró un siglo o un segundo". Mónaco le presentó su primo a Victoria, se dieron la mano y él se retiró como un gentleman. Ella desesperó por perderlo de vista.

 

Cuando una recién casada siente esa sensación, seguro que va a ser una chica que va a dar de qué hablar, así su viejo amenace con un cañón.

 

Aquella noche el futuro del matrimonio estuvo hamacándose en la cuerda floja, fue el 4 de abril de 1913.

 

Ella comenzó a creer en el amor de otra manera.

 

Volvieron a París los dos mieleros aburridos.

 

Según las carteleras, bailaban los rusos en L'Opera. Victoria le pidió a su marido que invitara a su primo, ya que se habían encontrado casualmente. Sentada en el palco entre los dos primos, se dio cuenta de que ni las leyes la tendrían atada, había algo más poderoso que la arrimaba a Julián.

 

"Yo estaba desesperada de amor", escribió en sus memorias.

 

El furor por salir de compras tampoco pudo opacar el pensamiento hacia el "otro".

 

El matrimonio salió con todo el bagayo de las compras al hombro: cristalería, porcelanas, cuadros, obras de arte. Todo había que llevarlo a Buenos Aires, aunque cada día se aburrían más. La vida para ambos debió ser como llevar un salvavidas de plomo. La temporada en el lujoso transatlántico les resultaba insoportable. Pero habían llegado a Buenos Aires y ahora venía lo de alhajar la casa suntuosa que los esperaba.

 

Una noche en el Colón, en medio de la multitud, Victoria divisó a Julián. Se sintió desmayar, y se comenzaron a ver por "casualidad".

 

Para que la atracción dejara de ser solamente platónica, tenía que darse la oportunidad esperada por ambos y no faltó que algún observador de los encuentros casuales le mandara un anónimo al marido y aquí comenzó la guerra. Se supone que hacía tiempo que las cosas andaban patas arriba en el matrimonio, hasta hubo golpes y escenas violentas.

 

Durante las citas, ella todavía lo trataba de Ud. Se llamaban por teléfono desde lugares ajenos a la casa. Los encuentros eran cada vez más acuciantes y demandantes.

 

Ambos tenían fantasías mentales, sin realidades concretas, en encuentros secretos, en lugares alejados del centro. Cada vez el deseo era más imperioso y las excusas para verse, más sofisticadas. Tanto que estaban en ánimos de caminar por las cornisas, lanzarse a nadar entre tiburones o buscar sitios que parecieran el borde de un precipicio. Locos los dos, por tener un pleno momento de intimidad y sexo.

 

En verano, la familia de Julián se fue a Córdoba, directamente a Ascochinga, en la casa solariega. Invitó a Victoria a pasarlo juntos.

 

Llegaron como dos náufragos a la isla salvadora. Estallaron, se estrellaron, la tierra tembló bajo su lecho y sonaron todas las campanas.

 

Los amantes insaciables se siguieron viendo cuando regresaron a la capital en un departamento de la Av. Godoy, al que la dama llegaba vestida de distintas formas de ser vulgar. Desde el uniforme de mucama, a turista recién llegada, institutriz o enfermera. Y para terminar con aquello de ser observados por la servidumbre cómplice, Victoria se compró un Packard descapotado, aprendió a manejar y sacó carné de conductor... y ya eran varias las cosas que la dama hacía y la sociedad de "la gente como uno" deploraba por libertina.

 

Fue una época de cuernos de lujo y donde la doble moral no era sólo patrimonio masculino.

 

Julián Martínez no sembró en ella su estirpe, pero le descubrió la escondida veta literaria, a la que estimuló.

 

Primero murió don Manuel, ese señor distinguido y patriarcal que no la quiso actriz, pero que la vio convertida en escritora, en editora de una revista que, según él, no tenía futuro, de modo que la batahola familiar no pasó de los malos augurios y de alguna puerta golpeada para poner fin al diálogo poco cordial. Fue el momento en que Victoria pudo divorciarse y blanquear su estado civil.

 

Recién los amantes se mostraron en público discretamente, luego pasaron un año en Mar del Plata. Allí el amor detuvo su ascenso y su pasión, comenzó la rutina con su carcoma a pesar de que quisieron salvarlo.

 

Sin el acicate de lo secreto y peligroso, ya no fue lo mismo.

 

Cada cual eligió su destino, pero siguieron siendo amigos. Ella fue la dama paqueta que se dio lujos de intelectual y pudo hacerles el corte de manga, eso sí, muy delicado, a las señoras gordas que salían en El Hogar, revista del jet set, madre de ¡Hola! y Gente. Él se retiró a ser playboy, "chevalier servant", rico tipo y "bon vivant".

 

Esto es lo que quedó de aquellas vidas que participaron de los más caros placeres, en un país que tuvo entonces su más alto estándar de vida para pocos muy ricos y que tuvieron que cinchar el carro los pobres que laburaban de sol a sol, para que fuéramos los del 8º país en el mundo en orden de la balanza comercial y en educación alfabetizada.

 

Victoria Ocampo lució su intelecto y su don de gentes, su exquisita cultura y su pasión literaria, sus viajes y sus modas. No era sólo una rica hermosa y reconocida, digamos que tuvo un gran valor agregado: entre tantos dones, también se dio el lujo de prescindir del poder.

 

Durante el peronismo de Perón, la metieron presa por escribir contra el régimen en el calabozo donde tenían a un montón de prostitutas detenidas por ejercer su trabajo.

 

¿No va que se hace amiga de las mariposas de la noche? Sí, a pesar de hacer cultura al país de "la leche y de la miel", las figuras más interesantes de la literatura mundial y tenerlas de huéspedes por temporadas en su Villa Victoria Ocampo de Mar del Plata, darles vida regalada y agasajos de carácter cultural, también fundó y solventó la revista Literaria Sur, donde participaron los escritores notables de su época donde se demostraba nuestro grado de cultura.

 

Además de haber sido un personaje de refinada elegancia (la vistió Cocó Chanel), fue generosa participante de la vida social de nuestros ricos que pudieron darse una educación en Europa, especialmente en Francia y Suiza.

 

Dejó una interesante obra escrita, tradujo del inglés y del francés obras clásicas y de moda, y por sobre todo hizo poner verdes de envidia a otras damas, tan aristócratas como ella, pero que todavía no surgían pluma en ristre para atreverse a salir a la palestra.

 

Fue contemporánea de Alfonsina Storni, Gabriela Mistral, Juana de Ibarbourou, pero las separó eso tan tremendo de haber sido educada por institutrices europeas, escribir en varios idiomas y... acudir a las citas amorosas en Packard descapotado.

 

Bibliografía

 

Magdalena Ruiz Guiñazú. Secretos de Familia. Sudamericana, 2010. Trabajo de campo.

Susana Dillon

15 de agosto de 2010
Secretas alcobas del poder
Diario Puntal (Córdoba, Arg.)

 

Nota: Se digitalizó lo recibido en papel y se agregó foto y video, disponibles en la web por el editor de Letras Uruguay Twitter:

 

Victoria Ocampo

 

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