Poco pan… pero mucho circo y sexo
Por Susana Dillon

Cuando los italianos nos mandaron sus películas monumentales, con tanta gringa opulenta que encendían los corazones masculinos, nosotras nos sentíamos despechadas porque estaban provistas de pechugas generosas; para desquitarnos, los gladiadores se convertían en nuestros ídolos. Además nos dieron la lección en tecnicolor de cómo era aquello del imperio, en el que los mandones de turno, para que les durara el mandato, a las rugientes multitudes, les tenían que dar pan y circo, porque de no hacerlo, les interrumpían la siesta y hasta les ponían algún veneno en los licores de las orgías imperiales, o les clavaban la espada detrás de los cortinados y aquello no era solo biógrafo. Y lo contó también la historia.

Entre tanto, los gladiadores luchaban contra las fieras, contra, sí mismos y contra el destino pero la cosa se atenuaba cuando las emperadoras se tiraban con los héroes alguna cana al aire. La Roma imperial no mezquinó escándalos ni asesinatos. Cuando estaban aburridos disfrutaban viendo carreras de cuadrigas, pero también con accidentes. Las multitudes con semejantes costumbres tenían que ser satisfechas de algún modo y para eso entre matanza y jolgorio, a los que concurrían a los espectáculos del Coliseo o circo mayor, les daban una vuelta de choripanes con tetra.

Roma imperó milenios con ese sistema que muy disimuladamente han adoptado algunos gobiernos de siglos sucesivos, con algunas variantes, pero con el mismo fin.

Lo principal era llegar a sentarse en el augusto trono o sillón de mando y allí abulonarse con el poder de la espada refulgente, y no como ahora que los sufridos sufragantes metemos los papelitos en el cajoncito con el voto para los menos peores o cuando nos creemos que algún día gobernarán para todos.

Ya han pasado milenios, pero los incautos subordinados seguimos en la misma. Modernos emperadores o capos imperialistas, opulentos togados, parlamentarios elocuentes, reyezuelos domésticos y empresarios exitosos la siguen pasando entre saraos, banquetes, bacanales de pizza con champagne como los tiempos pretéritos y cada vez que se alborotan las multitudes vuelven a arreciar con choripanes y tretra... y ¡viva el circo!

Ya como no quedan más leones, ni fieras exóticas, ni cristianos revoltosos, el circo viene distinto pero premiado con el rating. Allí se puede apreciar que los empresarios recogen sumas fabulosas, los jurados son implacables entre viejas rameras y jueces babosos, pero los leones, han sido reemplazados por gatos que se pelean entre sí ferozmente, pero sin que llegue la sangre al río. El gancho del espectáculo consiste en mostrar lo que en siglos se tapó por vergüenza, y en lugar de sentarse a lamerse la piel como felinos respetables, en posición ginecológica muestran lo nunca visto ni imaginado, como se decía en mi inocente infancia, cuando los artistas de circo hacían un salto mortal o en que hasta los perros en sus andanzas festivas se atrevían a copular a la vista de los transeúntes.

Así están las cosas en el decadente imperio capitalino, pero aquí tenemos exponentes que merecen echárselos a los leones, si los hubiera.

Son los que ahora argumenten la defensa de las slots, pues temen quedarse sin la gallina de los huevos de oro. Esas que siempre tientan virtudes dando papelitos por debajo de las mesas. - ¿eh?

En cuanto a las apreciaciones del Sr. Natali, que luego de la lectura de opiniones del sufrido paciente pueblo el día 23 de setiembre, en el Concejo Deliberante, denostó a los que tuvimos el tupé de criticar la instalación de las slots y las virtudes del tribuno de la larga fama recordándonos airado que no se podía hacer política en contra sobre el tema, ni hacer nombres. Tal temperamento hace que debamos preguntarnos: -Y si no se puede hablar de política ni de los políticos en el Honorable Concejo, cuna de la democracia, - ¿donde cuernos vamos?-. Si no los criticamos en el sagrado recinto no hay otra salida que escracharlos ya que ni la policía estuvo para evitar lo ya sabido y festejado.

Que se expida pues, el honorable defensor del controvertido parlamento, el escrache, es la única arma con que cuentan los que sufren en las arenas del circo municipal. Así estamos como en los tiempos de Nerón, antes de sufrir el zarpazo mortal que exclamaban.- ¡Salve, Oh, César, los que van a morir te saludan! - Pero hay una diferencia, pensamos seguirla contra las slots, así los eruditos defensores de vicios y enfermedades rujan como leones, se trata de una razón de mayor peso: aquí hay gente que se está suicidando y hay otra que se arruinó de por vida. Acá estamos defendiendo vidas y formas de vivir.

Los que amenazan con juicios millonarios, resuellan por la herida, tenemos el derecho de sospechar que hay quienes se benefician en este juego macabro, en este imperio donde prosperan sonrientes los vicios, la droga, la prostitución, las violaciones de niños y la violencia de todo género, sin que en años se haya hecho absolutamente nada por combatirlas ni desarraigarlos. Ahora con el invento salvador del “juego responsable”… Má sí…

Susana Dillon

lunes 6 de octubre de 2008
Gentileza de "Ciudadanos autoconvocados de Río Cuarto"
http://ciudad4.blogspot.com/

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