Relatos maravillosos
Personajes míticos de nuestras culturas aborígenes
Susana Dillon

"Es el hombre, más que un animal, un animal simbólico, tal como lo definiera Ernst Cassirer, y el mito, el nivel más hondo y cargado de sentido de este tipo de pensamiento. El relato, a la par que la máscara, apela a la polisemia para iluminar los flancos ocultos de las cosas, que es donde deben residir las claves de la realidad".
Adolfo Columbres

Seres Mitológicos Argentinos

Llegados los blancos a tierras de nuestro continente, se dieron furiosamente a la tarea de apropiarse de todo aquello que para ellos significara riqueza y poder. Se fanatizaron por el oro, las piedras preciosas, esclavizaron nativos para que produjeran alimentos, levantaran iglesias y caseríos. Impusieron la ley del conquistador: se llevaron en barcos atestados todo lo que encontraron de valor, desde frutas hasta flores, animales de vistosos colores y nativos para mostrar en Europa. A las muestras de arte, a la literatura, a la música, a las tradiciones, a los cultos, a las ciencias y sabidurías que encontraron en América no las consideraron más que cosas del demonio. Mitos, leyendas, lenguas, herboristería, escritura de los pueblos conquistados fueron abandonados o arrojados al fuego. Pero quedaron prendidos en la memoria de los pueblos sus creencias, el cómo se explicaban los misterios de la naturaleza y sus relaciones con los dioses.

Seres de la luz y de las tinieblas del imaginario colectivo siguen vigentes en los escondidos meandros de canciones, cuentos, leyendas y mitos aborígenes. Constituyen un tesoro de cultura que lo vemos corporizarse a poco de descubrirlo y estudiarlo, en artesanías y relatos del folclore de nuestra región y de todo el país.

Según las culturas, sus deidades mayores tienen como génesis los fenómenos naturales, los cuerpos celestes. El sol y la luna tal vez sean los más reverenciados, pero hay una infinita cantidad de deidades menores que se asoman desde los terrores ancestrales o que surgen de las aspiraciones de belleza y felicidad que provocan las emociones humanas y que explicándolas de ese modo dan sentido a realidades que no entendían.

Según el lugar geográfico que ocupan las culturas es la variedad de creencias que se transmiten de generación en generación hasta llegar a nuestros días. Algunas han perdido su poder, pero otras siguen tan fuertes dentro del imaginario colectivo que están vivas en los cuentos de los paisanos, que en ronda de amigos relatan sus encuentros con apariciones misteriosas y generadoras de pánico.

El duende Chiqui

Pequeño de cuerpo, grande de cabeza, se lo suele ver por Catamarca a la hora de la siesta con su sombrero aludo, tiene una mano de plomo y otra de lana, con una pega y con la otra acaricia. Ni perros ni gallinas se espantan ni hacen ruido cuando lo ven, sorprende a los que andan haciendo daño con animales, cazando pajaritos y arruinando nidos También se le atribuyen peleas y combates entre vecinos y hasta se le echa la culpa de los sismos. Para los calchaquíes era desparramador de males y se imaginaban que venia del firmamento. Simboliza la fatalidad, la mala suerte.

El Ekeko

Duende de la abundancia, lo vemos ataviado como paisano que lleva en una gran bolsa cantidad de provisiones: bolsas de azúcar, yerba, comida, regalos, hasta enseres domésticos. Trae la felicidad y la abundancia, pero no hay que olvidarse de ofrecerle un cigarrillo los días viernes para que sea propicio y generoso. Este paisano viene del norte argentino, pero ha recorrido el país entero y no hay casa que no lo albergue.

Anchimalen o Luz mala

Es una creencia mapuche relacionada con la luna. También se la asocia al alma en pena, quien la ve surgir en lo negro de la noche debe rezarle. Algunos argumentan que donde se queda quieta marca un lugar de tesoros. Si se encuentran estas almas en pena brillando en los campos hay que decirles misas para que descansen en paz. Explican quienes conocen los "fuegos fatuos" que son especies de fosforescencias producidas por los huesos y la grasa de los animales muertos en el campo. 

Las madres pachamama o Madre Tierra

Mito común a varias culturas, los quichuas dicen que es una mujer fornida dadora de los bienes de la tierra; Pacha es tierra, nos alimenta y protege. Hay que ofrendarle alimentos y bebidas, chicha y tabaco para que nada nos falte. Es la deidad suprema de los Kolla y demás pueblos del norte.

Es la madre de los cerros y de los hombres. Por ella maduran los frutos y se multiplican las cosechas y los ganados. Gracias a ella las heladas no hacen daño; si se la invoca, el viajero no se apuna ni se enferma; tejedoras y alfareros la honran antes de empezar sus trabajos. Es símbolo de la fortaleza femenina, se la describe como una mujer baja y regordeta con gran sombrero alón. Vive en los cerros, la acompaña un perro negro muy bravo, la víbora le sirve de lazo, a veces anda cargada de petacas llenas de oro, toda la naturaleza es su templo y su culto responde a las apacheta que se encuentran por los caminos. Para complacerla se le ofrece coca, chicha y tabaco. Cuando los paisanos se sientan a comer, primero le dan a probar a ella (la corpachada), en un hoyo se colocan las ofrendas para que también coma y beba. Es también la encarnación de la seducción femenina.

La Madre Agua o Yacumana

Es la aparición de una bellísima mujer que se baña en las corrientes de ríos y arroyos cuya liquida cabellera se expande en ondas que ella peina con un peine de oro. Canta susurrando entre las piedras y juncales de los ríos, el aire se lleva sus mantos de neblina, toca la flauta en los cañaverales cuando hay viento. Es sumamente tímida, no quiere que la descubran cuando se derrite la nieve ni cuando se derrumban los glaciares, allí, si alguien la ve puede quedarse ciego o no volver nunca más a su casa.

Cuando alguien ensucia o corrompe las aguas, Yacumana se enoja provocando inundaciones y crecientes. Quien contamina las aguas o no comparte su agua, incurre en su ira, donde la madre agua no se respeta comienza el desierto, reino de la muerte.

La madre de los vientos

Huaira Muyu, convertida en deidad por los kollas de la Quebrada de Humahuaca, sin embargo se siente en todo el país. Se la considera benéfica porque trae la lluvia y los acontecimientos propicios. Es un remolino que se ve a la distancia como si fuera la imagen de la cólera de los elementos, un viajero fantasmal.

Huara Ouca es la verdadera madre de los vientos que lleva una suspensión de tierra rojiza, se emparenta con el rayo y habita en las altas cumbres y los abismos. Se la representa con cabezas de animales monstruosos dentro de un torbellino. Para ahuyentarla se hacen cruce de cenizas en las puertas de las casas, te gusta coquear y es por eso que les roba la coca a los arrieros.

Zampan Zucum

Si los niños mapuches lloraban cuando sus madres buscaban chauchas de algarroba o huevos de patos, aparecía esta mujer vigorosa de negra cabellera, ojos brillantes y enormes pechos para amamantarlos. 2ampan Zucum es el sonido onomatopéyico que producían sus pechos. Cuando sus madres volvían de la recorrida, los bebés estaban dormidos y satisfechos haciendo sus provechitos, las mujeres sabían que ese ser generoso y protector había velado por los pequeños.

Era implacable enemiga de los que destruían los algarrobales y de los que depredaban el monte. Espíritu justiciero se aparecía a los borrachos y pendencieros. Los abrazaba y los llenaba de leche. También se la llamó la tetona, vivía a la sombra de los algarrobos.

El Curupí

Es el sátiro del mundo guaraní. Se aprovecha de las mujeres que andan solas en el monte buscando leña o fruta. Es enano, tiene un enorme falo que arrolla alrededor de la cintura, con el que enlaza a sus victimas y las posee. Protege a los pájaros, a los sementales y es el duende de la fecundidad. Si el Curupí roza a una vaca seguro que tendrá mellizos. Por la noche se hace, invisible.


El Pombero 

Duende guaraní alto, velludo, anuncia su presencia con un silbido. Recorre los bosques a la hora de la siesta para proteger a los pájaros llevándose a los niños que andan traveseando, en las noches por los campos se alumbra con luciérnagas. Le gusta el tabaco y el alcohol por eso hay que dejarle en las ventanas esos regalos para que sea propicio. No se le debe nombrar porque aparece pronto, se divierte haciendo desaparecer las cosas que luego aparecen en cualquier lado.

Yací Yateré
(Para los guaraníes, duende de la siesta)

"El indio poetiza todo el proceso de la vida: da alma al río, a la planta, al ave, al viento, a la montaña y ve, bajo la apariencia de genios, más o menos benévolos, la actividad creadora del Universo. Yací Yateré simboliza el milagro solar en sus múltiples formas, tiene un lejano parecido con el Eros retozón de los helenos".
Indalecio González
"Proceso y formación de la cultura paraguaya"

El blanco trae a América un verdadero almacigo de fantasías heredadas del viejo mundo, las trae junto con las armas, sus pergaminos, su botella de vino y su guitarra. Aquí se encontrará con el indio que poetiza su mundo vital y cósmico, juntos construyeron la imaginería mestiza en la que se explican los miedos, los apetitos, lujurias y ambiciones, sueños y pesadillas.

Yací Yateré, el eros guaraní, brinca desnudo bajo el incendio del trópico, es rubio y de cándida mirada que enternece al que lo contempla. En lugar de carcaj y sus flechas, tiene un bastoncillo de oro que es mágico y que lo hace invisible cuando divaga por los campos y la selva, en la ardorosa siesta. Cuando silba, hasta la cigarra interrumpe su monótono chirrido, como la salamandra, resiste el ardor del fuego, danza en torbellinos de luz por solitarios caminos, llamando la atención de otros niños que le siguen encantados, sin advertir que si los besa ya nunca volverán a sus hogares, porque querrán seguir sus andanzas y picardías.

Los rulos de su cabellera radiante, le acarician la piel blanquísima y tersa, sus ojos azules son de una dulzura inigualable, pero lo más encantador es su silbido, que parece salir de los rincones de la floresta... genio protector del amor, también se lo tiene en cuenta por su acción fecundante. Con su varita sazona las frutas exóticas del trópico, las colma de dulzura. Ronda el hogar de los desposados para tocarlos con la vara dorada que los hará fértiles. Toca a los recién nacidos como si fueran pimpollos, para enflorados en abundancia. SI en. la casa hay alguna parturienta, el indio sabe que ha andado en los fogones porque deja su pisada en las cenizas y el niño llega al mundo sano y hermoso.

Yací Yatere ama a los niños, tanto que los hechiza para que lo sigan. Los invita a jugar con inagotable ingenio, infatigable crea mil artilugios para que sus nuevos compañeros lo sigan cada vez más lejos hasta que no se sabe dónde los esconde.

Los animales de la floresta lo siguen, monta con sus amigos a los rudos y bulliciosos tapiares, a los dinámicos venados, a los soberbios jaguares de suavísima piel. Pero ¡ay!, si entre tantos juegos inocentes el niño solar los besa, aquella caricia le hace perder el habla, nublándosele el entendimiento. El beso destruye como una llama y si el niño vuelve al hogar no será más que una sombra, el pequeño ya no será dé este mundo. 

El mito del niño dorado es comúnmente socorrido y mentado por los padres cuando los chicos escapan a la hora de la siesta, hora de diabluras y daños en las plantaciones. Cuco inocente inventado para protegerlos.

Susana Dillon

Relatos maravillosos 
Diario Puntal

15 de marzo de 2009

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