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Secretas alcobas del poder

"Cambiaste el Riachuelo a Plaza de Mayo"
Perón y Evita Segunda Parte

Susana Dillon

"Cambiaste el Riachuelo a Plaza de Mayo"  

 

"Tener agallas como vos tuviste, fanática, leal, desenfrenada, con el candor de la beneficencia pero la única que se dio el lujo de coronarse por los sumergidos.

 

 

Tener agallas para gritar basta aunque nos amordacen con cañones".

María Elena Walsh. Eva.

 

 

"Debo gran parte de mi éxito político a las mujeres.

Por lo demás, nada se obtiene en el mundo sin su apoyo".

Pierre Trudeau.  

 

Cuando los militares de la revolución del 4 de junio advierten los planes que se trae bajo la gorra el coronel de los trabajadores y la oligarquía huele que la sublevación de los sumergidos por tantos años puede estallar en las estancias, en las fábricas y empresas por inspiración de la justicia social que se hace cada día más evidente, presionan al presidente de facto Farrell para que desaloje al "primer descamisado".

 

Se vienen encima los acontecimientos del 17 de octubre de 1945: grandes masas de obreros, gente del pueblo, marginales e idealistas son sacados de fábricas, talleres, puestos de trabajo y proyectados a las calles y plazas, donde piden que liberen a su líder, preso en Martín García. La leyenda escoge a Evita como abanderada de esta gesta. Ella y gente de los sindicatos que fueran adoctrinados oportunamente moverían ese estallido. Hay quien afirma que los descamisados se movieron espontáneamente, hay quien le niega protagonismo. Naturalmente, siendo mujer, ¿qué valor podría tener en una patriada que siempre había dado lugar solamente a los hombres?

 

Las señoras gordas del Barrio Norte advierten con repugnancia que corren otros aires. Los aires que tienen olor no a Mme. Rochas, sino a sudor de los cabecitas negras que se fueron a bañar en las fuentes públicas luego de un día de forcejeo con la cúpula militar, que por fin debe liberar a Perón. Las persianas de las grandes residencias se cerraron con estrépito.

 

Mientras el coronel está prisionero le escribe una carta a "su negrita" proponiéndole seriamente una vida en común, lejos de las luchas. Pero en el justo momento que él claudica, Eva se larga a la calle y salva la situación. Ella removió los cimientos de su obra, sacudió a los dirigentes, lanzándolos a la Plaza de Mayo como catapulta.

 

Luego siguió la inexorable marcha hacia el poder. Con Evita Duarte y los descamisados, el coronel llegó victorioso a las elecciones.

 

Era de cajón que el romance terminara en el altar. No sólo se casaron como se debe (ante la desaprobación del generalato), sino que Evita hizo borrar del Registro Civil de Junín el estigma de su ilegitimidad. Las comadres pueblerinas comenzaron a morderse la lengua.

 

El cenit. "Única reina que tuvimos, loca"

 

Ya general, Perón lucía a la primera dama en funciones del Colón, en inauguraciones, fiestas cívicas y protocolares. Evita mostraba despampanantes modelos venidos de París. Le cargaron lujos, volados y rulos. Aquello era una provocación y un atentado al buen gusto, según las elegantes del gran mundo.

 

¿Quién ocuparía el lugar clave en la Secretaría de Trabajo y Previsión, allí donde los obreros, los descamisados, los cabecitas, los últimos de la cola iban a contar sus cuitas y recibir ayuda? María Eva Duarte de Perón. El inmenso poder popular pasa a sus manos. Trabaja incansablemente, aprende rápido. Es ducha en el manejo de la gente. Se organiza. La actriz debe dejar paso a la primera dama. Su ilusión por la pantalla de plata es reemplazada por la realidad rutilante de su protagonismo. Se archivan las películas que habían sido su más cara ilusión.

 

El país opulento, la Argentina que tiene los pasillos del Banco Central llenos de oro, oro de su respaldo, oro juntado mientras Europa se desangraba, está también en las delicadas manos de la chica de Junín.

 

Las damas de la Sociedad de Beneficencia, reducto de la oligarquía, crema de la aristocracia, no le van a entregar ni muertas la presea de la presidencia, cargo que han ocupado siempre las esposas de los presidentes como timbre de honor. Evita las ve venir, y espera. Las damas de dos y tres apellidos cabildean. Mueven influencias (a ver si vamos a homenajear a una malnacida). Argumentan que dada su juventud (28 años) no puede ejercerla. Ella sonríe y les trae a doña Juana, su madre. Por la edad ella puede, si ésa es la cuestión. De un manotón les desbarata la patraña, se les ríe en las narices. Las goza. Ahí la tienen a Juana Ibarguren que de puestera de estancia la eleva a madre de la primera dama, por arriba de todas las patrañas. Les ha puesto la pata encima a "las cogotudas porteñas". Esa anécdota la define. Ha comenzado a cobrarse las cuentas atrasadas.

 

Viaja a Europa con una espectacular comitiva, con un despliegue de lujo que se comenta en uno y otro extremo del mapa. Es el gran show de los nuevos ricos en la Europa devastada por la Segunda Guerra Mundial. España la recibe bajo palio, a ningún rey tanta pompa y circunstancia. Evita luce sus pieles y sus brillantes. Demasiado recargada, dicen las elegantes de alcurnia.

 

La vuelta promocionada como gran suceso la pone en el tope de la gloria. Los diarios, el cine, la radio, no se cansan de ponderar sus dotes. Perón monopoliza la prensa. La muchedumbre se electriza al sonido de la voz apasionada, que desconoce la gravedad coloquial de una cultura mediana. Se instala para los grandes fastos en él balcón de la Casa Rosada. El líder y su bella y querida mujer. La pareja del idilio. Ningún dictador tuvo mejor ministro de propaganda, dirían después algunas españolas falangistas.

Comienza "el imperio de balcón": los diálogos entre las muchedumbres con cartelones, emblemas y consignas clamando "la vida por Perón". La pareja de gobernantes más parece una pareja real. ¿Acaso alguien duda que Evita gobierna? Viaja en trenes especiales "por los caminos polvorientos de la Patria", arroja a ambos lados máquinas de coser (como las que soñó la Juana siendo peona), planchas, dinero, ropa, medicinas, guardapolvos blancos. Les da empleo a los que se lo piden. A su familia le regala ministerios, diputaciones, senadurías. Arrebata micrófonos, besa a los enfermos, alza a los chicos miserables. Suplanta a las damas de beneficencia por la fundación que lleva su nombre, crea la Rama Femenina del Justicialismo, les da el voto a las mujeres, las lanza de prepo a la política. Perón la deja hacer, a veces la aconseja, pero ella asciende a puro instinto. Cuando todo se ha preparado para la segunda presidencia, cuando lo tan ansiado, la fórmula Perón-Perón está al alcance de su mano, la oligarquía aprieta al generalato. Ya basta de esta mujer que los pospone en las audiencias por horas en que pasa primero el pobrerío. Ya están hartos de que se luzca con los modelos más exquisitos traídos en avión desde París, que brille entre joyas de miliunanoches, que los sobre gozosa desde la espuma de sus pieles, mientras los grasitas la adoran y los ricos, sobre todo ellas, las biencomidas, braman.

 

                                                          "En los altares populares, santa

                                                          hiena de hielo para los gorilas".

 

Pero ella no ocupará ese lugar porque está enferma. La leucemia le devora la sangre y sin embargo insiste en seguir al frente de su secretaría. Tiene muchos proyectos para los obreros, los pobres, los ancianos, los niños y las mujeres, esas mujeres que van llevando a rastras sus hijos ilegítimos, sus guachitos, los arrinconados por la fortuna. ..ya ella el tiempo se le acaba.

 

Había construido en seis años más que los viejos políticos en varias vidas. Pero ni se detuvo en hacer balance. Cuando ya estuvieron agotados los tratamientos, los médicos famosos se retiraron. Ella todavía insiste en salir su último 4 de junio de 1952 a presidir el acto oficial en el Congreso, la asunción al segundo período de gobierno. La verán pasar en limusina descubierta; sus largas manos saludan desde el puño de pieles. Su rostro es sólo una mueca detrás de la sonrisa maquillada. Sostenida por un armazón de metal está parada la muerte revestida en visón. Es hasta un martirio el verla. Sin embargo, Perón concede y hasta se dice que la usa. Se aguanta la interminable ceremonia, a menudo escupe en un pañuelo que le alcanzan. Los argentinos la ven estrenando la TV. Esta vez ella no enardecerá a las multitudes desde el micrófono. Es ya una sombra que pasa...

 

"Cuando los buitres te dejen tranquila y huyas de las estampas y el ultraje empezaremos a saber quién fuiste".

 

Pero ella no ocupará ese lugar porque está enferma. La leucemia le devora la

Por las paredes del Barrio Norte apareció escrito: "¡Viva el cáncer!". Otra vez el odio de los poderosos. Al fin respiraban tranquilas las reinas del jet set, los estancieros, los grandes empresarios. Perón, sin ella, se quedó sin brújula. El general se quedó sin pólvora y le llegó la hora a los brujos.

 

                                                        "Calle Florida,

                                                        túnel de flores podridas

                                                        y el pobrerío se quedó sin madre

                                                        llorando entre faroles con crespones

                                                        llorante en cueros, para siempre, solos".

 

Los milicos de "la libertadora" (Revolución Libertadora que derrocó a Perón en 1955) robaron su cadáver, lo ultrajaron, lo violaron en actos de necrofilia, le quemaron el pecho con cigarrillos, lo llevaron lejos, lo escondieron del pueblo. Ellos, que tienen una larga y siniestra experiencia en desacralizar la muerte, iniciaron una diáspora decretada, porque siempre tendrían miedo de aquello que dijo una vez: "Volveré y seré millones".

 

Bibliografía

 

Carmen Llorca. Llamadme Evita.

Carmen Llorca. Las mujeres de los dictadores.

Eduardo Galeano. Las venas abiertas de América Latina.

Eva Perón. La razón de mi vida.

Susana Dillon

8 de agosto de 2010
Secretas alcobas del poder
Diario Puntal (Córdoba, Arg.)

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