El ombú de Banda Norte
Susana Dillon

La señora Irma Peralta dice que la vejez del ombú es puro cuento. En realidad no debe tener más de sesenta años, lo cual, en la vida de semejante vegetal equivale a estar en plena adolescencia. Más viejas son las higueras que lo acompañan en el predio. En verano, unas brevas enormes, que hacen juntar agua a la boca del que las contempla, lo confirman con su sabor sazonado y antiguo. Las higueras están allí sufriendo los arañazos de los gatos, humildes y retorcidas ante la magnificencia de la fronda de su vecino.

La corpulencia del ombú es objeto de especulaciones, leyendas e historias, pero su dueña remontándose a sus recuerdos de infancia, trata de desmitificar tanta novelería que se le adjudica. Aclara que fue su madre quien lo plantó.

—Eran tres plantitas que luego se hicieron una sola.

Creció vertiginosamente dando sombra a la fantasía de los chicos del barrio que jugaban a las escondidas, tanto en las raíces como en la copa. Ellos, con sus subidas y bajadas, idas y venidas, trepadas y caídas le han ido modelando esta forma de barrocas sinuosidades, han sido, sin duda alguna los diseñadores de la obra de arte vegetal, admiración de quien surca intrépido el barrio de la Cochancharava con espíritu aventurero.


Crecidas y desmadres del río Cuarto lo tuvieron firme e inconmovible con sus raíces como garras prendidas a la tierra a modo de ancla cuando las correntadas pretendían llevarse lo que encontraban a su paso.

A su sombra lavan y tienden las afanadas amas de casa que tanto vigilan la ollita sobre el fogón como salen a chancletear los chicos traviesos. Más allá se secan los fantasmas de las sábanas y los fregados vestidos de la gente trabajadora.

De vez en cuando, algún vecino, a su sombra supo templar la guitarra. Y sí que fue cierto que "la pampa tiene el ombú", pero aquí cerca, al borde del río que le apagaba su sed al desierto de otras épocas.

Este ombú no es un castillo que se eleva parando el medanal solitario, refugio de gauchos de otros tiempos, guarida de bichos con malos antecedentes y pájaros agoreros.

Este ombú es un ombú alegre, mojón de un barrio con mujeres que todavía luchan con una canilla para muchos, con gallinas que picotean malvones que estallan de colores en las latas, perros perezosos sin otra ilusión que ser perros nomás. Menudean las reuniones de mate y tortas fritas, charlas de vecinos, chicos que juegan a Tarzanes y monas Chita. Ellos, al fin, de aquellas tres plantitas hicieron este ejemplar fabuloso donde la leyenda está construyendo su nido.

Susana Dillon
De "Ranquelito"

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