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El ocaso de los viejitos verdes
Susana Dillon

En tiempos de mi lejana adolescencia, a los viejitos que se babeaban por las chicas les decían viejitos verdes y todo el mundo se reía de estos personajes tan ridículos como ineficientes. Pero desde que se crearon los puestos de ejecutivos, empresarios y magnates, los viejitos echaron buena. Se los vio del brazo de las divas del espectáculo y la pasarela haciéndose los potros y desparramando morlacos en todo lugar en que lo de menos es pasar inadvertidos.

Muchos señores respetables se independizaron del yugo matrimonial, dejando plantada a su antigua compañera de pasados infortunios y desgracias familiares, y en actos de

arrojo muy promocionados se buscaron codiciadas péndex para pasar al primer plano de la envidia colectiva. Toda esta bambolla estuvo muy promocionada por las usinas de chismes que le dieron cuerda al evento catapultándolos a la dorada fama.

Se compraron la muñeca brava de sus lujuriosos sueños seniles y pensaron que las chicas, como las muñecas inflables, no tenían cerebro.

Ya no quedan dudas, uno de los recursos que se tuvieron a mano para instalar las teorías económicas del neo-liberalismo y de la despiadada libertad de mercados fue tener entretenido al público para poder meterle impunemente la mano en el bolsillo.

Haciendo que mientras se está en Babia, o fomentando los chismes, lo realmente importante permanece oculto. Se juega al festival del chisme, de la difamación y del enchastre público donde las rutilantes figuras de la farándula se destapan en sus intimidades para mostrar no sólo traseros y pechugas de las sacerdotisas de la TV chancha, en la volteada caen fabricantes de estrellas, o algún empresario descollante, tal los casos de Silvio Soldán y Julio Ramos. Estos dos señores mayores han hecho gala de potencia sexual con sus compañeras de juegos eróticos, las han pasado en limpio y ahora, cuando las muñecas tontas debían seguir buenamente los mandatos de quienes las compraron sólo para lucirlas, se descubre que en sus huecas cabezas había una gota de cerebro. Y de la cima del poder y el relumbrón saltó a la vista que los otrora bravos potros tuvieron que vérselas negras con las muñecas kitsch, ésas que no mezquinan calificativos escatológicos para sus ex. Ahora resulta que tanto el animador y descubridor de talentos como el poderoso empresario han terminado a los tiros o en tribunales con sus jóvenes y esplendorosas compañeras de juergas. Las dos, cada una en su estilo, han demostrado que no eran tan tontas como parecía, dando a su tiempo a su pareja o despareja, según se mire, un trancazo periodístico y en metálico digno del más avezado chantajista.

En tiempos pasados, los padres casaban a sus hijas, siguiendo las reglas del patriarcado, con vejetes de rancios olores y abultadas bolsas de valores que terminaban sus días víctimas de sus ardores seniles, muchas veces aceptando que sus tiernas palomas se resarcieran con esclavos y sirvientes. La literatura renacentista está plagada de ejemplos desopilantes, por no recurrir a la sagrada Biblia cuando cuenta las vejeces del rey David, a quien acostaban con doncellas de 15 años para calentarlo en las gélidas noches del desierto... y de tantos santos y acreditados varones que se las arreglaron, desde el poder, para poderse dar el gusto dentro de la ley, tal como lo imponía aquello de "creced y multiplicaos", no importaba con quién ni si era de la familia.

Pero dejando de lado la verdad histórica, ya para este siglo que empieza, los empresarios, magnates y ejecutivos habían levantado cabeza. Hasta que viene a producirse este desastre renovando las aventuras de "Bocaccio" pero filmados y reproducidos hasta el hartazgo, dando por los suelos con la vida apacible que deberían llevar estos gerontes.

Un paisano que miraba por la TV las declaraciones de Silvia Süller mientras esperaba que le fotocopiaran sus documentos para la ansiada jubilación mientras yo hacía otro tanto con mis papeles, echándome una mirada cómplice me dice:

—Y doña, vio, ésa es la potranca del viejito ése que se tiene la peluca con una tachuela, ¿no?, Bué...., como le iba diciendo, no es pa' todos la bota e' potro.

De ahí en más nos pusimos a pensar en los viejitos que quedaron en lista de espera y pude comprobar que el paisano, pese a su seriedad, ya estaba al tanto de las peripecias del Nono Macri y de las agrandadas de Pepe Parada (con perdón del apellido, que no debe ser para tanto) donde a los actores no se les ocurre hacer lo que deberían: juntarse con otros jubilados a jugar al truco, como hace todo señor que se respete.

—O sentarse a la par del brasero a tomar mate con la vieja y olvidarse de tanto trasero y pechuga desbordante, como preventiva del infarto, ¿no le parece doña?, insistió el entendido.

Y vea, yo me lo puedo imaginar al nonito Macri al lado del brasero, pero a Flavia Palmiero, tomando mate en sillita baja y vestida por Bogani..., pensé en vos alta.

—Pero mire usted. ¿Y cómo será la jubilación de esa gente que vive al cuete?

Susana Dillon

26 de setiembre de 2010
Gentileza de "Ciudadanos autoconvocados de Río Cuarto"
http://ciudad4.blogspot.com/

 

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