Lo no contado de la Invasiones Inglesas
Susana Dillon

Las putas que fueron patriotas y el Virrey que tuvo cría

Huir con el botín. Deseo tácito de cualquier funcionario. Desde Sobre Monte a Humberto Jesús Roggero


A pesar de lo poco que se lee la historia, sin embargo hay veces que una es capaz de bendecir hasta las putas.

Ya es sabido que durante las Invasiones Inglesas hubo rudas y honestas mujeres del pueblo que se arremangaron. Calentaron agua hasta hacerla hervir y con los negritos chicos, se subieron a los techos y se la arrojaron a olladas a los invasores.

Esas historias de Manuela Pedraza y de Martina Céspedes, dos recias mujeronas que al caer sus maridos tomaron sus armas y continuaron la lucha, ya se las he contado en “Las Locas del Camino”, pero a esta intervención de “Las Mariposas de la Noche” o también llamadas “Murciélagas” durante los días que siguieron a la invasión, todavía no.

Los padres betlemitas tenían su convento a la salida de Buenos Aires.

Allí no solo paró el Virrey Sobre Monte en su huida, llevando varios carruajes al tesoro propio, el del Virreinato y su numerosa familia para acomodar y asegurar lo que se llevaba a Córdoba, sino que los frailes se estaban en trabajos frenéticos preparando la defensa.

El fraile que era el director de la imprenta, estaba muy atareado imprimiendo panfletos para que, luego dos jóvenes, a los que llamaban los “chisperos”, los repartieran por la ciudad a modo de información de la reconquista que se estaba preparando.

Tenían los frailes experiencia en esto de moverle las pulgas a sus fieles.

Otras veces ya habían venido hasta el puerto de Santa María de los Buenos Aires, los que se relamían por invadirla.

Al fraile corpulento y barbudo, se le hinchaban las venas del cuello cuando iba acomodando los tipos de plomo para componer la página.

Ya en 1582, a poco de fundada por Garay, se vino un corsario, un tal Fontana, mandado por la reina de Inglaterra, aquella que se decía era virgen, pero andaba noviando con piratas, la horrible Isabel, pero el pueblo se armó y los forzaron a mandarse a mudar.

El fraile imprentero, siguió componiendo los tipos y leyendo. En 1587, otra vez Isabel mandó al corsario Tomás Cavendish a tomar la ciudad y otra vez los hicieron correr hacia los barcos.

Los tumbamos a los bichos colorados, gritaba el fraile como poseído y dale con la prensa y la impresora. Habían con el alboroto llegado novicios a dar una mano, y bien pronto ya estaban leyendo lo escrito entre exclamaciones de placer. En 1628, los holandeses que andaban merodeando , cuando quisieron bajar de sus barcos, los hecharon furiosos los locales mientras el religioso leía, los jóvenes novicios estallaron de alegría.

¡Viva el pueblo que se defiende! Y siguieron al de la imprenta con la cabeza metida entre máquinas y prensas.

Más tarde, dijo el viejo betlemita: Buenos Aires recuperó la colonia de Sacramento, en el Uruguay, del que se habían apoderado los portugueses en 1680.

Pero el fraile seguía cada vez más amoscado por las sucesivas tentativas de invadirnos los franceses por orden de Luis XIV, que fue un fracaso, y decidieron volver a saquear Buenos Aires.

Los jóvenes novicios contagiados por el director, amontonaban los panfletos que volaban como mariposas por los pasillos, hasta llegar a la calle en que los esperaban los chisperos para ser repartidos en cuanta puerta encontraban abierta, en cuanto negocio se quisieran enterar, en cuanto templo y casa, a quien iba de a pié y quien iba a caballo. Todos a leer y calentarse la cabeza, en esas estaban cuando entró a la imprenta uno de los embozados de ademanes enérgicos y voz cavernosa y abordó al religioso: Hermano, aquí vengo con una iniciativa de las mujeres públicas, quieren tenderles a los gringos una celada en la taberna de “Los Tres Reyes” donde beben y comen a reventar. Las putas han convencido a la cocinera y sus hijas que allí sirven para que los dejen mansitos, en tanto ellas, las putas los seducirán, y luego llegamos nosotros …y…
Al viejo fraile le brillaron los ojos, en medio de su hirsuta pelambrera.

¡Y que parte tengo yo en este asunto, vive Dios!

Es que las réprobas quieren colaborar con la defensa. Su parte es muy riesgosa y quieren su bendición, antes de entrar en trabajo, aseguró el embozado. Siguiendo con su argumento: Yo soy incrédulo, y Ud. bien lo sabe, pero se comprende además que todo viene tan mezclado y extraño en este mundo, que hasta es probable que Dios exista.

Las muchachas se acostarán con los invasores, pero en son de guerra. Si los pueden entretener a su debido tiempo, nosotros les caemos de sorpresa, afirmó categórico el embozado mientras abrazaba al fraile.

Serán bendecidas, amigo French. Que vengan esta madrugada a las dos y entren a la capilla que dejaré abierta, allí las aguardaré.
French, el embozado, no se quiso perder la función, esperando la llegada de la hora frente al púlpito y sentado como un santo.

A las dos, estaban ellas, las mariposas de la noche, vestidas de negro y cubiertas de mantos con el que cubrían sus caras. Se arrodillaron contrictas esperando la bendición con unción y recato. Eran medio centenar de prostitutas que iban a defender a la patria. Estaban silenciosas, con el ánimo transportado a vaya a saber qué emociones.

Desde el altar se alzó la voz solemne del betlemita.

Yo las bendigo como hizo Cristo a la Magdalena, en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Los ojos del fraile miraban al cielo transparentando su profunda emoción. Casi levitaba.

Ellas, las cincuenta impuras, lloraban silenciosamente, se acercaron al altar y comulgaron. El fraile con voz poderosa clamó: Perdónanos Señor.

Ya más tranquilo, atinó a despedirlas.

Ved en paz y que el Señor os guíe.

French, al salir del templo, saludó a los novicios que no se lo querían perder al acto de redención.

Si me siguen cincuenta putas, soy capaz de vencer a Inglaterra le sintieron decir con voz estentórea.

Aquella noche y los días siguientes hasta el 12 de agosto, las murciélagas, las mariposas de la noche o como se llamaron, trabajaron con denuedo y responsabilidad patriótica.

Comieron, bebieron, abrazaron, acariciaron y se acostaron con los que el pueblo llamó “las Hormigas coloradas”, los rubios que les gustaron a las damas linajudas que los invitaron a sus salones a tomar té.

Pero ellos no se despegaron de las putas, así los llamaran a cañonazos desde la escuadra anclada en el Río de la Plata.

Cada vez que los embozados entraban en la taberna de “Los Tres Reyes” para controlar como la orgía se desarrollaba animada y caliente.

Cuando todos quedaron tendidos por lucha tan violenta, estalló la algarabía de la Reconquista en las calles barrosas de Santa María de los Buenos Aires. El pueblo abandonado por el Virrey, tuvo un líder que supo luchar pudo vencer con gente que hasta tuvo putas patrióticas.

El fraile imprentero de los betlemitas hizo penitencia durante la novena junto a los jóvenes novicios, hasta con flagelación.

Las putas volvieron al burdel con mayor cantidad de acompañantes que en otras ocasiones, tan patriotas como los que habían empuñado los fusiles.

Sin dudas se sintieron perdonadas como la Magdalena lo sintió con Jesús

El tesoro que Sobre Monte llevaba para Córdoba, fue capturado en Luján por una partida de ingleses que de inmediato llevaron al puerto embarcándolo en el “Narcisus”, nave inglesa que lo transportó hasta Londres.

Allá los esperaban cantándoles “God save the King” y se declararon de fiesta durante varios días. El tesoro fue exhibido al público y paseado en seis carros por la ciudad.

Pero algo importante se dejaron los de las polleritas y las gaitas. La temporada que los tuvieron presos en Luján, los dejaban jugar con un entretenimiento que los nuestros observaron detenidamente. Un grupo pateaba una bola de cuero y otro se la quería quitar porque con ella se hacía centro en una y otra puerta.

Como a los días los hicieron embarcar porque se dieron por vencidos, se olvidaron de la bola por la que se insultaban y pateaban con británico entusiasmo.

Parece que la bola les gustó a los locales.

Los nuestros, por dos siglos aprendieron bien el juego.

Resulta que ahora a los gringos actuales, les gusta que vayan allá los nuestros, que salieron buenos. Hasta tenemos uno que pagaron oro para que los vaya a divertir mientras hace maravillas con la bola.

En cuanto al Virrey que huyó con el tesoro en lugar de defenderlo, parece que echó cría.

Ahora tenemos políticos que llegaron a altas dignidades que se van con el tesoro al hombro.

No se puede pensar en tesoros desaparecidos, sin acordarnos de Sobre Monte y ahora Humberto Jesús.

Susana Dillon

domingo 25 de enero de 2009
Gentileza de "Ciudadanos autoconvocados de Río Cuarto"
http://ciudad4.blogspot.com/

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