La muerte de Domingo Cullen
Susana Dillon

¿Quién fue este descendiente de irlandeses que accedió al gobierno de la Provincia de Santa Fe?. Le tocó vivir en tiempos de Rosas y tuvo que padecer los desencuentros y persecuciones de aquellas épocas trágicas.

Había nacido en las Islas Canarias, pero el destino de su familia era la América del Sur. Muy joven arribó a Montevideo y siendo ya adulto se afincó en Santa Fe (1820) donde trabó amistad con el Brigadier Estanislao López, hombre fuerte y caudillo provinciano. Su influencia llegó a ser decisiva, tan es así, que al morir quien detentara el gobierno, Cullen asumió el cargo de Gobernador de aquella provincia.

Eran tiempos en que don Juan Manuel de Rosas había declarado la guerra a Francia por el conocido bloqueo. Domingo Cullen trató de disuadir a quien tenía la representación exterior de las provincias de seguir con las hostilidades, pero por toda respuesta Rosas hizo invadir la Provincia ordenando que se persiguiera y ejecutara al Gobernador de Santa Fe. Don Domingo Cullen se dirigió a Santiago del Estero y allí Ibarra lo entregó a sus enemigos.

Las órdenes venidas de Buenos Aires fueron perentorias; se debía remitir a Cullen cargado de grillos y numerosa escolta para ser ajusticiado en forma sumaria.

No obstante ser Cullen huésped del caudillo Ibarra, fue enviado tal como Rosas lo exigía hasta el arroyo del medio donde fue ejecutado el 22 de junio de 1859.

Ha pasado a la historia su gesto postrero que muestra una faceta de carácter sentimental de este hombre que teniendo sólo cuarenta y cinco años fue privado de la vida en forma tan arbitraria y cruel.

Tenía en ese viaje hacia la muerte la sola compañía de un hijo de siete años y en el momento en que la partida que lo conduce hacia la Provincia de Buenos Aires se encuentra con los que traían la orden expresa de fusilarlo allí donde fueran avistados.

El jefe de la escolta le leyó la sentencia que el prisionero escuchó con mucha serenidad, a pocos pasos se encontraban las paredes de un rancho abandonado, allí se le dijo que se ponga de espaldas a los muros y un soldado se adelantó a cubrirle los ojos con un trapo, antes de ser acribillado. Cullen lo rechaza y saca de sus bolsillos un fino pañuelo, es de fina batista, bordado por las manos de su hija predilecta, Jerónima, que entonces tendría nueve años. Cullen mismo se venda los 0jos con ese último recuerdo de su felicidad familiar, ultimo hálito de su hogar tan amado.

Susana Dillon
De "Los hijos de Irlanda en Argentina"

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