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Secretas alcobas del poder
 

El general Roca y sus víctimas
Susana Dillon

Nuestros hombres públicos han sido proclives a ser padres solteros, circunstancia social que los colocaba en el pedestal de los bandidos domésticos, hijos de tigre y envidiados por los pocos afortunados con las damas. Si las mujeres se convertían en madres solteras, llevaban el baldón durante milenios, arrastrando con la fama perdida hasta la parentela.

 

Don Justo José de Urquiza tuvo doce hijos antes de casarse. Belgrano, gran defensor de la mujer, murió soltero pero dejó una hija. Sarmiento, en su romance juvenil, tuvo a Ana Faustina, de una alumna. Juan Martín de Pueyrredón reconoció a Virginia, tenida con una puntana: Juana Sánchez. Julio Argentino Roca, en su vida de combatiente, ya en sus primeros bailes, dejó la marca.  

Hijo de un coronel tucumano, cuando estuvo en un tris de ser fusilado al caer prisionero, luego de un combate entre unitarios y federales, fue salvado por una jovencita -Agustina Paz- que hizo perdonar al reo porque fue solicitado en matrimonio. Así se usaba entonces: el fusilamiento era cambiado por la condena matrimonial... y no andaban tan errados.

Julio Argentino Roca

Julio Argentino ya a los 15 años tuvo que arreglárselas solo. Su madre falleció dejando a los ocho hermanos repartidos entre familiares y amigos.

 

A él, su padre, para que siguiera la carrera militar, lo mandó a estudiar a Concepción del Uruguay, importante colegio fundado por Urquiza.

Volvió a Tucumán, luego de nueve años, con una promisoria carrera militar que estrenó en Pavón en 1861, participando en la guerra del Paraguay de 1865 al 1866, en la que murieron su padre y dos hermanos. Más tarde, en cuanto entrevero hubo en la provincia de Buenos Aires, San Juan, La Rioja, Salta y Mendoza. El presidente Sarmiento lo nombró comandante del Regimiento 6º.

 

A los 26 años, estando de vuelta en Tucumán, era ya todo un personaje, y lo invitaban a cuanta fiesta importante se realizaba. Era momento de lucir las brillantes medallas sobre el pecho del guerrero venturoso, apuesto, rubio, de ojos claros, un poco encapotados y displicentes, pero una pinturita para jovencitas afectas a pescar candidato, con sueldo asegurado y porte decidido.

 

Con semejante aval, se permitió ciertos lujos, uno de ellos fue Ignacia Robles, de 15 floridos años, que le despertó el ímpetu guerrero, a tal punto que no dejaba a la chica ni a sol ni a sombra.

 

La madre de Ignacia, una señora severa que cuidaba a su hija, estuvo muy contrariada con este asedio, ya que consideraba al posible pretendiente como un "monterisco", calificativo regional que indicaba que el mozo era un vulgar advenedizo. Por otra parte, se tenía bien en claro que los Roca eran pobres. Así las cosas, el militar aun con buena foja no fue admitido con sonrisas en lo de los Robles.

 

El joven Roca intentó congraciarse con su futura suegra, pero ésta resultó una plaza inabordable, por más que la sitió.

 

El testarudo jefe de regimiento adoptó otra táctica acorde con su profesión, se presentó en el baile al que estuvieron invitadas las principales familias, entre las que se encontraban los Robles. ¿Qué batalla presentó el jefe militar?

 

Tomó a la joven del brazo ni bien la vio, la sacó del baile y se la llevó a una casa que había alquilado para ese efecto. La concurrencia se quedó boquiabierta y la madraza desmayada.

 

Consternación general y pánico en el vecindario. Roca la tuvo raptada ocho días, mandándola de vuelta a su casa. Allí la encerraron. El galán poderoso e inmutable partió hacia Entre Ríos, pues había ocurrido el asesinato de Urquiza, siendo necesaria la presencia de un contingente del Regimiento 6º para dar con Ricardo López Jordán, instigador del atentado.

 

La chica que en 1870 se había atrevido a dar el paso no era bien tenida en su hogar, de modo que los iracundos padres le buscaron pronto marido en Bibiano Paz, pariente de Roca por la línea materna.

 

Y como todo debía tener digno final, luego de tres años de ocurrido el rapto y la luna de miel y amarguras, el galán recalentado en Río Cuarto se casó con Clara Funes, de 18 años, morocha y cordobesa, que para dar mayor felicidad al matrimonio tuvieron seis hijos: Julio, María, Marcela, Josefina, Agustín y Clara.

 

Ambos ex tomaron por distintos caminos y no se hable más del asunto, borrón y cuenta nueva.

 

De aquella luna de miel en cuarto menguante, quedó una niña llamada Carmen. El militar, sin embargo, no se olvidó de su hija, aunque de aquella novia audaz jamás se acordó. La conoció cuando la niña lo fue a ver en ocasión de que Roca visitara Tucumán siendo Presidente de la Nación, cuando Carmen tenía 13 años. Todos se balconearon este encuentro, ya que no era misterio quién era su padre, aunque la chica firmaba como Carmen Robles. Si bien recibió complacido a su hija, ni preguntó por la madre.

 

Luego le siguió mandando dinero para su carrera de maestra con su edecán, Artemio Gramajo, que siendo su patrón, hombre de hacerse servir en el cuartel, un día en que no había provisiones para el rancho, lo mandó a que le cocinara un rápido almuerzo. Como lo único que consiguió de la despensa fueron unas lonjas de jamón, algunos huevos y unas pocas papas, el edecán creó un plato que en la capital fue famoso: Gramajo, hombre ingenioso, tuvo una idea salvadora, inventó el "revuelto Gramajo", minuta que ha pasado a la historia y que hasta hoy se sirve hasta en el café Tortoni, lugar exclusivo en que se sientan a sus mesas hasta los reyes que nos visitan.

 

Y para redondear sucesos de aquellos tiempos, murió Clara Funes de Roca y el marido de su hermana Miguel Juárez Celman, casado con otra Funes, tuvo que renunciar a la Presidencia que su concuñado eligió a dedo. Todo como producto de la Revolución del 90, en la que los radicales participaron cansados del fraude y la corrupción por el desgobierno y la crisis que trajo como consecuencia el primer corralito, donde pagaron los platos rotos los ahorristas y las cuentas corrientes. Aquella revolución fue sangrienta y tremenda la situación dejada por los liberales que tenían como mecánica las elecciones fraudulentas del país que manejaba Roca a su antojo[1].

 

Eloísa Díaz de Funes, la cordobesa madre de las hermanas, primeras damas, solía darse aires de haber sido suegra de dos presidentes. Al fallecer Ignacia, la breve novia del brioso Roca, su hija Carmencita menudeó las visitas a su padre y ya todos sabían de su relación. Cuando Roca murió en 1914, durante el concurrido velatorio, las hijas del general vieron a una mujer llorar desconsoladamente al lado del fallecido. Cocha, una de las hijas, le preguntó a su hermana Agustina quién era esa mujer que lloraba junto a su padre. -Es la hija de papá -le susurró con gesto agrio la aludida.

 

De ahí en adelante, Carmen entabló demanda de filiación, siendo su abogado Borda Roca, letrado que propició un sonado escándalo al dar detalles que se hicieron públicos con este tema, que culminó en su arresto por haberse excedido en términos que no agradaron a la familia del general.

 

A pesar del enorme parecido físico, de los muchos y calificados testigos de su nacimiento y de fotos que confirmaban la relación, el juicio de filiación se perdió no obstante la contundencia de los aportes, pero no es el único acto de falta de coraje de este militar que se creyó Julio César, aquel romano que conquistó el imperio más grande de Europa, que así fanfarroneaba en sus memorias.

 

A la "Campaña del Desierto" la llamó "Mis Galias", donde masacró incalculable cantidad de pueblos originarios para entregarles sus tierras a los parientes, amigos, socios y cómplices del despojo, dividiendo a los argentinos en ricos muy ricos y en pobres muy pobres.

 

En esa campaña tampoco cumplieron con los gauchi-soldados, abandonados a su suerte en cuarteles donde pasaron terribles miserias y sin médicos, de los que tampoco se sabe cuántos murieron.

 

También se le reprocha el haber sacado de sus hogares a mujeres honestas y de trabajo, hacerlas prisioneras para que sirvan como cuarteleras, cocineras y curanderas de ese ejército; obligadas a prostituirse, trabajar de enfermeras y compañeras de infortunios de los milicos de frontera. En esta tarea, como en la guerra con el Paraguay, las mujeres tuvieron que ejercer la "prostitución patriótica", un eufemismo con el que se cubría el infame negocio que fue esa guerra que se prefirió ignorar y de la que nunca aparecieron comentarios en los textos de estudiantes e interesados en la materia.

 

Quede claro: Roca también degradó a las mujeres honradas.

 

Nota:

 

[1] La presidencia de Juárez Celman fue nefasta: en sólo dos años el país quedó en la ruina económica debido al gobierno de una camarilla de inescrupulosos. El vicepresidente Carlos Pellegrini se tuvo que hacer cargo del desastre. La gran deuda pública se licuó con la miseria del pueblo. Se instaló el primer corralito, que se apropió de los depósitos bancarios de ahorristas y clientes (1889).

 

Bibliografía

 

Balmaceda, Daniel. Romances Turbulentos de la Historia Argentina. Editorial Nora, 2007.

Luna, Félix. Soy Roca. Editorial Planeta, 1993.

Ottaviano, Cynthia. Secretos de alcobas presidenciales. De Delfina Mitre a Cristina Kirchner. Editorial Norma, 2003.

 

Susana Dillon

25 de julio de 2010
Secretas alcobas del poder
Diario Puntal (Córdoba, Arg.)

 

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