Gallinas subversivas

Fue cuando los "heroicos servidores de la fusilaron a las aves creadas por Sigfrido Kraft
"Buen día, Nostalgia"

Río Cuarto... de donde venimos y como somos
Por Susana Dillon

Vaya a saber por qué extraños influjos acá ancla, a veces para siempre, gente que ha andado por el mundo investigando, escribiendo, contando y enseñando, generalmente, todo lo aprendido no sólo en nuestro doméstico paisaje sino en los rincones más extraños del planeta. Desde las arenas hirvientes de los desiertos a los húmedos bosques tropicales, sea en el continente que fuere, basta que su curiosidad científica lo lleve a descubrir, a experimentar y cómo fue contribuir a darle prestigio a nuestra Universidad en tiempos de docencia. Me estoy refiriendo al profesor Sigfrido Kraft y su pasión por crear gallinas especiales debido a su alimentación, a la genética y al milagro de su rusticidad.

 

Sin duda, muchos conocen a Sigfrido, con su porte de sabio retraído y modesto, excelente conversador, estimado y reconocido profe que también concurre a vernisages, de lo que sabe bastante, ya que la cercanía de Inés, su mujer, una original y cotizada plástica local, lo mete en ese ruedo. También escribe y su prosa tiene el valor de lo testimonial, a lo que suma un humor zumbón, de entrelineas y un estilo atrapante.

Lo bueno es que Sigfrido no ha descansado en recorrer el África y parte de Asia en pos del origen de las gallinas e historiarlas desde tiempos bíblicos a los actuales. Ha andado como cualquier hijo de chacareros en la juntada de huevos para empollar, criar y cruzar animales que demostraran las características de rusticidad, productividad, rendimiento y salud para dar ejemplares que comiendo poco, rindieran mucho. Cualidad exigida en todo animal digno de reproducirse a nivel industrial.

 

Para hallar esa gallina debió investigar en las más apartadas y miserables regiones africanas, allá donde gallinas y gen­tes no sólo viajan sino que viven juntos, comen juntos y juntos, supongo, deben morir.

 

Vio nacer, crecer y reproducirse miles de generaciones de estas prosaicas aves que contribuyeron a alimentar a la humanidad, desde el caldero que las guisa entre beduinos en el Sahara hasta en las paredes pintadas por los artistas de los faraones en sus cuencos sagrados.

 

Por allá ha andado Sigfrido juntando huevos y conociendo gente que le contó su procedencia y le mostró el misterioso origen de la alimentación de especies que lograron larga vida y excelente producción de huevos. Hasta que por fin descubrió 'cuál era el alimento desconocido para no­sotros que las hacía rústicas y saludables: eran las semillas de sorgo y del algodón, en medio de poblaciones con gran déficit de proteínas.

 

De esta manera, aquellos huevos africanos traídos a la Estación experimental del Pergamino (el INTA), produjeron un gallo y cuatro gallinas que luego fueron cruzadas con especies comerciales constituyendo una nueva línea genética que se hizo conocer en diversos círculos científi­cos tanto de América como de Europa. Pero no sólo la prosapia de estas gallinas y su dieta, a través de 17 años de experimentación, causaron estupor a los fabricantes de alimentos balanceados: también enardecieron a los jerarcas de la última dictadura que los impulsó a poner fin al proyecto.

 

A las 48 horas de producido el golpe del 24 de marzo de 1976, la fuerza naval (el vehículo de la operación tenía ese logo), intervino el INTA y las 2.400 aves de las 35 familias existentes en ese momento, endocriadas y seleccionadas con precariedad de medios y ayudantes sin sueldo, fueron desaparecidas, borradas del mapa.

 

No muy lejos, alguien de los que liquidaron el proyecto sentenció: "No vamos a dejar que nos arruinen el negocio de la importación" y no sería imposible que algún potentado norteamericano anduviera mon¡toreando el tema del alimento balanceado que costaba tanto obtener, que la gente interesada en negocios de criaderos tropezara con un inmenso escollo: el costo de la manutención sumado al costo de las vacunas hacían naufragar cualquier emprendimiento. Así estaban las cosas en nuestras relaciones comerciales impuestas por la dictadura. Había que dejarles el campo libre a los magnates extranjeros. Esa fue la perversa línea de entrega desde que se sometió a nuestro país a los intereses de las potencias del Norte, de Rivadavia, pasando por las Invasiones Inglesas, el gobierno de Roca y el origen de cuanto golpe lesionaba las ganancias de los imperios que nos han dominado.

 

Es fácil imaginar a los cuadros de élite patear puertas en el INTA de Pergamino, buscar el pabellón de los científicos en el que por 35 años habían creado la gallina argentina que comía sobriamente los granos de amaranto, de sorgo y de algodón para poner huevos en abundancia, sin gastos de vacunas puesto que estaban inmunizadas de las pestes corrientes y que no necesitaban de ninguna dieta especial para levantar Kg. en tiempo récord. La gallina argentina iba a ser destinada a lugares desérticos en el norte del país, donde pudiera dar de comer huevos y carne a los caídos del sistema que malvivían en territorios muy parecidos a los que Kraft había conocido en África o en la India. Hay que recordar que el científico, sin embargo, había recibido de regalo aquellos primeros huevos venidos de manos de gente de vidas difíciles pero con un claro sentimiento solidario para obtener la gallina nuestra de cada día, muy parecida a la mítica de los huevos de oro.

 

Las nuestras fueron sacrificadas a la codicia de quien no se sacia de amontonar y amontonar riqueza.

 

La persecución y el final de esta iniciativa no sólo serían un hito científico para prestigiar a las dietas de poblaciones azotadas por la miseria. El interventor del INTA de Pergamino recibió la orden de eliminar las gallinas, cosa que no le cupo en la cabeza, disponiéndose a salvarlas. Pero no duró mucho el perdón para las inocentes aves. Se vino otra orden, la definitiva, de sacrificarlas y mandarlas al mercado consumidor.

 

Así como los seres humanos desaparecidos, las gallinas obtenidas en 35 años de mestización, genética, búsqueda de ejemplares, reproducción de miles de generaciones, no fueron a parar a cementerios para N.N. sino en ser comida para los pergaminenses.

 

Los pollos que hoy comemos venidos de los grandes criaderos tienen los genes importados de razas de los EE.UU. y de Holanda, países que sin duda no tienen ejércitos para matar gallinas.

 

Este desprecio por lo que se produce y años de experimentación en nuestro país tiene su origen en la ignorancia y la desenfrenada codicia de quienes se llaman pomposamente "los heroicos salvadores de la Patria".

 

Sigfrido Kraft todavía está en marcha, su inclaudicable docencia lo impele a viajar y seguir escribiendo de lo que mucho sabe, para volcarlo en los jóvenes. Algún día se saldrá corría suya.

Por Susana Dillon
"Buen día, Nostalgia"
Río Cuarto... de donde venimos y como somos

Diario El Puntal (Río Cuarto - Córdoba)

22 de febrero 2009

Ir a índice de América

Ir a índice de Dillon, Susana

Ir a página inicio

Ir a mapa del sitio