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Estudiar de nuevo la historia
por Susana Dillon

Los que desesperan ante la voz de nuevos historiadores que abogan por una nueva mirada, se erizan ante esta perspectiva. Equivale a dos cosas: o la pereza por volverla a estudiar o no les conviene que cambie.

Cuando niños, nos mandaron a estudiar con determinado autor que debía estar de acuerdo con lo que pensaba el ministro de educación que nos tocaba en suerte. Las nociones venían directamente dirigidas. Era peligroso arrimar nuevas teorías, nuevos descubrimientos. Nada de innovar en cuanto a lo que demostraban documentos y descubrimientos.

Durante centurias se enseñó el descubrimiento de América glorificando a descubridores, conquistadores y colonizadores. Fue silenciada la matanza de los pueblos originarios, que sin embargo los cronistas revelaban en los documentos que se enviaban a España para que los emperadores tuvieran en cuenta las hazañas de sus enviados.

La historia oficial, en este punto, quedó congelada.  Quedó firme que:"el indio bueno, es el indio muerto, se prohibieron sus lenguas, sus creencias, sus culturas, sus ciencias. Había que hacer tabla rasa con esas civilizaciones que habían alcanzado un alto grado de desarrollo.

Cuando se cumplieron los 500 años del descubrimiento, vinieron de España no solamente libros, sino colecciones que deploraban los crímenes de lesa humanidad perpetrados en América, tanto la del norte como la hispano lusitana. Cuando tuve en mis manos aquella información me reconcilié con los españoles de amplio criterio que supieron poner los puntos sobre las íes.  Y cosa curiosa, nuestros recalcitrantes pro-España conquistadora y brutal ni se tomaron el trabajo de consultarla, ni escucharon los reclamos de lo que quedó de los pueblos sometidos y arrasados. Para ellos era y sigue siendo una herejía, dar la otra versión. Pero no para aquí el problema: tampoco aceptan que hay otra versión de la guerra con el Paraguay, de la "conquista del desierto", del reparto de las tierras luego del genocidio, de las masacres en la Patagonia y en la forestal. A esos temas nunca se llega en los programas oficiales ni en los privados. Silencio absoluto en todo aquello que es mejor saberlo a repetirlo.

Y somos tan dicotómicos, que en otras materias valoramos la investigación, los descubrimientos. En este rubro son los artistas los que se empeñan en descubrir novedades en su metier, en experimentar, en inventar nuevos rumbos para remozar toda actividad que los apasiona. Van a la vanguardia como los científicos que aprovechan sus fracasos para llegar a sus descubrimientos, tantas veces como sea necesario volver a empezar. Son dignos de elogio y de seguir sus ejemplos los que perseveran, los que siempre tras el horizonte avizoran otra novedad, otro camino, otra utopía.

Las que van como las rémoras, siempre siguiendo lo que manda el poderoso serán el palo en la rueda del progreso.

Han surgido nuevos historiadores, con otro lenguaje, con otras investigaciones, con otros criterios que nos muestra la cara oculta de períodos confusos, que merecen ser tratados de nuevo para tener una idea clara de los acontecimientos.

La historia oficial sigue siendo mentirosa, con héroes asexuados, sin  carnadura humana, puro mármol y bronce, pero con los pies de barro. Seguir repitiendo como loritos la vieja cantilena sin cuestionarlo, es como tomarse un medicamento sin haberlo experimentado en humanos, y ¡ojo! Que eso ya se está probando en lo que nos mandan de lejos en más de un laboratorio.

A la historia no solamente hay que revisarla, hay que aportar sin apasionamientos estériles, que se vengan nuevas voces y nuevas fuentes. La historia oficial de la que Mitre es palabra santa, sin poner ni quitar una línea, es obsecuente. Recordemos que don Bartolomé, no sólo fue presidente, sino general de la nación conduciendo la guerra con el Paraguay fue también su narrador y fundador del diario la nación. Desde el vamos nuestros presidentes han abarcado algo más que el poder ejecutivo.

Hemos levantado monumentos, puesto nombres a poblaciones, calles e instituciones a los que se han merecido el olvido, tales los casos de verdaderos mercenarios extranjeros contratados para eliminar a los pueblos originarios como Rauch, Fotheringham, Paunero, Vintter, Levalle que fueron premiados por asesinar a nuestros indios con extensiones de tierras (hasta que se les cansara el caballo). Si no tenemos  en cuenta estos datos, estaremos metiendo bajo la alfombra, lo que barremos.

Todos los militares de rango recibieron decenas de miles de hectáreas de las mejores tierras para pastoreo y labranza, Roca y sus hermanos todos quedaron millonarios. Pero el general quiso llamarse "el conquistador del desierto" y a semejanza de Julio César, esos territorios fueron "sus galias". Así, con ese slogan, tuvo el camino allanado para la presidencia, y con la presidencia se abulonó el fraude.

Los  que recibieron 100 hectáreas sin agua y un cuarto de manzana en algún pueblo para hacerse un rancho fueron los milicos, gauchisoldados a quienes los cazaron, los engrillaron y los mandaron a combatir sin alimentos, sin ropa, sin asistencia médica, con míseros sueldos que llegaban con seis meses y hasta años de retraso.

Los huesos de estos ignorados héroes quedaron blanqueando en la pampa, mezclados con los de sus enemigos, los indios. Tampoco para ellos hubo ni recuerdo ni justicia.

Se supo que a la esposa y a la hija del presidente Avellaneda, que dio su aprobación a la matanza, el Congreso Nacional le votó una ley otorgándoles 18.000 hectáreas.

¿Alguien se enteró si alguna viuda de soldado de la campaña recibió lo que le hubiera correspondido?

Tampoco les fue mejor a los gringos que vinieron a colonizar las tierras prometidas. A muchos los mandaron de vuelta por protestar por el salario de hambre y por la vida de perros que les dieron sin misericordia ni leyes, que los protegieran. Tampoco hay recuerdos de las matanzas de los obreros de la Patagonia ni de la Forestal.

Nuestra historia oficial está enferma de amnesia.

Cuando uno visita los países vecinos y quiere al menos saber algo de su historia que por supuesto está muy ligada a la nuestra, nos damos cuenta que en los mismos tiempos y con héroes que compartimos, ellos la cuentan de manera muy distinta. Al ahondar la investigación ya entramos en sospechas de que hay gato encerrado, nos vamos encontrando con amargas verdades que queremos saber... Y nos tragamos los mismos sinsabores que con  la guerra de Malvinas, justo cuando la estábamos ganando según los noticiosos oficiales, de golpe, nos tuvimos que rendir.

Como ese desenlace, sepamos que hubo otros... Y hay que asimilarlos para no caer como chorlitos en el exitismo crónico.

Susana Dillon

4 de mayo de 2010
Gentileza de "Ciudadanos autoconvocados de Río Cuarto"
http://ciudad4.blogspot.com/

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