Cuando los indios cantan
De "Huellas de Ranqueles"
Susana Dillon

El pueblo mapuche ranquel no solamente atesora su memoria en largas narraciones, en poesía o en rituales, por sobre todo canta y su canto es muy particular. Con voces guturales repiten sus estrofas y estribillos acompañados de instrumentos creados vaya a saber en qué tiempos inmemoriales.

El cültrun es de carácter sagrado, no todos lo pueden tocar, sino aquellos que están específicamente destinados a transmitir el mensaje: casi siempre es la machi o curandera-sacerdotisa o la cantante que se ha dedicado toda su vida a ese arte. En nuestro país Pichi Malén y Luisa Calcumil son cantantes mapuches que han trascendido a los escenarios y el cine. Grandes divulgadoras de ese arte primitivo, ellas lo han dado a conocer en nuestro país y en el exterior.

En este nutrido cancionero encontramos diferentes manifestaciones según la oportunidad. Por ejemplo el Tayül es canto sagrado interpretado por las ancianas y las machis. Constituyen rogativas de antigua data que establecen una comunicación entre quienes las interpretan y sus deidades. Tiene por objeto la veneración a la Mapu (Madre Tierra) o a Nguenechen, dios creador, para que se dignen otorgar bienes a su comunidad: salud, abundancia de cosechas y cría de animales, buenas aguas y buen tiempo.

El ullcantun es una composición impregnada de poesía cantado al son del cültrun, especie de tambor achatado, dividido en cuatro campos que se percute con una mano de madera. Lo cantan también los hombres y en el argumento se canta a la amistad, a la muerte, al motivo de fiesta, De gran contenido social son una verdadera ejercitación de la memoria colectiva.

Allí donde se van registrando los aconteceres de la gente. Estos cantos se «romancean» luego de las principales rogativas. Sus simples argumentos van desde el encuentro con sus parientes o amigos, hasta las canciones de amor.

Las heridas dejadas por los sinsabores o la muerte de algún ser querido.

¿Y cómo hizo esta cultura ágrafa, sin escritura para trasmitir el mensaje a sus descendientes no contando con jeroglíficos, ni glifos, ni pictografías?.

Por el sistema más antiguo que han conocido los pueblos donde la memoria se talla como en la piedra, a través de personajes tan entrañables como son las abuelas de voces ancestrales o las machis con sus cantos sagrados interpretando el tayül o la romanceada o la rogativa. Este pueblo, de terco apego a sus creencias, tantas veces sacrificado a la arrogancia de los blancos, sobrevive y seguirá sobreviviendo mientras queden abuelas guardando las tradiciones, la lengua y los recuerdos. Ellas hacen grande la rueda de la hermandad, saludando en sus reuniones a las otras mujeres del país cuando se reúnen a tratar temas comunitarios y de solidaridad con su clásico saludo; -mari - mari - mari a modo de bienvenida.

El pueblo mapuche-ranquel tiene un enorme respeto por la palabra. Para elegir lonco, una de las virtudes debe ser la elocuencia. Todo jefe, no sólo debe demostrar bravura y autoridad, sino que debe ser convincente en sus argumentos para conducir a los suyos tanto en la guerra como en la paz. De allí, que desde niños se los adiestra en poderse expresar con propiedad y exactitud para lo que se requiere ejercitación y escuela.

A los dieciséis años, en el pasado, todo joven debía saber su discurso para ser admitido entre los hombres en la ceremonia de iniciación. Dependía de su elocuencia el que en el futuro lo siguieran a la guerra o en la serena disciplina de la paz. Los parlamentos ante el Concejo de Ancianos eran interminables contrapuntos de pareceres, ideas y recomendaciones.

Otro personaje importante de las comunidades era el lenguaráz o intérprete, ya en épocas de parlamentar con los blancos cuando se imponía una tregua o cese de hostilidades o cambio de prisioneros y cautivos. Eí lenguaraz era hábil con la lengua, eficaz como intérprete llevando noticias de un bando a otro. Personaje clave, no sólo traducía mensajes sino que hasta podía leerlos. De sus buenos oficios dependía una declaración de guerra o sellar la paz. Por lo general era un paisano mestizo, criado en las tolderías o un antiguo cautivo que se había asimilado a la cultura aborigen que entendía los secretos de la lengua como así también llevaba en su cabeza la toponimia del desierto y los lugares poblados.

De estas personas todavía quedan abuelas que son las que guardan en su extraordinaria memoria cantos infantiles, cuentos, fábulas, canciones de cuna y un nutrido acerbo de tradiciones en las que se incluyen los rituales de Caramuco o gran rogativa.

Susana Dillon
De "Huellas de Ranqueles"
Imprenta Libertad - Río Cuarto - 2002

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