El errático juego de la imaginación: la poética de Antonio Tabucchi, de Daniel Alejandro Capano - por Daniel Del Percio |
El libro de Daniel Capano es un estudio profundo de la poética de Tabucchi. Descripción pero ante todo, búsqueda y encuentro. El desciframiento de un libro es, siempre, otro libro que debe ser leído con un código diferente. Y estos actos generan en nosotros distintas formas de comprensión y de pensamiento. El gran mérito poético, en su puro sentido etimológico de poiesis, de creación, es el de tener una voz propia y singular, exhaustiva y sólidamente científica, sin impedir ni ocultar otra voz también singular y propia, pero en donde surge su sensibilidad, su búsqueda de la palabra, su deseo de equilibrio. En todo momento, sabe que debe dejar hablar al propio Tabucchi, sin callar él mismo. Pensemos solamente en cómo se despliega el libro. Para empezar, condensa en su título un principio lúdico, arquetípico y vital: el errático juego de la imaginación de Tabucchi se desarrolla de una manera justamente no errática sino jerárquica y precisa, para exponer los mecanismos de este juego de la imaginación. Desentrañar las leyes del juego a partir del juego mismo implica sumarse a él, jugarlo y disfrutarlo, y no sumirse en una mera ingeniería del pensamiento. O, en palabras de Gastón Bachelard, Sólo podemos estudiar lo que antes hemos soñado. El texto del Daniel Capano, entonces, se abre como un camino dentro de los sueños múltiples de Tabucchi. El índice nos muestra la hoja de ruta de este viaje: Un camino hacia Antonio Tabucchi es el título del primer capítulo, un estado de la cuestión que es, también, la manifestación de lo que al autor le preocupa sobre el presente y el futuro de la literatura. |
[...]
existencia laberíntica, ambigüedad sémica, búsqueda de identidad,
memoria y juego. Esta temática muestra una realidad plural, fluctuante,
inasible. Su obra [la de Tabucchi]
es el reflejo de un momento en el que toda certeza ha sido anulada,
marcado por la incredulidad religiosa y la ausencia de Dios. Pero se debe
señalar que, a diferencia de otros escritores contemporáneos Antonio
Tabucchi no padece la ceguera temporal, no ignora el pasado, no desoye las
grandes voces de la literatura universal que lo precedieron, sino que se
sirve de ellas para recrearlas en sus narraciones con la apetencia de un
verdadero humanista. (p. 38) Recuperar el humanismo, hoy en día tan vapuleado por algunos en palabra y en acto, es recuperar la más profunda tradición de la literatura italiana, es abrevar en Dante y en Petrarca. Esta recuperación del humanismo debe ser, también, en palabra y en acto, como ocurre en el libro que nos ocupa. Ser
humanista, en estos tiempos de indiferencia, acaso esté vinculado con
nuestra capacidad de pensar la vida, nuestra vida, como un movimiento que
no puede reposar: un movimiento continuo. Sin embargo, todo viaje se
define por su destino. El epílogo, justamente, se propone como “El
final del camino”, y creo que es lícito pensar en que ese final
puede leerse tanto como espacial y temporal como en su mucho más amplia
acepción de finalidad, el porqué de este viaje. Citaré
nuevamente al autor: [...]
fue necesario realizar ambages y, en ocasiones, retroceder para poder
avanzar, observar una misma cuestión desde distintas perspectivas con el
fin de tener una visión más abarcadora. Para construir el significado se
procedió a desmontar, a “deconstruir”, los elementos relevantes de la
escritura tabucchiana, y a ensamblarlos, por último, en el diseño
general de esta conclusión. Durante el desarrollo de este texto se intentó
anular la idea de centralidad para que cada punto del sistema literario
del escritor emergiese como un elemento autónomo, como un pequeño foco
de irradiación luminosa que, unido luego a otros, permitiese crear el
potente haz de luz que conforma su poética (pp.
231-232). Este fragmento nos describe, con gran síntesis, la poética detrás del libro, la esencia del trabajo del investigador. Podríamos hablar de “la cocina” del texto, espacio creativo por excelencia, en donde el arte es, precisamente, no reducir todos los sabores a uno solo. En esta investigación tan justamente planteada como viaje, no faltan las etapas intermedias. El segundo capítulo enumera las distintas temáticas recurrentes en la obra de Tabucchi. Con muchas de ellas estamos familiarizados (la circularidad temporal, el doble, la muerte, el giallo –tema presente en un autor tan disímil de Tabucchi como Umberto Eco-, la identidad, etc.), pero creo que es realmente singular por su originalidad y por su poder evocador la identificación que ha hecho el autor de la saudade como tema central. Palabra y sentimiento auténticamente portugués (sería redundante hablar aquí de la importancia de la cultura portuguesa en la obra del escritor italiano) la saudade es una especie de melancolía de la pérdida (que puede haber sido tanto en el pasado como en un futuro que fue posible pero que ya es inalcanzable), y que se puede recobrar desde la escritura. La saudade aparece descripta en su papel protagónico, como una fuerza actancial que vincula y ata, como los nudos en un pañuelo, otros temas menos “pasivos”, el tiempo mismo, la identidad y el amor. Partamos otra vez de la frase de Gastón Bachelard, Solo podemos estudiar lo que antes hemos soñado. ¿No estamos, acaso, ante una saudade? ¿Una búsqueda en pos del tiempo fugitivo? ¿Una melancolía por lo que se desea saber? Veamos
qué nos dice el autor al respecto: A
través del empleo de la alegoría, el escritor ha tratado de acercar al
lector el concepto de saudade, en cuyo componente está lo etéreo del
recuerdo (la bruma), unido al tiempo pasado, a la añoranza, a la
nostalgia y a un sentimiento no deleitoso, lacerante, por la imposibilidad
de las cosas que no se pudieron concretar
(p. 77). Si la saudade es un tipo de melancolía especial, única, no menos singular es el tratamiento que se hace en este capítulo de los planteos físico-matemáticos que despliega, con singular maestría, Tabucchi. Tema que generalmente resulta críptico dentro del mundo de las letras, aparece aquí, sin embargo, tratado con gran claridad didáctica. El procedimiento parece simple, pero es en realidad muy complejo porque requiere de la inmersión en problemas que, si bien son similares y que, aunque esto no debería sorprendernos, están presentes en la saudade (el tiempo, el espacio, la recursividad de la vida y la singularidad del instante), son planteados desde las ciencias exactas en términos, lenguajes y procedimientos totalmente otros: primero se explican los conceptos propios de las matemáticas o de la física, y luego se hilvana esta explicación con su desarrollo literario por parte de Tabucchi. El
capítulo tercero analiza la obra del autor italiano desde la narratología.
Lo ameno y lo académico están presentes aquí, como en todo el libro, en
una curiosa simbiosis. Creo, sin embargo,
que en este capitulo se elabora un juego y un silencioso diálogo con el
propio Tabucchi, una suerte de amena discusión sobre la importancia de
los estudios narratológicos. Diría que es un capítulo dialógico, pues
no tiene una conclusión terminante que lo cierre. Citaré nuevamente al
autor: Tabucchi
polemiza con aquellos escritores, sobre todo novelistas (Eco, con el que
sostiene ríspidas discusiones), que construyen sus ficciones teniendo en
cuenta los estudios y las posturas de las nuevas teorías. En esos casos
pareciera que la creación literaria se subordinase a la teoría y no a la
inversa, como debiera ser. (pp.
202-203) Asumiendo una defensa explícita de la narratología, Daniel Capano cita al propio Gérard Genette. En cierta forma, ambos, el escritor y el teórico, Tabucchi y Genette, tienen razón, puesto que sus posturas no son contradictorias sino, muy al contrario, complementarias. El juego de combinarlos constituye un hallazgo del investigador, una sabia armonía entre creación literaria y creación científica. Juego que no deja de sugerir a la vez ironía cómica y auténtica preocupación por el problema. Borges, de alguna forma, tenía al respecto una postura similar. Y más allá de las influencias evidentes que ejerció sobre Tabucchi, y que él mismo reconoció frecuentemente, los vínculos entre un escritor italiano y la Argentina no podrían dejarse pasar por alto. Ocurre que los italianos, al menos los que ya tienen unos años, no pueden olvidarse de la Argentina. Y que un italiano no hable de Argentina implicaría no tener nada de italiano. El cuarto capítulo de este “errático juego de la imaginación” trata precisamente de la doble relación de Tabucchi con nuestro país, cuna de autores que lo marcaron y, alguna vez, mítica pero desde ya un tiempo alicaída tierra de promesas. Comprender y conocer en profundidad no sólo las múltiples influencias que Borges y Cortázar han sembrado en el autor italiano sino también pensar la forma en que ese “imaginario argentino” que Tabucchi debió sin duda haber conocido en su infancia, y que ha gravitado sobre su obra, implica una lectura que atraviesa, también, la idiosincrasia de los pueblos. Como bien señala Daniel Capano, Tabucchi es un escritor comprometido desde la diversidad de las culturas y de las minorías. Y si bien la Argentina no tiene en su obra un peso comparable al de, por ejemplo, los gitanos, que son una nación sin tierra, el tango, los emigrados nazis, las dictaduras y las remotas referencias a una tierra de promesas se suceden. Esta concepción de “compromiso” de Tabucchi, absolutamente acorde con su actitud pública y privada, es analizada por Daniel Capano como un elemento esencial de la poética del escritor italiano. Caracterizarlo como un “humanista posmoderno” resume, en una expresión que el propio autor define como “oxímoron”, el largo camino por este juego errático de la imaginación pero también de compromiso con la verdad y la palabra. Es el juego que todos deberíamos jugar. Es el juego que nos define, ni más ni menos, como seres humanos. |
Daniel Del Percio
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