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Alrededor de Paul Éluard |
Paul Éluard había conseguido a lo largo de sus años volcarse sin fronteros en el quemante oficio de hablar a todos con las palabras de siempre y la voz de siempre, ennoblecidos ambos por el esmalte que nos transforma. Era el poeta del amor, del que une hombre y mujer, del que hermana a los habitantes del mundo, del amor que se desgarra o del que se fortalece, del amor que es lo columna de todo. Sus versos, letra por letra, forman un canto inmenso que se continúa, ese canto de todo el amor del mundo de que hablaba Apollinaire. Eluard asumió su destino estallante con lo sagrado y lo profano que tal destino entraña. De ahí su grandeza, aquilatada por un torrente de pureza, de vida viviente. De ahí que permanezca entre nosotros con sus ojos serenos, su rostro boleado por el sol, su alegría y su tristeza, soportando a nuestro lado el duro deseo de durar.
Dice Rene Char en su poema "A la muerte de Éluard": No podemos nada por él, y él podrá aún mucho por nosotros. Exacta definición, ya que siempre quedará indeleble su compañía. ¡Y qué poco podemos decir sobre su poesía! Los grandes poetas no necesitan, evidentemente, más elogio que el golpe que sus obras despiertan en los demás. Y, sin embargo, el recuerdo vuelve a conmocionarnos, y debemos nuevamente sentarnos en lo mesa del día, abrir su libro y viajar por el, no con la simple curiosidad del turista, sino con la devoción del ciudadano. |
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Paul Éluard se presenta ya desde sus primeros composiciones vencido, vencedor y luminoso, puro como un ángel / alto hacia el cielo, con los árboles cantando a la mujer amada, esa mujer que son muchas y es una sola, única: la de siempre, todo. Para ella, sus afanes de hombre y sus fosforescencias de poeta.
Cronista del amor, reportero celeste, sublimiza su sentimiento y eleva el nivel de la vida, circuido por los frutos más sanos y robustos que puedan cosecharse. Pero también, como decíamos antes, atento a la tragedia que hace sufrir al hombre, registrándolo y sangrando por ello. La primera guerra y la segunda lo enfrentan con una dura realidad a la que opone una dura actitud. Es uno época oscilante entre el deber y la inquietud y que será mañana poesia y verdad. El amor, a manera de río sin limites, corre endulzándolo: Ella dice el porvenir. Y yo estoy encargado de verificarlo. En ese porvenir radica todo, hasta el presente.
Dice con justeza Marcel Girard refiriéndose al poeta: No necesitó forzarse para soñar en voz alta. En Eluard hay mucho de sueño, pero una forma de sueño real, revestido por algo tangible, quizá la vida misma; prosigue Girard: contempla su universo interior al que ilumina el sol de la mujer amada. Esta contemplación se torna acto de fe y plegaria.
Oh tú, que suprimes el olvido, la esperanza y la ignorancia, que suprimes la ausencia y me pones en el mundo, canto para cantar, te amo para cantar el misterio en que el amor me crea y se libera.
Eres pura, más pura todavía que yo.
La contemplación se ha verificado, la plegaria ha tomado forma. Hablar para si cuando se está enamorado, es hablar paro todos, dice el poeta. Nosotros recibimos entonces sus confesiones y nos colocamos en su lugar. Allí nos es fácil observar lo que sucede y cómo sucede. Vemos un destellante cortejo de imágenes que se envuelven unidos por una experiencia intenso, hasta estallar:
Para encontrarme razones de vivir, he tratado de destruir mis razones de amarte. Para encontrarme razones de amarte, he vivido mal.
El poeta muere de no morir y habita lo capital del dolor con las manos libres y los ojos fértiles, con su vida inmediata como un libro abierto. Es el tiempo de lo canción completa, de lo poesía ininterrumpida, es el tiempo de decirlo todo.
Su universo es enorme porque el también lo es. En ese universo se trabajan y descubren los matices más puros y las esencias más incontestables. Se prepara allí la serenidad necesaria para que el hombre se encuentre liberado de toda traba. Eluard escribe: el hombre me ha hecho renacer y confirma así nuestra aseveración del principio, porque el amor es camaradería hacia el hombre, representante de todos las personas que cruzan por su existencia de poeta.
Al leer sus obras palpamos qué sincera es su posición, qué vacía de falsedades y que desbordante de conciencio. Naturalmente, no es otra la tarea del poeta, y Éluard es uno de los casos más sorprendentes en cuanto a cargazón vital y estruendo poético. Lo línea trazada por Rimbaud, por Apollinoire, es retomada con la saludable belleza de un grande y noble espíritu. Para todo nos da respuesta, transformándose en ese rostro que debió contestar a todos los preguntas del mundo.
Su atmósfera es elevada hasta el límite del sueño hasta donde las palabras se despojan de sus máscaras habituales. Éluard es un permanente intercambio de sensaciones, de visiones, de dolores; moldea su arcilla interminable con lo paciencia y la euforia del que participando del mundo lo vuelve más habitable, en un proceso de renovación, cumpliendo lo que según Remy de Gourmont era deber del poeta: decir las cosas aún no pronunciadas y decirlas de una manera aún no formulada.
Pasados los horrores de la guerra, su alma torturada y perseguida había retornado a los viejos lugares donde antes halló curso natural a su albedrío. El canto de amor recibe, nuevo aporte. El fénix, libro donde renace una y otra vez:
... la tierra se ha recubierto con tu carne clara y me he sentido liviano; has llegado, la soledad estaba vencida .. Transcurridos estos años, disipadas algunas tinieblas, afincado aún más su sortilegio, reconocemos el alto sitial que merece quien supo barnizar con esperanza y certidumbre los muebles cotidianos. Reconocemos su permanencia entre otras figuras, su luz entre otros resplandores no menos fulgurantes, por que tal vez nadie como Éluard nos desconcierta y nos domina a través de los edades, las fechas y los nombres que amontona la humanidad. |
Ramiro de Casasbellas
Gaceta Literaria Nº 4 - mayo de 1956
Gentileza de Razón y Revolución - Centro de
Estudios e Investigación en Ciencias Sociales
http://www.razonyrevolucion.org/ceics/GACETA1/gaceta/GL4.pdf (versión en .pdf)
Digitalizado como texto word, y procesado como htm, por el editor de Letras
Uruguay
Jairo - Liberte (Oficial) Poema de Paul Éluard |
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