Angel Rama: "Soy un ciudadano de América Latina"

entrevista de Federico de Cárdenas y Peter Elmore (Perú)

 

En 1983, en Lima, Federico de Cárdenas y Peter Elmore entrevistaron a Angel Rama para el periódico “El Observador”. Había ido a recibir un título honorario de la Universidad de San Marcos, y en el marco de su situación de conferencista, crítico y latinoamericanista, es que los entrevistadores conversaron con Rama, tocando temas en esos momentos encendidos de su historia personal (su expulsión de Estados Unidos, la disputa con Reynaldo Arenas, el reencuentro literario con Vargas Llosa).

Quisiéramos conocer su versión sobre el escándalo suscitado por su expulsión de los Estados Unidos, en torno a la cual han circulado versiones 'fragmentarias. ¿Qué fue lo que ocurrió?

Creo que la Administración Reagan está en una etapa de feroz enfrentamiento a todo lo que podría tildarse de liberal o socialdemócrata, metiéndolo en el casillero comunista por razones operativas. He escrito muchas veces condenando la represión a los disidentes de la URSS, así como estoy en contra de las intervenciones USA en América Latina: no tenían modo de equivocarse conmigo, porque tengo una clara posición latinoamericana y socialista. Creo que nuestra región puede desarrollar un socialismo no dependiente de las super-potencias.

¿Que reacción produjo su expulsión en los propios EE.UU.? Acá conocemos, sobre todo, las tomas de posición solidarias con usted de Gabriel García Márquez, Julio Cortázar y el presidente de Colombia...
El semanario liberal “The Nation” calificó el caso de “vendetta política” y periódicos como el “Washington Post” pe han ocupado del tema, sin excluir parlamentarios demócratas. El Pen Club y las organizaciones más importantes de críticos y escritores se pronunciaron contra la expulsión y gente como Arthur Miller, Doctorow o Kurt Vonnegut señaló su rechazo a la medida. A pesar de eso, hasta ahora no sabemos por qué nos negaron el visado de residencia a Martha Traba, mi mujer, y a mí.

¿No le negaron el visado por haber escrito en el semanario uruguayo “Marcha”, de posición socialista?
Puede ser. He revisado las cosas que he escrito para saber por cuál me han negado la residencia y ya me cansé de hacerlo. Nos hemos instalado en París, donde trabajamos ahora, y el año próximo voy a dictar un curso en la Ecole de Hautes Etudes de La Sorbona.

¿Volvería a USA si dan marcha atrás en su posición?
Allí hay una extraordinaria vida académica, con la que no quiero perder contacto. Pero, más allá de lo que logren los de Derechos Humanos, no estoy seguro de querer volver.

Disputas con Arenas

Angel Rama - Barcelona,

España (1981)

Han llegado algunos ecos de una violenta polémica entre usted y el escritor cubano exiliado Reinaldo Arenas...
No hubo tal polémica, es algo más bien pintoresco. Arenas, que me parece un escritor bueno e interesante, me dedicó un pasquín de dieciséis páginas —hecho con algunos anticastristas que lo rodean— en el que me insultaba de principio a fin; antes, había escrito un artículo delirante acusando de comunista al “Center of Intemamerican Relations” —del que fue escritor residente— porque sacamos un número sobre exilio en el Cono Sur: ¡protestó porque no se incluía a Cuba! Debo decir que mis relaciones con él habían sido cordiales hasta hace poco: en el 69 le publiqué Con los ojos cerrados en Uruguay, cuando estaba en problemas con la gente de su país; en 1980 escribí un artículo defendiéndolo a raíz de que las autoridades cubanas lo pusieran en la ruta del exilio en USA, lo recomendé para una beca Guggenheim a la creación artística; por último, él representa a Cuba en mi revisión de la nueva narrativa latinoamericana, que agrupa veinte-autores.

Para mí, el problema de Arenas es que ha estado cercado al interior de un país cercado, lo que explica su desinformación y su inmadurez política; además, su militantismo homosexual le produjo muchas dificultades en Cuba y le dio pie a un tremendo anticomunismo que se alimenta en lo peor y más inculto del exilio cubano en USA.

¿Cree que Arenas es el mejor escritor joven cubano?
Me gusta más Norberto Fuentes, que lamentablemente ha dejado de escribir ficción pero que, en contraparte, ha hecho su excelente Hemingway en Cuba.

¿Le parece que las autoridades cubanas desarrollan una política “dura” represiva en la actualidad? Usted se distanció mucho a partir del “Caso Padilla” y la sectarización intelectual de los 70 y sería interesante saber si se reafirma en la posición que mantuvo entonces, cuando se retiró de la plana de colaboradores de “Casa de las Américas”.

La década del 70 fue una década represiva en Cuba. Se ha hecho mucho daño a una vida intelectual que siempre fue intensa. Me da la sensación de que desde que Armando Hart entró al Ministerio de Cultura hay un intento de rescatar una amplitud de miras como la que hubo en los años 60; en esa época algunos “exiliados internos”, como Cintio Vitier o Elíseo Diego, fueron ganados por la tolerancia del régimen.

Cosmopolitas y transculturados

Usted se ha interesado especialmente por Juan Rulfo, Augusto Roa Bastos y José María Arguedas, escritores que “viven en su literatura el drama de ser latinoamericanos con más intensidad”, según usted ha afirmado. ¿De qué modo encarna ese drama cultural en ellos?
Acabo de publicar un libro titulado La transculturación narrativa en América Latina, en el que desarrollo largamente esa idea. Creo que nuestra literatura puede separarse, haciendo una gruesa dicotomía, entre una línea cosmopolita y otra que llamo transculturada. Los cosmopolitas no son imitadores de lo europeo sino que representan una veta original, aunque no lo busquen; de hecho, no creo que los “ismos” europeos se hayan aplicado en nuestro continente sin cambios importantísimos. Frente a eso están los que trabajan una modernización narrativa que se acerca a la cultura popular de adentro, los que optan por la “transculturación”: en el libro trabajo sobre Juan Rulfo y el complejo Jalisco, Guimaraes Rosa y el complejo Minas Gerais, Arguedas y el complejo andino, Roa Bastos y el mundo guaraní y, aunque es un caso disímil, García Márquez y la cultura costeña en la que se forma, que es distinta a la dominante bogotana.

Esta literatura “transculturada”, ¿cómo se da en Arguedas?
Las formas narrativas de Arguedas provienen del realismo occidental pero en su producción —en Los ríos profundos me parece claro— encontramos que las canciones y recursos musicales populares invaden la novela y la potencian. Arguedas, creo yo, transformó el discurso socialista de Mariátegui en un mito —en el sentido positivo del término— que se vinculaba con la cosmovisión andina.

El amigo Arguedas

¿En qué momento se interesa usted por la obra de Arguedas y cómo se hacen amigos?
El caso cultural peruano me parece fascinante y dramático; en este país no se ha dado una resolución al problema de incoexistencia entre una cultura autóctona y la cultura oficial. Arguedas, que puso esa cuestión de la relación entre dos mundos opuestos y coexistentes en el centro mismo de su obra, tenía que interesarme. Lo conocí en un congreso de escritores en Arica, donde hablé con cierta emoción y furia de nuestro atraso latinoamericano; hubo quien me acusó de haber "injuriado a América” y entonces Arguedas, un hombre tímido por lo general, salió en mi defensa. De ahí vino la amistad.

Usted ha publicado no sólo cosas sobre Arguedas sino también de Arguedas. ¿Cuáles han sido?
Publiqué Amor mundo por primera vez en Montevideo; ese libro da la visión arguediana de la sexualidad y surgió de los consejos del sicoanalista al que iba José María.

Después de su muerte me sentí en deuda con él y publiqué dos libros que recopilan sus ensayos: Señores e indios y La fundación de una cultura nacional. Hasta hoy sigo pensando lo que pensé al publicar esos libros: que Arguedas es un escritor de rango universal que aún no ha sido aceptado como tal.

La Guerra de Vargas Llosa

Usted ha dicho que con La guerra del fin del mundo Latinoamérica tiene ya su La guerra y la paz. La novela de Vargas Llosa y la de Tolstoi no tienen mayor afinidad temática, pero comparten una cierta dimensión épica, ¿de ahí la comparación?
Algo hay de eso, pero sería conveniente aclarar la afirmación. Creo que La guerra del fin del mundo es una obra que parece una novela clásica más que una novela moderna. Esta apariencia clásica tiene que ver con su maduración como escritor: Mario comenzó con una enorme devoción por la forma, que hoy no ha perdido sino que ha puesto en otro nivel; la forma, está en un lugar menos ostensible, detrás, apoyando la estructura narrativa. La composición de la novela es de una finura estructural admirable — por ejemplo, los desfases temporales que va haciendo entre un fragmento y otro— pero no flagrante.

Antes de la entrevista recordábamos su vieja polémica con Vargas Llosa sobre la teoría de los “demonios” que el escritor exorciza en su obra. ¿Qué opina ahora de esa discusión?
En mi ensayo sobre La guerra .. afirmo que, después de todo, Mario parece darme la razón. Yo argumentaba que la novela es un género con funciones sociales e históricas muy claras, ligado a la expansión de la burguesía: la novela ha servido para educar, hacer crítica social, formar el imaginario colectivo, etc. Frente a eso, lo de los famosos “demonios” me produjo escozor, era como una especie de catolicismo invertido y muy simplista.

¿Qué opino ahora de la polémica? Creo que los dos hemos evolucionado y hemos terminado acercándonos teóricamente: reconozco más la fuerza de lo inconsciente y él asume la carga de pensamiento e ideología que hay en una novela.

La crítica y sus métodos

Hace unos meses, en una entrevista que le hicimos a José Miguel Oviedo, él decía que la mejor posición que encontraba era el eclecticismo, el tomar lo que le pareciera bueno de cualquier método. ¿Cuál es su posición?
Yo jamás diría eso, creo que el método proporciona un marco coherente y razonado a la reflexión literaria. Siempre he tenido una gran influencia de Walter Benjamín, que considero mi maestro; tengo también una deuda con la teoría marxista y la escuela de Frankfurt, con gente como Adorno, Horkheimer, etc.

Lo que me interesa es situar al texto en una serie lingüística —primera y capital— y situarla en un marco cultural global. Por eso es que me he alejado, por decirlo de alguna manera, de la literatura, y ahora con una beca de investigación, estoy estudiando la cultura latinoamericana del siglo pasado en todos sus aspectos, dieta, educación, moda, etc.

 

¿Pero qué métodos usa?

He tratado de utilizar a fondo el instrumental de la lingüística moderna. También, con cierta cautela, me intereso en las posibilidades del estructuralismo y el sicoanálisis lacaniano. Leo también a críticos “antiguos” pero brillantes como Alfonso Reyes, Pedro Henríquez Ureña y el colombiano Samín Cano; quiero evitar esa tendencia que casi todos tenemos: creer que el tiempo comienza con uno.

¿Cuántas horas diarias dedica a leer?
Cuando vivía en Montevideo decían que no dormía, por la cantidad de cosas en que estaba metido. Ahora leo más para investigar, pero cuando era jefe de compras de la Biblioteca de Montevideo compraba montañas de libros que quería leer. Y como daba clases en liceos alejados me pasaba el día leyendo en los tranvías. Bueno, recuerdo que a los diez años leía un promedio de diez libros mensuales y, para mi suerte, tengo mucha capacidad de retención.

El exilio

Quisiéramos terminar preguntándole por un tema vigente en Latinoamérica y que ya ha tocado varias veces: el exilio. ¿Cómo ha afectado su vida, qué es para usted?
Se habla a veces del exilio como si fuera maravilloso y se le sacraliza intolerablemente. Estoy comenzando mi tercer exilio: el primero fue de seis años en Caracas, luego cuatro en USA y ahora este exilio parisino. Martha, mi mujer, dice con mucho humor que la próxima vez nos moveremos al Pére Lachaise, el cementerio vecino. Mi situación es la de quien recorre América desde antes del exilio y se integra mejor, a partir de él, a esa misma América Latina.

Me han echado de México y Colombia por opinar sobre la situación de esos países: hablo como uno más del país y a veces eso cuesta. En mi ensayo El exilio y los intelectuales no quise quejarme sino decir algunas cosas que me parecen nuevas: se ha integrado mejor Brasil a Latinoamérica; los argentinos, que sólo iban a París, viven en otros, países del continente americano; la lucha antiimperialista se ha fortalecido con la revolución cubana y ahora con la nicaragüense. No me quise quejar del exilio porque, de algún modo, no estoy exiliado: yo soy un ciudadano de América Latina.

Entrevista de Federico de Cárdenas y Peter Elmore
Diario “El Observador” - Lima, Perú año 1983

 

Reproducida, la entrevista, en "Jaque" Revista Semanario - Año II Nº 63

Montevideo, 22 de Febrero al 1º. de Marzo de 1985

 

Angel Rama en Letras Uruguay

 

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