Vecindad cerril, de Jerónimo Castillo - por Carlos Alberto Dávila |
En
Vecindad
Cerril, Jerónimo Castillo ha optado por dividir el libro en capítulos:
de la tierra, del hombre, del amor, del niño, de la amistad y lo profano;
pero el hilo conductor de la palabra a través del texto amalgama ideas y
conceptos varios; recorriendo por casos, experiencias personales ricas en
trayectos y caminos donde el ojo certero del artista atisba el sol que se
acuesta a dormir la siesta junto al río. “Atado
por los pies a las raíces” conversa con las aguas del río en Carolina
y se anochece en Cruz de Piedra. El
amor lo acompaña en este itinerario sin rumbos fijos y guarda en el
secreto de la almohada el recuerdo de “los ojos del cariño”. El niño que llevamos dentro nos dice de un “mundo de gnomos”, pero no escapa a Jerónimo Castillo el doloroso grito de misera y orfandad de Medio Oriente, que sueñan con un “futuro de paz iluso y caro”. |
Esas
manos que se extienden en largas esperas, también como pájaros sin nido,
nos hablan de ausencias y destinos inciertos. Abramos
el corazón y quedemos por un rato en el Café
“White Start”y escuchemos en silencio el paso de los trenes con
la visita “de la tía Antonia” y la despedida al “tío Domingo”,
leyendo a un Pablo Neruda, que aún nos sigue acompañando desde Isla
Negra. Soñar no cuesta nada, tener a mano “VECINDAD CERRIL” y decirle a Jerónimo Castillo, que le de manija a su imaginación. |
Carlos Alberto Dávila
Buenos Aires, 7 de setiembre de 2001
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