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Una mirada psicoanalítica sobre la violencia conyugal,
en la cinta "Te doy mis ojos", de Icíar Bollaín

Jesús Dapena Botero
Médico, psiquiatra y psicoanalista
jesusdapena50@hotmail.com

 
 
NACIONALIDAD: Española
                                        
GÉNERO: Drama psicosocial
                                 
DIRECCIÓN: Icíar Bollaín 
 
Enrique González Macho (Alta PC)
 
PROTAGONISTAS: Laia Marull como Pilar - Luis Tosar como Antonio - Kiti Mánver como Rosa
  
GUIÓN: Icíar Bollaín  - Alicia Luna
 
FOTOGRAFÍA: Carles Gusi
 
MÚSICA: Alberto Iglesias
 
DURACIÓN: 106 minutos

En una macro-encuesta sobre la violencia contra la mujer en el 2015, se calculó que un 12,5 % de mujeres mayores de 16 años, que viven en España ha sufrido violencia física o sexual de sus parejas o exparejas a lo largo de la vida, indagación que, en el 2011, arrojaba un porcentaje de 10.8%, mientras en el 2006 era de un 6.3%; pero, hay que advertir que esta última pesquisa incluyo adolescentes de dieciséis y diecisiete años. 

Y se distribuía así: 

 

Pero, en búsquedas más amplias, como la elaborada con la colaboración del Centro de Investigaciones Sociológicas, siete de cada diez víctimas no denuncia, lo que equivale a un 67.8%, porque un 44.6% le restan importancia a lo sucedido o no lo consideran suficientemente grave; un 26.6% deja de hacerlo por miedo o temor a las represalias y un 21% por vergüenza, de tal modo que una de cada cuatro mujeres, un 23.4% continúa la relación pese al maltrato, que incide en los hijos y aún se consulta a profesionales de las ciencias ψ por este motivo en un 29%, en la medida que se valora bien este servicio, según nos informa Elena G. Sevillano. [1]

Pero Alba Mareca [2] nos alerta sobre la cantidad de feminicidios durante el 2015, nada más que medio centenar, cuando lo ideal sería que no hubiera ninguno.

Gabriela Atencio, directora de Feminicidio.net, citada por Mareca, nos dice que este número grande de asesinatos de mujeres, nos permite ver otras violencias machistas que se invisibilizan, sin tener en cuenta la definición de la ONU de que violencia contra las mujeres es el maltrato en el seno de las relaciones de pareja, agresión sexual en la vida social y acoso en el medio laboral, en la cual el feminicidio sería apenas una de sus categorías clasificatorias, como forma particular de violencia.

Esto señala que los mecanismos de prevención ante este problema de Salud Pública son insuficientes y debe ponernos alerta, a sabiendas de que ha habido todo un retroceso en los últimos años en la calidad de la atención de la violencia a la mujer, tanto en el campo preventivo, como en el procesal, en el punitivo y en la protección, dada la fractura que se ha dado en el Estado de Derecho y en el Estado de Bienestar, con las políticas neoliberales, ahora imperantes.

Es muy posible que en la actualidad se esté desmintiendo la existencia de feminicidios en España, problema que se proyecta al Tercer Mundo, como si aquí no se diera en grande.

Mi esposa asistió hace varios años a un curso, que dio la socióloga Sofía Laiz, sobre violencia de género, donde los alumnos tuvieron la oportunidad de ver la cinta de Icíar Bollaín, Te doy mis ojos, que siempre quise ver; pero que ahora sólo pude ver parcialmente, porque Youtube está vedada la transmisión de las últimas dos partes de la cinta, que si bien no me parece de la calidad de También el agua, pese a contar con actores de la talla de Luis Tosar, pues pareciera no pasar de ser un documental moralizante, sobre ese asunto tan complejo que es la violencia dentro de la pareja, con afectación de los hijos.

El guión me resulta bastante simplón, ni siquiera, diría yo, que llega a ser una sonata, una pequeña oda a la liberación femenina; más bien he tenido la impresión de estar ante un documental pedagógico, cuya utilidad no niego, pero que dista mucho de ser una verdadera obra artística.

Ambos protagonistas están en paro, un problema cada vez más grave en España, - por más que se maquillen las estadísticas - después del 2008, con la crisis financiera mundial, que tanto ha afectado al país ibérico.

Pilar trata de buscarse la vida en algo que resulta de su agrado, el enseñar las obras de arte del Toledo, donde viven; pero, Antonio es un hombre inseguro, celoso, que da por cierto la coquetería de su mujer, con unos celos cuasi-delirantes, que le hacen estar seguro de que ella va a allí a exhibirse y seducir a los hombres, por lo cual en el acmé de una crisis de celos, que termina en un franco maltrato, tratado con bastante sutileza por la directora cinematográfica, el marido la saque al balcón semidesnuda, para ponerla en la picota y castigar con la ley del Talión, lo que él supone que es un pecado.

Así las cosas, pienso que estamos ante un hombre enfermo, no me atrevería a decir si en sí mismo o en la situación de vínculo conyugal, que vive en un momento, en el que en el macrocontexto social, hay una realidad ominosa: El desempleo, de donde Antonio se convierte de víctima en victimario.

Un asunto, que desde el punto de vista del psicoanálisis de parejas, dentro de esa especialidad del psicoanálisis, que se ha dado en llamar psicoanálisis de las configuraciones vinculares, Elina Aguiar [3] nos habla de la violencia en la pareja, como parte de esa violencia constitucional, que todos llevamos dentro y que tenemos que tramitar en el día a día; pero, que en determinadas situaciones se desencadena y, entonces, habrá que abordarla en un eje diacrónico, longitudinal, histórico, para emplear la terminología de Ferdinand de Saussure [4], muchas veces trasmitida por los antepasados, como sería en el caso de Pilar, cuya madre aguantó el autoritarismo de hombre machista y estaba decidida a continuar, aún en lo consciente, ese discurso de sometimiento y Antonio alude a una interpretación del psicólogo, que apunta a su intolerancia a las frustraciones, por haber sido un niño mimado por la vida.

Aunque la cinta de Icíar Bollaín parece predominar el eje sincrónico, del aquí y ahora, que más interesa a los psicólogos cognitivo-conductuales.

Pero esa violencia se da en distintos espacios psicológicos. Así, en los:

Ø Espacio intrasubjetivo, en el interior del sujeto, en su realidad psíquica más íntima.

Ø Espacio intersubjetivo, en el mundo de las relaciones con el otro.

Ø Espacio transubjetivo, el cual incluye el contexto sociocultural en el que se vive.

Y es preciso entender que agresión no es igual a violencia; la agresión, para Konrad Lorenz [5], es un pretendido mal, porque es lo que nos permite oponer resistencia a las influencias del medio, al adaptarnos de una manera activa, en la que nos transformamos y obligamos al medio a hacerlo, sin una pasiva y deformadora acomodación, como bien lo resalta Jean Piaget [6].

En la violencia, en cambio, como lo señala Janine Puget, la opción de decisión del otro es anulada, de tal manera que se lo manipula para invalidar su posibilidad de pensar, como si se pretendiera crear un agujero mental, algo que vemos de una forma muy palpable en la siguiente escena:

https://www.youtube.com/watch?v=60VCU3deBhw

Así, la persona violentada se aliena, en una situación que, si se vuelve crónica, se deja de desear, aún, sexualmente; lo que puede exponer a la violación, en el caso de la mujer,  con la provocación de un agujero en la mente del otro, para arrebatarle la identidad a la pareja.

Para Janine Puget e Isidoro Berenstein, la violencia sería un acto vincular cuyo objetivo es el deseo de matar, de eliminar psíquica o físicamente al otro como sujeto… lo humano en el otro, para transformarlo en un no sujeto, al privarlo de todo posible instrumento de placer y, por ende, de existencia.

Ahí, en el violento sólo impera el deseo de uno de los sujetos, constituyentes del vínculo, de transformarse en soberano, sin admitir la existencia del otro [7]; entonces, lo que se pretende anular es a un polo del vínculo de pareja, en la medida que la diferencia entre los miembros es generadora de conflicto; de lo que se trata es de desconocer al otro como sujeto singular y autónomo, como una manifestación narcisista del agente violento, que busca una fusión, donde no se diferencien el yo-objeto del amor narcisista y el yo-del otro, objeto de amor erótico, como objeto distinto del sí mismo.

Icíar Bollaín se mete en la cotidianidad de la vida de sus protagonistas y los presenta como a cualquier hijo de vecino, no podríamos decir que Antonio sea un monstruo, en apariencia es un hombre común y corriente, aquejado por el paro, inhibido en la búsqueda de alternativas, cosa que, quizás, envidia en su mujer, quien pareciera enfrentar el problema de una manera distinta, en un proceso de subjetivización; Antonio es un hombre al que vemos ubicado en  la psicopatología de la posición esquizo-paranoide [8]; pero, que porta algo ominoso dentro de él. Al menos si lo miramos desde una perspectiva individual.

Pero creo que es pertinente detenerse en los efectos de la desocupación de la pareja, que me parece un eje fundamental del conflicto; ya que ella busca una salida para dicho problema, incluso con la posibilidad de llevarse su familia a vivir en Madrid, como guía de exposiciones, para el conocimiento del arte pictórico en alguna galería e ir de una ciudad pequeña a la capital, con la ilusión de que todos tengan allí más posibilidades, como vemos en la siguiente escena:

https://www.youtube.com/watch?v=y00W1NU_vec&index=6&list=PL8B3D67CD275A082A

Y es que el paro es una forma de violencia social, que atenta contra los Derechos Humanos, porque el Derecho al Trabajo hace parte del Derecho a la Vida y su pérdida puede implicar diversas formas de muerte, con una angustia letal, con miedo a la muerte bio-psico-social, que pone al sujeto en un absoluto estado de desamparo, que impide la búsqueda de proyectos de vida, porque todo queda condenado a la más cruel de las incertidumbres.

Esta situación de angustia es descrita muy bien en su libreta de notas:

El corazón se acelera y parece  como que se nubla la cabeza, que te ahogas; te parece que se te llena el cuello y la nuca de hormigas, que te secas por dentro, se para el aire, el ruido, se para todo.

Ello impide la ubicación en una temporalidad, porque pareciera ser, que por delante, sólo queda un No futuro, tal como nos lo presentara el cineasta colombiano Víctor Gaviria en su magistral película Rodrigo D. – No futuro, aunque, en este caso, trascendería la situación de la adolescencia colombiana; puesto, que el futuro, tanto en el caso de Rodrigo D., como en el de Antonio, implica desesperanza y el temor a quedar atrapado en esa catástrofe social, lo que hace tambalear el marco en el que se apoya la pareja.

Así el sujeto es atacado tanto en su espacio intrasubjetivo, como en el intersubjetivo y en el transubjetivo, en la medida que la civilización no ofrece otra cosa que malestar, una molestia, que altera los vínculos con los más allegados y daña la realidad psíquica del sujeto en sí mismo.

Entonces aparece la amenaza de la marginación social, se ocasiona una profunda crisis personal y familiar, que repercute entre otras patologías, en una patología del vínculo conyugal, por la carga de tensiones, que pueden encontrar alivio en actuaciones violentas contra el otro, o contra sí mismo, con efectos impredecibles, entre los cuales aparecen como más siniestros, el feminicidio, el infanticidio y el suicidio.

Y así, Antonio siente herida su autoestima, con un yo a punto de desintegrarse, que trata de restituirse a través de la envidia inconsciente y los celos, sin que pueda escuchar las fantasías más optimistas de su mujer, porque siente que la sociedad le ha arrebatado su condición de sujeto, de donde su intento de fusionarse con su mujer, quien pareciera estar en uno de esos momentos de decisión, en que se pone a prueba la subjetividad, dispuesta a buscar salidas más eróticas, al servicio de la pulsión de vida.

Es como si la gente empezara a sentir que la sociedad ya no tiene lugar para ella, que se ha convertido en una naderías; aún, cuando tienen algún trabajo; pero, tantas veces, las condiciones laborales son muy degradantes y precarias, que la gente empieza sentir que ya no importa, que ya no interesa, que pertenece a una generación condenada a un doble genocidio, cuando un hombre de cuarenta años es rechazado de la vida laboral, por ser demasiado viejo.

Se entra entonces a hacer parte de una masa sobrante, en donde el sujeto se convierte en un número, como pasaría en situaciones de Terrorismo de Estado; yo diría cuando se está en el Terrorismo de los Mercados, ese nuevo engendro de la nueva economía, generadora de la gran desigualdad, que ha denunciado Joseph Stiglitz [9], de tal suerte que va in crescendo la gente en condiciones de exclusión social, con todo el desconocimiento del sujeto, que ello implica.

Si esta película parte de un falso documental, entre la realidad y la ficción, con códigos y convenciones del cine-ojo, pero, al fin y al cabo una ficción, que pretende crear la ilusión de ser una realidad, ejecutado por la propia Icíar Bollaín sobre psicoterapia de grupo para maltratadores, en el cortometraje Amores que matan, considero que ésta no es una estrategia terapéutica muy aconsejable para estos casos, por lo estigmatizadora que es y porque ignora que el maltrato hace parte de una relación vincular, inmersa en un macrocontexto socio-cultural e histórico, en un momento dado.

De hecho, en la última escena, que vimos en este mismo artículo, el hombre, al sentir que Pilar se va a ir, tira la libreta de notas, que le aconsejaron llevar como un diario, con lo positivo en hojas verdes y lo negativo en rojas, al río y, posiblemente, no volverá a terapia.

¿Qué pasaría si se atendiera a la pareja?

En un curso sobre Psicoanálisis de las Configuraciones Vinculares, en Odres/Aleph, en Medellín, una de nuestras profesora fue la psicoanalista Silvia Gomel, quien nos hablaba de haber trabajado con parejas, en las que ella, físicamente, tenía que interponerse con su cuerpo, entre los dos miembros de la pareja, para detener pasajes al acto violentos, de la misma manera que nos comentaba Ignacio Maldonado sobre sus intervenciones con familias en México, donde impera tanto el machismo, como en España y quizás en todo el mundo latino, porque la violencia conyugal, que se observa en películas anglosajonas, es de otro tenor, como podemos constatarlo en la La luz que agoniza o Encaje de media noche; es una violencia menos brutal, más sutil acaso.

Pero, como bien lo señala Graciela Kasitzky de Bianchi, en la vida de pareja pueden haber desbordes de violencia, que generan muchísimo malestar y el clima de intimidación se puede extender a las sesiones psicoanalíticas mismas, material que puede aprovecharse para hacer conexiones con la historia de cada uno de los miembros de la pareja; a pesar de en un encuadre multipersonal, el clima pueda llegar a ser tan crudo, en medio de la violencia emocional, los reproches y quejas, amenazas de divorcio y abandonos, pero, cuando se le logra mostrar a la pareja como para cada uno el otro es un inexistente, no tenido en cuenta como ser sufriente, dado el desconocimiento del otro y la falta de un  ocultamiento de lo pulsional, cuando el terapeuta funciona como un tercero.

Ahí, la presencia de lo pulsional puede resultar un obstáculo para una talking cure; pero hay que enfrentar la dificultad sin recurrir a un lenguaje pedagógico por parte del terapeuta. [10]

Es necesario que se pueda comprender en el proceso terapéutico que el exceso, el maltrato y el abuso pueden ser explicados como negatividades, que se positivizan. [11]

La violencia conyugal es una de las tantas formas de violencia de la sociedad actual, que, como contraparte, impone una violencia instituyente del malestar en la cultura.

Esas violencias actuales, entre ellas la familiar, requieren de un abordaje multidisciplinario, que ponga a interactuar conceptos como los de Poder, Dominio, destructividad y crueldad, íntimamente relacionados; pero, no homologables entre sí.

Y en el caso de Te doy mis ojos, vemos como los Poderes económicos establecen una condición de desempleo, como telón de fondo, que resulta exasperante  en la medida que no se respetan las subjetividades sino que son anuladas, mientras las personas son consideradas prescindibles.

Estos poderes impiden que el sujeto haga lo que desea, con lo cual lo lleva a una constante frustración, con toda la ira, que ésta genera y puede desplazarse sobre la pareja, donde se actúa el conflicto entre el Poder y el Deseo, sobre todo, si entendemos el Poder a la manera del Michel Foucault, quien lo considera como la multiplicidad de relaciones con un fuerza inmanente, que ejercen un dominio, constitutivo de las organizaciones sociales, puesto que el Poder está en todas partes… viene de todas partes, aunque no sea una institución, ni una estructura, ni una potencia de gente con ciertas dotes, sino una situación estratégica compleja en una sociedad dada, que opera de una manera asimétrica entre las partes, con dominio de un lado y sometimiento de otro, aunque se den situaciones inversas en una dialéctica hegeliana del Amo y del Esclavo, en la que el sujeto subordinado (esclavo) puede terminar por imponer un modo nuevo de ejercicio del Poder, mientras para Max Weber era un concepto más amorfo, el cual permite, en determinadas circunstancias, que un sujeto se ponga alguna vez en situación de imponer su voluntad y ¿dónde no sino en las relaciones más íntimas como en el caso de Antonio? [12]  [13]

Pero, lo más cierto del caso es que el Sistema se torna cada vez más excluyente, lo que genera una rebeldía, una agresividad y una violencia, que no se sabe muy bien adónde dirigirla.

Para el Heidegger de Ser y Tiempo, el sujeto no es el que está ahí, en el mundo, pero fuera de sí mismo, como otra cosa más, sino que es aquél que está al frente de las cosas, de sí mismo, en una posición activa, desde donde se lanza al mundo.

Para Foucault, es un sujeto sujetado, a una estructura exterior a él, un ser dinámico y evolutivo; pero que,  a su vez, atravesado por distintos discursos, que, por momentos, parecieran hablar por él, en distintos contextos, sean éstos históricos, políticos o sociales, ya que el sujeto deseante es histórico, en una constante relación con el Sistema Político y las formas de Poder.

Así, para Foucault no existiría un sujeto; sino que lo que se da son técnicas de subjetivación en cada contexto cultural, con su episteme o sus maneras de ejercer el Poder.

Las víctimas suelen tener un discurso brutal, en muchas ocasiones, que da cuenta de la anulación de su subjetividad, lo que no es el caso de Pilar, quien se preocupa por salir adelante como sujeto deseante, para así poner fin a una situación onerosa y calamitosa, que pudiera llevarla a la muerte psíquica o a la muerte real, como lo demuestran las estadísticas actuales, aún de hoy en día; pero, es decisión interna suya, no compartida por el marido, en un acuerdo conyugal, lo que hace que, finalmente, él caiga en el vacío más absoluto, que quizás lo lleve al suicidio.

Por ello, en lo terapéutico, se precisan nuevas estrategias, para combatir la violencia, en su insistente circularidad, que trata de provocar la anulación de la palabra, en el terreno minado del zócalo de la pareja, que de no ser atendido, puede ocasionar probables traumas demasiado graves, que pueden tener una transmisión transgeneracional, al no poder ligar lo imaginario y parte de lo real con lo simbólico; ese real puede constituirse  en una verdadera transmisión de lo negativo, según René Käes, aquello que funciona como elementos β no metabolizados por el Otro, de tal forma que no se recuerda, por su condición de ausencia de representación de cosa y de palabra, que deviene en sufrimiento hasta que un día, sea posible intentar arañarlo, para convertirlo en palabras, cuando ambos miembros de la pareja se deciden a romper el silencio ante un psicoanalista.

Pilar, lejos de caer en la máximas abyección y degradación objetiva, de la que nos hablara Jean Paul Marat, con la toma de conciencia de su propia situación, no se transforma como suele suceder en los pactos perversos, en una masoquista,  cómplice de un Poder que trata de perpetuar su miseria, su ignorancia y su humillación.

Esta pareja, sin saberlo, creo que es víctima de ese horrible sistema, que creó el economista Milton Friedman, asesor económico de presidentes republicanos de los Estados Unidos de América, la economía del libre mercado, con la precarización de la vida de millones de personas.

Si la depauperación económica y las crisis se viviesen como catástrofes sociales, Friedman aconseja una política inmediata de mano dura, con imposición de una austeridad severa, como política dolorosa, antes de que la gente se recupere; a esa estrategia del Poder la llamó tratamiento de Schock, con el fin de vulnerar las subjetividades, a lo que se sumaría una aceleración de la carrera armamentística en pro de la Seguridad, con la creación de estados de guerra multifocales en todo el planeta, en especial, en el Medio Oriente.

Todo ello, sumió a muchas personas en depresiones mayores, que aumentaron la tasa de suicidios, con un aumento de consultas psiquiátricas.

Y así mismo, los cirujanos de mano empezaron a observar un aumento de cirugías de su especialidad para curar los golpes, que muchos daban contra superficies duras para descargar la violencia, que albergaban dentro de sí, como una materialización de la violencia en el propio cuerpo o en cuerpo ajeno, sobre el que es desplazado el ominoso Poder.

Esta foto de Anthony Suau, premio World Press Photo 2008 del Time, da cuenta de la culpa persecutorio de los generadores de deshaucios, que muestra el estado cuasi bélico, por el miedo que se tiene a la rebelión de las víctimas del sistema, en medio de una crisis económica, que ha dejado sin casa a una mayoría inmensa de gente, con un incremento de tasas de suicidio. [14] 

Creo que así, queda suficientemente demostrado, como los discursos que nos atraviesan, portavoces del Poder, afectan la vida conyugal, claro está sobre la base de una psicopatología singular y vincular, que hay que trabajar en el espacio intersubjetivo e intrasubjetivo, que pueden llevar al maltrato en la vida de pareja y aún al feminicidio y el suicidio, como expresión de un enorme malestar en la cultura, situación del macrocontexto social, que también ha de hacerse consciente en el psicoanálisis de pareja.


Notas: 

[1] Sevillano, E.G. Violencia machista: Un 12,5% de las mujeres ha sufrido durante su vida en España. El País – España 30 de marzo del 2015. http://politica.elpais.com/politica/2015/03/30/actualidad/1427722209_303241.html

[2] Mareca, A. Medio centenar de feminicidios durante 2015. La Marea, 18 de julio del 2015. http://www.lamarea.com/2015/07/18/medio-centenar-de-feminicidios-durante-2015/

[3] Aguiar, E. Violencia y pareja. http://www.vivilibros.com/excesos/10-a-06.htm

[4] Saussure, F. de Curso de lingüística general. Akal, Madrid, 1991, 320 pp.

[5] Lorenz, K. Sobre la agresión: un pretendido mal. 8ª. Ed. Siglo XXI, México, 342 pp.

[6] Ferreira, E. Piaget. Colección Los Hombres de la Historia, 169 , Centro Editor de América Latina,  Buenos Aires, 1995, s.p.

[7] Puget J. y col. El status psicoanalítico de la violencia social. 38th International psychoanalytic Congress. Amsterdam, Julio 1993. 

[9] Stiglitz, J. E. El precio de la desigualdad. El 1% de la población tiene lo que el 99% necesita. Editorial Taurus

[10] Kasitzky de Bianchi, G. Límites del análisis, obstáculos de los tratamientos. Psicoanálisis de las Configuraciones Vinculares, Tomo XXXIII, Nº 1, 2010,p. 35-36

[11] Ibid, pp. 39-40.

[12] Foucault, M.  Historia de la sexualidad: 1. La voluntad de saber, siglo XXI, Madrid, 1977, p.12,

[13] Marina, J. A. La pasión del poder – Teoría y práctica de la dominación. Editorial Anagrama, Barcelona, 2008, p.47.

[14] Merini, M. L. Del atravesamiento discursivo de los cuerpos a las manifestaciones actuales de las violencias. Psicoanálisis de las Configuraciones Vinculares, Tomo XXXIII, Nº 1, 2010, pp 173-213

Jesús Dapena Botero
Médico, psiquiatra y psicoanalista
jesusdapena50@hotmail.com

 

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