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Historias del Kronen (1995)
por Jesús María Dapena Botero
jesusdapena50@hotmail.com

 
 
 
 
 

Nacionalidad: .................................................... Española

 

Género: ............................................................... Drama

 

Duración: ......................................................  95 minutos

 

Dirección: ............................................ Montxo Armendáriz

 

Producción: .............................................. Elías Querejeta

                                            Claudie Ossard   Alfred Hürmer   

 

Cinematografía: ..................................... Alfredo F. Mayo

 

Escenografía: ............................................ Julio Esteban

 

Vestuario: ................................................... Maiki Marín  

 

Intérpretes:   Carlos................................Juan Diego Botto

                    Roberto......................................Jordi Mollà

                    Nuria Prims………................................Amalia

                    Aitor Merino……...….............................Pedro

                    Armando del Río………………...........……...Manolo

                    Mercedes Sampietro……...…... madre de Carlos

                    André Falcon………….......……. abuelo de Carlos

                    Josep María Pou…….............. padre de Carlos

                    Cayetana Guillén Cuervo..   hermana de Carlos

                    Mary González………..........………  tía de Carlos

                    Pilar Castro………………............……………. Nuria

                    Carmen Segarra……….......……………. Asistenta

Guión:              Montxo Armendáriz

                         José Ángel Mañas

Música:            Bruno Galindo

Ya hay un español que quiere
vivir y a vivir empieza,

entre una España que muere

y otra España que bosteza.

Españolito que vienes
al mundo te guarde Dios.
Una de las dos Españas
ha de helarte el corazón.

 

(Antonio Machado)

 

 

Ayer, como bien lo testimoniarían Luis Martín Santos y Vicente Aranda era un tiempo de silencio; hoy pareciera ser que es tiempo de ruido, de un mundanal rüido globalizado, que tiende a borrar toda identidad, ya que el Madrid de Montxo Armendáriz, podría ser el Tokio de la Babel de Alejandro González Iñárritu o el barrio La Sierra en las comunas de allá, de las laderas medellinenses, obviamente con algunas variantes subculturales pero es el testimonio de que estamos en un mundo, que el neoliberalismo ha tendido a homogenizar.

 

Pero si ayer el franquismo se imponía con el vozarrón del Generalísimo y de Bernarda de Alba para gritar:

- Dígase que murió virgen. – e imponer el silencio.

 

Ahora, tras el famoso destape español, la tragedia se sigue cerniendo sobre los habitantes de la península ibérica, como para dar razón al Freud que nos hablaba de un malestar en la cultura, dado ese permanente y casi eterno conflicto entre Eros y Tánatos.

 

Si Vicente Aranda había acudido a la literatura, en busca de  una fuente para su relato cinematográfico, al recurrir a la pluma de Luis Martín Santos, Montxo Armendáriz también lo hace y, para ello, acude a                     José Ángel Mañas, un novelista madrileño de la generación del neorrealismo español, quien se iniciara en la novelística con esa obra, que se convertiría en una verdadera novela de culto, pero que el autor había pretendido escribir como una novela-punk o nobela, con b larga, que privilegiara elementos como la velocidad, la autenticidad y la crudeza, con el recurso a una heteroglosia, con toda su multiplicidad de voces, que funcionara como un rüido transmisor de la disortografía subcultural de estos muchachos y muchachas que pueblan el relato, con incorrecciones sintácticas, con el uso de jergas, que el autor consideraba que podían ser revitalizantes para una literatura, a la que había que inyectar una sangre nueva, que diera forma literaria, al lenguaje vivo que se habla en la calle. [1]

 

Y así se logró la realización de este drama de adolescentes inmersos en el algarabía de la música, el uso de los placeres de una forma bestial, del sexo, del alcohol, de las drogas, de la velocidad, de la transgresión de las normas, quienes, casi a la manera de los sicarios medellinenses y, a pesar de la sobreabundancia económica, también sienten que no nacieron p’a semilla.

 

El epicentro de sus actividades es la cervecería Kronen, que les sirve de punto de encuentro, para salir a vivir sus aventuras de habitantes de la noche, en una vida que quieren vivir al límite, hasta que, a la manera, del Pedro Zábala del escritor colombiano Efe Gómez, encuentren al amanecer su guayabo negro, al saberse asesinos de uno de sus mejores amigos, al que liquidan, movidos por la búsqueda imparable de un goce, más allá del principio del placer, sin medir consecuencias.

 

Y, es así, como asistimos a la tragedia de Carlos, encarnado por el actor argentino, Juan Diego Botto, un joven estudiante, quien, apenas si ha cumplido los veintiún años  y en una noche como tantas, en la que ha salido de su casa, para reunirse con amigos de la cervecería, llega a vivir una auténtica pesadilla en una noche de verano, sin otro límite que, el que termine por imponerle lo Real, a su terrible voluntad de vivir.

 

Este papel haría a Botto, merecedor de ir recoger el premio Goya, para la película, como la con mejor guión adapatado, y ser nominado al mismo premio como Mejor Actor Revelación, en un camino que lo conduciría a convertirse en el Martín Hache de la famosa película homónima, en la que representara otro emproblemado muchacho de estos tiempos contemporáneos.

 

Al principio, dudé que podría aburrirme al ver la película, que se inicia como una especie de documental pero no sucede así, gracias a una magistral narración, que porta en sí, lo que Estanislao Zuleta llamaba el misterio de la prosa, para poco a poco ir adquiriendo ribetes dramáticos que culminan en la dolorosa tragedia del protagonista, quien además de los placeres antes citados, se siente tremendamente excitado por ese nuevo género cinematográfico que es el snuff, con sus grabaciones de asesinatos reales, que se logran sin la ayuda de efectos especiales ni tramoya alguna, y que el termina protagonizando, casi sin darse cuenta, para la cinta quedar como prueba de su delito, en su negra resaca.

 

Así estamos ante una película anterior a otras magistrales sobre el tema  del snuff, como lo fueran Tesis de Alejandro Amenábar (1996) y  8 mm. con Nicholas Cage.

 

Al lado de Carlos y sus amigos, hacemos el recorrido por una leyenda urbana, que bien podría ser la de cualquier ciudad del mundo globalizado, en el contexto de ese del Fin de la Historia y del último hombre, que nos mete en el más absurdo de los sin sentidos, y que como bien lo señala la propaganda del film se constituye en un viaje precipitado a ninguna parte, en una película, que termina por parecerme bastante convincente para aquellos que pretendemos comprender la problemática de una juventud, fascinada por la violencia y el exceso,  en un mundo postmoderno, en un contexto bastante diferente al de los jóvenes sicarios de la filmografía colombiana, puesto que aquellos muchachos carecen de mucho, mientras éstos del primer mundo no parecieran, al menos en términos materiales, no carecer de nada, más que de un verdadero sentido de la vida, esa cosa olvidada en la civilización actual.

 

Y así nos topamos con el duro de Carlos, una especie de Juan sin Miedo, entregado a un frívolo y agitado Carpe Diem, quien con sus amigotes, se deja llevar por el espíritu de la fiesta, para pasárselo bien, como si ésta no llevara, en sí, los gérmenes de la muerte y portara en su interior mucho de lo siniestro y lo macabro.

 

Ahí los vemos inmersos en un universo en el que predomina el impulso hacia el Goce, que no da lugar al deseo, en una orgía perpetua, de alcohol, cocaína, haschich, velocidad y sexo, de unos sujetos que no aprueban suficientemente la vida, al no admitir una existencia sencilla.

 

Asistimos a un mundo carente de sensibilidad, en el que si Dios ha muerto, como también lo ha hecho el ser humano mismo y conducirnos, casi, a una catástrofe cósmica,  a un terror y un vacío inimaginables.

 

Esta cinta nos conduce a vivir la desesperación de estos ambientes juveniles, sin motivaciones trascendentes, a presenciar el trashumar de existencias sin ningún fin, que el más inmediato de la búsqueda del goce a ultranza, por una juventud alocada, sin convicciones ni metas, donde se escuchan los chillidos de un humor pusilánime disfrazado de coraje, con el propósito de ocultar su miedo interior.

 

El filme viene pues a ser una crítica de la civilización, en las postrimerías del siglo XX y en los prolegómenos del siglo XXI, con lo que deviene en crítica social, que nos muestra que no sólo en una España, escindida en dos Españas, sino el mundo contemporáneo, escindido también, con cualquiera de sus partes, al jovencito que llega parecieran estar dispuestos a helarles el corazón.

 

Jesús Dapena Botero

 

Vigo, 8 de  febrero del 2010

 

Nota:

 

 

Jesús María Dapena Botero
jesusdapena50@hotmail.com

 

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