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Billy Elliot (2000)
(Quiero bailar)
Gran Bretaña
Director: Stephen Daldry
Género: Musica, Drama, Comedia
por Jesús María Dapena Botero
jesusdapena50@hotmail.com

 

Vigo 2 de septiembre del 2012    (domingo; 6:35 p.m.)

Querida discípula:

Sigo cumpliendo con la tarea que me propusiste hace tiempos: reflexionar sobre algunas películas  de cine y pedagogía.

Hoy lo hago con la cinta del director británico Stephen Daldry, protagonizada por Jamie Bell y Julie  Walters, la extraordinaria intérprete femenina de Educando a Rita, una cinta que tuve la oportunidad de ver en Buenos Aires, en el invierno de 1984.

Vemos ahora  a Mrs. Walters convertida en una excelente actriz de carácter. Si bien, diría yo, Bell y Julie Walters son los actores principales, hay otros magníficos dentro del filme, que hacen a los dramatis personnae de este bella representación humana, basada en una novela del afamado escritor inglés Melvin Burgess, digno maestro de ese género de la literatura juvenil,  que tanto nos ha gustado y hemos compartido tan intensamente, la cual puedes leer ejemplar en español, en Norma, nuestra editorial colombiana, [1] una novela basada en un guión de Lee Hall [2], sobre un niño que tenía la fantasía inaugural de que  había bailando del vientre de su madre, que gustaba del glam rock y lo bailaba sin pretender asemejarse a nadie, algo que, sencillamente, le resultaba maravilloso. [3]

Parece ser que la relación entre el director y el joven actor que interpreta a Billy Elliot, Jamie Bell, se dio en unos bellos términos , al estilo como la que se diera entre Mrs. Wilkinson (Julie Walters), la profesora de ballet y el chiquillo, hijo de un duro minero, un padre que a su vez es transformado por la fuerza de esa vocación del pequeño, constituida en el marco de ese vínculo tan creativo, que surge entre el púber y una frustrada profesora de ballet, que se convierte, sin proponérselo en una verdadera cazatalentos, hasta lograr sacar adelante a su pupilo, auna profesión que contrariaría toda la tradición de una comunidad, donde el único destino que parecía existir era bajar a los negros socavones, donde se explotaba tanto el carbón, como a esos seres humanos que descendían al fondo de la mina, con el riesgo continuo de, a la final, padecer de una silicosis o algún accidente, como chivos expiatorios de un ritual, en el obscuro laberinto de algún Minotauro.

 

Era un momento, en la historia económica, ese negro material rocoso  iba perdiendo competitividad en el mercado, ante la presencia de nuevas fuentes energéticas, como el petróleo, el gas natural y la energía nuclear, lo que llevaba a toda una crisis comercial y laboral en Inglaterra, que echaría por tierra toda una tradición laboral en las regiones del norte de Gran Bretaña. Fue entonces cuando a Margarte Tatcher, esa Dama de Hierro, como la llamaban los soviéticos, quería poner coto al problema, a como diera lugar, sin que mediasen procesos de cambio social comunitarios, sino simplemente la palabras arbitrarias de una mujer que funcionaba como una suerte de Poder Absoluto.

Para comentarte esta película, echaré mano de ese maravilloso instrumento teórico que nos ha dado el psicoanálisis de las configuraciones vinculares, ese movimiento encabezado por Isidoro Berenstein y Janine Puget, quienes nos muestran los tres espacios donde se mueven las relaciones humanas. 

1.  El macrocontexto social, el cultural, donde se dan los vínculos transubjetivos.

 

2.  El espacio intesubjetivo

 

3.  El espacio intrasubjetivo. [4]

 

Ya te he dado puntadas sobre el primero, en los párrafos anteriores pero es importante tener en consideración que el escenario principal de la película es la ciudad de Durnham, en el noreste británico, durante mucho tiempo, uno de los principales sitios de explotación del carbón en el país inglés.

 

Era un momento histórico, en el que la Tatcher estaba en el Poder, dispuesta a hacer una reconversión de la minería británica, presionada por las leyes del mercado; de ahí surgirían las primeras experiencias con las privatizaciones, las cuales se ha extendido en el mundo neoliberal – del que no sabemos si sea más bien un neoconservatismo; bien sabes que los extremos se tocan.

Tanto ella como Reagan tratarían de imponer un nuevo orden mundial, una especie de reingeniería política.

 

A la gobernanta le interesaba sacar de la crisis económica a Gran Bretaña, mediante un proceso de extrema dureza, sin ninguna consideración con la clase obrera, de parte de la clase política más conservadora, representada por esa férrea dama.

 

A ella, ufana por el triunfo en Las Malvinas, no le temblaba el pulso para sacrificar a la clase obrera, de tal modo que pareciera ser de ahí que en la cinta de Daldry, con todo su eclecticismo musical suene la canción Calling London de The Clash, cuando suenan los cascos galopantes azuzados por ese nuevo Jinete del Apocalipsis, que anunciaba el hambre para la región,  con un texto que podríamos traducir así:

 

Londres llama a las ciudades lejanas;

Ahora la guerra se declara y la batalla se nos  viene encima.

 

Londres llama al inframundo.

 

Salid del armario, chicos y chicas.

 

Londres llama; ahora no nos miran;

La falsa Beatlemanía se ha comido la tierra.

 

Londres llama; ven, sin vacilar;

Nos dan por el culo, sin importarles un rábano.

 

La edad de hielo se acerca;

El deshilo se espera; el trigo crece débil;

Las máquinas se detienen; pero, eso no me asusta.

 

Londres se está ahogando y yo vivo en el río.

Londres llama a que la imitemos;

Olvídate, hermano; tú puedes andar solo.

 

Londres convoca a muerte  a los zombies

.

Sostente ahora y ensaya otra forma de respirar.

 

Londres llama y yo no quiero patear;

Mientras hablamos, no veo nada afuera.

 

Londres dice, que no miremos tan alto;

Excepto, por eso, de los ojos amarillos.

 

La edad del hielo se viene; el sol se aproxima;

Las máquinas paran; el trigo crece flaco;

Se da un error nuclear pero… no tengo miedo.

 

Londres se está inundando y yo vivo en el río.

 

Ahora consigue ésto.

 

Londres llama; sí, yo estoy allá también.

Y ¿sabes qué dijeron?

 

- Bien; algo de eso ¡era verdad!

 

Londres marca el teléfono.

Después de todo, ¿no quieres sonreírme?

 

Londres llama.

Y nunca sentí tanto así.

Pero es que…

 

A los hijos de la Revolución, no pueden abobarlos.

Como reza la otra canción de  T. Rex,  esa otra creación musical de la década de 1970, que como Calling London  venían muy bien a una historia que se desarrolla en la década siguiente. 

 

Ante la decisión gubernamental, los mineros no flaquean y se lanzan a una huelga, que para nada, asusta a la dura señora Tatcher, quien no duda en aseverar: 

 

- Si  tuvimos que luchar, con el enemigo exterior, en las Malvinas. Siempre tenemos que estar alertas frente al enemigo interno, el cual es más difícil de combatir y más peligroso para la libertad.

Su propósito era hacer estallar la huelga un año después  e iniciar todos los abusos que ha cometido la política neoliberal, desde que se ha impuesto en el orbe.

 

Así, el padre y el hermano de Billy Elliot, rudos mineros y huelguistas, por una herencia transgeneracional, ante lo cual, no pueden entender el niño menor de la familia se dedique al ballet.  

 

En la novela de Burgess, el propio Billy nos informa que  su papá pensaba que la música es la basura moderna. [5]

Sus parientes quisieran que fuera tan macho como ellos y, para ello. Le pagan sus clases de boxeo, deporte bien distinto a esa actividad artística, que desarrolla Mrs. Wilkinson, en la misma sede que les ha asignado la comunidad, para que compartan tanto los pugilistas como bailarinas de ballet, quienes ofrecen un mundo de bellas y delicadas formas, que atraen inmensamente el deseo del niño, quien desprecia la violencia deportiva, para identificarse con un ideal del yo mucho más estético y armónico, hasta que tal goce llegue a convertirse en una verdadera vocación, a la que él le es absolutamente  ferviente, como si hubiera escuchado al Jorge Luis Borges, a quien oímos contestar a doña Rocío Vélez de Piedrahita, en la conferencia de la Biblioteca Pública Piloto de Medellín:

 

- Uno tiene que ser fiel a sus sueños. – es decir a los deseos, si sabemos, por Freud, que el sueño es un intento de realización de deseos. [6]

 

Más que llevar al ring de los púgiles, un elemento transgeneracional como eran los guantes de boxeo del abuelo, Billy prefiere el mundo degasiano de las ensoñaciones de su abuela, con sus finos tutús.

A sabiendas, como se lo confiesa a Mrs. Wilkinson, cuando el padre y el hermano se oponen a la realización de sus sueños, que su madre muerta en la realidad material, en la wirlichheit freudiana pero viva en el mundo más interno del pequeño, ese que conforma la realität, la realidad psíquica, le apoyaría, puesto que sabe de las últimas palabras que su madre le dirigiera por escrito: 

 

- Ahora te pareceré un recuerdo lejano, lo cual me parece una buena señal… aunque parezca muy tarde debes saber que he estado contigo en todo momento… Estoy orgullosa de haberte conocido; no dejes de ser tú mismo. Siempre te querré. 

Por eso,  a esta cinta, yo la llamaría, la cinta de la vocación, ya que Daldry nos lleva a asistir a un drama, en el que el joven asume una posición existencial, que no deja de ser de un gran valor humano y civil, que podría ilustrártela con el siguiente gráfico; el pequeño tiene la tenacidad del Sísifo, que Albert Camus nos presenta en su maravilloso libro El hombre rebelde. [7]

 

Billy sabe que, ante el absurdo que lo rodea, es la única opción posible; el desea pensar y vivir de una manera distinta a lo que ha sido la tradición de su familia y de su pueblo y para lograrlo no se arredra en su propósito; pareciera ser que este fuera su lema:

Es como si  Burgess, el novelista y Daldry, el director comprendiesen muy bien que los seres humanos nos identificamos tanto con aspectos de nuestros padres, como de nuestras madres, sin que ello implique trastornos en la identidad de género ni en la identidad sexual.

 

Este pareciera ser un asunto que pareciera interesar bastante el director, desde su condición reconocida de homosexual, que ha deseado ser padre.

 

El tema de la liberación homosexual funciona a lo largo de toda la película.

 

Daldry nos enfrenta con los conflictos de identidad que han de superarse en la elección de una vocación, supuestamente femenina, a la vez, que llama la atención el respeto con el que se trata al compañero de estudios de Billy, quien asistirá, a la función final, con todo su orgullo gay, para celebrar el triunfo de las voluntades de poder, en el sentido nietzscheano, de uno y otro chico, al asumirse el como homosexual, que asiste al apoteósico estreno de El lago de los cisnes, en la que Billy, su amigo, como gran bailarín, volará, como otrora lo hiciera Vaslav Nijinsky al dar su salto del gamo.

http://kentauro.blogspot.com.es/2011/01/nijinsky.html

 

Ambos muchachos siguen la ley de su deseo, gracias, en el caso de Billy, a la fuerza de su vínculo con esos objetos internos, que tan amorosamente le lanzan el difícil imperativo, que se expresa en la frase:

 

- ¡Sé tú!

 

Y, ahora, vamos dejando el espacio de lo intrasubjetivo para que nos dediquemos al de las relaciones intersubjetivas, tanto con su aparentemente bestial profesor de boxeo, quien termina siendo sumamente solidario con el delicado jovencito, lo mismo que el tosco padre, quien no duda en correr el riesgo de convertirse en esquirol, para darle otras oportunidades a su hijo, de tal manera que se rompiese la eterna y estéril repetición de lo mismo.

 

Así mismo la comunidad responde, transformada por la persistencia del púber, animado por una mujer frustrada, burda y dura, sólo en apariencia, con la suficiente sensibilidad para servir de pivote a toda una vocación, labor en la que los maestros debemos tener siempre presentes, para estimular eso que, como un germen, que empieza a germinar en los chicos hasta convertirse en una llama, en una pasión, como lo atestiguara el propio Billy ante el jurado calificador para la obtención de la beca en el Royal Ballet, cuando les define, con estas palabras, su vivencia de la danza:

 

- No sé... Me siento muy bien. Al principio estoy agarrotado, pero… cuando empiezo a moverme lo olvido todo. Es como si desapareciera y todo mi cuerpo cambiara. Como si tuviera un fuego por dentro y me veo volando, como un pájaro. Siento como una electricidad. Sí, como electricidad…

 

Es eso precisamente lo que viene a decirnos Enya con su canto de sirena, como si comprendiese al jovencito que sostiene su deseo:

 

Un día, una noche, un momento; los sueños podrán realizarse; así, aunque tras un paso, venga un tropezón o un tambaleo; con toda la consciencia de que el camino es toda una jornada por hacer, que, al final conformará el libro de sus días.

 

¡Qué forma más bella de hablar del proyecto existencial, en el sentido heideggeriano, o del proyecto identificatorio, en términos de Piera Aulagnier! [8] [9]

 

El pequeño sabe que, siempre y cuando, nada le impida intentarlo, ondeara, así pueda caerse y tambalearse, al confiar que algo encontrará a lo lejos, fuera del camino, que le ha sido trazado de antemano, al liberarse del deseo del Otro, siempre y cuando ose atravesar la anchura del mar. [10]

 

Y sobre todo, Billy sabe que no es William Elliot, aunque sea el nombre que conste en su registro civil; él no puede ser otro Billy Elliot, como es conocido por sí mismo, la familia y la colectividad en la que ha vivido, nombre por el que lucha denodadamente; ese es el signo de su identidad; por ello no puede dejárselo arrebatar.

 

Pero, con todo y ésto, una duda me asalta, al preguntarme  por la posición política, tanto de Stephen Daldry y Lee Hall, como de Melvin Burgess.

 

Sin duda, todosos tienen una enorme comprensión empática de los adolescentes y su mundo.

 

Y habría que aceptar la solución que proponen,  tal vez, ésta fuera la única salida posible para nuestro protagonista; sin embargo, es como si hubiese una aceptación de las políticas neoliberales de la Tatcher, tras la derrota de la clase obrera y el que la Dama de Hierro, se hiciera la de la oreja mocha, en relación con la legalización del matrimonio homosexual, que apenas si será posible  en Inglaterra en 2015, si las iglesias anglicana y católica no terminan por hacer archivar ese proyecto.

Y preocupa que dichos autores den su voto por un mítico self-made man, así Billy Elliot no lo sea si somos suficientemente rigurosos, puesto que ha contado con los otros, Mrs. Wilkinson, la abuela, el amiguito, el padre, el hermano, el profesor de boxeo y la comunidad, en general, incluido el Royal Ballet, quienes le posibilitan la realización de su sueño.

 

El problema es que Billy Elliot podría constituirse en  una historia más, para engrosar el grueso tomo, sobre  las vidas de los self-made men, que nos propone la literatura neoliberal, al plantearlos como entes surgidos más allá de las luchas colectivas, como racionalizaciones,  para justificar un individualismo a ultranza y las privatizaciones de las empresas, al estilo que las impusiera la primera ministro inglesa, para de una vez olvidarse, de la propuesta de un Estado de Bienestar, en la medida que el neoliberalismo nos propone reducir el tamaño del Estado, para que éste haga lo mínimo por la vida de sus individuos, sin preocuparse por el buena ventura de las familias, ni de la sociedad en su conjunto, ya que estos superhombres no necesitarían de ayudas adicionales para lograr sus cometidos.

 

Ese es el embeleco en el que han tratado de vendernos, al crear un fábula utópica, que intentan imponer desde su ideología del hombre de éxito,  del que Billy Elliot vendría a ser un ejemplo paradigmático, como si no hubiera personas con talentos especiales y se ignorara que otra gran mayoría de la población carece de ellos, por mucho que se esfuercen por adquirirlos y convertirse en triunfadores en la vida.

La ideología neoconservadora  refuerza la creencia en ese desarrollo creativo de las capacidades humanas, a través de una serie de semidioses de la sociedad postindustrial, con lo cual, muchas veces, lo que se promueven son personalidades narcisistas, que se proponen como modelos, a través de los medios de comunicación de masas, dentro de los cuales está el cine mismo, como parte de ensueños hipercapitalistas, como nos lo señalara José María Mardones en Utopía en la sociedad neoliberal. [11]

 

De esa manera que no sé si Burgess y Daldry se constituyan en profetas del neoliberalismo y se hacen precursores de modernas mitologías, en medio de todo el caos postindustrial y postmoderno que nos obliga a trabajar como a las hormiguitaz de Woody Allen, o como chinos para utilizar la expresión de Enrique de Amo. No podamos creer en las robinsonadas, de la que hablaba Marx, que bien le gustan a la economía política, puesto que los Robinsones son sólo mito, en la medida que nadie puede existir sin el Otro de la Cultura. [12] [13]

 

Billy Elliot, al menos no lo hace; él logra capturar la mirada de Mrs. Wilkinson.

 

Y su elección de carrera misma requiere de ese Otro, para ser mirado por sus semejantes, cuya ayuda no podría desconocer jamás, salvo que se dejara poseer de una estúpida arrogancia.

Pero, a su vez, lejos de toda alienación, Billy no completa al otro en su deseo; podríamos decir que es una verdadera máquina deseante, en el sentido de Deleuze [14], y se sabe siempre en falta, lo que se constituye en motor de su existencia; podríamos decir que sus fantasías le enseñan a desear o a la inversa que sus deseos lo llevan a fantasear con un futuro original y propio, sin estar nunca al margen del lazo social, que le ayuda a constituirse como sujeto.

 

Referencias: 

 

 

[1] Burgess, M. Billy Elliot. Editorial Norma, Bogotá, 2001, 186 pp.

 

 

[2]  Lee Hall es un guinonista inglés, nacido en 1966, cuyo mayor éxito comercial fue Billy Elliot, para el que se inspiraría la novela del viejo A. J. Cronin, Las estrellas miran hacia abajo, sobre los mineros del carbón, quienes entran en huelga. Para la caracterización de Billy, Hall se inspiró en la historia del barítono británico, Sir Thomas Allen, quien se crió en un ambiente parecido al descrito por el guionista, quien sirviera como tal para la cinta de Stephen Daldry, para luego adaptar el texto para un musical, con la ayuda de Elton John.

 

[3] Íbid. pp. 6-7

 

[4] Córdoba Sánz, R.  Anotaciones sobre un artículo de Janine Puget sobre Piera Aulagnier. Piera Aulagnier: lo social, 27 años después.

  http://psicoletra.blogspot.com.es/2009/02/anotaciones-sobre-un-articulo-de-janine.html

 

 

[5] Burgess, M. Billy Elliot. Editorial Norma, Bogotá, 2001, p. 5.

 

[6] Freud, S. La interpretación de los sueño en Obras Completas (t. IV). Amorrortu

   Editores, Buenos Aires, 1976, pp, 142-152.

 

 

[7] Camus, A. El hombre rebelde en Obras Completas (t.II). 3ª. ed., Editorial Aguilar, México, pp. 583-870

 

[8] Vattimo, G. Introducción a Heidegger. Gedisa, 1987, 183 pp.

 

[9]  Horstein, L. Piera Aulagnier y el contrato narcisista.      http://psicoletra.blogspot.com.es/2009/10/piera-aulagnier-luis-hornstein-y.html

 

[10]    Alberro, N. Deseo del Otro, deseo del analista.

       http://www.imagoagenda.com/articulo.asp?idarticulo=1226

 

[11] Mardones, J.M. Utopía en la sociedad neoliberal.Editorial Sal Terrae, Santander 1997, p. 15.

 

[13] Marx, K. Elementos fundamentales para la crítica de la economía política.  http://www.scribd.com/doc/12822033

 

[14] Díaz, E. Gilles Deleuze: Postcapitalismo y deseo.

    http://www.estherdiaz.com.ar/textos/deleuze.htm

 

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