Ignacio Zuloaga y Joaquín Sorolla - Un paralelo

Ignacio Zuloaga autorretrato

Joaquín Sorolla autorretrato

por Roberto Cugini

 

El subjetivo de las individualidades y el objetivo del mundo iridiscente. Uno, pintor de una raza y psicólogo del carácter; otro, pintor del “plein-air” luminoso. El espacio diáfano y el espacio visible. La perspectiva documental y la perspectiva de espacio.

Hablaré primero de don Ignacio; es maestro de psicología. Su arte es pintura de caracteres. Copiando sus tipos en España, realiza la interpretación de la raza. Enamorado del sentido humano de las cosas, las interpreta en lo que más definen de substancial. Puede afirmarse que universaliza lo individual, porque reproduce la síntesis de lo permanente, el sello de personalidad típico, inconfundible .

Lo individual, lo psicológico en Zuloaga, es lo finalizado: lo que “es”, sin poder ser de otro modo.

Lo mudable y transitorio no encaja en su obra. En sus tipos caracteriza el estado histórico de su pueblo. En sus paisajes vuelca también la síntesis verdadera, sin accidentes de la luz, sin la hora fugitiva, sin la relatividad del momento de la luz. Siendo la luz lo inquietable, Zuloaga la rehuye. Su perspectiva, no es nerviosa, diáfana; es opaca, con la necesaria transparencia para definir la ilusión del espacio objetivo, de la profundidad visible.

Sorolla, en cambio, es pintor cálido, de luminosidad plena. Pinta la luz iridiscente, vibrante. Su sentido del arte es objetivo. Objetivo y panteísta. Este panteísmo distrae su optimismo en el átomo transparente. Ama la atmósfera encendida, la Naturaleza ardiendo en caricias de sol.

Sorolla pone en todo animación solar, policromía oxigenal. Posee el secreto del arco iris. Es la Naturaleza en plenitud de vitalidad, de goce. Su perspectiva aérea es oxígeno purificado, diafanidad milagrosa, claridad suprema, radiación perfecta.

Entre Zuloaga y Sorolla media la diferencia que va de lo profundamente humano, a lo objetivo. El uno es analista incisivo que se asoma a las almas y se atormenta, descubriendo un significado en cada cosa, un sello inmutable de lo constantemente divino. El otro es un pintor de ambiente, que se distrae pintando, aceptando la Naturaleza en sus caprichos, sin hacer crítica ni ahondar lo inquietable.

Mientras Zuloaga penetra el mundo oculto de las cosas y juzga los valores humanos despiadadamente, Sorolla abre la ventana de su alma y se extasía ante la realidad del mundo.

Zuloaga es un gran brujo, que muestra lo que Dios oculta en las almas; Sorolla oficia en el altar divino, cultivando el goce de vivir, callando lo que ve de íntimo.

En Zuloaga asoma siempre la sed de descubrir, de ver hondo y de decir las cosas como las ha sentido. En Sorolla asoma lo que juega, y, como él juega con lo que vive, se goza en ello, mostrando lo que ha vivido.

Tan distintos espíritus debían producir creaciones opuestas. La diferencia estética que hace antitéticos a Zuloaga y Sorolla, se manifiesta en su forma de encarar el sentido de la vida.

He dicho que uno analiza y juzga, caracterizando lo que descubre de íntimo en las cosas; el otro manifiesta voluntad de vivir, traduciendo el juego de su albedrío.

Zuloaga es “él”, a través del secreto de las individualidades. Sorolla es “él”, en las cosas y entre las cosas.

Las brujas de San Millán

Sorolla pinta lo universal, sin particularidad caracterizada. El pintor guipuzcoano determina su conciencia y la sitúa en el universo.

El artista valenciano goza la vida y se distrae, situándose entre las cosas, como maravilla entre maravillas.

Veo en Sorolla una sensibilidad refleja. En Zuloaga descubro una sensibilidad revisada. La obra de Zuloaga es más humana que la de Sorolla, por ser más honda, más personal; en él se adivina la conciencia que siente necesidad de revisar la moral, para saberse conciente. Este artista es un filósofo que no ve el mundo en extensión, en infinito, sino en intimidad; no admira al mundo comprendiéndolo como una ventana abierta a la contemplación, sino como una lucha, como el esfuerzo de la voluntad de ser persiguiendo el secreto de su finalidad, de su razón de lucha, de su razón de existencia. De ahí que asoma a las almas para definirse y comprobarse. En todas sus caracterizaciones hay el secreto de lo que busca situarse. De ahí que las psicologías que más se alejan de su personalidad, las que más difieren de su “yo”, las define exagerándolas, con aquel secreto de quien se sabe distinto. Este es el misterio de Las brujas de San Millán...

En este misterio de las brujas radica la fuerza subjetiva del arte de Zuloaga. Psicológica y fisiológicamente los personajes de San Millán, son de una idiosincrasia que contrasta enormemente con la naturaleza espiritual del artista. Tal vez por esto, él ha sentido esos personajes intensamente. De no ser inconciliables con su personalidad, no los hubiese sentido hondamente. Porque en arte se prolongan los rasgos y caracteres que más difieren de nuestro yo; por lo mismo que son los que mejor individualizan las personalidades que nos contrastan.

Las Brujas de San Millán exageran el retrato y caen la caricatura; es, precisamente, más que por sus rasgos físicos, por su condición de brujas. En esa, su naturaleza moral, radica lo que hace al artista sentirse distinto como individualidad. Y esto lo lleva a acusar los caracteres, en una intensidad o prolongación proporcional al efecto sufrido.

En esa diferenciación psicológica, el artista avalora moralmente sus protagonistas: los pesa, y por contraste, se mide. Por ello es que cuanto más se sabe distinto, más carácter agrega a lo que él representa, porque al acusar los valores, según su agudeza de penetración, destácase su propia identificación. De ahí que la característica de las cosas, no sea sólo característica de ellas, sino, más que otra cosa, característica del creador. Un observador talentoso, frente a Las brujas de San Millán, no se dirá: el artista las supo ver, se dirá: el artista al verlas, se supo comprender; o bien: he aquí, en cada uno de estos personajes, su propia psicología, por contraste del temperamento intérprete.

Precisamente, Las brujas de San Millán nos cautivan por ser distintas sus psicologías a nuestras espiritualidades; hay en esto, un grado de atracción morbosa. En cambio, el lienzo de los vendimiadores ¿no os parece que no sorprende? Sus protagonistas son seres que vemos a diario y se nos parecen; los vemos pasar a nuestro lado en la figura cotidiana. Por esto es que sus caracteres no se prolongan en nuestra alma. En cambio, cuando el artista culmina en un enano, una manola o un torero ¡ cuánta maravilla vuelca traduciendo caracteres! Parece entonces hallar encanto en descubrir naturalezas antitéticas. Dijérase que quiere vivir, de incógnito entre los hombres, dando vida a espíritus que no podrían ser gemelos. Y se oculta en sus entrañas, desgarrándolos por lo hondo...

Sorolla no es profundo como temperamento, no sufre el contraste de las almas, no se inquieta caracterizando los espíritus que le difieren. Todo en su pintura es prodigio de luminosidad; parece como si hubiese vivido sin el asombro de hallarse en el mundo con seres desconocidos y opuestos. En él no aparece la inquietud que despiertan los seres que piensan, sienten y obran distintamente.

Sorolla ve las cosas en el conjunto, como jugando y no se interesa en penetrar los secretos resortes que las mueven. Si sorprende una escena, descubre el movimiento exterior, sin asomarse a ver si la escena tiene un significado particular para cada uno de sus actores. Su arte es puramente contemplativo, sin la crítica del observador agudo. Zuloaga es escéptico, por ser despiadado. Sorolla es optimista, por ser indiferente. El arte del vasco es un laboratorio de análisis humanos. El arte del valenciano es tan sólo un mirador amable, cómodo...

Técnicamente observo que la luz y el color, Zuloaga los interpreta en sentido de idealidad aparente. Del paisaje le interesa el cuadro documental y la visión perspectiva de extensión. No hace del espacio motivo de vibración, sino de documentación. Para él, basta la luz que deja ver y permite situar el paisaje con fisonomía local. Usa únicamente la transparencia necesaria a los planos y a las distancias. Le basta la transparencia que consigue la perspectiva; no los problemas de la perspectiva, por la luz. Utiliza la idea de profundidad en transparencia suficiente, no en espacio diáfano. La transparencia de su visión objetiva es calculada en relación a su interés geográfico documental. Localiza geográficamente el ambiente. Pinta el ambiente en planos y formas, sólo para valorar distancias y definir la arquitectura del paisaje. La luz, por esto, penetra en sus ambientes documentales de modo apenas necesario. Esta opacidad de su luz, bástale para crear el ambiente y el espacio objetivo.

En el paisaje Zuloaguesco, la luz es objetivismo de localización. Ello responde a que el protagonista de sus cuadros es la figura, y que éstas, por ser estudios psicológicos de una raza, para mayor significado histórico, exigen la accesoria documentación de lugar.

El paisaje, don Ignacio lo toma como pretexto, subordinándolo al interés central de sus caracterizaciones. Por tal motivo son opacos y carecen de la plástica vibrante del color.

Lo distinto hace Sorolla. Para él, el paisaje es diafanidad radiante. Esto se explica, no siendo un intérprete de las almas, no singularizando sus obras en un análisis central predominante.

En Sorolla, profundidad, espacio, es atmósfera. En Zuloaga, son razones de perspectiva. Esta gran diferencia crea el Sorolla luminoso y colorista; esta misma diferencia ha prestado tanta riqueza cromática a la paleta del valenciano.

Se comprende, que, dependiendo el arte de Sorolla de la luz, sea toda su pintura, espacio; es decir, vida en profundidad luminosa.

Saco de esto en consecuencia una novedad: existe en la plástica, el espacio pictórico real y el espacio pictórico ilusionista. Zuloaga es el intérprete de la profundidad suficiente al interés documental: espacio de transparencia calculada, que llega al horizonte. Sorolla es intérprete del espacio luminoso real, efundido en ambiente, transparente en diafanidad, universal, que envuelve al horizonte y lo supera.

El uno es la profundidad distancial. El otro, don Joaquín, traduce la profundidad infinita, sin cálculo, abovedada en la luz.

El paisaje de Zuloaga hace concebir las formas en ilusión de distancias. En cambio el de Sorolla, hace ver las formas y los volúmenes, en realidad de espacio.

Para don Ignacio, el color significa, luz por el sentido local del paisaje, y este sentido lo subordina al predominio de sus caracterizaeiones de Castilla la Vieja y Castilla la Nueva. Para Sorolla, el color equivale a espacio y objetividad por la luz.

Siempre he creído que un artista que usa el paisaje, debe estudiar la luz. No me refiero a la luz radiante; hablo de ella, sea haz solar o no: me refiero a la profundidad objetiva del ambiente fundido en diafanidad. Llamo luz, en sentido pictórico, al espacio visible, al carácter documentado de toda realidad objetiva; no al agente, ni al grado de su potencia activa.

Pictóricamente, luz significa, no el agente que emana, ni el grado de claridad que irradia, sino la realidad del espacio, en profundidad visible y documentada. La luz, en sentido pictórico, como agente, carece de significado objetivo. Existe sólo en ambiente, en claridad, fuera del foco activo, sobre las cosas, como valor que al iluminar denuncia, deja ver, creando la ilusión visual.

Siendo la luz, en verdad pictórica y en objetividad, espacio transparente en profundidad, el paisaje no puede ser opaco, por ser, espacio y ambiente objetivos iluminados en diafanidad infinita. Luego, los ambientes del vasco-español, puramente geográficos en superficie, carecen de valor pictórico, -por tener únicamente un valor significativamente intencionado. Y esta intención obedece al interés fundamental de los tipos que Zuloaga interpreta con amor a su raza.

 

IGNACIO ZULOAGA

 

Ignacio Zuloaga. Manuel de Falla, la vida breve

 

http://rtve.es/v/2900971

38 cuadros de Sorolla con música de Chopin HD

 

SOROLLA Y EL MAR Documental

 

SOROLLA, PINTAR Y AMARTE

 

Casa Museo Sorolla (Madrid)

Roberto Cugini

Revista Proa Año I - Nº 1

Buenos Aires, Agosto 1924

 

Editado por el editor de Letras Uruguay

Email: echinope@gmail.com

Twitter: https://twitter.com/echinope

facebook: https://www.facebook.com/carlos.echinopearce

Linkedin: https://www.linkedin.com/in/carlos-echinope-arce-1a628a35/ 

 

Métodos para apoyar la labor cultural de Letras-Uruguay

 

Ir a índice de ensayo

Ir a índice de Roberto Cugini

Ir a página inicio

Ir a Índice de escritores