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Los músicos
Marietta Cuesta Rodríguez
marieta12@etapanet.net

 
 

El conjunto continuaba en el escenario, la melodía era fantásticamente irreal, golpeaba los oídos y todos los sentidos con su inmisericorde  son, como si mil martillos desclavasen de raíz, es algo como divino goce de armonías que se enredó en el alma, como inyectando a las venas y al recuerdo sensaciones desatinadas, sin nociones, sin rumbo, sin solo, sin esperanza, algo así que quisiera arrancar lo arraigado, deslindar los linderos y desbrozar lo existente para dejar la nada y el vacío.

Y el recital continuaba, los músicos  vestían la más  extravagante indumentaria. El más joven, el de falda corta de plumas de flamingo, llevaba el dorso desnudo en el mismo que se destacaba una grotesca  calavera tatuada, que gracias al fantasmagórico juego de luces, parecía sonreír burlescamente  al auditorio enloquecido.

El de cabellos desgreñados, vestía un túnico de piel de pantera y se encontraba maquillado de tal modo que daba la impresión de ser un real y auténtico caníbal, esos de las películas africanas, de esos  que danzan alrededor de sus víctimas

El platinado, el sin cejas con su melena cuadrada y sus ojos melancólicos, era dueño de un tatuaje en plana espalda, tatuaje de unos descomunales labios de mujer ribeteados con lentejuelas lacres.

Otro cubría su cara con una máscara galáctica, todo sudoroso por el esfuerzo que hacía al respirar enmascarado: completaba su atuendo con un pañuelo de flecos multicolores que nacían desde su cintura desnuda.

El baterista, llevaba un pantalón de raso a rayas  leonadas y cafés, aparentando ser un tigre en época de celo.

Para finalizar su esplendorosa actuación de música metálica, el de pantalones adheridos a sus piernas, el trompetista de manos fuertes y vellosas estranguló un niño de ojos pardos.

No podíamos reaccionar de otra manera, el concierto había sido excepcional… Sudando d emoción aplaudíamos embelesados, las damiselas lanzaban besos y prendas de vestir al escenario y las histéricas jovencitas palidecían su desmayo…

Marietta Cuesta Rodríguez
marieta12@etapanet.net
Relato tomado del libro Microrelatos de un sombra

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