Nirihuau

El clima de las diez de la mañana no molesta ni satisface, solo anticipa como será el resto del día.
-¿Cómo te llamás? - El chofer le preguntó a su pasajero
-Domingo - contestó el pasajero, mientras cerraba la ventana del auto
-¿Turista? 
-No, periodista, estoy haciendo un informe sobre estaciones de trenes.
-Mira vos... ¡qué interesante! - dijo el chofer mientras encendía un cigarrillo - Un periodista respondiendo preguntas - El viaje siguió sin mas conversación, lo único que se escuchaba era una canción que salía de la radio del auto.
-Hasta acá llegamos. El chofer mirando a Domingo habló -cruzas el río, por aquellas piedras- le miró los pies - sácate las zapatillas y una vez que estás del otro lado, seguís el camino y dando vuelta aquella ladera ves la estación - tiró la colilla encendida a los restos del puente - Desde aquí se ve el techo, ahí mismo, ¿ves?.
Domingo, mientras bajaba hacia el río, notó las partes que el fuego no había consumido del puente, se sacó las zapatillas y mientras cruzaba el río observaba como se iba mostrando cada vez mas el techo de la estación, justo por encima de las rocas que debía ladear. Al llegar a la estación se sorprendió de ver tanta quietud, digo se sorprendió porque se sintió tan acompañado de sí mismo que esa soledad no significó mala compañía. Se dirigió a la boletería, golpeó la ventana y de la puerta salió un hombre, con el evidente uniforme de quien trabaja en una estación de trenes.
-Buen día.
-Buen día -respondió Domingo- Quisiera un boleto para... - Domingo se dio cuenta que era una locura ese diálogo, sabía que ocasionalmente pasaba algún que otro tren y no paraba ahí, - ¿qué hace un boletero en una estación que no vende pasajes? - Preguntó.
-¿Y quien dijo que no funciona? - Ramón preguntó - Además no soy solo el boletero, soy todo en esta estación. Con cierta cara de enfado, Ramón tomó el balde y se alejó de la estación. Domingo comenzó a recorrer el lugar observando y tomando apuntes sobre el lugar en su libreta. Nada podía escribir, solo lograba garabatear algún dibujo sin sentido. A su regreso, Ramón comenzó a hablar, como dirigiéndose a un numeroso público, pero solo Domingo estaba presente.
-Es la estación de salida del paraíso, cuando uno se cansa de tanta belleza, viene aquí, con sus cosas, todas sus pertenencias y se sienta a esperar el tren. Siempre eligen el cordón debajo del alero, una vez que el tren no llega, cansados de tanta espera se olvidan porque se quieren ir, agarran sus cosas y vuelven a sus lugares. Por ejemplo - mirando fijo a Domingo - la persona que te trajo, estuvo tirado en las vías nueve días, decidido a que el tren lo pisara, pero espero tanto su muerte que ya no quiso morir, ahora es un excelente chofer... eso sí, tiene terror de cruzar las vías.
-Podés ponerlo así -señalando la libreta de Domingo- hay un tren, al cual no vemos pasar por estas vías, en el cual viajan las personas. Pero además hay otro tren, el cual si vemos como no pasa, que tampoco debemos ver, en el cual viajan nuestros problemas. Los problemas por los cuales no pagamos se van gratis. Sin pagar boleto. Nadie se va acercar a un problema exigiéndole un boleto.
-Pero el otro día vi pasar un tren, lleno de gente y un vagón con autos.
-Por supuesto, ese tren!, es la tercera clase de trenes, el de turistas!
-¿....?
-Los turistas no son gente, son solo turistas.
-¿Y quien quemó el puente?
-¿Qué puente?. Acá nunca hubo ningún puente - Ramón se dirigió al pizarrón de la estación y luego de borrar lo que estaba escrito, tren con demora, escribió, Tren con demora.

Junto con la noche llegó un pasajero, un hombre que arrastraba una valija, un cuadro y un bolso. Llego cansado, se lo notaba cansado, no habló con nadie y se recostó en la vereda de la estación, dejándose caer. Nadie le prestó mayor importancia.

Ramón se dirigió a la estación, encendió las luces de la misma, sacó la bolsa de correo y tras guardarla se dirigió a su habitación. Faltando pocas horas para la madrugada, se levantó en busca de un vaso de agua y observó por la ventana como el pasajero aguardaba pacientemente el tren, tirado sobre las sobre las maderas que estaban apiladas junto a las vías al costado de la estación.
Domingo, sueño mediante, trataba de encontrar palabras para su historia.
-Despertate, te preparé el desayuno, Ramón se dirigió a Domingo: - Yo soy una mala persona pero ¿podes decir que soy una mala persona?
Domingo no contestó nada y Ramón se dirigió a despertar al pasajero, luego de una breve charla, le hizo señas indicándole donde quedaba el río y hacia allí se dirigió el pasajero. La luna no se había ido, parecía espiar como vivía la gente que soñaba por las noches - ver la luna de día es comer ver un gusano en la manzana que vamos a comer- le dijo de pasada el pasajero a Domingo.
Ramón se dirigió a tratar de poner en marcha su auto, el cual estaba apoyado sobre unas piedras, ya que le faltaban los cuatro neumáticos - iba y venia del volante al motor, domingo le ofreció su ayuda, pero haciéndole señas con la mano no la aceptó.
Al paso de unas horas, el pasajero llego corriendo a la estación, con el pelo mojado y la camisa a medio poner, arrastrando sus pertenencias - ¿se fue? - se dirigió a Domingo - No me digas que se fue, ¿adonde se fue?..... tren de mierda, no paró ¿no?, ¡ja! ¡Seguro que no freno y la puta madre que lo parió!-. Después de resignarse a la pérdida del tren, Domingo le explicó que por ahí no había pasado ningún tren - No puede ser, si la chica que estaba conmigo en el río, me entendés ¿no? ¡Je! Bueno, me dijo que el tren estaba en la esta ... , está bien, está bien, esta vez ganó. El pasajero se fue hasta el cruce, sacó de su bolso un armónica y comenzó a soplar una canción.
El lugar para recorrer no era demasiado extenso pero daba da la sensación que cada paso que dabas era la primera vez que pisabas ese lugar. Desde la parte de atrás de la estación podías ver todo el valle y más allá veías lo que parecía una ciudad. Era como si la estación le diera la espalda a la ciudad, de hecho, el que construyó la ciudad seguramente lo había hecho a propósito, no vaya ser que la ciudad partiera corriendo detrás del tren. Desde la parte delantera de la estación, la que le da la bienvenida al tren, se ve el deposito de carga y un par de casas, que están a metros, pero parecen estar al otro lado del océano. Es como si fuera un gran cine, donde nada te pertenece y a lo lejos ves todo lo que tenés.
El tren seguía sin llegar, eso hacía más impaciente la espera del pasajero. Ya solo pensaba en lo aburrido que estaba. Se tiraba sobre las vías de maniobras, sosteniendo su cabeza con sus manos, con los párpados quebrados sobre sus ojos, observaba como Ramón borraba y escribía en el pizarrón, una vez mas, tren con demora.
Ramón, luego de guardar la tiza, se acercó a Domingo y le dijo:
-¿Porqué no vas a tomar algo al bar?
Hacia ahí se dirigió y una vez que se sentó, espero unos minutos que alguien lo atendiera. Notó que era la primera vez que entraba en la estación, en el lugar había fotos de otros lugares, enmarcados de una manera muy profesional. Una ancla adornaba uno de las rincones y encima del marco de la puerta había una absurda dentadura de tiburón. Ramón sirvió dos vasos de vino y se sentó en la mesa. 
-¿Qué pasó con las ruedas del auto? - Domingo preguntó
-Se quemaron cuando cruce el puente que estaba en llamas, el puente que nunca existió, ¿estamos claros?, ¡nunca existió!. Se comenzó a incendiar y me di cuenta que yo estaba del otro lado, es que había ido al cine.....
-¿No extrañás ir al cine, al teatro, que sé yo, salir con una mujer? - Domingo interrumpió
-No, tengo mi propio espectáculo acá, todo lo que necesito ver esta en este lugar. Además, no hay mejor historia que la que transcurre en el presente.
-¿En el presente? Si trabajás en un tren que ya no existe
Ramón lo miro fijo y de un trago vació su vaso.
Era casi de noche, las nubes amenazaban con golpear la tierra. Ramón salio en busca del pasajero para hacerle unas preguntas, pero notó su ausencia. A lo lejos cruzando el río, vio como se acercaba el Fiat Duna rompiendo la calma del camino, mas acá vio al pasajero cruzando el río. Se secó, se puso las zapatillas y antes de subir al auto, miro hacia la estación e hizo un corte de manga.
-No siempre funciona le dijo el chofer al pasajero.
-No siempre funciona le dijo Ramón a Domingo.
Al llegar la noche una vez más, una pasajera aguardaba en la estación, el clima se había vuelto espeso, cálido, todo estaba listo para la llegada de la lluvia. Llevaba tan solo un bolso mediano, sabiendo que no necesita más, tenía en su mirada algo así como una leve sonrisa, esa sonrisa que llevan esos pasajeros de la eterna despedida.
Domingo se marchó al día siguiente, sin historia de trenes, pero sabiendo que algo comenzaba a funcionar.

Rodrigo Cousillas

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