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Sabores y sinsabores: homosexualidad y homofobia en el cine, radio y TV cubanos
por Dr. Avelino Víctor Couceiro Rodríguez
vely175@cubarte.cult.cu

 

Introducción: aperitivo.

El origen de estas cuartillas se remonta a 1987-1989, cuando al iniciar los Estudios Culturales en Cuba para que la promoción cultural revolucionara a niveles superiores sobre bases científicas, desde la Dirección Municipal de Cultura Plaza de la Revolución se aportó una conceptuación científica de la cultura de cuya operacionalización emergió, entre otras muchas, la cultura sexual hasta entonces silenciada, con todos sus valores y anti-valores, incluidos entre estos últimos, sus prejuicios y entre ellos, la homofobia. Ya entendida dentro del sistema integral con que estábamos enfocando la cultura, una de las líneas a investigar era su presencia en los medios de difusión en el mundo y en Cuba, lo cual apunta directamente a estas líneas. Ya entonces se definió (por ejemplo) lo inadecuado del verbo “tolerar” (contraproponiendo “aceptar” o cuando menos, “respetar”, y este sí se exige) y del término “diferencia” por marginadores, mucho antes que se pusieran de moda en el tema que nos ocupa, respectivamente, a fines de los 90 y en el siglo XXI.

La primera gran batalla se ganó el 5 de mayo de 1993 en el III Simposio Territorial de Estudios Culturales municipal, al estimular al siquiatra retirado Dr. José Luis Arenas Mazorra a presentar su La homosexualidad. Acercamiento al estudio de su etiología que por definición, no rebasaba más allá de entenderla enfermedad, pero por primera vez se presentaba el tema en un evento cultural integral, que por demás era parte de revitalizar la “Iglesia del Derrumbe” antigua del Carmelo, casco histórico de dicha barriada pero contexto que se ha abanderado de homofobia en la cultura occidental, así como otros grandes protagonistas del evento que fueron otras denominaciones cristianas, la Comunidad Hebrea de Cuba y la Asociación de Haitianos Descendientes y Residentes en Cuba; pero un jurado de altísima valía (Dr. Jesús Guanche Pérez, la socióloga Regla de la Sierra y la sicóloga Clotilde Arregoitía) y la preparación anti-homofóbica de todo el equipo al frente, hizo que su debate tan científico como comunitario, le permita trascender como el primer gran acto público institucional contra la homofobia en Cuba y con tan polémicos y difíciles contertulios (precisamente, donde más urge) si bien los medios se negaron entonces a darle el respaldo que merecía, justo por tantas trasgresiones.

Trascendió el tema, que llegó para quedarse, uno de los que han prestigiado tal evento municipal pero al que se ha integrado el resto de la ciudad, del país y de otros países, hasta la actualidad, con trabajos cada vez mejores de lo más humilde de nuestra población, y de lo más avanzado de nuestra intelectualidad, que empezaron a conquistar menciones y premios y a representar al municipio en otros cónclaves provinciales y nacionales, para expandir nuevos escenarios contra la homofobia, que a la sazón ni se mencionaba y mucho menos, se identificaba como la patología social que es; el Centro Nacional de Educación Sexual (en adelante, Cenesex)[1] invitado desde un inicio, respondió al llamado en el IV Simposio de 1995, pero con trabajos absolutamente ajenos a la lucha anti-homofóbica e incluso, sin responder en 1997 al ofrecérsele para un evento internacional de Sexología, el título ¿Cultura Homosexual? Que sin embargo, sí fue muy exitosamente acogido en el III Simposio Internacional de Antropología en la Academia de Ciencias de Cuba (1998) por el Instituto Cubano de Antropología, primer y muy triunfal debate en un evento internacional que en Cuba incluía las más diversas temáticas culturales (ver Couceiro y Perera, 1999), luego de otros acercamientos (ver Couceiro, 1996) para legar el primer gran hito en tal suerte de confrontación del tema hasta estas páginas.

Durante este proceso, se había exhibido en los cines cubanos el emblemático filme Fresa y Chocolate (1993-1994), que junto a la relativa apertura de visita al país de organizaciones gay-lésbicas, tuvo impactos inmediatos como las llamadas fiestas gay: nueva, fresca y genuina acción popular (casi impensable en Cuba hasta poco antes) en numerosas casas particulares y a muy módicos precios, que llegaría a contar con centros estatales: El Periquitón hacia Marianao, y en Santa Clara, El Mejunje (citado desde 1980), más lejos de la censura; del céntrico Vedado, no por albur llamados Joker, “bromista”: el Saturno (Línea y 10); Línea y E, etc. serían desplazados por la homofobia mediando la policía hacia la periferia (cine Alegría, antes Marta, límite entre los municipios Diez de Octubre y Arroyo Naranjo), aunque la Asociación Hermanos Saíz, mediando Norge Espinosa, los acerca nuevamente para la Quinta de los Molinos con sus tres Festivales de Arte Homoerótico (1998-2000).

Las fiestas gay desde el inicio enfrentaron todo tipo de prejuicios y “arreglos”: 1994-1997 fue su primer y más feliz momento por la autenticidad en la cultura sexual y el acceso a todos los bolsillos, continuadas en el nuevo milenio por una segunda etapa, mucho más caras y más “para vestir” con el travestismo como el gran protagonista y espacios que como casi todos, copaban los “pingueros” con su imagen internacional de barata armonía (ver Couceiro, 2013a). Ya en la segunda década del siglo, estamos viviendo un tercer momento al contar con centros estatales como el otrora estelar cabaret Las Vegas, que así recupera su auge bohemio de antaño; El Karachi, El Centro Vasco, el hotel Lincoln y otros, aportando bailarines eróticos y strippers, que comparten ahora con los travestis y la prostitución, y que aun excesivamente caros para el bolsillo del trabajador cubano (inaccesible al estudiante) sus precios no diferencian del resto de las ofertas en el país en casi todos los renglones, y sí abaratan con respecto a la etapa previa, además de opciones particulares como Escaleras al Cielo en la Habana Vieja, aun más caras (5 cuc): dejan de ser clandestinas, y por tanto irregulares, cuestionadas y hasta hostigadas; conservan erotismo mas pierden el “espacio sexual” de la primera etapa y ocasionalmente, la segunda, que solucionaba esta, como toda cultura sexual; espacios aun inexistentes en Cuba con la dificultad de vivienda y todo tipo de intolerancia familiar, que no es solo sexual, y en otros países se ha resuelto con saunas y clubes de sexo. Son acontecimientos que giran en torno a los medios, y los medios giran en torno a ellos… solo se puede remitir a otros textos para profundizar (Couceiro, 2009:232-239), pero no obviar.

No se propone este texto un homenaje a la cinta referida en su 20 aniversario, aunque bien lo merece por el hito que marcó, no solo para la cinematografía cubana, sino para toda nuestra sociedad, que a menudo (tristemente) ha sido más isla cultural (en el sentido integral del concepto “cultura”) que geográfica. El objetivo radica en valorar todo lo que se ha logrado desde entonces (que como todo análisis, debe partir de sus antecedentes y del contexto), cuáles han sido los verdaderos logros llenos de aciertos y desaciertos, y sobre todo, lo que falta por lograr, que es a la postre, lo que marca el camino a seguir y ayuda al intelectual orgánico que debe encaminar el proceso creativo de cada sociedad, para que los medios definan que el proceso revolucionario continúe en plena evolución a escaños superiores, única manera de que toda Revolución, siempre un fenómeno vivo, continúe como tal.

Roberto Gacio Suárez publica en la revista Tablas del Consejo de las Artes Escénicas, su Teatro Gay en Cuba (1996) y en el teatro América se logran los Festivales Gunila en la lucha contra el sida, con aficionados y profesionales ya reconocidos en la lucha contra la homofobia (y ya entonces, contra el sida), como Rosita Fornés “la vedette de Cuba”, no por gusto uno de los grandes iconos gay cubanos, y la pareja de bailes Purita y Amado, quien bailó una inolvidable rumba en travesti. Pérez Cruz (profesor de la Escuela del Partido Comunista de Cuba) aporta el primer libro cubano a propósito del tema (ver Pérez, 1999)[2] hito en este objeto de estudio al margen de toda polémica, pues con heterosexismo y cierto paternalismo, aun se habla de “proteger la sociedad” considerada a sí misma heterosexual, y evitar que no crezca por la proliferación de homosexuales, lo cual ya antaño y cada vez más, se evidencia más insostenible (ver Couceiro y Perera, 2013); y se sabe de otros interesados entonces y después (aun en el siglo XXI) en la misma Escuela del Partido y en muchas Universidades cubanas, a quienes se les vetaba el tema por no considerarlo “de interés”. En Pérez se ha interpretado (aunque no reconocido) una “visión oficial” que propicia una nueva imagen a partir de cambios de política que antaño, habían dañado sobremanera a la Revolución; algo parecido se interpreta del Cenesex dirigido por Mariela Castro en el contexto de diez años después, y con mucho mayor alcance social y controversia política, para lo que los medios han determinado; ambos, son hitos de cada momento.

Los rastreos previos habían develado los antecedentes del tema en Cuba, y en el mundo, y definir con mucho más rigor por ejemplo, “homosexualidad” más que “homosexual”, entendida como la opción en todo ser sexuado y no como la persona en sí, que se identifica mucho más que por eso, a lo que a menudo, la han reducido los medios. También se impone diferenciar “heterosexismo” de heterosexualidad, entendiendo por el primero aquella postura que privilegia a la heterosexualidad como única opción o por lo menos, “la mejor” y “más correcta”, en tanto su engendro directo la homofobia, ya explicita las tantas maneras de violencia contra toda otra opción, en particular contra la homosexualidad; por supuesto: mientras menos prejuicios tenga un individuo, se frustra menos y reprime menos a los demás, pero eso no excluye que dentro de quienes sistematizan una vida homosexual suelen copiarse los patrones heterosexistas e incluso homofóbicos en que todos somos educados excluyentemente desde el vientre materno (Couceiro, 2009:208-232)

También los antecedentes demostraron la homosexualidad tan normal y común en (al menos casi) todas las especies sexuadas incluido el ser humano y desde sus mismos orígenes, en tanto la homofobia nace (y conserva su cima) a partir del zoroastrismo (Persia, siglo VI a.n.e.), sistema religioso clasista y bélico que enfocaba al mundo como un campo de batalla entre filosas fuerzas opuestas de espíritus buenos y malos, y que en materia sexual, quienes tenían relaciones con su propio sexo eran automáticamente definidos como aliados de los espíritus malignos y al menos en teoría, serían muertos de inmediato (ver Couceiro, 2005) Ello influyó a los autores judíos de las Leyes del Levítico y por esta vía, al cristianismo, aunque la homofobia alcanza su mayoría de edad a fines del Medioevo, del brazo incendiario y genocida[3] de una iglesia que se afanaba por conservar su poder que, como compete a todo poder religioso, es eminentemente sicológico, y dominar la sensualidad más allá de la conciencia, incentivando los complejos de culpa, la vergüenza de su propio cuerpo (trocando lo más natural como anti-natura y viceversa) y los temores, absolutiza su poder.

Se ha dicho que por la lejanía de la Metrópoli y la gran diversidad de las inmigraciones en tanto “llave del Golfo”, en Cuba no se ha reportado tanta agresividad a las diferencias (llegan casos muy aislados), lo cual no quiere decir que no la haya habido, pues por “la vergüenza” y subvalorar lo cotidiano por terrible que fuera tanto para las víctimas como supuestamente escandaloso para los victimarios, muchos no se registraban, en Cuba como en otros países; se ha evidenciado el heterosexismo y la homofobia. Una historia prácticamente sin escribir también por los tabúes, a la que comienzan a apuntar en el siglo XXI trabajos como los de Abel Sierra desde la Fundación Fernando Ortiz.

Muy en general, solo recordemos los Tribunales de la Inquisición en Cuba desde 1571; los dieciocho marineros “amujerados” sentenciados a Cayo Puto o Isla de las Mujeres, en el siglo XVII; la “Carta crítica al hombre-muger” de José Agustín Caballero en el Papel Periódico de La Habana, el 10 de abril de 1791; el juicio en Baracoa en 1822 contra la suiza Henrietta Fabre que, vestida de hombre, había casado con otra mujer; la prostitución homosexual masculina descrita por el Dr. Benjamín de Céspedes en jóvenes inmigrantes españoles en La Habana (1888); el artículo homofóbico “Los maricones”, en el periódico La Cebolla (órgano oficial de las prostitutas habaneras) el 9 de septiembre de 1888, y el siempre preclaro Martí, que el 25 de marzo de 1889 responde con “Vindication of Cuba” (The New York Post, EUA) al homofóbico y anti-cubano artículo “Do you want Cuba?” del periódico The Manufacturer (Filadelfia, EUA) del 6 de marzo; La pederastia en Cuba (de Luis Montané, 1890); el homofóbico Los Cromitos cubanos (1892) de Manuel Cruz contra Julián del Casal; el anti-homofóbico Héroes humildes de Serafín Sánchez, exaltando los valores del mambí “afeminado” Manuel Rodríguez “La brujita”, 1893; el incidente que narra Ricardo Batrell en su Diario de guerra (1898) con el coronel Raimundo Ortega Sanguily; Fernando Ortiz (mal) supone que los asiáticos (de cultura sexual mucho más libre) hubieran importado este “vicio execrable” (homosexualidad) a Cuba, en Los negros brujos (1906); no obstante emparentarse en el imaginario con el travestismo, la “fregolimanía” cundió en Cuba del genial artista italiano Leopoldo Frégoli (1867-1936) con la obra homónima de Federico Villoch, la zarzuela Habana – Frégoli de K. Zabal, e imitadores como Luis Florit y Rafael Arcos (Leal, 1982:413-414) En abril de 1928, “Pepillitos y Garzonas” de Sabas Alomá en la revista Carteles, desata desde el 20 de junio las campañas anti-lésbicas desde tal revista y el periódico La Semana, mientras Ofelia Rodríguez Acosta publica la novela La vida manda, de erotismo entre mujeres. Siguen Lesbianas. Apuntes para un estudio de psico-sexualidad femenina (1932, Vicente Pardo y Suárez); la novela de ambiente carcelario Hombres sin mujer (1938, del cubano Carlos Montenegro, en México), y el ensayo “Ballagas en persona” en 1955, de Virgilio Piñera, en la revista Ciclón (ver Morales, 2008) Dista mucho de agotarse… pero se muestra la homofobia (y la anti-homofobia) en las tradiciones cubanas antes de 1959.

Antecedentes: entrante.

Es este el contexto (entre el heterosexismo y la homofobia) con que habían nacido los medios de difusión en la cultura occidental y, por supuesto, en Cuba, si bien cada cultura (y cada momento y grupo dentro de cada cultura) se particulariza, aunque sobre estas generalidades. Desde los mismos orígenes del cine, hay evidencias tanto de homosexualidad como de su represión homofóbica, imperando esta con toda censura, aunque según cada período de la historia del cine y según cada sociedad, ha habido el reflejo pertinente en la pantalla, así como tampoco ha sido mero reflejo: lo más avanzado de la intelectualidad de cada época y de cada país, ha sabido burlar la censura y hacer del arte un arma de mejora social en este, como en tantos otros sentidos. En el cine cubano también se pueden hacer lecturas semejantes a las que se han realizado en sus coetáneos de otros países, y como medios de difusión masiva en Cuba, debe considerarse la producción cubana, pero también la no cubana que tales medios trasmiten al pueblo cubano con todas sus incidencias.

En La Revista Habanera (1914) la pornografía y el teatro sicalíptico eran atacados por Guzmán de Alfarache e incluso durante la colonia se polemizaban explícitamente. El Círculo Católico que se funda en 1915, solo permitía “películas estrictamente morales”; en febrero de 1916 El Diario de la Marina publica la solicitud de censura teatral por una miembro del Congreso de Madres, pues el cine era “una escuela de corrupción y perversidad”; y aunque el artículo 25 de la Constitución vigente desde 1901 prohibía la censura, en 1922 surge el Comité Censor de Películas, que con las autoridades militares, en 1928 desautorizan la película de Ramón Peón El Cadete del Morro sobre el hecho real de una violación de un cadete por dos colegas suyos (a quienes luego mata) en la Playa del Chivo, tradicional “zona de tolerancia” como el Bosque de La Habana, con toda la carga de marginación y peligrosidad implícita (ver Rodríguez, 1992). En el imaginario y en la contracultura cubana, siempre ha habido áreas supuestamente frecuentadas por la homosexualidad, como se señala a Julián del Casal a fines del siglo XIX en el Paseo del Prado, donde también se marca el Club Habana desde mediados del siglo XX y La Rampa con el Club 21 y desde 1966, la heladería Coppelia, luego playas como Tritón y Mi Cayito (o Pluma Caída), asociando toda visibilidad en el imaginario con lo peor de nuestra sociedad; sin más espacios solo pueden apropiarse de los lugares más vulnerables siempre hostigados por delincuentes, homofóbicos, chantajistas, enfermedades y la propia policía (Couceiro, 2013e).

De otros países en Cuba podría citarse ya entonces, cuando mínimo, desde Juana de Arco (1919, por la estadounidense Geraldine Farrar) con la polémica imagen de la heroína francesa. En 1938 en El Romance del Palmar, un estribillo es entonado por un hombre más hacia el amaneramiento que hacia el alcoholismo, y que tiene características físicas similares a los “sissy” burlescos del cine estadounidense de antaño, que era lo más permitido por la censura, de la que ha escapaba por definición la pornografía hasta su legalización en los años 70, y que sin embargo se detecta (en orden cronológico y de cuantía) heterosexual (supuestamente para hombres heterosexuales) ya en los mismos orígenes del cine; luego lésbica (a menudo también para hombres supuestamente heterosexuales) y ya en 1929-1930, The Surprise of a Knight (La sorpresa de un caballero) se considera la primera película pornográfica de EUA solo entre hombres (hoy se llamaría “porno gay”; la primera pornográfica en EUA se estima A Free Ride, 1915:), si bien la primera europea en mostrar escenas homo y bisexuales es una francesa de 1920 (ver Couceiro, 2006).

Mientras tanto en Cuba, sobre todo los cines vinculados con los chinos tenían “mala fama” (pornografía, se presume básicamente heterosexual): era otra cultura no permeada de los tabúes occidentales (tal vez otros, pero no estos) y el imaginario reducía la homosexualidad a burdeles y comparsas vinculadas como La Sultana (en el tiempo también otras festividades, como las Charangas de Bejucal), al mundo nocturno (¿tal vez relacionado con lo maligno, lo “sucio” y “degradante”, y/o con la libertad que bajo sombras, escapa a las miradas censoras?) y al cliché de las artes, sobre todo la danza, aunque no solamente.

El “sissy” estadounidense entre los años 20 y 30 llegó a propiciar un tipo de actuación muy susceptible de la confusión, también promovido en la televisión cubana y casi siempre vinculado a las comedias sobre todo musicales, como fue el caso del argentino Alfredo Barbieri, que incorpora el travestismo en filmes como La mano que aprieta (1953); e incluso de cubanos como Germán Pinelli, de quien una anécdota popular (a creer o no, pero dada en el imaginario) relata un supuesto distanciamiento del Che llegando a La Habana ante uno de sus, quizás, ¿excesos? del comediante al saludarle, “El Che… el che…” y recibir como respuesta: “Para usted, comandante Ernesto Guevara”.

El cine lo reflejaba según su instrumental, donde la censura se preocupaba más y con más alcance, justo por ser un medio de comunicación masiva; pero en el teatro vernáculo, ya en el primer tercio del siglo XX se habían hecho las alusiones al cotorrón en La Isla de las Cotorras (Federico Villoch) y el equívoco del travestismo a “los cundangos” en La Señorita de Maupin de Federico Altunaga (Villoch y Anckerman), ambos reflejados el filme La Bella del Alhambra (1988); en la literatura se dice que la noveleta El Ángel de Sodoma (1928) del fervoroso martiano Alfonso Hernández-Catá que nació en España hijo de una santiaguera y se proclamaba con orgullo oriundo de allí, no volvió a editarse hasta 2008, sobre lo que el Dr. Rogelio Rodríguez Coronet se pregunta si por la homofobia entonces por el tema homosexual que trata (Rodríguez, 2012:8-9) y en la música nos llega tradicional la guaracha Cuidaíto compay gallo, interpretada por Ñico Saquito, donde un gallo persigue al periquito (ambos explícitamente machos) con intereses sexuales.

Eran los años en que René Cardona filma en México Me ha besado un hombre (1944-1949?, con Abel Salazar y María Elena Marqués, quien disfrazada de hombre se enamora de otro; equívoco que se mostraría sin mayores prejuicios en la televisión cubana y se repite en otros filmes, donde lo que más llama la atención es que el personaje no travestido objeto del deseo, se muestra sorprendido y hasta ofendido, como exigen las reglas de la homofobia, pero a la vez, atraído, aunque no se lo quiera confesar a sí mismo… como igual exige la homofobia, para su mayor conflicto interno. Más avanza aún luego la clásica estadounidense Algunos prefieren quemarse (1957, con Marilyn Monroe, Tony Curtis y Jack Lemon, dirigida por Billy Wilder) En Tintán en La Habana (1953, con el mexicano Germán Valdés “Tin tán” pero con vastas escenas en Cuba, con actores como Rosita Fornés y Armando Bianchi) durante su persecución ya en La Habana, Tintán se pinta de negro leyendo un periódico y sus perseguidores al verlo no lo reconocen y se justifican, “Estamos buscando un hombre”, a lo que responde Tintán, “Quién lo diría, tan machos como se ven…”

A una mirada actual (y quizás también, a una de antaño) le es muy difícil entender la hecatombe achacada a partir del filme PM (1960, Orlando Jiménez Leal –quien en 1983 con Néstor Almendros filmará en el exilio Conducta Impropia, argumentando con diversas entrevistas la persecución de homosexuales y otros en Cuba- y Sabá Cabrera) y que (de)generó lo que se ha dado en llamar “el quinquenio gris” que, entonces con las tristemente célebres Unidades Militares de Ayuda a la Producción (UMAP, se debate 1965-1972)[4] e infelices proyecciones del Congreso de Educación y Cultura (1971),[5] de las que se exceptúan el Instituto Cubano del Arte e Industria Cinematográficos (ICAIC), la Casa de las Américas y el Ballet Nacional de Cuba, amparados por sus máximas direcciones: Alfredo Guevara, Haydeé Santamaría y Alicia Alonso, respectivamente. Sin embargo, en su esencia de problemáticas sociales (de)generadas, y como suele pasar con todo prejuicio, tan difícil de re-educar, ha durado mucho más de cinco años (Couceiro, 2013c) y continuarían las redadas sobre todo durante eventos internacionales en Cuba extendidas a la cotidianidad, período sobre el que abundan anécdotas de todo tipo y que merecen una antología, y sobre el cual una simple alusión en su documental Accidente de nuestra colega Carolina de la Torre acerca de su hermano víctima, aún décadas después, desató cierta reacción que demostraba que no todos están tan dispuestos a una rectificación con la transparencia y profundidad autocrítica que rectificar exige.

Eran prejuicios contra los que no se revolucionaba en Cuba, sino en casos muy puntuales, y hasta se exacerbaron por períodos; a la luz de este análisis, la película de marras no fue sino el detonante (¿pretexto?) para “solucionar” (tan inadecuada y anti-políticamente, que tanto daño causó a lo más genuino del proceso revolucionario) profundos choques culturales que subyacían ya en la sociedad cubana (como en el resto de la cultura occidental, y de otras culturas del mundo) como se recordaba en la República reciente, las burlas veladas a algún mayordomo homosexual de alguna familia pudiente[6] o al ex Presidente Ramón Grau San Martín por sus maneras y su slogan "Las mujeres mandan"; o en Bauta, aquel odiado policía batistiano que antaño, rapaba a los homosexuales para pasearlos por el pueblo. Las riadas homofóbicas nazis y stalinistas confluían (como todos los extremos) con las secuelas del Código Hays en Estados Unidos y la censura (también homofóbica, entre otras) de la “Guerra Fría” mccarthista; contexto en el que como paradoja no más que en apariencia, el cineasta francés Jean Cocteau aportó sus ensayos contra la homofobia al ser tan criticado por sus relaciones con el actor Jean Marais (su pareja más duradera) quien sin embargo, gana popularidad y deviene símbolo de la resistencia contra el nazismo, a pesar incluso de la homofobia anti-nazi… pero homofobia al fin, confluyente con el nazismo. De la época de romance anti-homofóbico y anti-nazi de ambos se mostró en Cuba La Bella y la Bestia (1944) aunque sin alusión (y quizás, sin conocimiento) de tal historia de amor.

En Cuba mientras tanto, entre los peores daños de tales excesos, cuenta sin la menor duda, la pérdida de valores por las más diversas vías (desde la muerte en diversos contextos hasta el exilio, el ostracismo o al menos, el cuestionamiento) de muchas personas que llevaron a “la familia dividida” (trauma social cubano hasta la actualidad) y entre ellos muchos talentos, en diversos grados pintores como Servando Cabrera Moreno, René Portocarrero y Raúl Milián; escritores como José Lezama Lima (cuya novela Paradiso es paradigmática para este tema y cumbre de la literatura cubana) y Virgilio Piñera (ambos llevados al cine luego por Tomás Piard, y Piñera al teatro por José Milián); en la música José Manuel “Meme” Solís Fernández, Jorge Pais y Luisa María Güell… vastísimo etcétera en todas las artes (y en toda la cultura) que puso de moda en los medios las no menos traumáticas “listas negras” que ejemplifican, entre otros argumentos, que ese quinquenio en su esencia, ha tenido mucho más de cinco años; prejuicios que se extendieron contra numerosos extranjeros (muchos engrosaron esas “listas negras”) como entre muchos más, el español Rafael y los Beatles, quienes no son reconocidos oficialmente sino hasta esta “nueva era” tras el llamado Período Especial.[7] Los prejuicios rayanos en la histeria acusaban de homosexualidad (cabía como acusación, que así los censores elevaban a “homofobia de Estado”) a toda nueva moda y casi todo lo que no fuera cubano, básicamente si provenía de los Estados Unidos (en peligrosa confusión del justo y necesario anti-imperialismo con la xenofóbica gringo-fobia) y de Europa, desdibujando límites entre los “enfermitos” (como llamaban a los amantes de aquellas modas, “melenudos”) y la homosexualidad; nada de lo cual, por supuesto, lograba sostenerse y entraba en fuertes contradicciones, como por ejemplo la inolvidable trasmisión televisiva del monumental Varadero´70 al que entre tantos artistas progresistas que acudieron simpatizando con lo mejor de la Revolución Cubana, había muchos que ya no ocultaban su homosexualidad.[8]

A pesar de los errores (y horrores) no era tan festinada la confusión: eran los años de la Revolución Sexual entre cuyos momentos cumbres, la rebelión de Stonewall en New York (junio de 1969) originaría las festividades del Orgullo Gay en todo el mundo y la conformación de un movimiento gay, entendido no simplemente como homosexualidad, sino como defensa militante contra la homofobia, terminología de interés (Couceiro y Perera, 1999; Couceiro, 2006, y Couceiro, 2009:208-232)[9] En esa Revolución Sexual confluían los beatnik y los hippies con sus cabellos largos y pantalones apretados, tan cuestionados en aquella Cuba, entendidos (junto a todo idioma que no fuera el nuestro, peligroso chovinismo que acentuaría nuestra insularidad cultural más que geográfica) como “problema ideológico”; también confluía el poderoso y urgente movimiento anti-belicista estadounidense (los “chicos de las flores”, que se confundían en Cuba como homosexualidad) e incluso, zonas de las luchas por los derechos de la mujer y de los más disímiles colores de piel, no exentos de homofobia; igual se cuestionó la minifalda y aun en los años 80, el short en el hombre, que sí se le permitía a los no cubanos, para mayor daño ideológico a nuestra Revolución: el enemigo que más daño hace es el interno, y que lo hace a nombre de la propia Revolución: es su mayor traición, escondiendo oportunismos y escaladores.

En Estados Unidos, el 3 de octubre de 1961 la MPPDA (Productores y Distribuidores de Filmes de América) anuncia una revisión de su código de producción: "En atención a la cultura, la moral y los valores de nuestro tiempo", la revisión advierte que "la homosexualidad y otras aberraciones sexuales ahora se pueden tratar con cuidado, discreción y restricción". La nueva reglamentación labraba el camino para levantar la censura contra películas como La Hora de los Chicos (de William Wyler, con una historia de amor interpretada nada menos que por Shirley McLaine y Audrey Hepburn; 1962) y Tempestad sobre Washington (Advise and Consent, de Otto Preminger, 1962), pero después, la misma MPPDA enmienda la revisión para especificar que tal "aberración sexual" puede ser sugerida, pero no realmente explicitada en la obra (ver Couceiro, 2006) En diciembre de 1961 se autoriza exhibir en EUA el filme británico Víctima, que aporta el primer uso de la palabra “homosexual” en una película principal, aunque se le niega el sello del código que aprueba las películas; con tal cinta, Dick Bogarde es la primera gran estrella en interpretar un héroe gay, y sobre todo en un filme que fue tan popular entonces. En 1962, la estadounidense Walk on the wild side (La Gata Negra) de Edward Dmytryk, con Bárbara Stanwyck, es la primera en explicitar el lesbianismo, con el apasionado amor entre Jo y Haley, y La Mentira Infame (These Three, de William Wyler, 1962) se considera el primer filme lésbico en EUA: el cine estaba rebelándose a la censura de décadas que antes solo podía burlar, revolucionaba sin la menor duda, aunque persisten los patrones de culpas y castigos casi desde la religiosidad heredada, al estilo de “castigos del cielo”.

Ya en 1970 en Los Chicos de la Banda (The Boys in the Band, de William Friedkin, del escritor Mark Crowley) uno de los nueve protagonistas gay (todos bien distintos entre sí… quebrando ya entonces ese otro dogma de “la identidad gay” y por extensión, quebrando también “la identidad hetero”, ni tan absolutas ni tan diferentes) explicita: “No todos los maricones se suicidan al final de la historia” y es, en efecto, el primer film gay con final no trágico: camaradas entre sí, con la fuerza de la unión, en lo que ya cada individuo del público podía sentirse no tan solo ni tan “raro” como le habían hecho creer siempre. En toda una historia imposible de resumir aquí, sí es menester citar como punto de referencia comparativo con el caso cubano, el otro año hito, 1982, con Making Love (Su otro amor, de Arthur Hiller) una de las primeras valoraciones positivas de Hollywood al dignificar la bisexualidad y un amor feliz entre dos hombres; así se explicita desde su presentación (ver Couceiro, 2006)

Muy lamentablemente, dado el contexto cubano, no fueron películas exhibidas en Cuba, y aun hoy son casi totalmente desconocidas para el público cubano; mucha mejor suerte corrió (no en su momento, pero sí después) su predecesora Cabaret (1972, con Liza Minnelli, dirigida por Bob Fosse) que en época tan temprana apostaba por el triunfo de un feliz triángulo amoroso (dos hombres y una mujer) aun frente al nazismo en ascenso; mostrada en la televisión y hasta en el teatro cubano (2008). A partir de los Festivales del Nuevo Cine Latinoamericano que inician en 1978, a los que se suman los Internacionales de Teatro, las Ferias Internacionales del Libro y las Bienales de Artes Plásticas, y cada vez más, Cuba recibe obras con implicaciones homosexuales de todo el mundo: devino compromiso internacional imposible de eludir ante una imagen ya tan deteriorada por la homofobia que (entre otras) minaba sus logros y, como ocurre con todo tema tabú, el público cubano ha acudido ávido a cuanta película incluía una temática hasta entonces, prohibida, y que sabía que solo en tales contextos podría apreciar, casi nunca con más promoción que la popular al ignorarse los contenidos de cada filme, y con muchísima dificultad por la inmensa expectativa y motivaciones despertadas, lo que desmiente a quienes aun afirman que nuestro pueblo no está preparado para estos temas, pues asistían a tales funciones no solo homosexuales: solo los apáticos al cine y los homofóbicos más recalcitrantes se mostraban reacios a asistir, y muchos de ellos asistían, aunque luego se vieran en la curiosa necesidad de explicitar en la sala de cine sus “diferencias” y desacuerdos, con enfermizo egocentrismo pues era (es) como si creyeran que el público iba a ver si ellos asistían y cómo reaccionaban, y no a la película en sí. 

Por otra parte, tan infeliz argumento de que el público cubano no estaba (¿no está?) preparado para esas películas, subvalora fatalmente al pueblo cubano y vetar al arte (en este caso, al cine) su papel activo y revolucionario como transformador (en este caso, mediante la re-educación de valores) de la realidad hacia un mundo mejor; sin contar que casi ninguna administración del cine preparaba las mejores condiciones: a menudo abrían a destiempo y provocaban el desagrado en un público contra el que dirigían a la fuerza policial, propiciando verdaderos desórdenes y daños de todo tipo. Así se recuerda la exhibición de Eduardo II (1991) y de Orlando (1993) en el cine Riviera; de Wilde (1997) y del ciclo de Almodóvar en el Trianón, entre otras muchas. Paralelamente se exhibían excelentes ejemplos en la Cinemateca de Cuba (luego Cine Chaplin) y en el cine La Rampa, si bien son salas sin mayor promoción, de una o dos muestras y de un público relativamente elite, aunque no elitista; citemos entre tantas de tanto interés a este tema, la francesa La Triche -La Trampa- y la italiana Satiricón, de Federico Fellini (1969).

1980, con los sucesos del Mariel, fue otro hito de homofobia con aquellas consignas, “Que se vayan los homosexuales”, herida a cualquier oído sensible, humano y auténticamente revolucionario, que no quedaron ahí.[10] Entre las tantas bajas del pueblo cubano, muchos son talentos del audiovisual, de otras artes y de toda la cultura cubana; entre otros, Reinaldo Arenas, cuya novela Antes que anochezca sería llevada al cine cubano-estadounidense (2000) con la actuación del español (Islas Canarias) Javier Bardem, no conocida en Cuba sino por círculos muy personales, pero explícita de la homofobia cubana, al margen de toda polémica sobre el libro y sobre el filme. Mientras tanto, en Cuba (incluso por televisión) se seguirían mostrando películas de equívocos sexuales como Tootsie (1982); Yentl (1983); Mrs. Doubtfire (1993), la serie canadiense Degrassi Jr. High (desde 1987, sobre adolescentes) e incluso una comedia checoslovaca: Sr., Ud. es viuda. Del cine cubano, una alusión discreta aunque interesante podría leerse en Adolfito, el amigo de la protagonista que interpreta Carlos Cruz en La Bella del Alhambra (Enrique Pineda Barnet, 1988), sin rebasar al personaje trágico y que Padrón (2007) siente más consistente en la original literaria, Canción de Rachel (Miguel Barnet).

Pero muy probablemente, el mejor ejemplo (al menos en el tema que nos ocupa) al extremo de la rareza, en el mismo año 1988, es esa valiosa coproducción (muy insuficientemente promovida… como tantas), mediometraje sobre original de Gabriel García Márquez: El Verano de la Señora Forbes, donde Francisco Gattorno, deshecha absoluta y triunfalmente los esquemas facilistas del amaneramiento, como competía al propio argumento, en que la enamorada a la que no da ninguna esperanza, al seguirlo y descubrirlo con otro hombre, procede al crimen atroz por incendio; un actor que además, tenía (tiene) todas las opciones como sex symbol masculino cubano, lo que pronto se demostraría, esquema no exento de homofobia que ahora deshace, valor de más; recuérdese que en la entonces reciente El nombre de la rosa (1986, dirigida por el francés Jean Jacques-Annaud, sobre la novela del italiano Umberto Ecco) “el homosexual” (que arrastra a otros al pecado y por tanto, a su fin trágico) es un personaje repelente física y moralmente, similar al cliché que con toda conciencia homofóbica se había generalizado en buena parte de la cinematografía mundial con personajes homosexuales, aunque en este caso, no resta en lo absoluto la magnificencia de un filme donde el gran culpable es el sistema represivo y homofóbico; filme muy felizmente exhibido en Cuba, incluso en la televisión. Algo similar logró el Cine´Plaza como opción relativamente alternativa, con Boceto (1991) de Tomás Piard, con Héctor Eduardo Noas. Padrón (2007) incluye sus lecturas de Cecilia (1981), Alicia en el pueblo de Maravillas (1990) y Adorables mentiras (1991)

Mariela Castro ha citado que en época tan temprana y difícil como 1975, su madre Vilma Espín (Presidenta de la Federación de Mujeres Cubanas) hacía los primeros intentos porque se reconocieran en Cuba las parejas del mismo sexo; más allá de cualquier subjetividad, era inevitable que comenzara, también y aun muy tímidamente en comparación con el panorama universal, a instrumentarse el combate contra la homofobia en Cuba, y entre los primeros grandes hitos aunque ignorado en el país por su no promoción, mientras Vilma Espín reconocía los derechos de la homosexualidad frente a delegaciones gay lésbicas norteamericanas, de ellas Sonja de Vries filma Gay Cuba que muestra los intentos de una asociación gay cubana y su desfile un 1ero. De Mayo, en la voz valiente de varios de sus protagonistas, entre ellos Ana María Ramos y Norge Espinosa, de obra en los medios y en el teatro, respectivamente.

Es la subvalorada radio la que aporta al pueblo cubano los dos primeros hitos de la transparencia homosexual que la homofobia, tanto teme: El Programa de Ramón (1990, dirigido por Ramón Fernández Larrea, con la asesoría de Ela Díaz Vázquez) incorporaba un homosexual interpretado por Luis Alberto García, cuyo amaneramiento se prestaba a la comicidad del espacio, que por otra parte rebosaba de inquietudes sociales en general y propició el vocablo “Paco-tilla” para nuestra cultura popular. Simpático, pero distaba mucho de lo burlesco de los otrora “sissy”: un clásico ejemplo de homosexualidad en el humor (uno de los campos más difíciles, temidos, prejuiciados y maltratados hasta hoy), sin homofobia. Abundan personajes “simpáticos” y al mismo tiempo, negativos, lo cual es muy peligroso y por otra parte, no autoriza a conclusiones mecánicas: este no era el caso. Mientras tanto, Casa de Cristal con la poetisa Ana María Ramos, hacia la medianoche y por ende, para un público que lo buscaba a todo propósito (lo que le permitía evadir pretextos censuradores) devino el lugar de encuentro que tanto urgía la homosexualidad cubana, hacia cuya comunicación trasgredía a la par que satisfacía pretensiones artísticas. Ambos espacios duraron relativamente poco en tan originales expectativas, víctimas de la homofobia y otros prejuicios a pesar de su alta demanda popular, y nunca fueron sustituidos; mas debe reconocerse a la radio cubana tal mérito precursor, aunque sí sistematizó por años el estereotipado Lisandro en Alegrías de Sobremesa con tratamiento homofóbico, pues el supuesto chiste era el rechazo de todos los “hombres”, casi como si pudieran “contagiarse”. Aun en el 2011, en un programa dominical en vivo en Radio Metropolitana, un radio-oyente llamó a decir (contrariamente a las restantes llamadas) que en más de 50 años viviendo en Cuba jamás había visto homofobia, solo contra los descarados… fue difícil contener al equipo para un debate radial lo más respetuoso posible, que se logró hurgando opciones con él, desde el lugar ideal de Cuba donde habría vivido; si no hubiera estado demasiado tiempo fuera del país, si hubiera estado atento al entorno social y sobre todo, qué entendía por “homofobia” y por “descarado”.

El otro gran mérito del momento corresponde en la televisión cubana, a las telenovelas brasileñas, que a la luz de este estudio devienen las primeras, mejores y de más alcance por sistemáticas, profundas y valientes clases de educación sexual (aunque no solo) en Cuba, por lo definitorio y el impacto popular, dado el excelente tratamiento (incluidos valores artísticos y culturales en general), sin desdoro de algunos otros ejemplos argentinos y otros audiovisuales extranjeros en Cuba, de los que los realizadores cubanos aun tienen tanto que aprender; revolucionaron para la cultura sexual cubana desde Vale todo (1988, poco después mostrada en Cuba, donde el amor entre Cecilia y Laïs contó con el respaldo del pueblo cubano frente a la oportunista Fátima), Piedra sobre piedra (1992, en Cuba: Te odio, mi amor) y La próxima víctima (1995, cuya infeliz y obvia edición en la relación homosexual interracial Sandro-Jefferson fue felizmente demostrada durante la mucho mejor retrasmisión las mañanas del siglo XXI), entre otras muchas casi continuadamente; aun con lamentables ediciones (incluso en los cines, más libres de la censura), algunas películas comenzaban a mostrarse en la televisión, preferentemente en horarios hacia la medianoche, donde era de suponer, había menos público y sobre todo, menos público susceptible a enfadarse por ello y que cada vez más, ya en la actualidad se han exhibido felizmente a cualquier hora, incluso en “Arte 7” y otros espacios para ver en familia.

Pero la producción nacional de televisión, medio normalmente mucho más conservador por controlado y dado el gran público en cuyas casas penetra y por ende, más sensible a la censura, entonces continuaba invisibilizando la homosexualidad, excluyéndola, y solo se asume "el personaje" como negativo, por ejemplo, en el primer capítulo de la telenovela Sin Perder la Ternura, del que los personajes "positivos" hacen mofa incluso en su propio seno familiar, que por supuesto abandona el país y que es amaneradamente banal hasta la estupidez... En cuanto a los cines, desde que se redujo la cantidad de páginas de la prensa escrita al iniciar el llamado Período Especial en 1990, su programación ya carece de cartelera en una prensa en sí difícil de conseguir, y menos promovida aun en los cines especializados como los citados Chaplin y La Rampa con público mucho más reducido aunque en varias ocasiones, han roto todo pronóstico de popularidad.[11]

En noviembre de 1989, se abrió el muro de Berlín: símbolo de una nueva era; Cuba de pronto se quedó sin el otrora “campo socialista” que tanto la había sostenido, y más que nunca, fue obvia la urgencia de abrirse al resto del mundo; se televisó la reunión con la dirección del Consejo Ecuménico y comenzó una relativa apertura en materia religiosa, aunque no la única. Comenzaba el llamado “Período Especial” con todas sus carencias económicas… pero con el que llegaron también, muchos logros que aunque parezca paradoja, hicieron crecer al país en más de un aspecto. Coincidía además con los grandes azotes del sida, tan relacionado con la cultura sexual; de forma tal que otra de las aperturas que estaban forzadas a realizarse en la sociedad cubana, era con respecto a la homosexualidad, dada la penosa imagen de homofobia  previamente cosechada, y el poder de las comunidades LGBT (Lesbianas, Gays, Bisexuales y Transexuales) ya maduras en otros países. La lucha contra el sida se gana en la cultura sexual, mientras las ciencias no logran una cura definitiva; pero aun avanzada la década, se recuerda lo difícil que resultó pronunciar por primera vez la palabra “homosexual”, por el Vice Ministro de Salud Pública, que apenas podía balbucearla: era otra manera urgente de hacer avanzar la Revolución. Coincidía con haberse eliminado la homosexualidad de las enfermedades siquiátricas a nivel internacional, el 17 de mayo de 1990.

¿Plato fuerte?: fresa, chocolate… y más.

Es el contexto en que Senel Paz gana el premio “Juan Rulfo” de Radio Francia Internacional con su cuento El bosque, el lobo y el hombre nuevo (1990), y Tomás Gutiérrez Alea “Titón”, y Juan Carlos Tabío filman Fresa y Chocolate (1993): película urgente en su absoluta vigencia, y muy bien realizada, aunque muy insuficiente y a la que aun se le deben valoraciones más justas. Como ya antes se había visto con Gattorno (quien en esta película interpreta al homofóbico) otro gran sex symbol masculino cubano, Jorge Perugorría, interpreta al homosexual: no solamente es un personaje positivo, sino muy atractivo y actor de gran carisma popular, escogidos para galanes e incluso asesinos, delincuentes, corruptos… ya en Cuba (como antes en otros países) Gattorno había roto tal esquema homofóbico, trasgresión a la que ayudó en ambos casos, sendas interpretaciones.

Es una de las películas cubanas más reconocidas: única cubana nominada al Premio Oscar a película extranjera (en otras muchas ocasiones más desacreditado que valorado justa e integralmente... no fue este el caso, ni tenía por qué serlo), y Premio al Mejor Guión (del propio Senel Paz) del XIV Festival Internacional del Nuevo Cine Latinoamericano, donde fueron premiados también los directores, el protagonista y la actriz de reparto (Mirta Ibarra), todos ellos premiados también en el Festival de Cine de Gramado (Brasil), donde ganó el Premio de la Audiencia y Candidato al Premio de la Crítica; Premio Goya a la mejor película extranjera de habla hispana, Premio Cóndor de Plata a la mejor película extranjera y Mención especial del jurado de Berlinale. Pero Fresa y Chocolate es más: no debe quedar atrapada entre premios y frustrada en sus más urgentes motivaciones, ni atrapada en 1994, cuando fue realizada... o mejor, en 1980, cuando fue situada la acción.

A esta altura, merece análisis más sereno para aquilatar mejor el hito que sin dudas marcó antaño; valoraciones que en su momento carecieron de mayor promoción ante triunfalismos de la crítica nacional: se llegó a leer que era la primera película en tratar esta temática en el mundo, y las pocas que lo habían tratado antes eran burlescas y paternalistas, lo cual ya se ha visto que el hecho de no haberse promovido en Cuba, no permitía ignorar toda una historia de aportes fílmicos de otros países en una lucha consecuente contra la homofobia. Por otra parte y en la misma efervescencia de pasiones, que por primera vez en nuestro cine se explicitara tal problemática, uno de los talones de Aquiles del proceso cubano, hizo creer a buena parte del mundo que ya se resolvía en Cuba que algunos vieron como “tierra prometida” o “paraíso gay” (Quiroga, 1998); era lo que se necesitaba creer de una Revolución que había tenido tantos otros logros. Y no era, ni todavía es, así. No se explicita, pero tal parece quedarse en los lamentables hechos de catorce años antes: el citado 1980, que el filme tiene el mérito de enjuiciar… a lo que todavía algunos se oponen, más preocupados por sus conveniencias personales, y sin contar que si toda Revolución ha de evaluar el pasado para proyectar el futuro, más se crece cuando enjuicia su propio tiempo… aunque ello exija más valentía.

 

Fresa y Chocolate no es una película de "tema homosexual"; tampoco tiene por qué serlo, para ser anti-homofóbica, como sí lo es. Se ha valorado más allá, como una película contra toda intolerancia; y toda buena obra anti-homofóbica (Brockeback Mountain y muchas más) lo es. Elude el tema homosexual pues no se interesa por las problemáticas internas del “homosexual”, aún (de)generado arquetipo, que sería muy saludable cuando nunca se ha presentado al público cubano, siempre que se evite reducirlo a una supuesta “identidad” maniquea absolutizada en torno a la homosexualidad sin ver la gran diversidad interna, no tan distinta de la heterosexualidad como el heterosexismo pretende y con múltiples confluencias, por no remitir a una humanidad mucho más allá del sexo; pero con sus vidas propias.

Del cuento original, aún en la actualidad, se ha señalado su falta de difusión para el pueblo cubano, que dicho sea de paso, no ha sido la única literatura (ni siquiera entonces, ni siquiera el primero, como ya se había demostrado) que explicitaba el tema (quien conoce el proyecto La Montaña Mágica de Arroyo Naranjo, bien lo sabe), aunque sin dudas, por el Premio Juan Rulfo y el filme, sí el que más ha trascendido a escala internacional; Diego huye de Cuba cuando los excesos del Mariel, llevándose entre otras cosas y con toda veneración, una foto de Fidel Castro, lo que sabemos es bien inusual (sí la bandera cubana, Martí… más difícilmente Camilo, o el Che… pero más difícil aun, Fidel); así y todo, no era el tipo de texto (ni entonces, el tipo de creador) que comúnmente se osara publicar en Cuba, y es la película de marras la que lo dio a conocer al gran público... por supuesto, en su versión, que mucho más que el original, insiste en todo momento en la heterosexualidad del militante de la Juventud Comunista (en adelante, Ujc): la primera escena, la del medio, y la última (escenas de sexo heterosexual mucho más insistentes y explícitas que en la media del cine cubano), en tanto de la sexualidad de Diego no se trasciende al breve paneo de su mirada por el bajo vientre de David dormido, inocente, y por tanto no cómplice, y un afecto que se logra entre ambos no más que fraterno: no equivocarse. En este sentido, el cuento trasciende de la otredad a la alteridad: no importa lo que otros piensen o dejen de pensar, y si pasa… ¿qué? Esa es la gran respuesta que aun falta en los medios cubanos, sin mostrar todavía un amor homosexual y feliz en pantalla, a pesar de la homofobia.  

El título plantea la opción con un buen símil en la culinaria (el del cuento iba más contra los slogans), aunque sin trascender el maniqueísmo: la sexualidad, por suerte y por mucho que moleste al heterosexismo (para salvar el nicho de una imagen de falsa seguridad en función de la “Sagrada Familia”, al “tolerar”, con toda su carga peyorativa, en otros, lo que no se tolera siquiera en el seno familiar) no es tan definida como un sabor de helado (sabor al fin es imagen aunque también contenido, en esencia son helados), aun cuando ambas se validen por igual; sabores que por demás, disfrutan sin dudas de la preferencia en el paladar cubano, y que lamentablemente, a ello se han reducido campañas ulteriores contra la homofobia, tras una difícil batalla porque se reconociera como el mal que es, al mostrar un helado de fresa y otro de chocolate, en vez de un beso de amor sexuado entre dos hombres (o dos mujeres), o quienes estén prestos a revolucionar en los medios reconociendo sus opciones homosexuales, y en nuestras calles, en nuestra cotidianidad, que rebosan de presentar besos, relaciones e incluso sexo heterosexual, pero si dentro del mismo sexo se plantea, se contesta “no está bien en nadie”… ¿mentira piadosa? Porque se siguen mostrando unas y prohibiendo otras, además de… ¿por qué no está bien mostrar la relación y el beso, incluso el sexo si la obra lo pide, entre dos personas que se aman, sean o no del mismo sexo? Fue difícil llegar en pantalla al desnudo femenino, y mucho más al desnudo masculino frontal; no obstante, a diario (en producciones nacionales y extranjeras de todo tipo, a veces hasta para niños) nos regodeamos mostrando el odio, la envidia, la ambición sin escrúpulos, la violencia por la violencia, a menudo con predominio del absurdo y hasta la estupidez… No es que no se muestre como parte de la realidad (en verdad, pocas veces lo es), sobre todo cuando implican críticas y propuestas de mejoramiento que casi nunca se ofrecen; pero que tampoco se censuren otras partes de la realidad, sin dudas mucho más nobles, ni siquiera que se prioricen las primeras; luego tratamos de comprender y enmendar las tantas evidencias de involución social.

Entender cualquier otredad (sexual, étnica, ambiental, religiosa, cultural, laboral, regional…) como "mal necesario" o "qué remedio me queda", suele implicar discriminatoriamente "tolerarla"; mejor que un canto a la tolerancia, como ha sido calificada, cuando ya estos estudios se pronunciaban por aceptar y nunca menos que respetar (e imponer el respeto por ley) y salvar toda diferencia (y no solo la sexual) en pos de la fraterna y necesaria complementación e integración social sin distinciones ni prejuicios, en exclusiva base sobre los más genuinos valores humanos y sus aportes al progreso social, pues la solución tampoco radica en la absolutización igualitarista. Programas posteriores de participación social (Entrada Libre, 1998) demostraron que aún falta mucho por una genuina cultura en nuestra población, en este y en tantos otros aspectos de la sexualidad.

Coincide el nombre del heterosexual (al inicio, heterosexista) militante de la Ujc  con el del clásico héroe de los Servicios de Inteligencia Militar (espía cubano en los EUA, interpretado por el emblemático Sergio Corrieri, en la serie En silencio ha tenido que ser), selección del nombre que no trasciende a una hipótesis. No obstante, el homosexual roba la atención por la novedad en nuestro cine y en las muestras a las que ha tenido acceso el público cubano, pero tampoco es acertado referir a Diego como "el protagonista", puesto que en última instancia el conflicto radica en David para con Diego...

Este homosexual cuya personalidad no se muestra más que en la superficie, no era el objetivo, ni lo ha sido prácticamente hasta la actualidad en nuestros medios. Más valor se daba en la heterosexualidad de David, con lo que de paso, queda salvada la del resto del colectivo realizador, ante algo que tanto define en nuestra sociedad: el “qué dirán”. Una vez ¿ratificada? su heterosexualidad, ahora… a defender “al otro”, en lo que se ha demostrado más logros contra la marginación, que muchos marginados no han hecho por sí mismos e incluso, han traicionado; en esta, como en todas las marginaciones. Por tanto es válido, noble, incluso genuinamente revolucionario en aquella Cuba… pero si tanto defendemos la homosexualidad como opción legítima y válida, ¿por qué insistir en las tantas formas de distanciamiento… por qué preocupa tanto lo que piensen de uno? Tal actitud “¿defensiva?” es porque al menos, alguna ofensa presupone el supuesto equívoco. Falta todavía: “Y si lo fuera, ¿qué?” Y ello resta autenticidad; no solo sobra, sino que hace el juego a la marginación, la refuerza, consciente o inconscientemente… resta arte.

La homosexualidad, a diferencia de otras marginaciones, se discrimina más porque no aceptar disfrazarla (como no pueden otras marginaciones) es rebelión en sí, sin enrolarse en aquellas “máscaras” que Félix Varela criticaba hace dos siglos; también se rompen todas las “estadísticas científicas” que la Demografía no puede atar para 'tranquilizar", pues numerosos casados y con hijos han confesado su homosexualidad, en tanto la heterosexualidad no se puede más que suponer, pues muchos la declaran sin ser tan tal, y un estudio científico debe entenderlos como homosexuales confesos y supuestos heterosexuales entre los que pulula esa masa nada despreciable de “encubiertos” (la gran mayoría), lo que a estas alturas no puede ser ofensivo a nadie, concentrándonos en la vida sexual y en intereses y motivaciones homosexuales, y no al gusto que pueda tener por actividades socialmente establecidas para el sexo contrario, ni siquiera al travestismo ni al transexualismo, que son otros temas, además de quienes por las propias convenciones  sociales en que fueron educados,  se auto-convencen a sí mismos de que no son (no pueden ser por sus "principios", como fundamentan) homosexuales, y se han auto-reprimido cualquier “momento de debilidad”.

Llega a ser un acto de rebeldía en la actualidad, en muchas sociedades, asumir su homosexualidad, lo cual no quiere decir que mecánicamente por definición, sean rebeldes y revolucionarios en todos los casos... pero sí en no pocos de ellos, sobre todo en los pioneros, cuya valentía derrumba los clichés mal intencionados a propósito de la cobardía homosexual, esgrimida a menudo por la homofobia de oportunistas y genuinos cobardes de entre quienes se pregonan heterosexuales en las más disímiles posturas, con frecuencia encubierta o auto-frustrada su homosexualidad, hasta los que solapadamente, se refugian en otros contextos "donde nadie los conozca" para satisfacer sus necesidades más auténticas y algunos incluyen el abuso sexual, que para nada es privativo de los homosexuales y ni siquiera son los más abundantes al respecto, aunque cuando ocurre sí son los más comentados y hostigados.

Sobrestimar la “identidad homosexual” es el instrumento conveniente para diferenciarlo de "nosotros" y de "nuestros allegados"; así se prefiere "tolerar" el amaneramiento, igualando “parecer” a “ser” y dejando por (falsa) definición, “protegida” la “Sagrada Familia”, que al romper es toda una provocación de rebeldía a la hipocresía del entorno mediato e inmediato, incluso la familia, que casi siempre prefiere ocultarlo, reprimir a los allegados, que nadie lo sepa... En el lenguaje de la película Diego merece vivir, y vivir en Cuba; es bueno (más bien: no es malo, como la homofobia hacía ver) y más valiente que Germán, su amigo apenas esbozado, "otro tipo" de homosexual: cobarde, banal y oportunista, que “se le nota” más hasta la histeria (¿azar?). A Diego, desde el relato original: "se le nota", aunque no todo el tiempo, y es precisamente "este otro tiempo" el que mejor destaca la actuación de Perugorría: ¿cómo dar un homosexual que no lo parezca? Aunque muchos antes lo habían logrado en otros países, tanto hombres como mujeres, a pesar de no haberse mostrado en aquella Cuba lamentablemente, pues ello continúa lacerando la cultura en torno al tema. Ambos trabajan en Cultura: otro cliché que, en el peor de los casos, podría enorgullecerse el sector de que por un presunto mayor nivel cultural (polémico, aunque plausible) se vive con menos represiones y auto-represiones; pero no se ha salido de un cliché y se llega a otro: en Educación pasa otro tanto, si bien los prejuicios de los familiares de educandos reprime más; en Salud entre la vida y la muerte, se comprende que hay que vivir… no hay sector que escape, porque todos son sexuados… felizmente.

El filme debate profundamente entre lo revolucionario y lo reaccionario, indisoluble de la batalla política o religiosa: es en la cultura integralmente en que se define lo progresista y lo retrógrado. El llamado "amaneramiento" (profundamente subjetivo por demás) no indica necesariamente homosexualidad, ni esta se define por aquel: es otro desatino: a la gran mayoría encubierta "no se le nota", aunque amenace los patrones establecidos. Y llamarle “homofobia” es aún demasiado tolerante (ahora sí el término), pues no se limita al miedo: lo que es mucho peor, agrede y reprime por las más diversas vías, y toda concesión nos hace cómplices. Por otra parte, el heterosexual queda marginado de sus opciones en Cultura, como suele ser entendida en tanto arte, lo que explica la poca participación de varones en las escuelas de danza y sobre todo, de Ballet, por ejemplo; lo cual es tan negativo como su posición antagónica extrema que se afana en "demostrar" que en el ballet (o en Cultura en general) no hay homosexuales: ello implica una aberración marginadora y anticientífica. El objetivo ha de ser que todos los sectores (sin excepción) tienen homosexualidad, confesa o no, aun reprimida, y educar a todos estos sectores en el respeto a toda opción sexual, que no limita con ninguna actividad social. Sin esta Revolución también, toda otra Revolución no deja de ser, en el mejor de los casos, parcial.

No se trata de la problemática homosexual, sino de la que la sociedad ha creado para con la homosexualidad puesto que la homosexualidad no tiene más problema que los que le (de)genera la sociedad, y con que la sociedad se (de)genera a sí misma. Un personaje homosexual en los medios exige desplegarlo en su sentido más amplio socialmente, y más estrecho individualmente, e incluso, sexualmente. Diego queda como un homosexual frustrado sexualmente (solo la homofobia puede preferirlo así) pues el argumento no avanza en lo absoluto sobre su posible realización sexual, literalmente "tolerado" por algunos pocos al que es menester proteger: sólo se realiza en funciones socialmente esquematizadas como femeninas o consideradas de "dudosa" delicadeza, como compete a la Cultura, y que conviene mantener en función de nuestra propia "tolerancia": así quienes no los veo como tales (mi padre, mi madre, mi esposo, mi esposa, mis hijos…) quedan exentos pues no cumplen el cliché: nicho demasiado improvisado, que regodea mentiras y represiones, frustraciones y sufrimientos, hasta quebrarse.

La tradición nos ha envenenado de diversos programas supuestamente de "orientación" sexual que insisten en que al hombre lo caracteriza la rudeza, y a la mujer la suavidad... sexismo muy perjudicial que persiste y conducen al lugar común tan criticado que, en efecto, ocupa el protagonista de Filadelfia (EUA, casualmente también, 1993… año en que trasciende más En el filo de la duda del sida en las comunidades gay, y otros, de EUA) con una super-sensibilidad artística de la que (supuestamente) carecen los heterosexuales, en lo que no es posible estar de acuerdo. Se promueve la raíz del mal con tales esquemas sexistas por los medios que se inculcan y entran en todos los hogares. Llevamos décadas insistiendo en que la mujer es capaz de cualquier labor, se promueve la "mujer dura" en la vida deportiva, laboral, militar y política cubana, y con toda justicia, aunque también se busca su imagen “suave” (¿femenina?) en las mismas labores. Se esquematiza femineidad con suavidad y masculinidad con rudeza, lo que duda de la masculinidad de los grandes relojeros y cocineros del mundo, pianistas, joyeros, cristaleros, etc. dogma que rompen los estudios actuales de masculinidad que encabeza en Cuba el Dr. Julio César Pagés. En ningún caso la solución puede reducirse con palabras fáciles ni fórmulas mecánicas, universales y eternas que lastran sustratos esquemáticos y a la postre, despectivos para con toda otredad.

En cuanto a quienes han referido las reacciones de la comunidad gay cubana con respecto a Fresa y Chocolate, cabe preguntarles a cuál comunidad homosexual se refieren. A estas alturas, se supone que a nadie debe avergonzarle por ende el adjetivo homosexual, puesto si por comunidad gay entendemos la militancia anti-homofóbica, que como suele suceder en las campañas que ya (por suerte) avanzan, por desgracia se minan de los oportunistas que incluso, en un momento la frenaron. De todas formas al menos por esa militancia, sería menos difícil definir una comunidad gay… ¿cómo definiríamos una comunidad homosexual cubana? La mayor parte de la homosexualidad se mantiene "encubiertos" y auto-reprimidos, y ni siquiera los homosexuales confesos logran tener mayor comunión que, quizás, en el lecho de cada cual, lecho que por la grave problemática de la vivienda en Cuba y sin más espacios regulares que estos actuales (y que no son sexuales) con “lechos” (muchas veces no lo son) normalmente improvisados y en las más disímiles condiciones, en los más remotos y peligrosos rincones y escondites, mucho más difícil que entre los heterosexuales y con mucha mayor razón por la marginación en que viven aunque por lo mismo, mucho más combatidos y criticados por los mismos actos y urgencias...¿Quién puede decir que sus opiniones personales, por muy bien fundamentadas que estén, reflejan a “una comunidad homosexual”… o gay… cubana? Ni aun cuando alguna asociación se planteara agruparlos, toda vez que una parte sustancial de los homosexuales cubanos no se le acercarían a esta asociación, precisamente por la peligrosa capacidad que llega a devenir vicio y degeneración de su personalidad, mantenerse "encubiertos" o auto-reprimidos, y por la conciencia milenaria de perseguidos para no quedar “fichados”, además de su propio auto-convencerse que no lo son… que no han sido más que fases, debilidades, etc. Demoraría mucho en lograrse, ¿para marcar más “las diferencias”, que no son tan tales? ¿Degenerar ghettos? Ello no excluye los espacios sexuales que sí urgen, pero la victoria ha de ser justamente, la aceptación de todos… como aquella emblemática película holandesa Antonia, exhibida en Cuba.

El impacto positivo inmediato de Fresa y Chocolate (que no se exhibió en TV hasta 2007), fueron su proliferación en diversas versiones teatrales de mayor o menor vuelo, imperando el título La Catedral del Helado (en general monólogos o para dos actores, con incorporaciones a veces efectistas del desnudo en nuestra escena y que apunta más al emblemático Coppelia como lugar de encuentro gay… aunque no solo gay, sino de todo visitante a La Habana, lo que ha condicionado que fuera, también, de todo tipo de homosexualidad), y las referidas fiestas gay; pero también se promovió más que nunca la vida heterosexual de Perugorría (difícil a considerarlo interés del actor, por sus declaraciones mucho más consecuentes) desde entonces explotado a gran escala como “gran galán” (y muy acertadamente, aunque por supuesto, exclusivamente heterosexual), y aun en Locura Azul (donde el “zafiro” interpretado por Néstor Jiménez corre una broma en travesti, lo que no había sido común en nuestro cine… broma mal recibida por otro “zafiro”), en una escena totalmente gratuita, ambos protagonistas de Fresa y Chocolate ratifican que "no entran en eso", supuesto chiste de patentar imágenes heterosexuales. De 1993 es también el documental de Lisette Vila Y hembra es el alma mía, entrevistando a cuatro travestis, y que en 2004 aportará Sexualidad, un derecho a la vida; y de 1995, Mariposas en el andamio (Luis Felipe Bernaza)

Guarniciones.

El teatro escapa con muchos más lauros, por ser aquel al que menos público llega, lo cual es ventaja y limitante; los mejores ejemplos ya estaban en la trilogía de teatro estadounidense (Tennessee Williams) de 1989 que luego cuajaría en su momento cumbre, hito del teatro cubano finisecular: El Público, nombre a partir de la obra de Federico García Lorca de ambientación homosexual y que asume el grupo que dirige Carlos Díaz (se gestaba La Cuarta Pared, otra experiencia de interés por el desnudo teatral, tan revolucionario sobre todo el desnudo masculino que ya llevaba Perugorría; Gattorno en la versión del Decamerón en El Sótano, y en danza Rubén Rodríguez en el David) y una de cuyas cimas lo constituye precisamente, su versión teatral de Fresa y Chocolate (ver Couceiro y Perera, 2000-2001). Te sigo esperando no se desprende de esquemas ya ampliamente superados como la niña que gustaba de jugar con juguetes "de varones" y a la que le imponen el tema musical de Amaury Pérez, Yo quiero ser bombero, lo que hasta para una actriz de la talla de Corina Mestre es difícil de salvar, sobre todo por la carga que entremezcla populismo con burla lesbofóbica de mal gusto.

Mientras tanto, a partir de los resultados de esta investigación que aplicaba la investigación-acción participativa mediante los audiovisuales, a una solicitud del Consejo Asesor del Complejo Cultural Cinematográfico Yara y del Centro Provincial del Cine en 1994, se les propuso tres ciclos de cine: “Protección Ambiental” (que fue muy exitoso); “Religiosidad” (del que solo se pudieron exhibir algunas películas aisladas) y “Lucha contra la homofobia”, que solo fue acogido por Elena Calvo Estévez (Elenita) con mucho entusiasmo para el cine Acapulco… pero fracasó ante la hostilidad de la administración. A muy duras penas se logró muy ocasional pero exitosamente contra toda traba y prejuicio, desde los órganos de poder hasta una agresión personal, someter en los video-debates sabatinos del cine Yara, desde el homoerotismo de Entrevista con el vampiro (1994) hasta un clásico como El beso de la mujer araña (1985, nunca antes exhibida públicamente en Cuba ni mucho menos, promovida); Serving in Silence (1995, interpretada por Glenn Close) fue la única cuya exhibición no se aprobó, aun con relativa elegancia, argumentando (inexplicablemente) el tema en el sector militar; Rufo Caballero logró exhibir y debatir Juego de Lágrimas (1991), a pesar de ser espacios de una sola puesta con excelentes debates, sin más promoción que la del público asiduo. Paralelamente otro resultado de esta investigación fue al frente del Grupo de Teatro de Jóvenes de la Catedral Episcopal (13 y 6, Vedado), sistematizando mensajes anti-homofóbicos en sus obras desde este difícil espacio cristiano-teatral entre 1995 y 1998 y propiciándoles el vídeo-debate (Ben-Hur, 1959, un osado clásico en tal sector) bajo el Obispo Jorge Adalberto Perera Hurtado, donde ya en 1989 con el Reverendo Miguel Tamayo, había sólidos (y muy pioneros en Cuba) antecedentes de lucha contra el sida y contra la homofobia, en lo que entroncaban con el Patio de María (37 entre Paseo y 2) y su Peña Rock vs sida de María Gattorno y el escritor José Miguel “Yoss”; y con el proyecto literario La Montaña Mágica de Lourdes Zayón Jomolka y José Ramón Fajardo (Arroyo Naranjo); todos ellos ya actuaban en el sanatorio (llamado popularmente, sidatorio) de Villa Los Cocos, donde desde abril de 1986 recluían a seropositivos y enfermos con sida y los homosexuales, no todos se sentían igualmente atendidos (Manrique, 1992:5). En 1993, con más dificultades para la manutención, permiten la opción ambulatoria. De 1994 es la primera edición cubana de Hombres sin mujer (Carlos Montenegro, 1938)

En la música aportaban Pedro Luis Ferrer (Delirio de amar varones) y Pablo Milanés (Pecado original) y se radiaba Mujer contra mujer (José María Cano, 1986) desde 1988 por el grupo español Mecano, y ya en el siglo XXI Julieta quiere a Julieta (Adrián Berazaín) y algunos video-clip; a menudo no se promueven ni siquiera se piensa en estos temas al inducirse actividades culturales en los diversos sectores de la población; público selecto tenía la biblioteca de la Fundación Alejo Carpentier, con libros de sumo interés a este tema. Determinadas exposiciones merecerían quedar antologadas por su osadía con respecto a la homosexualidad (como la del emblemático nombre Conducta impropia, 2008; pintores como Rocío García con su dulce erotismo para la homosexualidad femenina, y violento para la masculina; Lino Fernández García, y otros más, antecedidos por Servando Cabrera Moreno, entre otros, toda una tradición hasta la actualidad, sin que el objetivo sea la privacidad del artista ni de nadie, que es precisamente lo que hay que respetar, aun aplaudiendo la valentía de quienes se asumen públicamente con lo que revolucionan dándole el mismo rango que a la heterosexualidad y despojándolo de vergüenzas inducidas, sino el homoerotismo en sus obras, visibilizándolo para desmitificar tabúes, con todo lo cual lo legitiman: aun muy urgentes en nuestro país, donde todavía determinadas denominaciones cristianas se pronuncian en las diversas aristas homofóbicas, así como algunos de los ejemplos más chabacanos (no por casualidad) de la mal llamada “música popular” cubana, televisados a toda la población, arrastrando al público a levantar la mano las mujeres que gustan de los hombres, y luego los hombres que gustan de las mujeres... exclusión burlesca, chantaje social ante la histeria populista que a menudo desatan asimismo la llamada "guerra de los sexos"; nada de ello es considerado en el sistema judicial cubano, que considera delictivo toda manifestación de discriminación, por cualquier motivo, mientras al siglo XXI llegaba la Clínica del Adolescente en 5ta. Avenida con el tristemente célebre Dr. Cañizares y supuestas terapias para “corregir” la homosexualidad imponiéndoles golpearse mutuamente para así “hacerse hombres” en sexista seudo-cultura de violencia por la violencia en la que aún (más triste aún), se alentaba a muchas familias su homofobia, cuyas frustraciones serían la causa de los sufrimientos a imponer a quienes se les relacionen en el futuro...

Algo se gana definitivamente y desde entonces en la sociedad cubana: la visibilidad homosexual, que aun muy lenta, tímida y dogmáticamente, se registra en los medios. En la telenovela El Año que viene (1995, Héctor Quintero) Bolito es un homosexual de avanzada edad, que dista mucho de ser protagonista (lo que aun dista en los medios cubanos) pero dura muchos capítulos; semi-simpático porque no está dentro del bando de los "malos", de los que más bien es víctima, y en alguna medida apoya a su amiga, Nenita Pubillones; amanerado hasta la ridiculez, artista y "chismoso", otro cliché de supuesta exclusividad femenina y por extensión, del hombre homosexual, obviando el chisme en tantos hombres heterosexuales, y que la propia homofobia es chismosa por definición; muere asesinado con un bastón que le introducen por el ano: ¿alguna alusión peyorativa o burlesca? ¿Morbosa advertencia, en plena época del SIDA? ¿O simplemente, infeliz recurso para pretenderse original? Sobra la pareja de mujeres homosexuales que se proyectan masculinas hasta lo grotesco, y los comentarios esquemáticos hasta la ofensa y el absurdo sobre todo para la época en que se sitúa, y viven en un antro que recoge lo más bajo de aquella sociedad, burdel que parece intentar en vano de incorporar las mejores posturas de algunas telenovelas brasileñas con respecto a la opción sexual y el respeto a la mujer aun prostituta.

Revolucionaron entonces los dos programas Vale la Pena que Manuel Calviño dedicó al tema aun cuando no hayan sido sino hasta abril de 1998, y sobre todo el segundo, ha de considerarse antológico y cimero: y aquella telenovela cubana de cuatro historias de hombres, en una de las cuales el personaje que actuaba Jacqueline Arenal se descubre de pronto la feliz pareja de otra mujer que además, sale en su defensa (para el desconcierto del que se creía su hombre, interpretado por Albertico Pujols), ambas tan femeninas como hermosas… lástima que al capítulo siguiente, la otra muriera en un accidente, lo que mató la posibilidad de un mayor valor al estudiar la historia del tema en nuestros medios, cuyo imprescindible papel educador contra la homofobia avanza pero muy difícilmente. En el cine, Kíeines Tropicana (1998) vuelve a incluir a otro homosexual, viejo, totalmente amanerado y que, por supuesto, trabajaba en Cultura, mientras el público rebosaba nuestras salas para disfrutar de la británica Priest (Sacerdote; 1994), en la que Linus Roache se estrenó interpretando al padre Greg Pilkington en su preciosa historia de amor homosexual, mientras su colega vivía otra hermosa historia de amor con una mujer de otro color de piel, además… y la peruana-española No se lo digas a nadie (Francisco Lombardi, 1998, sobre libro de Jaime Bayly) que no fue nada bien recibida por la crítica cubana, a mi modo de ver injustamente, y por poner el dedo en la llaga contra la hipocresía de tanta homosexualidad encubierta.

Postres: aunque no todos dulces.

Mediando Román de Armas entonces promotor del Centro Nacional de Prevención contra las its (infecciones de trasmisión sexual) y el vih/sida, ya en el verano del 2000 se consiguió un vuelco cualitativo a los video-debates que se ofrecían en el Centro (25 entre A y B, Vedado) y que eludían la problemática sexual y sobre todo, homosexual; justo mediante el Proyecto Hombre-Sexo-Hombre (en adelante, Proyecto H-S-H, concebido exclusivamente en la lucha contra el sida), y a partir de esta misma investigación y de las experiencias previas citadas en el cine Yara, se vencieron todos los temores y prejuicios y se inauguró el ciclo de debates que todavía hasta hoy, cada jueves ofrece con todo éxito con películas de temática homosexual; la primera: Amor, Pasión, Compasión… ciclo tan exitoso que no solo se mantiene, sino que pronto se extendió a casi todos los municipios capitalinos y a las restantes provincias cubanas, fortaleza indispensable a la lucha contra el sida si bien hay que saber que son dos luchas distintas aunque con confluencias, y donde se han realizado excelentes cine-debates e incluso, se pudo proyectar triunfalmente y frente al escepticismo de la dirección del Proyecto H-S-H, la teleserie estadounidense Queer as Folk; experiencia que a partir del 2008 se extendería por solicitud de Salud Pública al nuevo proyecto CINESEX como Coordinador de Cultura Comunitaria por la Unión de Escritores y Artistas de Cuba (Uneac) en su concejo popular El Carmelo, y otro tanto invitado con el Cenesex del 24 al 30 de diciembre del 2008, al evento Arte, Salud y Sexualidad del municipio capitalino Boyeros, evento organizado con mucho tino y muy diversas y efectivas acciones contra la homofobia y contra el sida, por Rudy Fernández (padre e hijo), profesor universitario y pintor, con las instituciones locales.

Un infeliz editorial en Tribuna de La Habana por su director Ángel Rodríguez Álvarez en febrero de 2001, propició nuevas redadas homofóbicas al Malecón (Morales, 2008) pero empiezan a publicarse Reinaldo Arenas (La Jiribilla, 2001) y Virgilio Piñera (2002 con prólogo de Antón Arrufat) En La Vida y sus retos (TV, 2002) Mariela Castro declara a Maribel Puerto: “La homosexualidad no es una enfermedad; la homofobia sí”; 2003: se publica ¿Qué nos pasa en la pubertad? de Mariela Castro, con un epígrafe sobre la orientación sexual; y “La sociedad cubana ante la homosexualidad” (Eduardo Jiménez) donde la Castro aboga porque se ilegalice discriminar a los homosexuales; en el 2004, el sitio web del Cenesex crea la sección “Diversidad sexual”, Cuba queda representada en la ILGA (Organización Internacional de Gays y Lesbianas) y re-estructuran atender a los transexuales; aun frente a redadas como Operación Dignidad y Avioneta, la Fototeca de Cuba presenta al público cubano el fallecido fotógrafo homoerótico estadounidense Robert Mapplethorpe (2005), a lo que acude incluso Ricardo Alarcón de Quesada, Presidente de la Asamblea Nacional. No obstante, alguna vez en TV se oyeron expresiones como “la homofobia también tiene su derecho”… faltando ripostar: no contra los derechos ajenos. Desde 1992 (Tomás Borges, Nicaragua) hasta Ignacio Ramonet (2006) las entrevistas a Fidel Castro incluyen reflexiones sobre este tema en Cuba. 2006: se publica Del otro lado del espejo. La sexualidad en la construcción de la nación cubana (Abel Sierra, Premio Casa de las Américas).

Paralelamente, se aportaban otros textos a este proceso investigativo[12] que sirven de base para el guión de Balseiro del documental Un fantasma que perdura (2010), para las jornadas contra la homofobia y la educación sexual, vinculado al Cenesex, de muy insuficiente promoción. También se han estrechado vínculos con otros expertos e interesados, como el Dr. Ramiro Guerra, con su monumental De la narratividad al abstraccionismo en la danza, Premio Anual Nacional del Centro de Investigación de la Cultura Cubana Juan Marinello 2003, y gran parte de su obra (Eros Baila, Calibán Danzante, etc.) profundizan en el erotismo y en particular, el homoerotismo; y entre otros estudiantes, igual en la cotutoría a Fernández (2005) mientras diversos estudiantes en la Universidad Agraria de La Habana trataron de desarrollar el tema como tesis, aunque casi nunca se les autorizaba porque “no era necesidad”; como siempre sin documento oficial, corrió el rumor de un excelente y muy querido Presidente de la Federación Estudiantil Universitaria que sorprendieron con otro muchacho y fue obligado a renunciar. A la par, se colaboraba con obras tan contundentes como la de Castellanos (2008)

En el cine del 2000, Lista de Espera (comedia de Juan Carlos Tabío, co-director de Fresa y Chocolate) insinúa el que hubiera sido el primer beso sexuado entre dos hombres en el cine cubano, tan viriles y atractivos (para romper todo dogma) como Iván Mulkay y Caleb Casas, pero la gran nota la logra de nuevo Cine´Plaza con Vídeo de Familia (Humberto Padrón) con tanta frescura como profundidad, hasta ahora sin superar; mientras en literatura y teatro se incorpora la obra de Abel González Melo, entre ellas Chamaco (2004, que el 25 de mayo del 2006 estrenó en el Teatro Nacional, Argos Teatro bajo la dirección de Carlos Celdrán y luego se presentaría en Turquía y en EUA) que Juan Carlos Cremata escoge para llevar al cine, y William Quintana llevaría a la radio (2007), producida por Radio 26 de Matanzas, sobre la prostitución homosexual y el policía (no menos sexual) que se involucra.

Padrón (2007) agrega sus lecturas de Las noches de Constantinopla (2001), Perfecto amor equivocado (2004), Bailando chachachá (2005) y La noche de los inocentes (2007), del documental Viviendo al límite (2004, Belkis Vega) y de la serie para TV, Doble juego (2002, Rudy Mora); y Diéguez (2013) de Marilyn Solaya: En el cuerpo equivocado (2010) y Vestido de novia (2013), así como Ni preguntas, ni respuestas (Lisette Vila, 2011); y sobre lesbianas: Favez (Lídice Pérez), Leo y Julieta (ficción sin promoción); y los documentales La tarea (Milagros Farfán) y Easy Sealing (Hanny Marín), e Iris (ficción de Erián Ruiz sobre las lesbianas y la maternidad). Mientras, llama la atención en los medios, el “descubrimiento” de “pingüinos gay”, y sobre todo, que esta “noticia” difundida, se deba a científicos alemanes… cuando ya era harto demostrada toda variante sexual en una gran cantidad de especies sexuadas.

Luego en Afinidades, los mismos actores emblemáticos de Fresa y Chocolate (Jorge Perugorría y Vladimir Cruz) llegan al sexo grupal con un intercambio de sus novias: aunque entre ellos no se manifiesta ningún tipo de acción ni atracción sexual (a pesar del contexto ambiguo por definición), ellas sí muestran el primer beso lésbico en nuestras pantallas. En el 2011, Fábula, dirigida por Lester Hamlet, aporta el primer triángulo amoroso feliz (sexo grupal… aunque vuelve la muerte a interponerse) del cine cubano, interpretado por Carlos Luis González, Alfonso Quijada y Alicia Hechavarría, a partir del cuento que no en balde se titula Fábula de un amor feliz, de Alberto Garrandés. Y ya en el 2013, Enrique Pineda Barnet estrena su Verde, verde, a la que se le ha señalado la cargada atmósfera del alemán Fassbinder, pero que muestra por primera vez en el cine cubano un beso sexuado entre dos hombres (que protagoniza el viril y atractivo Héctor Eduardo Noas, otro actor que por décadas desde Tomás Piard y Carlos Díaz en el teatro, ha asumido muy consecuente y valientemente la lucha contra la homofobia) y un acto sexual explícito entre ellos… aun cuando vuelve a acabar con la muerte y la culpa como sino fatídico. Y mientras Eduardo del Llano aporta Vinci (2012) es una pena que el protagonista de Casa Vieja pida perdón casi al final, por ser homosexual, por haberse ido del país, y hasta por no haber sido médico, como quería su padre.

En televisión, las series y las telenovelas (cubanas y de otros países) incrementaron su papel en la educación sexual, con más aciertos que desaciertos: entre las extranjeras se destacan de EUA, Friends; Anatomía de Grey (desde 2005; amor de Callie y Arizona con su hija entre ambas con Mark Sloan como padre biológico); la fantástica Glee (El Coro, 2009: Kurt y Blaine, Santana y Brittany, sus relaciones con parientes y otros), que prolifera en su sucesora, Smash; Sala de Urgencias (1994-2009, el hermano del Dr. Pratts, negro además, y la Dra. Kerry con Lisa la bombero, cuyo hijo crían y queda a merced de la homofobia de la familia de Lisa cuando esta muere); Seis pies bajo tierra (2001-2005, David, su amor con un policía negro); Dirty, Sex, Money (desde 2007, el político que interpreta William Baldwin, con un transexual); Oz (el papel de Christopher Melloni en la cárcel, la única entre estas que se exhibió en horario difícil tras la medianoche) casi todas exhibidas en la televisión cubana relativamente pronto… argentinas: Hombres de Honor (2007; la criada bisexual), Valientes (2009; el amigo de una protagonista que la ayuda a salvar su pareja), etc. incluso del África subsaharana, Agencia # 1 de mujeres detectives… es raro encontrar un audiovisual extranjero que no incluya el tema, abundan los ejemplos y muchos muy buenos, a pesar de algunas ediciones infelices, y recientemente la telenovela colombiana Secretos de familia: Carlos-Camilo, una pareja de hombres atractivos y viriles, muestran la diversidad dentro de la homosexualidad.

Cada vez se evidencian menos, pero algunos cortes de edición han dañado los mejores mensajes. Por Amor (1997) deja un amargo sabor homofóbico cuando la mujer increpa al marido que anda con un muchacho y le dice que hubiera preferido que le hubiera restregado mil mujeres en el rostro que no “eso”… sí es una reacción lamentablemente común en muchas mujeres por la homofobia, que impide razonar: ¿qué hizo otra mujer que ella no, y supo “quitarle” el marido? Si es un hombre ya es obvio que el marido no (solo) se satisface con ellas; pero la “propiedad privada” que el ser humano establece en todas sus relaciones, no tolera más que la monogamia. La homofobia del mensaje radica en que con eso cierra ese episodio de (y toda) la novela; de manera muy brusca, desaparecen totalmente el marido y el amante, como si nunca hubieran existido, quedan como “negativos” por haberse amado, y las palabras de ella como la supuesta moraleja final, absolutamente incongruente con toda la producción brasileña; no es el único hilo argumental que queda trunco, y por lo abrupto, da que pensar en alguna edición de homofóbica (en este caso) censura, y ni siquiera inteligente ni profesional. En Páginas de la vida (2006, en Cuba 2009, un paciente de sida entre dos monjas opuestas) el amor de dos médicos queda como “cable suelto”, justo cuando se avecinaba conflicto de adopción de hijos, como historia “mal contada” o tal vez, peor cortada… Contradice la ya casi tradicional relación de loables amores homosexuales en las telenovelas brasileñas desde Cecilia y Laïs (Vale Todo); Sandro y Jefferson (La Próxima Víctima); Eleonora y Jennifer, Ubirazi y el Turco…

Muy bien se había mostrado la lucha contra la homofobia en Mujeres apasionadas (2003, en Cuba 2008) del feliz amor entre las dos chicas víctimas de la homofobia de la madre y la envidia de la fea condiscípula; y excelente ahora en Insensato Corazón que profundiza en la gran diversidad en la homosexualidad e incluso, dentro de la homofobia; en el amor Eduardo-Hugo (sobre todo el proceso de Eduardo y de su madre Zuley, que acepta en otros lo que en su hijo le costó más trabajo), así como Romney, Chico, los crímenes por homofobia (Gilbar por el homofóbico Benicio y sus bandidos con otras agresiones); Gavino se disculpa con Chico “de hombre a hombre” por la homofobia de su hermano Clever; y hasta en Río del Destino, el negativo Max Martínez busca desacreditar a su rival Víctor como afeminado, porque es rubio y bien educado... cliché, incluso racista, pero el personaje es negativo.

En cine cubano Suite Habana (2003, de Fernando Pérez) incluye el sueño del travesti, y el humorístico “Pateando la lata” muestra que no solo se puede hacer humor no homofóbico, sino incluso anti-homofóbico, como el chiste de los dos clásicos guapos “macho man” cuál de los dos dijo que se habían besado… entonces, fueron vistos. Ya en el otoño del 2005 y tras años de intentos de una jornada contra la homofobia con miembros del Proyecto H-S-H, se logró un primer ciclo de Cine y Diversidad Sexual, en el cine 23 y 12, exitoso aunque sin ninguna promoción, solo a prima tarde y que la dirección del Proyecto explicó como “lucha contra el sida, no contra la homofobia”; ya desde el 2007, Frank Padrón lo ha sistematizado mensual hasta hoy con su exitoso Ciclo de Cine Diferente, con el Cenesex y obras de sumo interés. Muy ocasionalmente, fue visible el tema en La ciencia contra el crimen y en Pasaje a lo desconocido, aunque los materiales y algunas expresiones no favorecían, y en los spots de convivencia demasiado pocos (¿dos… tres?) se han explicitado contra la homofobia, exhibidos muy raramente y en la madrugada, dándole más importancia a ponerse la camisa cuando viene visita.

La primera telenovela cubana con el tema fue La cara oculta de la Luna (2006), donde el abogado (hubo abogados que protestaron por haber sido escogido su sector… qué triste, en quien debiera dedicarse a defender los derechos de cada cual) no solo responde al estereotipo amanerado, sino que es agredido en su propia casa por la mujer (lo permitía: “maricón avasallado”) y quedó para la cultura popular como “el ladrillazo” que pone en peligro a “la Sagrada Familia”, sin ver las iguales opciones de que un homosexual sea infestado por la relación de su pareja masculina con una mujer portadora (Couceiro, 2007; Padrón, 2007): es la imagen que queda, a pesar de que los restantes portadores de vih eran por relaciones heterosexuales. A televisar su pretendido análisis se le designó tan poco tiempo que sus mejores propósitos quedaron truncos, cuando no tergiversados. No es casual que “los galanes” cubanos fueran haciéndose cada vez más, “el asere” ¿acentuar la diferencia? Otro cliché que propicia la vulgaridad que luego lamentamos, y obvia la homosexualidad entre los aseres.

Luego el actor Armando Tomey explicaría en TV “lo difícil que había sido el papel (…) aprender cómo caminaban ellos…”; algo similar declara en agosto del 2013 Carlos Enrique Almirante en 23 y M mientras filma Fátima y el Parque Central, de Perugorría, enfatizando “la diferencia” con chanza en el estudio, el mismo espacio donde poco antes “Antolín el Pichón” reaccionaba con supuestamente chistosa incultura sexual al preguntársele por la metrosexualidad, aunque fue de los primeros travestis artísticos con “La Pía”; no obstante Tomey haría después muy valientes y certeras declaraciones, como las hacían otras figuras públicas en TV como Amaury Pérez al contestar a una señora en la guagua que podía pensar lo que quisiera y cada cual era lo que quisiera; similar a quienes antes se prestaban contra el sida y por esa vía, contra la homofobia, como el músico David Blanco y el dúo Buena Fe, aunque estos últimos ¿necesitaron? después explicitarse “guajiros y heterosexuales”.

Volvió el afeminado (ahora interpretado por Jorgito Martínez) en otra telenovela donde servía casi de triste (aunque positiva) “dama de compañía” de la protagonista, cuyo amor es un heterosexual seropositivo: infestado con una mujer; se recuerda la incursión de Vicente González Castro con este personaje en los policiales, en los que antes coqueteaba Toña la negra y algún otro ocasional; en Bajo el mismo sol, Lisset (al margen de su masculinidad… no así la de sus parejas) muy humanamente tratada, se faja por salvar a la vecina de la violencia del marido… muy positiva, pero, ¿ayudó su masculinidad a fajarse por la justicia?; Con palabras propias (2012) mejora el saldo: Marcos (muy bien tratado sin amaneramiento) enamorado de su amigo hetero Gabriel, se lo confiesa, desatando el conflicto por homofobia, aunque sigue en la frustración; el tío Ricardo (tercera edad, bastante amanerado: simplemente, otro tipo de homosexual, que cabe siempre que no se absolutice) interpretado por Héctor Echemendía, cuya pareja se había suicidado; Patricia lucha por vencer la homofobia de su amado Pablo, el guajirito (Alejandro Cuervo) cuyo padre le cuenta que en la Universidad lo quisieron botar “por regado” y solo lo apoyaron su madre y un homosexual que “demostró ser más hombre que todos los que estaban allí”. Actualmente (agosto 2013) en la juvenil S.O.S. Academia se avizora también la problemática homofóbica.

Pero la televisión no son solo telenovelas, y por suerte, se ha abordado el tema en espacios como Cuando una mujer y Buenas conductas, así como expertos de tanto acierto como la sexóloga Beatriz Torres y otros, en Hola Habana, De tarde en casa, Tengo algo que decirte, Triángulo de la confianza, etc. No obstante, algunas campañas como “De cada 10 personas con vih en Cuba, 8 son hombres…” aun cuando sea real, desvía la atención del mensaje central: sexo seguro, no importa si con hombres o con mujeres, pues de cada 1,000 con vih, 200 son mujeres… ellas lo trasmiten igual, incluso se aportan condones femeninos para el sexo lésbico y que no se promueven; homofobia que a quien más daña es a la heterosexualidad, pues se ha extendido peligrosamente que basta el sexo con mujeres para no contraer el retrovirus.

2006-2007 marcó un hito con la llamada “guerrita de los e-mail”, reacción contra la promoción en televisión aun ocasional, de algunos de los más connotados homofóbicos (y perseguidores en general) del llamado “quinquenio gris”, como Luis Pavón, Jorge “Papito” Serguera y Armando Quesada; justo recordarlo para no repetir la amarga historia, pero se desentiende a veces de la valentía para enfrentar la homofobia (y otros problemas) del momento actual, y no solo en los medios. El Cenesex liderado por Mariela Castro a partir del 2007 une a Cuba a celebrar el Día Mundial de la Lucha contra la homofobia, casi siempre con sede central en el céntrico Pabellón Cuba y múltiples acciones, aunque ninguna ha sido tan contundente como los festejos del 2008, entre otros motivos por el amplio respaldo de todos los medios, incluido Vale la pena y sobre todo, la exhibición de Brockeback Mountain (EUA, 2005) por Rolando Pérez Betancourt, valorada por el sitio digital hoycinema.com, como la mejor película de tema gay de todos los tiempos, con un magistral beso sexuado entre los dos hombres (atractivos y muy viriles vaqueros, minando aquellos estereotipos “macho man”… galardonado como el mejor beso en el cine) y escenas de sexo que en algunos lugares, fueron censuradas; solo en cines capitalinos se repetiría dos o tres días, pero sí en TV Lázaro (“Bititi”) en Los Amigos de Pepito, hizo un supuesto chiste homofóbico que gusta y trabajaría en cualquier película de vaqueros, excepto Brockeback Mountain; “peligro” que sabemos no corre.

Tan eficaz fue la jornada que otras reacciones homofóbicas no se hicieron esperar: es triste que algunos campesinos hayan sentido herido el orgullo de su fecha nacional, pero lo peor es que con su propia homofobia, hayan querido mancillar a todo el campesinado cubano (entre los que por supuesto, hay más homosexualidad de la que quiera reconocerse) lo que lega anécdotas dignas para un estudio más profundo; y que Palabra Nueva # 175, órgano del Arzobispado de La Habana, se haya hecho portavoz de reacciones homofóbicas, incluida una beata que se declaró “asqueada” por el beso entre los hombres… pero no se asquea del horrendo crimen cometido contra uno de ellos después, ni de tantos otros que día a día regodean gratis todas las pantallas del mundo, incluidas las nuestras.

Epílogo: sobremesa digestiva.

Ha circulado por intranet el transexual José Manuel Hernández González, delegado del Poder Popular en Caibarién, como muy querido y respetado por toda su comunidad. Pero se siguen mostrando diversidad de acciones homofóbicas en lo cotidiano y peor aún, cuando diversas autoridades las cometen o se hacen cómplices, a pesar de los discursos de Mariela y de algunas acciones y demandas, como por ejemplo a favor de la transexualidad y del matrimonio gay (anteproyecto de Ley que ha demorado cinco años en llegar al Parlamento, aunque la última conferencia nacional del PCC en enero, había aprobado por primera vez en Cuba, “enfrentar” la discriminación de género y por orientación sexual”); no obstante, el Censo del 2012 canceló la opción de considerar las parejas homosexuales que vivían juntas (avance en otros países incluso latinoamericanos), que ignora los derechos de familia a las parejas homosexuales, contradiciendo el slogan en TV, pues no “todos contamos”. La homofobia explícita de décadas anteriores, amaina, y hasta el Noticiero de Televisión ha cubierto las Jornadas contra la Homofobia y al menos al fallecer la canta-autora de la Revolución Sara González (2012), mostró a “su compañera Diana” echando las cenizas al mar. Es de destacar Elogio de la Memoria, que en su brevedad ha sido transparente y anti-homofóbico doquiera ha sido menester. Telecentros y radios locales cubanas desbordan al infinito el tema, como demostró el Festival de Telecentros Avileños 2010 (ver Couceiro, 2010) y el tono desenfadado que Roclan logra con ambos sexos en el verano del 2013, invita a pensar que nos alejamos de los complejos homofóbicos.

Ni la homosexualidad ni los medios, se pueden entender al margen del resto de la sociedad, ni del proceso evolución-involución. Mucho ayudan los recientes estudios de masculinidades con el Dr. Julio César González Pagés, que rompen la exclusión masculina de los llamados “estudios y enfoques de género” y que muestran la gran diversidad en la masculinidad. Alejándonos de censuras podemos (y debemos) digerir muchos sabores, que siempre serán nuevos nutrientes, con las lecturas pausadas al calor (¿o más bien, al frío heladero no menos cálido?) de Fresa y Chocolate. Siempre insuficiente la lucha contra esta, como contra cualquier marginación, falta osadía y transparencia, sin concesiones imperdonables a la homofobia, mayor cultura sobre el tema por quienes lo trabajen, dominio entre el mensaje que se pretende y el que realmente puede llegar, para que no lo traicione; que se puedan admirar genuinos y realizados amores homosexuales, que ha habido y hay, a pesar de los contextos; descubrir el infinito de homosexualidades, que no es tan “diferente” de las heterosexualidades; y sobre todo, ¿cuándo centraremos a la homofobia en el microscopio, como la patología que es, y no la homosexualidad… sin que esto la excluya?; pero se ha ganado visibilidad y se han logrado mejores personajes y tratamientos; el camino está trazado para que tanto la fresa, como el chocolate, como todos los otros sabores y sus infinitas combinaciones, nos hagan una digestión cada vez más feliz para el disfrute pleno de la vida. Toda demora contra la homofobia es demasiada, pero no habrá resurrección posible.

 

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Notas:

[1] Derivado al Ministerio de Salud Pública (1989) del Grupo Nacional de Trabajo de Educación Sexual de la Federación de Mujeres Cubanas, FMC (1974)

[2] Aunque ya habían circulado en el país despertando las inquietudes y nuevas visiones de todos, En defensa del amor -1981- y El hombre y la mujer en la intimidad, del alemán Siegfried Schnabl, y ¿Piensas ya en el amor?

[3] No solo contra todo al que consideraran homosexual en Europa; y también contra los pueblos indoamericanos, identificados entre otras muchas cosas, y salvo excepciones, por una sexualidad mucho más rica y libre que la que pretendía imponer aquella Europa.

[4] Se cierran en 1968 tras reclutar 25,000 hombres: disidentes, religiosos, homosexuales… pero ya en 1962 se había sufrido “la Noche de las 3 P” deteniendo prostitutas, proxenetas y “pájaros”, incluido Virgilio Piñera. Cuando en enero de 1965 el poeta homosexual estadounidense Allen Ginsberg viaja a La Habana para conocer al “atractivo Che Guevara”, es expulsado a Praga. En 1966 se retira la novela Paradiso (de José Lezama Lima) y en 1968, Lenguaje de Mudos (Delfín Pratts, Premio David de Poesía) sin publicarse El Mundo Alucinante (Reinaldo Arenas) Era la “ofensiva revolucionaria” (Morales, 2008:5)

[5] Tras un artículo homofóbico en el # 113 de la revista Bohemia (1969), por Abel Prieto Morales, padre del ulterior Ministro de Cultura, que en el contexto de décadas después mostrará el hijo que evoluciona el pensamiento. Estas proyecciones duran hasta 1975, aunque en 1974 la Ley 1267 modifica la 1166 (1964) pero igualmente homofóbica.

[6] Ejemplo en el fino y discreto prostíbulo del capitalino reparto San Antonio en 37 entre Paseo y A, hoy Casa de Cultura Comunal, hasta los años 30 cuando fue asaltado contra el Machadato, casi siempre relacionado al menos en el imaginario con orgías aristocráticas de lógica ambigüedad sexual, siempre enfocado como “decadencia burguesa" por la homofobia, incluso, supuestamente progresista.

[7] Con el momento cumbre y harto significativo del 8 de diciembre de 2000 cuando el parque Menocal del Vedado queda re-denominado Parque John Lennon con la escultura de José Villa Soberón de alto atractivo turístico, el ulterior Submarino Amarillo en el otrora e inmediato club Atelier (con impacto en otras provincias), y los tan saludables (y necesarios) eventos para estudiar su impronta en la cultura cubana.

[8] Aun se recuerda en el imaginario cubano la italiana Rita Pavone con su pareja femenina, aunque había estado casada con su representante, Teddy Reno.

[9] Analiza el vocablo “homosexual” desde la Biología del siglo XIX y el término “gay” desde sus raíces medievales inglesas y francesas como “alegre”, vinculado a los festines y con ello, a toda supuesta orgía y libertad de todo tipo, incluso sexual; y se debate lo adecuado o no del término para un sector que justo por la discriminación, no es precisamente la alegría lo que más lo distingue, equiparándolo con otros términos como “mujer de vida alegre” a la prostituta (casi nunca alegre en verdad) y asumiéndolo en ese sentido en que nacía el movimiento gay: como militancia de lucha anti-homofóbica, en la que ha habido numerosos heterosexuales y en la que muchos homosexuales, no se pueden considerar.

[10] 125,000 cubanos emigran y confesarse homosexual, era ser autorizado a irse. En 1979 el nuevo código penal había despenalizado la homosexualidad, pero la Ley 62 de 1988 aprueba en su artículo 303 sobre “Escándalo público”, la hostilidad a las manifestaciones homosexuales (que la FMC elimina en 1997), mientras se hace la primera y única operación de cambio de sexo (hombre a mujer) en Cuba, continuando solo los tratamientos endocrinos.

[11] Así por ejemplo, según el Diagnóstico Municipal Plaza de la Revolución 2010, el Chaplin es el cuarto cine citado por el 9,88 % de los residentes, y visitado por el 8,72 %: el 88,23 % de ellos, es cierto, viven en sus barriadas inmediatas, pero el resto no; en tanto al cine Rampa lo cita el 1,16 % de toda la población municipal (un 9no. Lugar entre los cines del municipio), sobre todo de sus barriadas inmediatas de las que las cita un 8 % aproximado; pero son cines a los que por su programación especializada, acuden muchos interesados de otros municipios (Couceiro, 2010-2015) El cine más popular del municipio (y cuarta institución, tras Casa de Cultura Municipal, “cines” y Teatro Nacional) fue el Acapulco: 15,11 % de toda la población municipal, de diversas barriadas y donde se han exhibido películas cumbres de esta temática como Cuando cae la noche (Canadá, 1995; lésbica)

[12] Ver Couceiro, 2005; Couceiro, 2006; Couceiro, 2009; Couceiro, 2006-2013; así como en los Simposios Territoriales de Estudios Culturales y Fórum Municipales de Ciencia y Técnica de la Cultura Plaza de la Revolución, ver Armas, 1999; Balseiro, 2000, y Balseiro y col, 2004, y 2010; Núñez, 2001; Rodríguez, 2001; Valdés, 2011, y Valdés y col, 2005; Zorzano y Sardiñas, 1997

 

Avelino Víctor Couceiro Rodríguez
vely175@cubarte.cult.cu

 

En Letras-Uruguay ingresado el presente trabajo el día 24 de setiembre de 2013


Autorizado  por el autor, al cual agradecemos.

 

 

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