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Papel del diagnóstico en el trabajo comunitario y en las artes
por Dr. Avelino Víctor Couceiro Rodríguez
vely175@cubarte.cult.cu

 
 
 

A partir de la conferencia impartida por el autor hacia el mediodía del 18 de mayo de 2012 en el Encuentro Nacional de la Brigada de Instructores de Arte “José Martí”, Expocuba.

Para algunos, el diagnóstico podrá parecer un cliché, y es lógico, no porque se haya abusado porque su universalización es lógica, sino por lo mal que se ha usado, dejando de ser diagnósticos; totalmente entendible en una Humanidad que aun, no es científica, pues el diagnóstico es uno de los resultados parciales del proceso científico; digo parcial, porque como todo proceso científico, siempre devela nuevas necesidades a continuar desarrollando la investigación, por uno u otro sendero, sobre todo si de diagnósticos se trata, de los que tales nuevos senderos a continuar investigando, no son sino uno de sus tantos aportes. Por tanto, todo resultado final de una investigación, porque cumple el objetivo formulado en el informe que se presenta, no es sino relativamente final.

Un verdadero diagnóstico es un retrato completo y analizado (implica críticamente) del fenómeno, y es mejor, cuanto más completo, integral y rigurosamente analizado, sea; y a su vez, es tan específico como el fenómeno en sí. Por ejemplo, un proyecto contra el racismo en una comunidad, y un proyecto contra la homofobia en la misma comunidad, aunque tienen elementos comunes (dados en un programa integral de la comunidad en cuestión, sistema a articular todo proyecto que en ella se pretenda científicamente) son sin embargo, proyectos distintos, a especificar cada uno en su tema; y a menudo se obvia esa especificidad. El proyecto contra el racismo en esa comunidad no puede obviar las restantes experiencias contra el racismo en el macro-entorno regional, nacional e internacional, las especificidades de la problemática racial lo más profundamente posible, y cómo se ha comportado históricamente y se comporta con las restantes problemáticas en la comunidad dada. Otro tanto ha de hacer el proyecto contra la homofobia; otro tanto haría un proyecto ambientalista, etc.

Por tanto, es lógico que a cada proyecto se le exija un diagnóstico; sin embargo, al no ser aún una sociedad (Humanidad) científica, y aplicarse este concepto de programas y proyectos de forma casi masiva, sin personal previa y realmente especializado, pues el diagnóstico comienza a degenerar cliché: se “cumple la meta” (la “orientación”) con poner la historia y caracterización general de la comunidad en sí, en los mejores de los casos, con algunas reflexiones sobre el tema a partir de los antecedentes teóricos e históricos; pero sin el análisis real de su devenir y problemática en el contexto a valorar que profundizaría la investigación, por lo que suelen mecanizarse, pierden rigor científico y por tanto, se alejan de la realidad; el resultado, en consecuencia, no llegará a satisfacer la necesidad social por la que el proyecto era importante, o solo lo logrará a medias.

La ciencia se distingue de las restantes formas de la conciencia social, por su interés en la verdad que cada vez es más profunda a partir del cuestionamiento; cierto que entre sus antecedentes, se acunaba en otras formas de la conciencia social como la religiosidad, cuyos conocimientos eluden todo cuestionamiento en base a lo establecido por el imaginario, casi siempre fruto de tradiciones orales a contextualizar, y eterniza dogmatizando sus verdades que solo con el tiempo y a la luz de la ciencia postmoderna, se comprenden en evolución y cada vez más profundas, siempre cuestionables (como devela toda ciencia genuina, sin caer tampoco en el relativismo ni el subjetivismo) hacia nuevos senderos del desarrollo.

Así por tanto, la ciencia es la que abre nuevos retos al conocimiento y urge, siempre que se quiera resolver de veras cualquier problemática, puesto que si entendemos lo empírico como la experiencia más pura (siempre relativamente pura), o sea sin mayor elaboración ni cuestionamiento, en el proceso del conocimiento más empírico al más científico se tantea menos improvisadamente y por tanto, se busca resolver realmente el problema en vez de perjudicarlo aun más, como suele empeorarlo el conocimiento no científico salvo excepciones siempre azarosas, pues solo la ciencia busca mayor acercamiento a alguna verdad nunca absoluta; por supuesto, al hablar de ciencias se incluye la ciencia popular que avance por estos derroteros y en la que las academias han debido beber más de una vez en científica retroalimentación; y respetando estas academias, se excluye el academicismo anticientífico que igualmente dogmatiza incuestionables sus verdades y elude todo cuestionamiento que las harían avanzar, y toda explicación racional, pero su extremo racionalista subvalora la intuición y todo lo que no considere ciencia por no haber sido establecido aun como tal: otro dogma que olvida que la verdadera ciencia es, por definición, revolucionaria e incluyente, abierta siempre a toda otra posibilidad, por absurda o imposible que parezca.

En la medida en que avanza el proceso investigativo, se detectará no sólo qué hay que resolver, sino cómo resolverlo: más que ser interdisciplinarios (a menudo más slogan y cliché que realidad y urgencia incorporadas), hay que emplear la interdisciplinariedad adecuada.

El diagnóstico llega a las Ciencias Sociales como un préstamo de las Ciencias Médicas, en las que significa “determinación de la naturaleza de una enfermedad”, para lo que combinan una adecuada historia clínica (antecedentes personales y familiares, padecimiento actual); un examen físico completo, y exploraciones complementarias: pruebas de laboratorio, de diagnóstico por imagen, y otras. Al acudir al médico por cualquier síntoma, el galeno tiene ante sí un problema de investigación que debe resolver científicamente, para evitar errores en la medida en que logra acercarse a la verdad que lo reta. La palabra viene del griego diagnosis, que significa “conocimiento”; por todo lo cual su préstamo al resto de las ciencias (y en este caso a las Ciencias Sociales) queda legitimado de forma absolutamente orgánica y natural. Insisto en diagnóstico más que caracterización, puesto que esta puede quedar en lo puramente descriptivo; el diagnóstico exige valoraciones, profundidad de análisis y hasta propuestas de solución (o al menos, de nuevas investigaciones), cuya efectividad será validada en la práctica cotidiana, como corresponde en todo proceso científico, teniendo en cuenta que la práctica es criterio de verdad.

Un método casi universal es el histórico, que no es la historia del fenómeno, sino que valora aquello que en su devenir, ha llevado a la situación problemática actual en la que es necesario incidir para solucionar el problema. ¿Por qué hay esta situación problemática, a la que ahora nos enfrentamos? Su respuesta subyace invariablemente en sus antecedentes históricos, que no pueden perderse en un lugar común de la historia abstracta, sino muy concreta del fenómeno: digamos, patologías sociales como el racismo, la homofobia, la depredación del entorno, y otras que para comprenderlas hay que hurgar más allá, en el devenir respectivo de la racialidad y la cultura racial, de la sexualidad y la cultura sexual, del entorno ambiental y la cultura ambiental de esa comunidad…  

Hoy se habla más que nunca de la identidad, tema urgente frente a la homogenización de la globalización; es más: sobre todo se reconocen “las identidades”, por la diversidad; falta reconocer (además) la diversidad en la identidad: evitar que la identidad degenere camisa de fuerza inamovible, foto estática en el tiempo, homogénea por definición. Y aunque hoy es que emerge a la luz, la identidad siempre ha estado presente (consciente o inconscientemente) en esencia; uno de esos tantos objetos de estudio que siempre han existido, pero la miopía intelectual no ha permitido sino hasta hoy que se descubran, por lo que he llamado en textos previos, “la trascendencia de lo cotidiano” (antes subvalorada y hasta obviada), al calor de la postmodernidad más revolucionaria. Toda investigación (y claro: todo diagnóstico) en tanto acercamiento a la verdad, constituye por definición, un acercamiento a la identidad, la cual solo nos llega a través de nuestras imágenes, siempre subjetivas (aún las científicas, aun cuando sean las que más se acerquen a esas verdades), pero que devienen objetivas en tanto identidades a no subvalorarse en ningún diagnóstico: el investigador, como todo sujeto creador (artista, científico, etc.) ha de ser también objeto de estudio. Y por supuesto, se profundiza en la identidad de lo simple a lo complejo, sin obviar el viceversa cuando sea necesario.

Al igual que una historia clínica, todo diagnóstico comienza por su más elemental identidad: el nombre, requiriendo siempre (en tanto proceso científico) una sólida conceptuación que profundice incluso en los antecedentes teóricos e historia de tal teoría (proceso de conceptuación), tratando de develar origen y significado de sus nombres y otros símbolos inherentes (ejemplo: la toponimia, antroponimia, genealogía, zoónimos, etc.); sus características generales (en el caso de una comunidad­: extensión, área y perímetro, límites, caracteres ambientales y demográficos, devenir histórico y otros antecedentes, etc. Más allá de lo establecido oficialmente por las divisiones político-administrativas, que a menudo han obviado las identidades y construido nuevas identidades, que no pueden ni deben suplantar a las anteriores, en las que subyacen la esencia y las raíces comunitarias) hasta su problemática actual, avanzando desde hipótesis a posibles soluciones. Cinco grandes esferas, relacionadas todas entre si unas con otras, no deben faltar en el diagnóstico de una comunidad humana, a universalizar casuísticamente para cualquier diagnóstico:

1. Identidades e historia ambientales, incluso previas a esta comunidad humana, y cultura ambiental (valores y anti-valores) humana consecuente en su devenir, hacia una cultura ecológica (científica; también con valores y anti-valores, en la imprescindible relación ciencia-ética) o no: topografía, orografía, hidrografía, fauna y flora silvestre y doméstica, etc.

2. Identidad histórica de esta comunidad humana y de sus restantes componentes (del medio, de su demografía, de su economía, de su cultura), desde sus antecedentes en su devenir hasta la actualidad y perspectivas futuras.

3. Identidades demográficas en su devenir, residentes y visitantes, incluidas migraciones e impacto, péndulo y fluctuación laboral y estudiantil, e impacto, población flotante e impacto; grupos de edades, relaciones raciales y más allá: étnicas; relaciones de género y orientaciones sexuales; papel de familias e instituciones; líderes, etc.

4. Sus Identidades económicas, históricamente y en interrelación con sus identidades y culturas ambientales y demográficas, y culturas económicas y laborales consecuentes sobre las que se sostiene y pervive dicha comunidad.

5. Identidades culturales (sistema de valores, pero también seudocultura o kitsch, o sea, anti-valores por facilismo y daño a cualquier otredad) que al cruzarse con la identidad histórica (como estas cinco esferas deben estar relacionadas entre si) pues incluyen para su comprensión el método histórico para entender su problemática presente y actuar en función de un futuro mejor, extensivo a las identidades ambientales, demográficas y económicas, y a las propias identidades históricas. 

a. Las diversas artes: literarias (escritas u orales, en toda su riqueza y complejidad a saber valorar);[1] visuales: arquitectura, urbanismo, pintura, dibujo, escultura, cerámica, fotografía, grabados, textiles, vestuario, joyería, calzado, tatuajes y piercings tan de moda, con su problemática a analizar siempre casuística, valores y anti-valores; peinados y pelados, otras para el cuerpo humano e incluso, valorar cada cuerpo humano en sí en su diversidad desde la cultura física y visual (también odorífera, táctil, etc.), en una nueva dimensión de las llamadas artes corporales, así como el entorno; ornamentos, bisuterías, diseño gráfico e industrial, y un vasto etcétera; escénicas: teatro, danza, mimo, artes circenses, sombras chinescas, etc.; musicales (composición, interpretación, etc.) y audiovisuales (cine, radio aunque no es visual pero despierta visualidad; TV, ciberespacio, etc.)

b. La moral, en tanto comportamiento en las costumbres y hábitos (estos últimos, inconscientes): cultura ambiental (actitudes con respecto al entorno ambiental); cultura sexual, sensual y erótica (al respecto, como en todas: juicios, prejuicios y clichés, etc.); cultura del ciclo vital (de nacimientos, funeraria, sobre cada grupo etario, etc.); cultura lúdica (juegos de todos los grupos de edades y en toda actividad humana); cultura física y deportiva; cultura racial y más allá: étnica. Igual con sus juicios y prejuicios multidireccionales; cultura culinaria; cultura conmemorativa (celebraciones, fiestas públicas y privadas, etc.); humor (su anti-valor: la burla) y tristeza; cultura afectiva y emotiva, cultura doméstica, espacios públicos, institucionales y privados, violencia... Todo ello a estudiarse científicamente por la Ética para mejores normas de convivencia y mayor horizonte de realización personal y social.

c. La  estética, en tanto gusto y placer (de lo que tanto depende la esperanza de vida) por todas y cualesquiera de las artes, pero también de la moral (gusto sexual, culinario, en los juegos, en los deportes, en las fiestas, etc.), en las ciencias y en toda vida profesional y laboral, de oficios y otros quehaceres, la vocación; etc.

d. La religiosidad (no solamente la religión, sino su sicología social derivada a todos, aun cuando no son religiosos o al menos, no practican ninguna religiosidad); mitos, leyendas (muy relacionados con las artes literarias, aunque no solo), etc.

e. La política: en todos sus niveles, no solo el poder estatal y el militar, sino el económico, el religioso, el de los medios, el institucional, el sicológico… en cada comunidad, colectivo, sector, clase, familia, pareja, en cada puesto de trabajo, sin excluir los más humildes, al menos en apariencia… incluso el poder en las restantes especies: macho (o hembra) dominante; etc.

f. Las ciencias: la jurídica tan vinculada con la ética, en el derecho y el deber; la filosofía, la historia, ciencias médicas (incluida veterinaria), ciencias sobre la Naturaleza, las llamadas Ciencias Exactas y las Sociales, Técnicas, Aplicadas, etc.

Por todo lo anterior, es obvio que un diagnóstico no se reduce a una encuesta, y que ya hace décadas desde que irrumpen los Estudios Culturales en Cuba (1986-1988, diez años antes de la Licenciatura en Estudios Socioculturales a continuar mejorando, y a cimentarse desde entonces con evoluciones e involuciones hasta la actualidad, toda vez que como suele ser, nació de espaldas a las tantas y tan felices experiencias en el propio patio), se lucha por dejar atrás las dogmatizadas y ya anquilosadas encuestas de gustos y preferencias por aquellas de demandas y necesidades culturales, considerando que toda demanda deviene algún tipo de necesidad, aun artificial y hasta perjudicial pero a re-educar al menos, y que muchas necesidades, a menudo las más urgentes (la lucha ambientalista, contra la homofobia, contra el racismo, etc.), no son demandadas; por lo que se impone investigar también, cómo re-educar al respecto.

Por supuesto que hay tales necesidades y demandas entre los gustos y placeres pero no solo entre ellos, no es posible reducirlas a una manifestación cultural concreta, ni siquiera al vasto campo estético señalado; recuérdese que en tanto sistema, ninguna de estas manifestaciones culturales existe ajena a las restantes, marcan la regulación del comportamiento pero no por ello podemos entenderlas estrechamente tampoco en la moral sino interconectadas todas entre sí, estética con moral (estudiada por la Ética) con las artes, la política y con todas las demás. Al estudiar las demandas se evidencia el imaginario de cada individuo, grupo, comunidad o sociedad, en su dirección o rumbo, pero estos se han de definir no solo por el imaginario sino por toda la identidad, como resultado del estudio de tales demandas y necesidades; estas últimas evitan el populismo y abren el horizonte infinito y creador de las ciencias, para enrumbar dicha sociedad a partir de criterios más próximos a la realidad, que incluye el imaginario y sus demandas, pero lo trasciende con creces a las identidades y sus necesidades. Eso es lo que se denomina diagnóstico participativo, pues incluye el imaginario y sus demandas como objeto de estudio; sin embargo, se evita el lamentable populismo de que cualquiera puede hacer un diagnóstico, por el mismo motivo por el que para atender cualquier dolencia médica, se impone acudir al especialista en cuestión, y no recetarnos según el vecino, la experiencia familiar u otro conocimiento empírico con mayor o menor grado de improvisación: hace falta el conocimiento científico. Lo participativo no excluye para nada la inyección y dirección científica (más que profesional) del que se ha especializado en estos menesteres (si realmente es tal experto), a considerarlos a todos los demás, pero nunca de forma populista ni seudo-democrática.

Es triste y típico del subdesarrollo cultural, peor que el económico y que no se limita en lo absoluto a los países del llamado Tercer Mundo y subyace en las academias (no se duda que muy buenos en su especialidad, pero ignorantes del resto sobre las que también pretenden disponer haciendo gala de sus egocentrismos, luchas por el protagonismo y otras miserias humanoides), que sigamos respetando lo que dice el maestro en la escuela para que los hijos aprueben (no más que para eso), y asegurar nuestra salud según el mejor médico, pero frente a los problemas sociales, no menos complejos sin la menor duda, se obvien los especialistas, que son los encargados en acometer tales diagnósticos a partir de todo lo antes referido: cualquiera es historiador, cualquiera es sicólogo, cualquiera es sociólogo, cualquiera es antropólogo… y claro, cualquiera hace un diagnóstico; por lo que la sociedad deviene un gran laboratorio de continuos experimentos guiados por la improvisación y ajenos a la genuina interdisciplinariedad de las Ciencias Sociales, con todos los daños consecuentes, incluidas numerosas y muy tristes involuciones que laceran en la Historia.

Ocurre lo mismo que en la Medicina, que se trata de ciencia, no de seudo democracia, y nadie debe someterse a una terapia por mayoría de votos si no son votos de expertos en la dolencia concreta, única y exclusivamente. Justamente para generar tales especialistas, es que se forman profesionales en las distintas carreras universitarias, caso típico los hoy llamados Estudios Socioculturales (al margen de la polémica con el nombre)[2], aunque no exclusivamente, y es cierto que los hay mejores y peores graduados (igual que entre los médicos los hay peores y mejores), e incluso no graduados con talento y preparación para ello: bienvenidos a continuarnos superando y retroalimentando todos, entonces, apropiándonos del instrumental requerido para la problemática social a resolver, lo cual no es motivo para pensar que cualquier persona sin ninguna instrucción ni preparación para ello, diagnostique problemas sociales a enrumbarlos como se le antoje ni como cada cual crea, igual que para diagnosticar una enfermedad y su terapia, hacen falta los médicos. Estas aclaraciones parecen demasiado elementales, pero la realidad demuestra que siempre hay que recordarlas, incluso dentro del mundo profesional, incluso entre los académicos.

Sirva esta guía para todo diagnóstico, a aplicar siempre casuísticamente; por ejemplo, para las artes: una canción, una puesta en escena, un poema… La sociedad es un sistema, cuyas tantas disfuncionalidades degeneran patologías que es menester estudiar para resolver. Por supuesto, no todo es ciencia, ni puede ni debe serlo; eso atentaría contra la riqueza que es la diversidad y sería anti-científico; pero todo sí se puede estudiar científicamente según transculture la ciencia con el instrumental de cada campo: no se puede investigar el arte como se investiga la religiosidad, etc. Ello, en vez de mermar las otras formas de conciencia social, nos ayuda a comprenderlas mejor, y así, a disfrutarlas y aprovecharlas mejor en retroalimentación para crecernos. El arte por ejemplo, no por estudiarse, deja de ser ese juego creativo-recreativo que refleja incluso cuando no refleja y distorsiona, que legitima, educa, re-educa y propone, que comunica y crea nuevas identidades, que aporta patrimonio, invita a las reflexiones y revoluciona el mundo, para todo lo cual (si queremos que revolucione, y no involucione) necesita de las ciencias y entre estas, subrayemos la Ética. Las artes permitirían que las ciencias lleguen a todos, y las ciencias permitirían a las artes un valor de mucho mayor alcance al acercarse lo más posible a la realidad, aun cuando no pretenda reflejarla tal cual… pero en última instancia, es la realidad de la que invariablemente parten, y en la que vive su público.

El diagnóstico como estudio previo en el arte (por solo profundizar en este vasto campo), disminuye al creador los riesgos de ser apriorístico por una mayor cultura, y le descubre nuevos matices de esa realidad hasta entonces insospechados, enriqueciendo sus motivos de inspiración; se es más fiel al contexto forma-contenido que se va a crear-recrear artísticamente, y aun cuando se pretenda no serle fiel, se sabe mejor en qué aspectos, por qué, para qué, cómo… Se trabaja con conocimiento de causa. Debe diagnosticar la realidad a crear-recrear, incluso el motivo de inspiración, siempre contextualmente: entorno ambiental, marco histórico y social que eviten anacronismos injustificados, costumbres de la época y de la comunidad dentro del país, mientras cada intérprete debe diagnosticar su personaje profunda e integralmente, aportando a los pre-diagnósticos del guionista, del director, del vestuarista, del escenógrafo, del maquillista, etc. pero no basta con vestirlo en época si no sabe conducirse con tal vestuario y contexto: qué pensaría y sentiría, su gestualidad, cómo miraría ante cada situación en aquella época ese personaje concreto; a malos diagnósticos se debe el abuso de tantas expresiones y otros anti-valores anacrónicos, al imponerles de forma facilista, la moral, ritmo, estética, espíritu actuales o de otra época, contextos y clases sociales. También el autor de la obra será diagnosticado: siempre es una otredad, aun cuando sea el mismo que la crea-recrea ahora, y estudiarse a sí mismo (lo más difícil), y su alter ego, pues siempre hay una otredad, él mismo en el momento en que creó la obra, su motivación, el “otro” de sí mismo pero actualmente no solo en tiempo, sino en contexto integral, lo que el mexicano Guillermo Orozco ha denominado “múltiples mediaciones”, siempre concatenadas e inter-actuantes entre sí.

Las obras suelen recontextualizarse para otros contextos, otras épocas o comunidades, otros países, que no son ni el original creado, ni aquel al que se le dedica y se recrea en la actualidad, todo lo cual implica otros diagnósticos: varios. En una obra de ciencia-ficción en el futuro (por ejemplo): cómo sería esa sociedad inventada, sobre qué fundamentos se inventó, construirle también su historia aun inexistente; y diagnosticar el público al que se mostrará la obra: que necesita aprehender y cómo se le debe mostrar según sus códigos de comunicación, diagnóstico a actualizar según ese público, cuya cultura previa para recibir esa obra es su propio diagnóstico empírico inconsciente, que lo capacita en alguna medida para su disfrute y aprovechamiento, e incorporarla (o no) a su patrimonio personal y a sus horizontes de vida; otro diagnóstico concluiría lo que queremos decir como artistas y cómo se lo vamos a decir a partir del estudio anterior, y todos ellos integrados lógicamente en un solo diagnóstico, coherencia sobre la que se basa la unicidad de un producto final convincente y por tanto, eficaz. Lejos del elitismo con que la dogmatizamos, la ciencia urge para todo fenómeno cotidiano, implicando mayor nivel de profesionalidad y por ende, mejores resultados, justo por permitirnos un mayor acercamiento a la realidad. Gracias a las artes, las ciencias se comunican mejor con los demás y socializan mejor sus resultados, al brindarles el cómo hacerlo (artísticamente, más atrayente), un cómo que también hay que estudiar científicamente, para evitar resultados negativos.

Lejos de los metodologicismos anticientíficos por dogmatismos arrogantes y peyorativos, otro método universal es saber escuchar, siempre críticamente, pero sin subvaloraciones prejuiciadas, sin subvalorar a nadie ni ningún criterio por pobre o inverosímil que nos parezca desde un inicio, pero también críticamente con todos, sin excepción en ningún caso. Las ciencias, las artes y otras, exigen valentía muchas veces, además de talento, oficio (empeño, dedicación) y madurez: saber lo que se quiere y se necesita decir, y cómo. Para educar, lo primero es estar educados, educarnos constantemente, actualizándonos (nunca acríticamente) y profundizando en nuevas aristas de lo antes investigado (fundamental en el diagnóstico); ello exige ampliar nuestros horizontes por “el otro”, con el que trabajamos constantemente, ese “otro” artista en nuestra obra (sobre todo determinante en las artes colectivas); ese “otro” interno (a veces, un “enemigo interno” dado muchas veces por el impacto del resto social, a menudo nuestros más allegados por una u otra vía, en nosotros, enemigo que nos frustra, el peor que podemos tener y que hemos de controlar, si no, de erradicar), ese “otro” público, más allegado o más distante; ese “otro” población al que no llegamos y no ha devenido público, ¿por qué? Solo un diagnóstico cada vez más profundo, de todos y cada uno de ellos, nos ayuda en todo esto. En la relación mismidad-otredad-alteridad, esta última desdibuja la mismidad de la otredad, lo cual por supuesto nunca puede obviar lo axiológico y sistema de principios del investigador por encima de todo prejuicio pero creciéndose hacia la evolución y nunca hacia la involución, y siempre depende de lo que cada mismidad y cada otredad sean en la más adecuada relación etic-emic. Etic: el punto de vista del investigador; emic: las emociones en el objeto de estudio.

Lo empírico ha llevado a improvisaciones tan infelices e involutivas que suelen confundir lo popular con lo populista y vulgar, el humor con la burla, sobre todo cuando se quiere ser gracioso y popular a toda costa, sin escrúpulos: problema moral, indisoluble de la estética y del resto del sistema que es la cultura. Si se pretende que ese arte sea un arma de lucha contra la homofobia, el racismo, la depredación ambiental y cualquier forma de intolerancia y de seudocultura de agresividad, de violencia por violencia, pues ese tema (sea homofobia, racismo, depredación ambiental, etc.) exige ser diagnosticado antes; si se trata de inducir el ballet allí donde solo son rumberos, o la rumba allí donde solo son balletómanos, hay que estudiar muy cuidadosamente cómo hacerlo para que el resultado (siempre que se sepa hacer bien), amplíe el horizonte y en consecuencia, el nivel de vida, al lograr un mayor gusto e intereses para vivir e incluso, aportar (quizás… tampoco ha de ser una meta, depende de muchos factores) nuevos talentos a enriquecer desde su otredad, tal manifestación.

Un buen diagnóstico previene de los desvíos de campañas, importantes dado el protagonismo en el mundo actual de los medios de difusión, sobre cuyos artistas recaen responsabilidades enormes. Por solo citar un ejemplo: insistir en que en Cuba, 8 de cada 10 personas con VIH son hombres, además de homofóbico, obvia que de cada 1000 portadores hay 200 mujeres, y perjudica también a la heterosexualidad al inducir la mala interpretación de relacionarse solo con mujeres, desviando el mensaje que urge: cuidarse sea con quien sea. No se duda del dato, pero la forma de promoverlo bajo la falsa apariencia de atender vulnerabilidades,[3] es el peligro, no exento de hipocresía homofóbica en no pocos casos, a menudo inconscientemente; muchos otros datos no menos ciertos, no se promueven justo para evitar las malas interpretaciones. Tal propaganda obvia la esencia: el sexo protegido; de hecho ya se reconoce el aumento de seropositivos entre las mujeres (resultado lógico de campañas como la que nos ocupa, entre otros factores), dato no menos cierto e igualmente a tener en cuenta que sin embargo, por la homofobia no se promueve igual: todo comunicólogo ha de saber que un buen emisor no puede obviar en lo absoluto los códigos de recepción que varían según contextos, y se ha expandido la fatal idea de que la lección es no hacer el sexo con hombres, sino con mujeres: homofobia a pulso, y daño a la heterosexualidad. Falta un diagnóstico consecuente y riguroso al tema, y son de esperar los daños, a menudo, irreparables.

También es homofóbica la simplista conclusión de que un bisexual trasmite el VIH de otros hombres a las mujeres, obviando la posibilidad de trasmitirlo de alguna(s) mujer(es), a sus (y otros) hombres e incluso, a otras mujeres. La campaña ha de ser contra el sexo desprotegido, pero suele desviarse por la homofobia inculcada (de la que no quedan exentos ni la homosexualidad, ni médicos, ni artistas y funcionarios responsables de la campaña, ni los sexólogos incluso: el hábito no hace al monje, ni el título ni el puesto de trabajo, al profesional) y pierden la esencia que debieran enarbolar: la protección en la riqueza y autenticidad de la vida sexual. Son los mismos resortes que al principio (lo recuerdo aun en el 2006-2007… y no dudemos que persistan) se negaban a que la campaña enarbolara la homofobia como patología social, y como el verdadero enemigo: faltaba valentía, y el precio se llega a pagar en vidas humanas, frustraciones, sufrimientos… igual que el retrovirus pero más dañino aun, la homofobia se re-condiciona según cada contexto.

Al profundizar, el diagnóstico evita que los problemas de géneros se desvíen deformando y complicando nuestra lengua, lo cual además del daño al idioma y a la comunicación, desgaste de tiempo, energías, recursos al imprimir, etc. es peligrosamente simplista y esconde el verdadero problema al respecto, otro gran enemigo y daño, que queda sin resolver: el sexismo. Ya hasta habría que agregar una nueva letra al alfabeto: @, que tendría sentido por el nuevo mundo cibernético de los correos electrónicos, pero se impone para nuevos vocablos como tod@s, que se implanta como “lo políticamente correcto” (lo contrario, sería el riesgoso pero genuinamente revolucionario por aportar con valentía, “nadar contra corriente”) y sin dudas, es mejor que el más escabroso “todos y todas”… “ellas y ellos”… “nosotros y nosotras”… que por supuesto, lejos de resolver los males del sexismo, los agudizan y con frecuencia, expanden aun más las disímiles formas del odio (que no son sino otras formas de violencia y auto-violencia) en la sociedad.

Por fortuna, los estudios de masculinidades surgen a la palestra pública en toda la diversidad que es la masculinidad, y recuerda que también constituyen otro género, hasta entonces privativo de mujeres, siempre lo más “femeninas” posible, producto de simplistas estereotipos sexistas y excluyentes (el lesbianismo y la bisexualidad ha sido un tópico polémico en la historia del feminismo, también sumamente diverso desde lo más revolucionario a lo más reaccionario), degenerando aquel feminismo otrora necesario, en otro sexismo no menos infeliz que el machismo, y a menudo rebosante de machismo. Un diagnóstico más profundo reconocería el machismo entre las mujeres, incluso entre muchas de esas supuestas feministas; la violencia doméstica no quedaría limitada al hombre que golpea a su mujer, sino que trascendería a todas las variantes del maltrato y de la violencia del hombre contra la mujer, pero también de la mujer contra el hombre, cuya naturaleza a menudo manipulan hasta la degeneración, buscan un marido al que expoliar, y también dentro del propio género no solo en parejas homosexuales (que la violencia de género no se limita a las relaciones sexuales) sino entre madres e hijas, padres e hijos, entre hermanas, entre hermanos, entre suegras y nueras, entre suegros y yernos… por no salir de la violencia doméstica, que se extiende además contra los hijos, entre las generaciones, contra las mascotas, el jardín y al resto del entorno ambiental (doméstico y silvestre), el patrimonio familiar, etc. Son muchas las formas de violencia de género y de violencia doméstica, que no solo han sido históricamente silenciadas, sino que lo siguen siendo, parapetándonos detrás del cliché simplista y peligroso, que obvia la esencia del fenómeno.

Un diagnóstico profundo, no permitiría que el imaginario más empírico sobre las comunidades remplace sus identidades deformándolas, como suele ocurrir: toda comunidad (sea residencial, por marginación o por otras afinidades) a y donde trabajar (o incluso estudiar, pasear… cualquier acción), exige su diagnóstico previo para conocerla realmente, bien sea para inspirarse en ella, o inspirarla, o como sujeto creador integrándola protagonista del proyecto propuesto, o como público al que queremos comunicar, que también debiera inspirar al artista o religioso, médico de la familia, líder político o de toda otra índole y a todo el que haga cualquier trabajo comunitario; un diagnóstico profundo elude los dogmas sobre la marginación y la marginalidad: entendida esta última al colocarse al margen sin ser necesariamente marginado, aunque a veces coinciden y a menudo, por marginal llega a ser marginado, con mayor o menor injusticia; ni obvia la interrelación comunitaria y sus interinfluencias ya no en o con una comunidad, sino intra e inter-institucional, o institución-comunidad o dentro de una misma familia e incluso, dentro de un mismo individuo, a menudo con su auto-marginador excluyente interno; ni toda la compleja multidireccionalidad del racismo (no solo blancos que discriminan negros, también negros que discriminan blancos, o negros que discriminan negros, blancos vs blancos, el mestizo que se pretende invisibilizar haciéndose pasar por negro o por blanco, la no inclusión de raíces asiáticas o indígenas a pesar de su obvia vigencia, etc.) y más allá, más compleja y menos visible aún pero no menos determinante, la etnicidad.

Se conocen otras formas de marginación, y sin diagnosticar, en todas predominan los cliché que al diagnosticarse profundamente, develan un panorama mucho más complejo: de acuerdo a los ingresos y la situación económica (vivienda, equipamiento, etc.), además de la clásica subvaloración por menor posición económica, también es multidireccional como ya hemos visto en otras discriminaciones, y no puede obviarse la respuesta degenerada envidia de los escaladores de siempre y otras miserias humanoides en las que no se profundiza a menudo, pero que en este caso cobran cual enfermiza venganza, a los supuestos beneficiados absolutizándoles otros cliché discriminatorios por esta y/u otras esferas, y que con frecuencia, alimentan a los “nuevos ricos” quienes, con mayor o menor grado de conciencia, suelen parapetarse tras esos cliché para involucionar más aun que los estigmas ahora degenerados, salvo excepciones; el territorio de residencia por su grado de desarrollo, urbanismo o ruralidad, aunque al estudiar las comunidades no son solo urbanas y rurales, y ya detectamos un primer cliché, entre otros muchísimos que marginan a todas partes, remitiendo de nuevo a mi teoría del “marginador marginado”; según generaciones, donde se invisibiliza la mediana edad (a pesar de su protagonismo, y esto se debe a una inadecuada relación mismidad-otredad-alteridad, pues casi siempre es la mismidad investigadora) y se manipulan otras no menos marginadoras y marginadas, según cada contexto, forma sutil en la relación con todo “otro”; las llamadas discapacidades, que obvian las genuinas discapacidades, que son las del alma y del espíritu, las de la interrelación para la más feliz convivencia entre todos; etc.

Pero estas cuartillas no han pretendido un tratado sobre la marginación, sino asumir estudios de caso para entender la importancia de un diagnóstico al enfrentar cualquier tema, para lo cual se ha escogido la marginación por su impacto social y urgencia de atención contra sus perjuicios de toda índole, y de ella, algunos prototipos, pues cada marginación y la lucha contra ella, implica su propia historia y su instrumental: en la actualidad, es mucho mas difícil que alguien se auto-reconozca racista, aun cuando de disimiles maneras se demuestre que lo es; pero siguen siendo muy comunes las expresiones de orgullo homofóbico; dudoso orgullo, pero muy autoproclamado; algo parecido a la marginación contra el resto de las especies y el entorno ambiental, tan marginado, que ni como marginación se reconoce; y son las a mi juicio, más polémicas y rebosantes de cliché, las que este articulo ha implicado como objeto de estudio para acercarnos a la urgencia y metodología para un diagnóstico, al menos en sus generalidades, pero siempre a contextualizar.

Un buen diagnóstico se pronuncia por recuperar inteligentemente normas de convivencia como saludar, pedir permiso o hablar bajo, y no reduce todas las identidades de ninguna nacionalidad ni sector social según el cliché del imaginario, priorizando la diversidad inclusiva que identifica a cada pueblo, como especie, y como mundo en que vivimos y compartimos con otras especies, todas retroalimentarias; el promotor protagoniza el proceso, y entiéndase al artista como promotor de valores artísticos, estéticos, éticos, sociales en general, dados todos de forma artística; otro tanto ocurre con el científico desde su instrumental hacia la verdad, con los líderes (el poder, de cualquier tipo, incluso sicológico), etc. El artista como todo sujeto, siempre refleja de una u otra forma, consciente o inconscientemente, las tantas comunidades que han incidido en sus vivencias en cualquier medida y sentido: al ser más comunitario es más nacional y por tanto, más universal, potenciando su alcance. Un diagnóstico no admite cliché, y hace que el arte trascienda, al saber qué hay que hablar y cómo, para qué, por qué, dónde, cuándo, qué condiciones, con qué objetivos, qué se necesita lograr y cómo, nunca limitados por el ego, sino por el estudio que nos abre hacia los otros y también hacia uno mismo, al incluir el ego en constante evolución. Cocinar, cuidar una casa, criar a un hijo o una mascota, entablar una amistad o un nuevo amor, requiere primero de algún conocimiento (diagnóstico) al menos empírico, pero más eficaz al ser más científico, rigor científico que aumenta si aprendemos de esa otra persona y de uno mismo, del niño o de la mascota, nunca igual una a otra (ningún afecto sustituye a otro), no solo entre especies, sino entre individuos, desiguales dentro de cada especie, y no solo dentro de la especie humana. Un buen diagnóstico no admite clichés estéticos, sexistas, racistas, ambientales ni de ninguna índole, por lo que deviene herramienta fundamental al trabajo comunitario, incluyendo escuelas, obras de arte, proyectos comerciales, turísticos, planes de salud, educación y deportes, para la industria y la banca, para la economía y la producción de todo tipo, para adecuadas direcciones en cualquier sector, para la imprescindible justicia social por el bien de todos y para todos… y en resumen, en toda obra que se pretenda profesional y exitosa.

Notas:

[1] Couceiro Rodríguez, Avelino Víctor: Oralidad, identidad y patrimonio comunitario: estudio de caso. Propuesta metodológica para su estudio. Revista A las raíces. Consejo Nacional de Casas de Cultura y Cultura Comunitaria. Ciudad de La Habana, 2010. # 0-1:3-9; así como en Letras de Uruguay, el 20 de febrero de 2013, en http://letras-uruguay.espaciolatino.com

[2] Mejor remontarse a los Cultural Studies nacidos en Birmingham, Inglaterra, hacia mediados del siglo XX, que aportaron entre otros, la pertinencia de la cultura como objeto de estudio en sí. Si hablamos de “sociocultural”, quedaría por ver cuál es lo cultural que no es social; si reconocemos las culturas animales (de lo que soy partícipe) no olvidemos que existen sociedades animales también. Por otra parte, ¿cuál sería el estudio que no sería cultural? Tal vez fuera mejor, Estudios (o lo que ya se conoce, como Teoría, que implica Estudios) sobre la Cultura.

[3] Cuya solución sería erradicarlas creándoles espacios adecuados para mejores posibilidades de protección mientras subsistan los prejuicios, y desarrollando campañas más valientes, consecuentes, profundas, a niveles superiores; no con slogans como este, ni otros que supuestamente anti-homofóbicos, son en verdad homofóbicos por plañideros, paternalistas, rebosantes de cliché que sobredimensionan diferencias, obviando que todos somos diferentes y cada cual lo es consigo mismo, etc. En todas las cuales faltan diagnósticos profundos. Para la solución de problemas como la represión sexual, los cines, la TV y las casas de té pueden ser medios, alternativas, pero hablamos de la cultura sexual que se soluciona con espacios adecuados para satisfacer tales necesidades sexuales, como en otros países son las saunas, los clubes de sexo, etc. Donde la homofobia queda excluida por definición, y se pueden negociar mejores condiciones para el sexo llamado seguro y más seguro, de forma además, mucho más disfrutable y realizada, lejos de la infelicidad que siempre proporcionan las tantas formas de represión y auto-represión y las exclusiones, a menudo, auto-exclusiones.

 

Avelino Víctor Couceiro Rodríguez
vely175@cubarte.cult.cu

 

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