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Lugar y periodización de la transculturación francesa en la cultura cubana
por Avelino Víctor Couceiro Rodríguez
vely175@cubarte.cult.cu

 
 

(Cubarte).- Las diversas culturas precolombinas que durante milenios poblaron la actual Cuba, habitaron indistintamente las diversas islas caribeñas; de aquí que nunca hicieron de la mayor de las Antillas una identidad propia, lo que no niega en lo absoluto la vigencia con que sellan la cultura cubana. De tal suerte, la primera nación en que se reconoce Cuba ya al iniciar el siglo XVI y hasta el siglo XIX, es como colonia española de ultramar: fuimos españoles antes de ser criollos, con toda la diversidad étnica implícita en la hispanidad y que aquí cuajaba distintivamente, tal vez más que en la propia España, por su emigración y la imagen a los demás; de esas hispanidades despega el proceso de formación de la nacionalidad cubana.

También diversas eran las diferentes etnias africanas que definían igualmente nuestra identidad, y que sin embargo no fueron reconocidas en sus contribuciones hasta que el habanero Fernando Ortiz, ya en la primera mitad del siglo XX, mereció ser considerado “tercer descubridor de Cuba” (luego del genovés Cristóbal Colón y del alemán Alexander von Humboldt) justamente por sus aportes en cuanto a la compleja y rica etnicidad del cubano. La impronta china y la trascendencia precolombina, también diversos y avistados en la vasta obra de Fernando Ortiz, no disfrutan aún de la misma fortuna sino hasta avanzada la segunda mitad del siglo XX.

Más recientes y aun tímidos (salvo algún antecedente muy puntual) han sido los reconocimientos al papel que otras culturas del mundo han desempeñado para la nuestra, hasta ahora marginadas por los dogmas que han reducido a Cuba como una mezcla de España y África, y que en el mejor de los casos, admiten levemente a los chinos y debaten aun la vigencia precolombina. Ya se habla de los árabes, de los hebreos, del resto del Caribe y de América… y también, cómo no, del resto de Europa y, en particular, Francia, la cual a mi juicio, merece monografías especializadas por trascender como la más relevante de todas las culturas europeas (excepto España) para nuestro país.

Un análisis más profundo, demuestra que no es Francia una quinta cultura en la identidad cubana, tras la hispanidad, los africanos, los chinos y los precolombinos; no es un aditamento exótico, como muchos aun pretenden, ni la casualidad de algunos acontecimientos y nombres aislados en el tiempo. Francia es una gran protagonista en la conformación de la cultura cubana, determinante desde sus mismas raíces, para lo cual podríamos establecer períodos concretos, en función de una mejor comprensión de su lugar insoslayable para nuestra identidad.

Un primer momento serían los siglos XVI y XVII, caracterizados entonces por influencias y huellas indirectas (y no tan indirectas) pero ya ciertas, en un contexto de rivalidades regulares entre Francia y España; en estos siglos el francés es ya un personaje para aquella Cuba: bien sea el importado en el primer imaginario ibérico que divisó nuestras costas, o las firmas francesas entre los primeros mapas de la Cuba recién descubierta, o los piratas agresores a quienes se rechazaba y temía, pero también, germen de los bucaneros con quienes se coqueteaba en los albores del primer comercio clandestino cubano; piratas que propiciaron hechos tan significativos como los cambios de lugar de las diversas villas cubanas hasta el surgimiento de otras (Santa Clara) y otras muchísimas huellas indelebles, distintivas por regiones del país, incluido Espejo de Paciencia, primer monumento literario cubano… No: no es posible excluir una Francia con una identidad nacional entonces mucho más cohesionada que la disímil España y la incipiente Cuba, de los inicios mismos del proceso de occidentalización que en este archipiélago, evolucionaría hacia la actual cultura cubana.

En 1700 queda sin heredero el trono español, y la Casa Borbón que reinaba en Francia asume las riendas peninsulares y por ende, de todo su imperio colonial; más que concluir las rencillas entre Francia y España, se sistematizan estables y directas las incidencias francesas para Cuba desde la misma Corona, emparentada ahora con sus vecinos orientales, ante un enemigo común: Inglaterra. Bajo este influjo entre otros hitos, se funda la Universidad de La Habana, entran los ecos barrocos (incluido el llamado tríptico: Catedral, Palacio del Segundo Cabo y Palacio de los Capitanes Generales, pero también en otras obras y manifestaciones de la cultura, como la antroponimia) y el Despotismo Ilustrado en diversas áreas de nuestra cultura, y un nuevo sistema defensivo que bajo ingenieros y arquitectos franceses, buscaba altura: La Cabaña, el Príncipe, Atarés, Jagua…

Este segundo período prometía llenar todo el siglo XVIII, cuando la Revolución Francesa de 1789 impuso un brusco vuelco para un tercer momento que determinaría sin el menor receso, todo el siglo XIX cubano desde nuestros sentimientos patrios y sobre todo el independentismo, mientras devenía ingrediente básico para nuestra nacionalidad y nuestros símbolos nacionales, en un infinito mosaico de raíces e influencias con muy fértil y variado vigor, bien sea directamente por Francia, o por terceras culturas, como Haití, Estados Unidos o las independencias latinoamericanas. Lo francés se asumía como otra diferencia de lo español para nuestra identidad en formación, esencial por representar una nueva cultura política revolucionaria, que se extendía inacabable mediante el costumbrismo y otras tendencias, en nuevos gustos y aficiones artísticas, el vestir y la culinaria, la religiosidad y las ciencias…

Ya el advenimiento de la República y el siglo XX marcarán un cuarto hito en este proceso de transculturación, que no disminuyó en lo absoluto la aceleración con que la cultura francesa se había definido en nuestro siglo XIX como una Meca imprescindible: las influencias norteamericanas en Cuba aumentan con el siglo, pero hacia París (“Ciudad Luz”) continuaron mirando nuestros artistas, por ejemplo, impronta generalizada directa o indirecta, por los medios de difusión masiva que dominan la centuria desde la misma introducción del cine en Cuba (1896), cuya huella se lega incluso en nombres como Trianón (foto gentileza de Maikel Arista-Salado y Hernández); y si antes determinó a nuestra academia, ahora determinaba a nuestras vanguardias, y en el nuevo contexto republicano, a nuestras costumbres, gustos, pensamiento, sueños, imaginario y mucho más.

Finalmente, el Gobierno Revolucionario de 1959 distingue una quinta etapa con cambios que entre otros, matizan y reformulan en su continuidad, la profunda tradición que ha arraigado a Francia en los más diferentes aspectos de la cultura cubana; en nuestro nuevo contexto social y político, la tradición francesa ha continuado seduciendo la cultura cubana al marcar hitos concretos y la más trascendente cotidianidad, mediante disímiles festivales, delegaciones oficiales y sus visitantes más humildes, pero siempre con profundo y disímil impacto en nuestros artistas, científicos, otros intelectuales, y en nuestro público en general, evidente tanto en la cultura estatal como en la más genuina creación popular, y aun seguimos acunando a nuestros niños en ejemplos cumbres de la cultura francesa.

Sin posturas extremas que desdoren nuestras restantes raíces inicialmente mencionadas, Francia no puede ser excluida de entre ellas; no han de cuantificarse raíces ni valores: pero si a eso nos limitáramos, Francia nos ha identificado tradicionalmente por más de medio milenio, con una innegable presencia activa, constante y determinantemente protagonista en los más diversos aspectos y valores de nuestra cultura tanto oficial como popular y académica, distintiva por áreas del país, por manifestaciones culturales e incluso por momentos dentro de cada período, digna de múltiples monografías que permiten concluir que, si no fuera (también) por Francia, Cuba no sería lo que ha sido, y lo que es.

 

Avelino Víctor Couceiro Rodríguez
vely175@cubarte.cult.cu

Publicado, originalmente, en el Portal Cubarte  http://www.cubarte.cult.cu/ , el 5 de setiembre de 2008

Link del artículo: http://www.cubarte.cult.cu/periodico/opinion/lugar-y-periodizacion-de-la-transculturacion-francesa-en-la-cultura-cubana/6798.html
Autorizado  por el autor, al cual agradecemos.

 

En Letras-Uruguay desde el 1 de mayo del 2013

 

 

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