Amigos protectores de Letras-Uruguay

 

Si quiere apoyar a Letras- Uruguay, done por PayPal, gracias!!

 
 

Los topónimos en el patrimonio: vulnerabilidad capitalina
por Dr. Avelino Víctor Couceiro Rodríguez
vely175@cubarte.cult.cu

 
 
 

Ponencia representando a La Habana en el Taller de Nombres Geográficos Región Occidental, celebrado en la Unidad Militar del Wajay, viernes 7 de octubre de 2011; y en Conferencia al Grupo “Huellas” del Centro Provincial de Patrimonio de La Habana, en la Casa de Cultura Municipal Plaza de la Revolución (Calzada y 8), el viernes 28 de octubre de 2011.

Autor: Dr. Avelino Víctor Couceiro Rodríguez.

Representante de la Dirección Provincial de Cultura en el Comité Asesor Provincial de Nombres Geográficos en La Habana.

Especialista en Investigaciones de la Dirección Municipal de Cultura Plaza de la Revolución, y Presidente del Consejo Científico de la Dirección Provincial de Cultura La Habana.

 

Un nombre define una existencia, y por tanto, es su más básica identidad; si como patrimonio entendemos aquella herencia de nuestros ancestros con un significado especial (Couceiro, 2009:341; de donde se desprende que todo patrimonio es tradición, aunque no toda tradición llega a ser patrimonial, y es cuando los expertos han decidir cuáles son los significados especiales para reconocer cada valor patrimonial), no es de extrañar entonces que los nombres casi por definición en su aplastante mayoría, constituyan patrimonio de aquello que designan, justo por encabezar su sistema de identidades. Sin embargo, no se recuerdan topónimos en ningún archivo de bienes patrimoniales: ¿cómo inventariarlo? Ello escapa a los dogmas del buró, siempre de espaldas a la realidad cuya dinámica, contrariamente a las ambiciones de los controladores, se rebela inapresable, y a la que por demás, se supone que se deben.

Tenía razón Saint-Exúpery en su Petit Prince: no sabemos ver si no es con los ojos, y los nombres no se ven, a menos que se escriban; pero la escritura no es el nombre en sí, sino su representación gráfica contextual. La subvaloración por invidencia (incluso la invisibilidad y su consecuente anulación) es el mismo mal de nacimiento que lastran todos los valores del que muchos reconocen como patrimonio intangible: no pueden palparse, no se ven, clasificación entre tangible e intangible que manejan estas cuartillas, sin pretender ahondar en polémicas más recientes sobre el patrimonio;[1] pero obviamente constituyen patrimonio cultural en todos los casos, puesto que los nombres son dados por seres humanos con sus significados o en el peor de los casos, improvisaciones humanas, aun cuando designen valores naturales, incluidos los más puramente naturales posible, más allá de cualquier (otra) incidencia humana: su sola denominación (suerte de recreación para identificar) es ya un valor cultural (en el peor de los casos, seudocultural, que tampoco escapa del sistema de la cultura humana, entendido como sistema de valores que por definición, incluye como contrarios, los antivalores que conforman la seudocultura) que comienza a portar todo fenómeno, incluidos los tantos componentes del medio ambiente que los significamos con nombres.

La realidad es tan rica, que aun cuando las clasificaciones son herramientas necesarias para valorar el mundo, también pueden degenerar peligros si se absolutizan, y por ejemplo, no se comprende que un valor natural porte valores culturales agregados por el ser humano, como son los nombres (entre otros muchos más allá: su recreación artística, construcciones que el ser humano les agrega, la tan diversa e indeleble huella antrópica que lega para bien y/o para mal, etc.) con que se les designa y que por supuesto, no resta en lo absoluto su condición natural; otra polémica más allá sería incluir dentro de la naturaleza humana su cultura, y esta por tanto, como natural, por ser sin la menor duda, parte de la naturaleza humana; y sobre todo si nos deshacemos del antropocentrismo que aun nos lastra, ya se refieren las culturas animales, atendiendo al sistema que identifica a cada especie e incluso, a los individuos dentro de cada especie. Todo ello trasciende a la que tradicionalmente ha sido la piedra angular de la Teoría de la Cultura, en una supuesta contraposición cultura-naturaleza que a la luz de la postmodernidad, se reacondiciona en nuevos matices.

Hay valores de especial significación para toda la Humanidad, otros que son para cada nación y nacionalidad, y en cada país, aquellos que son regionales, o provinciales, o municipales, o comunitarios… incluso valores de comunidades que trascienden fronteras nacionales; de ahí que existan valores patrimoniales “de la Humanidad” y otros que no son tanto, pero sí constituyen patrimonio nacional, o regional, o provincial, o municipal, o comunitario… incluso, sin ninguna duda, hay instituciones, familias y hasta individuos, que conservan con orgullo su propio patrimonio que a nadie más importa, pero para ellos revisten significado especial, y se puede hablar de patrimonio institucional, familiar e incluso, del patrimonio individual de cada persona, su patrimonio personal. Los apellidos por ejemplo, constituyen vasto patrimonio familiar más allá de los genes aún mezclados, como también pueden ser según cada caso, una vivienda, un álbum de fotos o alguna(s) foto(s), ropa(s), mitos y leyendas, anécdotas, cantos de cuna, etc. y tal vez para nadie más, pero para un individuo, pueden ser además, un beso que nadie más conoce, algún libro en particular, o comida, vivencias, hobbies, etc.

Y en todos los casos, los nombres. Tanto universo, exige a esta ponencia limitarse a los topónimos, esto es, los nombres propios de lugares, entre los cuales existen muchos nombres geográficos, pero también se incluyen asentamientos humanos de las más diversas categorías; he aquí otro universo que parece infinito, con toda una clasificación atendiendo a disímiles razones y que tampoco se va a abordar en estas páginas, las cuales pretenden en primer lugar, dejar establecido el papel del topónimo en la identidad del lugar concreto y en su más genuino patrimonio, lo que fundamenta la importancia de los topónimos (y todos los nombres) en tanto objeto de estudio con vistas a su preservación; y ya a partir de esta base, profundizar la particular amenaza que sufren los topónimos en la medida en que las comunidades son más complejas, lo cual exige medidas de urgencia para su preservación al peligrar así tan sustancial patrimonio; y para ello es preciso concretar en un estudio de caso, objetivo con el que se asume en esta ocasión, la capital cubana, llamada Ciudad de La Habana desde 1975 y que al iniciar el 2011, vuelve a ser La Habana,[2] la capital de todos los cubanos… pero con una vulnerabilidad que la distingue amenazados sus tantos topónimos, que ya reconocemos como patrimonio de cada una de sus comunidades, y según el sistema de otros valores que las identifiquen a todas y cada una de ellas.

Los antecedentes directos para este estudio datan del banco de problemas derivado de las investigaciones previas en torno a las culturas comunitarias, el patrimonio y la oralidad,[3] y es necesario para preservar valores patrimoniales comúnmente subvalorados pero esenciales (como ya se ha visto es el caso de los topónimos), con los que cada nación puede aportar a la riqueza que es la diversidad para la Humanidad, sobre todo en la era de la globalización.

Una vez analizado el papel que desempeña la toponimia con su propio instrumental dentro del patrimonio intangible de todo pueblo, es posible avanzar en los basamentos interdisciplinarios metodológicos para enfrentar este tipo de estudio en toda su integralidad desde sus relaciones en la cultura ambiental, por constituir esa identidad ecológica la primera en ser nombrada al establecerse en ella, y según ella; comunidades todas diversas y complejas, con muy disímiles grados de complejidad, que al converger son mucho más complejas, y es el caso de las ciudades, sobre todo las capitales y otras ciudades de primera importancia en cada contexto, por constituir los principales puntos de atracción para la inmigración; de donde ya se cuenta con un primer factor que las hace a estas más vulnerables que a otras comunidades. En Cuba es el caso de La Habana por definición, que se reproduce según cada contexto en Santiago de Cuba como segunda ciudad del país, y en el resto de las capitales provinciales y otras ciudades de relieve provincial, en menor grado.

Metodológicamente, es imprescindible que la migración, como todos los demás elementos, sean considerados casuísticamente y en su sistema integral de relaciones, todos entre sí, pues constantemente se aprecian los guiños entre unos y otros de estos tan disímiles factores de vulnerabilidad. La migración es natural y hasta saludable en casi todas las especies capacitadas para ello; ni siquiera es privativa del ser humano. No puede entenderse como algo malo, al contrario: la migración, a menudo forzada por necesidades, implica intercambios culturales que propician la evolución para todos, tanto para el inmigrante como para el territorio que lo acoge, y puede ser también retroactiva para el territorio del que emigró. Son estas sus potencialidades positivas; no quiere decir tampoco, que sea así siempre, ni siquiera en mayor ni menor proporción: son simplemente, potencialidades positivas. Pero también hay potencialidades muy negativas, sobre todo cuando esos intercambios degeneran choques culturales a partir de la intolerancia de una o ambas partes: ello exige medidas de urgencia, en este caso, para preservar los valores patrimoniales de las comunidades que acogen a los inmigrantes y que a menudo, demuestran una ingratitud (a veces hostil, incluso) que deja mucho que desear.

Téngase en cuenta que los inmigrantes son, por definición, extracomunitarios, lo que incluye no sólo a los que llegan de otros países y de otras provincias, sino dentro de la misma provincia, la migración inter e intra-municipal, dada la diversidad de comunidades dentro de un mismo municipio. Llegan a la nueva comunidad portando su propio imaginario, a su vez producto de las más diversas fuentes promotoras, pero salvo excepciones, carecen de experiencias de convivencia dentro de esta comunidad a la que llegan, o sea, su conocimiento de tal comunidad suele ser empírico indirecto, de terceras y cuartas manos… por supuesto, nuevamente, al margen de las excepciones que pudieran importar incluso, conocimiento científico sobre dicha comunidad, lo cual en verdad serían singularidades muy puntuales.

Todo ello nos trae de la mano de la migración, otros factores objetivos y subjetivos (no se olvide que lo subjetivo suele objetivarse de alguna manera) que igualmente, relacionados ahora con la migración y luego entre sí, apuntan a la vulnerabilidad de los topónimos y otros muchos de los valores capitalinos frente a la avalancha de inmigrantes casi infinitamente diversos en sus valores y antivalores; puntualizando estos otros factores, serían:

1.       Hay que comenzar sin la menor duda, por señalar el contexto (en sí complejo) de identidades comunitarias capitalinas en toda su pluralidad y complejidad étnica (mucho más allá de los colores de piel y de las razas) y social general e histórica raigal y en su evolución, dentro de (y para) cada patrimonio comunitario, entendido como sistema integral de identidades y en la relación valores-antivalores.

  1. Relación entre conocimiento empírico y conocimiento científico, teniendo en cuenta que el empírico es fuente para el científico pero el científico constituye una mayor y más fiel aproximación a la identidad, al contrastar y corroborar los datos adquiridos empíricamente; no obstante, al distar mucho todavía de una Humanidad científica, el populismo arrastra peligrosas concesiones seudoculturales y academicismos (todos los extremos convergen) que coquetean con los prejuicios anti-académicos e imágenes facilistas y seudoturísticas que adulteran la identidad, al punto de “construir identidades” en detrimento del genuino patrimonio comunitario. En textos anteriores lo he denominado la “trascendencia de lo cotidiano” que sólo con la postmodernidad empieza a reconocérsele un lugar, obviado por la modernidad burguesa.

3.       Relación entre imagen e identidad, si asumimos la identidad como “el valor o conjunto de valores que nos permiten identificar un fenómeno (…) que muchos expertos llaman identidad exterior objetiva” (Couceiro: Hacia una antropología urbana en Cuba, Colección La Fuente Viva # 32, Fundación Fernando Ortiz, La Habana, 2009:338) distinto a la identificación (“grado de identidad que cada sujeto alcanza con (…) que muchos expertos llaman identidad interior subjetiva y que muchos (…) confunden como identidad” (Ibídem), y la imagen como “el valor subjetivo que cada cual se crea a propósito de algún fenómeno concreto; toda imagen a fuerza de promoverse, puede llegar a devenir identidad, aun cuando sea falsa, pues el imaginario ve un fenómeno como no es; de aquí la importancia de que la promoción beba en las fuentes de la ciencia, que permite generar imágenes más veraces por ser más cercanas a la identidad exterior objetiva. En cambio de la identidad se forman inevitablemente (parte de su riqueza) tantas imágenes como sujetos la perciban; la identidad que no es percibida por ningún sujeto no llega a ser imagen y para algunos, incluso no existe, lo cual conduce al subjetivismo (aunque no comparto este criterio, lo expreso porque ofrece una medida de lo decisiva que es la imagen) Es la valoración (elaborada o no) de la identidad. Es la promoción (consciente o inconsciente, formal o natural y, sobre todo, la promoción popular) la que engrosa el imaginario popular, en el que no participa la identidad que no se haya promovido. Lo que apunta de nuevo a la importancia del promotor (artista, dirigente, promotor en general) formado científicamente y, por tanto, más en la identidad que en las imágenes” (Couceiro, 2009:338-339) con todo lo cual se vincula el sentido de pertenencia (cognitivo) y el sentimiento de pertenencia (afectivo) (Couceiro, 2009:343-344)[4]

4.       Con las migraciones, también impactan el movimiento pendular (caso tan común, de quienes viven en una comunidad y trabajan en otra, o incluso, viven en una y trabajan para otra), la fluctuación laboral (mayor en los contextos más metropolitanos por ofrecer una mayor competencia y opciones, a menudo desleales a la comunidad) y de la población flotante, incluida la relación institución-comunidad en, desde y hacia cada entorno comunitario (donde está la institución, y de y hacia las disímiles comunidades donde se trasladan sus diversos sujetos), y las comunidades no por residencia (existen otras muchas comunidades por otras afinidades, incluso aquellas que han derivado de la marginación,[5] todas las cuales interactúan con las comunidades por residencia) en la gran diversidad de comunidades por residencia: por limitarnos a las urbanas, estas son muy distintas entre sí incluso dentro de una misma ciudad y dentro de un mismo municipio, con disímiles grados de cosmopolitismo, las suburbanas y los llamados “barrios obreros”, las marginadas y/o insalubres y las de mayor tránsito de población flotante y según las cualidades de dicha población flotante (sus disímiles motivos de atracción a cada una de estas comunidades), las eminentemente residenciales y aquellas otras signadas por industrias o comercios u otras identidades, diversas las costeras de las no costeras (y entre las costeras, disímiles las playeras de las pesqueras o incluso, aquellas que no son ni una ni otra aunque se impone como entorno ambiental, también con sus valores como el fresco y el paisaje, y antivalores, entre estos últimos la salinidad y las penetraciones), diferentes en altitud y entornos naturales y sociales, distintas las metropolitanas de las centrales y estas de las periféricas, y estas distintivas entre sí según su ubicación y vías de contacto con otros puntos de la región y del país; etc.

5.       Impronta de las divisiones político-administrativas (d.p.a.) que, usualmente de espaldas a las identidades comunitarias, cercenan comunidades contra su más elemental identidad histórica y unen otras cuya riqueza toponímica suele desdibujarse y perderse bajo un topónimo común, a menudo improvisado: caso típico improvisado: Vedado-Malecón que cercena al Reparto Trotcha en El Carmelo; Vedado obvia al tradicional Medina e incluye desdibujados a sus ajenos sureños La Timba y San Antonio; otro topónimo amenazado es Aldecoa, en el concejo Nuevo Vedado-Puentes Grandes, este último partido entre cuatro municipios. El grave peligro de todo esto es que generan imágenes que oficializan y patentan, contra una identidad histórica heredada y por tanto, patrimonial, atentando así directamente contra la riqueza de su patrimonio comunitario. Como respuesta, un promotor científicamente formado sabría trabajar el territorio en toda su diversidad comunitaria, y convocar en las fronteras, el resto de cada comunidad compartida con la suya, como logró en marzo de 1997 el V Simposio Territorial de Estudios Culturales Plaza de la Revolución y Puentes Grandes; sin embargo, no somos una Humanidad científica, y es absolutamente atípico que un promotor estatal (que rara vez es ni siquiera un comunitario empírico) trabaje más allá de lo establecido, que es la d.p.a.

6.       Dentro de la promoción, hay que destacar muy puntualmente, el impacto de los medios de comunicación masiva en las culturas comunitarias y en torno a cada una de ellas; sobra recordar el alcance de los medios, que además patentan y respaldan, y a menudo se rigen más por el imaginario empírico que por los estudios de identidad; el daño se produce no sólo por deformación, sino también por las omisiones.

7.       Dinámica peculiar que identifica al par tradiciones-actualidad en estas comunidades, que no suele entenderse sino impostarse mecánicamente desde comparaciones igualitaristas que no proceden, más allá de que toda actualidad nace de tradiciones, y toda tradición no puede pervivir sino en la actualidad, contra la seudocultural pretensión de tradiciones fotografiadas en el tiempo, en vez de entes vivientes hasta la actualidad. Con ello suele citarse como otra amenaza, y con toda razón, las tantas formas de contaminación (indolencia y hasta agresión al resto de la biosfera, fauna y flora, incluso a otros seres humanos, así como a sus medios que contaminan con disímiles deshechos: aguas, aires, tierras… contaminación sonora gritando a puertas abiertas en contextos que irrespetan al vecindario; etc.) aunque este factor afecta directamente sobre todo al patrimonio natural y al cultural tangible; sin embargo, al entender el sistema que es la cultura y en que vivimos, es de fácil comprensión sus afectaciones al menos indirecta, al resto del sistema, fundamentalmente al afectarse el espíritu mismo de las comunidades así infestadas.

8.       Relaciones entre los comunitarios y los extracomunitarios, que por definición, en comunidades con máximo valor de atracción los extracomunitarios abundan mucho más que en otras comunidades[6] (si bien el conocimiento de los comunitarios es empírico directo, y sólo de ellos aprenden –bien o mal- a vivir en sus nuevas residencias los extracomunitarios), y definen sobre todo cuando se mezclan en ello los diferentes poderes, que no se limitan ni con mucho, al poder (político) estatal, y las tantas jerarquías reconocidas oficialmente en las más diversas instancias y entidades en función del Estado; incluso las más diferentes sociedades animales cuentan con poderes internos que estratifican una suerte de política para cada una de ellas. Agreguemos los poderes económicos, el de la fuerza bruta (“la ley de la selva”, abusiva egocéntrica, seudocultural, antisocial y cobarde por definición), el poder en cada familia, en cada colectivo, en cada institución y asociación, el poder según el papel que se desempeña en la sociedad por el trabajo que se realiza, incluso el poder de tendencias dentro de cada individuo por momentos, etc. Y por supuesto, no se refiere a los poderes que se usan, sino que se abusan, y en el caso que nos ocupa, cuando se dispone y decide sobre topónimos, de espaldas una vez más, a las historias e identidades comunitarias. No se debe reducir al simplismo mecanicista de quiénes aportan o dañan más o menos al patrimonio de cada comunidad, si sus comunitarios o sus extracomunitarios, puesto que está demostrado que muchos hijos adoptivos han sido más enriquecedores que muchos hijos nativos, aunque otros muchos han degenerado de esta comunidad que los acoge, no más que un peldaño más en su carrera escaladora con los más diversos fines, según las miserias humanoides (Couceiro, 2009:340) de cada cual, lo cual tampoco falta entre los hijos nativos, entre quienes también se elevan no pocos orgullos (patrimonio humano incluso) para la comunidad en cuestión. Es en ello en lo que radica la capacidad de aporte (o daño) para el patrimonio comunitario: en los valores humanos de cada cual, que cimenten su sentimiento de pertenencia; y en su capacidad de retroalimentarse con la identidad, el patrimonio y otros valores de la comunidad en cuestión, conocimiento que transita de lo empírico a lo científico para cimentar como resultado, su sentido de pertenencia y su papel protagonista en la salvaguarda de dichos valores.

 

También es metodológicamente esencial, no perder la visión del proceso de transculturación, que asume la identidad y la cultura como fenómenos vivos y en constante cambio, lo que deriva de un proceso orgánico que nada tiene que ver con los arbitrios y las imposiciones inorgánicas que irrespetan las raíces locales, y no puede ser burdo pretexto para los voluntarismos. Precisamente una educación científica sobre los valores de cada comunidad y desde cada comunidad, que por supuesto no concibe el mismo programa en todas las comunidades, aunque sí la misma metodología general, y a partir de las potencialidades objetivas y subjetivas en concreto y en cada caso, emerge como la mejor manera de preservar frente a tanta amenaza, tan valiosos patrimonios comunitarios, complementado con un sistema legal más en función de preservar tal patrimonio intangible, igual que el patrimonio natural, con el mismo empeño con el que se establecen las leyes para proteger el patrimonio cultural tangible, que se ha demostrado también insuficiente; qué esperar entonces, con el intangible y el natural, mucho más subvalorados y amenazados y que por su propio instrumental, están más urgidos aun de medidas y acciones de preservación.

Abundan en todas las comunidades capitalinas, ejemplos de impostaciones de topónimos y otras, ajenas absolutamente a las raíces y esencia evolutiva de estas comunidades; la subvaloración es peor mientras más metropolitanas son, donde se evidencia en que los municipios Plaza de la Revolución y Habana Vieja, carecen de Museo Histórico (polivalente) Municipal en estos momentos, mientras que los de Cerro y Centro Habana (este último emergente casi en sus postrimerías) han permanecido cerrados en los últimos años, lo cual se resiente en sus respectivas culturas comunitarias y en el mayor deterioro de sus patrimonios comunitarios, puesto que lejos de avanzar hacia la educación científica sobre tales valores a inmigrantes y a la cultura empírica de sus nativos y nuevas generaciones, y a pesar de ser los más amenazados y vulnerables por todos los elementos antes citados, se les resta la escasa infraestructura institucional capaz de encabezar tan vital tarea.

En el caso de Plaza de la Revolución, ya en 1992[7] se fundamentaba las potencialidades y necesidad de lograr una red de museos comunitarios, incluyendo al menos un museo típico según la riquísima historia e identidad en todas y cada una de las seis barriadas en estudio; en sentido absolutamente contrario, nos acercamos a una década que carece de aquel único Museo Histórico Municipal, en un municipio que en efecto, posee varios museos especializados en materias que todas ellas cabrían en salas de un museo municipal, si bien es un orgullo y un avance al que no debemos renunciar, esos museos especializados que constituyen altos exponentes de la cultura cubana e incluso, universal; pero por lo mismo, ninguno de ellos admitiría por incongruente, una sala sobre los tantos valores de historia, identidad y patrimonio de las diversas comunidades en las que se encuentran enclavados y que son los que a la postre, quedan condenados; desde entonces, uno de los principales problemas que se reiteran afectando el desarrollo cultural de este municipio, tanto por la Dirección Municipal de Cultura como por la Sección de Base Municipal de la Unión de Historiadores de Cuba, es precisamente, la falta de un Museo Histórico Municipal que encabece la urgente lucha por la salvaguarda de sus tantos valores patrimoniales comunitarios (justo la institución que con la Casa de Cultura, son las dos que nunca deben faltar en ningún territorio) y la imprescindible re-educación científica de inmigrantes, nuevas generaciones y nativos empíricos, sobre sus tantísimos valores locales de todo tipo; Informática Municipal de la Cultura, tampoco cumple su papel en esta dirección, todo lo cual está planteado.

Hay sin embargo, aportes indispensables en función de la propia infraestructura tan lacerada; el mayor aliciente se recibe con el Proyecto Identidad que encabezó la Comisión de Historia del Comité Provincial del Partido Comunista de Cuba (P.C.C.) y cuyos resultados se publicaron en el 2006 y se generalizaron por todas las escuelas e instituciones afines de la Ciudad de La Habana; no obstante, tan loable empeño vuelve a enfrentarse y quedar minimizado por los mismos factores antes enunciados, y sobre todo, las miserias humanoides, tales como la indolencia que se refleja cuando en diversas de esas instituciones, al preguntarse por dicha información, simplemente, hoy no aparece. Es obvio que salvo excepciones, no ha habido el acercamiento que los programas y profesores de Historia de la Localidad, necesitan del Proyecto Identidad para su mejor funcionamiento y alcance; éste es un aspecto que debe mantenerse en constante supervisión, en función de los topónimos y de todo el patrimonio comunitario. A pesar de la fortaleza tremenda que constituye el Proyecto Identidad y de los ofrecimientos de Cultura, no se le aprovecha como merece e inexplicablemente, La Habana es la más atrasada en su Diccionario de Topónimos que se espera dentro de la región occidental, y que bien hecho y generalizado, sería otra arma contundente en la lucha por la educación científica al respecto.

Otras propuestas realizadas a partir de las experiencias (a menudo frustrantes por la incomprensión) en el municipio Plaza de la Revolución y en otras comunidades capitalinas, ha sido inducir el acercamiento desde las escuelas, a partir de la propia asignatura Historia de la Localidad, con los Círculos del Adulto Mayor y sus Universidades del Adulto Mayor, cuyas tesis y al menos desde sus conocimientos empíricos fundamentales, tanto pueden enriquecer los estudios de historia y de identidad y patrimonio en cada comunidad y sin embargo, a menudo suelen desviarse sin mayor aporte. Algo parecido se sufre con los educandos de Historia de la Localidad, que repiten y repiten trabajos sin mayor aporte y sin salir de las instituciones museológicas (cuando más… recuérdese su estado casi nulo en la Habana Metropolitana) cuando en adecuada coordinación con los adultos mayores de todas y cada una de estas comunidades, tanto podrían aportar, al tiempo que constituyen vías de re-educación científica (para los educandos, sus aulas y sus familias de forma inmediata, al menos) sobre los valores comunitarios que están ahí, cubiertos de polvo y moho por falta de uso, de visión y de motivaciones por parte de aquellos que pudieran hacerlo. Se cuenta incluso con experiencias que se gestaron desde la Sede Universitaria Municipal por el propio Investigador de Cultura como excelente vía de extensión universitaria hacia los cursos 2003/2005, que sin embargo, lejos de ser animada y reanimada, nunca fue comprendida ni repetida, a pesar de sus óptimos resultados, que cuando no quedan dentro de los cánones burocráticos de las metas a cumplir, no se valoran adecuadamente.

Sobran (siempre sobran) los ejemplos de comunidades en toda la ciudad, laceradas en su más elemental patrimonio por todos estos males aquí enunciados; es triste que inmigrantes incapaces de amar los entornos que con tanta hospitalidad los han acogido históricamente, pretendan una y otra vez desacreditarlos; es muy triste que haya todavía artistas y funcionarios (que por definición, generan y degeneran imágenes) que en diversos espacios (incluso en los medios de difusión masiva) pretendan una gracia de la que carecen, improvisando imágenes de que “ya no hay habaneros”, ignorantes (¿tal vez?) del atentado patrio que cometen, como si fuera la victoria de no sé qué dudosa e insana batalla; cuando las investigaciones demuestran todo lo contrario, y sobre todo, que en su estrecha concepción del mundo, no exista una definición de lo que sería “ser habanero”; pero hablan, y perjudican al hablar tan festinadamente, sin saber. Ellos y otros muchos, llegan a La Habana y se comportan como no se comportaban donde vivían, a menudo justo por ser donde todos se conocen y aquí, creen pasar más inadvertidos, para un daño inconmensurable, que va corrompiendo también a los nativos (de todas formas, siempre cargarán con la culpa: el daño de un extracomunitario en La Habana, quedará achacado a los habaneros) y sobre todo, a sus descendientes, que así se van degenerando en su formación.

Su escasa visión no les permite comprender que lo mismo amenaza, inmediatamente a continuación, a sus respectivas capitales de provincias y a otras ciudades importantes de sus entornos… el daño contra todo patrimonio, natural y cultural, tangible e intangible, siempre es multidireccional (retorna “el marginador marginado”), y a menudo irreversible, deformándonos a todos; como diría Hemingway, nunca preguntes por quién doblan las campanas: están doblando por ti.

Al no ser un problema privativo de Cuba, y contra un mundo globalizador que se opone a la diversidad por la que se pronuncia esta línea investigativa, sus resultados aquí enunciados pueden servir de modelo incluso con carácter preventivo para su aplicación casuística en la variedad comunitaria y frente a todas sus problemáticas similares contextuales no sólo en el resto de Cuba, sino también, en otros países del mundo cuyas comunidades más complejas, en efecto, languidecen ante estos (y quizás, otros, según cada caso), peligros.


 

[1] Guanche, Jesús; y Margarita Mejuto (comp.): La Cultura Popular Tradicional: conceptos y términos básicos. Consejo Nacional de Casas de Cultura, La Habana, 2008:341-342: Para sustituir el concepto de patrimonio  cultural inmaterial que se asienta más en la terminología jurídica que le origina a partir del idealismo filosófico de espaldas a la antropología y al concepto de cultura que envuelve tanto a los objetos como a las ideas y habilidades para crearlos y usarlos, y ante el cuestionamiento sobre lo “inmaterial”, se propone el de patrimonio cultural vivo, según el cual define “los usos, representaciones, expresiones, conocimientos y técnicas, junto con las habilidades para el manejo de los instrumentos, objetos, artefactos y el empleo de los espacios culturales que les son inherentes, que las comunidades, los grupos y en algunos casos los individuos reconozcan como parte integrante de su patrimonio cultural. Es instrumento esencial para promover el respeto de la diversidad cultural y la creatividad humana. Como tesoro humano vivo define las personas o grupos con tales conocimientos, habilidades y técnicas.”

[2] La Habana fue, entre 1975 y el 2010, el territorio que al iniciar el 2011 queda dividido en dos nuevas provincias: Artemisa al oeste, y Mayabeque al este. Antes de 1975 y desde 1878, la provincia La Habana (una de las seis provincias cubanas entonces) incluía aproximadamente todo este territorio entre Pinar del Río y Matanzas, y que hoy son La Habana objeto de estudio, Artemisa y Mayabeque.

[3] El más reciente de este Autor es Couceiro: Oralidad, identidad y patrimonio comunitario: estudio de caso. Propuesta metodológica para su preservación, revista A las raíces, # 0-1, Centro Nacional de Casas de Cultura y Cultura Comunitaria, 2010:3-9.

[4] Las negritas son en función de éste artículo.

[5] En estos casos es menester no confundir “lo marginado” con “lo marginal”, pues en esto último se integran las actitudes “al margen” de la sociedad por necesidad de expresiones emergentes para determinados sectores sociales, o a veces por snobismo, etc. e incluso la delincuencia, muchos de los cuales no son precisamente marginados aunque a veces confluyan, en tanto muchos marginados por los más variados prejuicios, como puede ser el color de la piel o el género o la menor situación económica, sin embargo, están dentro de los cánones sociales que los marginan, para lo cual he esbozado anteriormente la “teoría del marginador-marginado” que contra todo dogma, recuerda por ejemplo, la multidireccionalidad del racismo, o el igualitarismo (contrario a la igualdad) o una exagerada atención a los “desfavorecidos” no metropolitanos, que sume a relegar (marginar) a los metropolitanos. Es un tema presente también en la lucha entre topónimos, cuando unos desplazan a otros por más elitistas (Fomento parece mejor que Jumento) o por más populistas (La Timba nos parece más “cubana” que San Antonio) incluso en sus valoraciones (Vedado se justifica por exclusivo para blancos ricos, falsedad que obvia la diversidad de colores de piel y estados económicos en el territorio e ignora su patrimonio de siglos antes, prohibido a ser talado para evitar entradas de piratas), ambos extremos negativos.

[6] Lo cual dista mucho de decir que sean mayoría en estas comunidades; pero aún cuando lo fueran, eso no obvia su condición de inmigrantes a nuevas comunidades en cuyo patrimonio han de reinsertarse y enriquecerse ellos mismos transculturando, a la vez que aporten sus mejores valores.

[7] Couceiro Rodríguez, Avelino Víctor; Jorge Manuel Perera Fernández, y María Elena González Delgado: Bases para la Promoción cultural en las Diversas Barriadas del Municipio Plaza de la Revolución. 1991. Agosto 1992. X Simposio de la Cultura Ciudad Habana, 1992, y 6to.Premio Provincial Ciudad Habana ANIR- BTJ en Cultura, 1992.

 

Dr. Avelino Víctor Couceiro Rodríguez
vely175@cubarte.cult.cu

Autorizado  por el autor, al cual agradecemos.

 

 

 

Ir a índice de Couceiro Rodríguez Avelino Víctor

Ir a página inicio