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Los pingueros y sus clientes
por Dr. Avelino Víctor Couceiro Rodríguez
vely175@cubarte.cult.cu

Libro digital publicado en CD, Memorias de la VII y VIII Conferencia Internacional de Antropología. Copyright 2006, Génesis Multimedia. División de Prensa Latina. Instituto Cubano de Antropología. Publicado en ant06 couceiro pdf, 14 de febrero de 2011; por Odlanyer Hernández en Cuba Arqueológica, 28 de enero de 2011, en www.cubaarqueologica.org 

 
 
 

INTRODUCCIÓN:

Un nuevo personaje se incorpora al complejo escenario cubano con el nuevo milenio: el "pinguero", conformado ya desde el último lustro del siglo XX. Apenas se cuentan con monografías que aborden su estudio, lo cual no sólo se debe a su actualidad, sino a que resume en sí mismo varias de las esencias más marginadas y que con más prejuicio se asumen de la sociedad en que vivimos: prostitución, homosexualidad, comercio clandestino... Esta es la necesidad principal que estas páginas pretenden satisfacer, cuyos antecedentes se remontan a los (también muy insuficientes y no siempre bien tratados) estudios sobre homosexualidad, y aquellos otros sobre prostitución en Cuba, que aun no cuentan con una década y entre cuyos pioneros se encuentra el propio Autor de la presente, justamente en otro evento similar al que ahora nos presentamos, por el otrora Centro de Antropología hoy Instituto Cubano de Antropología.

Sin embargo, ninguno de tales antecedentes abordaba una monografía sobre los pingueros, y menos aun, incluían al cliente como objeto de estudio, excepto Couceiro, Hacia una Antropología Urbana cubana desde comunidades metropolitanas: estudio de caso, en que por demás, tales análisis se relacionan con otros muchos de igual interés para la Antropología Urbana. Se deduce de ello por tanto, la importancia y algunos de los aportes de esta monografía, así como su novedad científica en cuanto a un nuevo "tipo" social como objeto de estudio, entendido integralmente en sus nexos propios. Es de suponer que este trabajo sea de interés no sólo a los antropólogos cubanos (Instituto Cubano de Antropología e instituciones que han asumido su estudio, como las Universidades, el Centro Nacional de Superación del Ministerio de Cultura y al menos, el Provincial de Ciudad de La Habana; etc.) y de otros países, sino también a los estudiosos de la cultura sexual e instituciones como el CENESEX (Centro de Educación Sexual) y por supuesto, a los órganos encargados de la Prevención Social, incluidos los trabajadores sociales, nunca con fines represivos sino reflexivos y educativos para buscar soluciones a los problemas mayores por los que se desatan problemáticas como la que ahora nos ocupa.

Concretamente el pinguero interesó desde sus inicios ya citados al presente autor (estudioso desde antes de la homosexualidad) por su impronta singular para este tema y otros que también trabajaba en tanto Antropología Urbana, como la prostitución, los negocios ilícitos, el comercio clandestino y las migraciones internas y externas, entotras; pero desde el 2003 se ha centrado en su interés por su diversidad ya demostrada en sus estudios de campo previos, y con el predominio de métodos como la observación participante encubierta, historias de vida, comparativo y el analítico - sintético, ha incorporado asimismo sus clientes, al develar la urgencia de su estudio. Dada como situación problemática la falta de estudios sobre tal personaje y como objetivo general de la investigación cualificar los pingueros y sus clientes, se definieron como objetivos específicos valorar el contexto en que se explican incluidos sus antecedentes y marco teórico - conceptual y metodológico, diagnosticar los pingueros en su complejidad y finalmente, estimar la diversidad de clientes en su interacción e impronta para los pingueros, como su sustento social y económico y contrapartida necesaria y dialéctica. Se espera como resultado de esta monografía, generar una línea de investigación especializada, que bien lo merece y necesita.

DESARROLLO:

1. CONTEXTO:

El contexto en el que han surgido los pingueros ha de caracterizarse, al menos, por la época, los espacios y el devenir previo y paralelo de las manifestaciones implícitas, en particular la prostitución y la homosexualidad; pero por razones metodológicas, tales aristas no deben entenderse al margen una de otra. Hemos de remitirnos al menos, en principio, al llamado "Período Especial" que identificó la última década del siglo XX, y lo que se ha considerado como su recuperación entre siglos al primer lustro del tercer milenio.

Ya sin el apoyo económico y general del que se había erigido como "campo socialista", Cuba se vio obligada a rectificar, o al menos, modificar, determinados aspectos de su vida económica y social general; algunos han sido tan difíciles y hasta traumáticos como la despenalización de una moneda hasta entonces prohibitiva y fuertemente perseguida, que ahora comenzaba a regir el comercio nacional, aun cuando no fuera la que perciben nuestros trabajadores sino obtenida muy mayoritariamente por las remesas y otros sustentos desde el extranjero; pero otros fueron auténticos logros, como la apertura al menos supuesta y relativa a determinados aspectos de la sociedad cubana que antes, a nivel mundial, desdecían de las diversas conquistas del país en otras esferas: así por ejemplo, la religiosidad y la homosexualidad mal mirados, cuando no perseguidos, hasta entonces.

Para entender el impacto de tales cambios hía que remitirnos a estudiar cómo, en una sociedad heterosexualista (totalmente vigente) la homosexualidad había logrado pervivir y desarrollarse clandestinamente: dos hombres desconocidos con motivaciones amorosas (o al menos en principio, sexuales) entre sí, contactaban por el código de la mirada, que se mantiene tal vez más explícito hoy que antes por una relativa mayor liberalidad, a no confundirse con el liberalismo
[1];pero otros han caído en desuso ante opciones que en el contexto contemporáneo, admiten ser más explícitas.[2]

Las dificultades para estas investigaciones se extienden al impacto con que la homofobia ha determinado a los propios investigadores[3], aun muchos que supuestamente, no se proyectan homofóbicos. Como otras áreas objeto de estudio cada una en su instrumental, esta exige del investigador profunda formación metodológica y rigor al combinar la observación participante con otros métodos y técnicas de investigación, y sistémicamente, valentía y solidez en su cultura integral, que lejos de mermar, fortalece y eleva el sistema de principios de cada cual, particularmente vulnerable en la sexualidad. La relación mismidad - otredad - alteridad, en su valor metodológico para el investigador, trasciende a la mera empatía personal y alcanza problemáticas y perspectivas mucho más universales[4].
 
Es metodología de excepcional valor antropológico, estúdiese los grupos políticos o la religiosidad, la drogadicción o la sexualidad; pero cada una según su instrumental (no es igual riesgo ni "problema de principio" devenir drogadicto o colocar una bomba, que participar de un toque de santo o de una reunión) y sistema de principios y cultura del investigador[5].Pero es "menos vergüenza" si se es apresado en una campaña anti drogas o contra los carteristas[6], que en un hecho de "dudosa moralidad" (sobre entiende: sexual, a lo que en nuestras deformaciones culturales suele reducirse la moral) sobre todo en campañas homofóbicas, aun cuando salve (siempre relativamente) su situación personal como investigador, se le dé la oportunidad de expresar a todos su heterosexualidad "para que nadie dude" y desaproveche tan elocuente experiencia, desentendido además, y sobre todo "bien diferente"[7] (si es posible, hasta opuesto), de su objeto de estudio.
 
Para muchos, es más reparable el "delito de robo" y hasta de asesinato, que el "¿delito? ¿pecado? de sexo", lo que evidencia el substrato   religiosista   en   ello;   aun   cuando   para   el   propio   Dante Alighieri en El Infierno, entre los siglos XIII y XIV, a los pecados de lujuria se les destinaba el segundo círculo después del Limbo, esto es: eran los menos graves; peor se veía la gula, la avaricia, la violencia y lo peor era la traición... ¿Qué ha pasado desde entonces, que ya poco después, la lujuria era "purgada" con el crimen incluso, y el sistema moral en nuestra cultura occidental, ha sido absolutamente invertido?

Limitaciones moralistas continúan afectando estos estudios y su propia promoción, incluso en las urgencias de lucha contra el SIDA. Aun hoy, en campañas tan avanzadas y necesarias como las que realiza el Proyecto Hombre - Sexo - Hombre en sus tantos radios de acción, exigen que si durante su promoción en pares algún sujeto se interesa por uno de los promotores, este debe ser sustituido por el otro: no debe establecer ningún tipo de relación, aun cuando el interés sea recíproco; ni siquiera puede dejar abierta la opción de futuros contactos personales. ¿Acaso la mejor manera de enseñar el uso del condón, no es en la misma práctica?[8]

Las historias de vida y la observación participante sustentan toda esta investigación, aunque normalmente los sujetos exigen el anonimato, lo cual deviene en sí mismo información a analizar.

En tanto antecedente contextual para el tema que nos ocupa, el análisis de la problemática al aplicar estos métodos requiere como complemento esencial el estudio de la homosexualidad, la cual hoy se recontextualiza en el mundo, en Cuba y en particular, en los espacios urbanos que centraremos como objeto de estudio y donde han proliferado los pingueros, donde la novedad reina con su correspondiente impacto en el imaginario popular, que añade el morbo de la milenaria represión cuando de sexo se trata, aunque el sexo no implique exclusivamente morbo en sí (al menos no necesariamente en el sentido patológico que se le suele impregnar al vocablo "morbo") ni sólo al sexo compete el morbo.

Enfaticemos sexualidad más que homosexualidad[9], puesto que la segunda está implícita en la primera, y a la postre, privilegiar el estudio de "lo homosexual" suele enmascarar homofobias al destacar siempre un "otro" que queremos distinguir muy bien de la mismidad. En tanto marginada, la homosexualidad requiere especificidades para lograr sus propios espacios, pero nunca será bien comprendida si se sigue aislando de la heterosexualidad, no menos afectada por el heterosexualismo y con sus propios códigos y problemáticas, al margen ya de la homofobia.

La homosexualidad, en una sociedad heterosexualista en que despunta la homofobia en cualquiera de sus grados, requiere de sus propios espacios si en verdad, hay voluntad política contra todo tipo de discriminación; pero cuando no los tienen, los buscan para pervivir en sus necesidades sexuales más elementales. Aquellos para conocerse suelen ser espacios bien céntricos donde más opciones hay y a la vez, para la satisfacción sexual clandestina, con cercanías lo suficientemente ocultas que les permitan pasar inadvertidos ante el resto del público al realizarse sexualmente. En el caso cubano, por supuesto, la capital, y dentro de ella las áreas más céntricas y puntos referenciales de primer valor: La Rampa y el área en torno al Capitolio, cercano a la Terminal Nacional de Ferrocarriles[10].

En tales áreas, la homosexualidad hallaba previamente tímida imagen en áreas de prostíbulos y vida nocturna, y sus inmediaciones como las calles Prado u Obispo, o Parque Central o el de La Fraternidad; o el Club 21 (y N), El Gato Tuerto o Amanecer, todos ellos en La Rampa, y ya en el inmediato Vedado y en distintos momentos, El Karachi o El Atelier, o la Casa del Té de G y 23… y sobre todo, en la heladería más importante del país Coppelia, desde su fundación en 1966[11], con sus luego "tendederas"[12]; nótese que en este segundo bloque, la mayoría anuncian y/o fomentan La Rampa. Ha de entenderse que tales espacios, aun cuando en algún momento tiendan a enquistarse y marginarse como ghettos, es una necesidad mientras públicamente no se acepte como natural dentro del mismo sexo, la invitación, el beso, las caricias y toda otra expresión heterosexual aceptada socialmente en los espacios públicos, con muchas más y mejores opciones para desarrollar su sexualidad en la sociedad en que vivimos y aun con todas sus limitaciones compartidas, pero empeoradas a la homosexualidad.

La Rampa y el barrio del Coppelia casi desde sus orígenes, por su céntrica y atractiva posición en la capital como punto referencial y por sus otros valores e impacto social de todo tipo, se han esquematizado en el imaginario popular como focos de reunión de todos los extremos, espacio de encuentro (casi obligado) para todo visitante a La Habana, similar al papel que el Capitolio desempeña en Centro Habana: el "guajiro" (más que el campesino) que aquí pretende mostrar sus mejores prendas, al punto del desentono, incluidos entre ellos aunque no exclusivamente, quienes ahora llegan como pingueros, lo que apunta al carácter sistémico de este análisis; el "cheo" más "cheo", el pepillo más pepillo, el intelectual más intelectualoide, el artista más excéntrico, y el homosexual más "ostentoso", condición que para ser manejada en el imaginario popular, ha bastado (simplista y peligrosamente) su nivel de amaneramiento.

En todos los casos y en particular, en la homosexualidad, tal arraigo en el imaginario popular ha propiciado graves equívocos. Las necesidades homosexuales requieren de su propio espacio urbano de comunicación, que se agencian por sí mismos al carecer de instituciones y comunidades que disminuirían los equívocos, aun cuando puedan incubar nuevas formas de marginación.

Así por ejemplo, las históricas (e histéricas)[13] oleadas homofóbicas casi por definición han dirigido sus dudosos "campos de batalla" contra el visitante a Coppelia, donde también arremetieron en su momento contra los "peludos" y los "pantalones apretados" a confundirlos como homosexuales, así como contra las minifaldas sobre todo en las escuelas y la calle, como antes se veía mal a mujer en pantalones (al equívoco por "marimacha") y más reciente, el hombre en short (acusado de homosexual), lo que evidencia la supuesta paradoja del perenne prejuicio y rechazo reaccionario (más que tradicionalista y conservador) contra lo nuevo, en esta comunidad donde la modernidad ha sido constante identidad tradicional, y por tanto ha sido espacio de continuas luchas al respecto; esto es, no exclusivamente se ha agredido a homosexuales.

En los tristes años de la U.M.A.P. (Unidades Militares de Ayuda a la Producción, lustro previo a 1970), la condena explícita en el Congreso de Educación y Cultura de 1971, y aún en 1980 con los sucesos del Mariel, el slogan "Que se vaya la escoria... Que se vayan los homosexuales", al igual que otros grupos sociales como los rockeros y más recientemente los "free kiss", tampoco con mucho mejor suerte, la homosexualidad buscaba refugio y lugares de encuentros (siempre desplazados) en los parques cercanos, como el Víctor Hugo en H y 21 y el parque Menocal hoy John Lennon en 17 y 6, aledaño al Atelier.

Era innegable e inevitable el impacto en Cuba de una nueva cultura universal mucho más avanzada y desprejuiciada con respecto a la homosexualidad y en general, contra los tabúes sexuales de todo tipo, acompañado de severas críticas extranjeras de todo visitante al país no sólo homosexual, sino anti homofóbico en general; protagonismo en ello tuvieron los espacios internacionales generados por el Festival Internacional del Nuevo Cine Latinoamericano, el Festival Internacional de Teatro de La Habana y las Bienales de Artes Plásticas de La Habana, entre otros, donde la censura no cabía sin detrimento de nuestra vocación democrática y contra toda marginación por la justicia social, al margen de que aun hoy tales muestras carecen del espacio necesario en la TV ni a sistematizar el resto del año en nuestras propias salas.

Ya a partir de 1986 paulatinamente, y desde Vilma Espín y la Federación de Mujeres Cubanas (al margen de que la sexualidad sea un tema mucho más allá de la relación de géneros, que en sí misma no puede quedar limitada a dicha asociación femenina, si bien hay que  reconocerle que  nunca  ha  sido exclusivista  ni  estrechamente feminista) que atendían organizaciones gay - lésbicas que visitaban Cuba en conversaciones con el mayor carácter oficial posible, comienzan algunas modificaciones al respecto con nuevos puntos de vista desde la oficialidad cubana, lo que propició el documental Gay Cuba[14], en que se condenan los momentos en que eran prácticamente expulsados del país al menos por hostigamiento, y también actualizaba cuando grupos homosexuales cubanos trataron de desfilar como tales en un 1ero. De Mayo junto al resto de los trabajadores cubanos[15].

Una nueva cultura superior era inevitable y arrolladora: la escena cubana incluye los primeros desnudos masculinos: El Maestro de Margarita en el Teatro Mella, Cuentos del Decamerón en el Teatro El Sótano, y ya con alusiones y de inmediato tema y ambiente propiamente homosexual, se destaca el grupo de teatro El Público con su obra homónima a partir del original de García Lorca en el Teatro Hubert de Blanck y luego en el cine teatro Trianon y previamente, su trilogía de teatro norteamericano en el Teatro Nacional; el pinguero y el policía han llegado a ser tema en el teatro de Abel González Melo: Por Gusto, y otras. Hay ejemplos danzarios y sobre todo, literarios, hasta con cierto nivel de publicación; en las artes plásticas, Rocío García y Lino Fernández García, entre otros, y en la música canciones como la de Pablito Milanés y la de Pedro Luis Ferrer... la Asociación de Jóvenes Artistas de Cuba Hermanos Saíz propicia la I, II y III Jornadas de Arte Homoerótico entre 1998 y el 2000 en su espacio La Madriguera en la Quinta de los Molinos.

Particularmente la producción televisiva e incluso radial cubana, desde el último lustro del siglo XX (lamentable que haya tenido que ocurrir la hecatombe del SIDA para solventar esta deuda con la justicia social) y sobre todo en el tercer milenio, ha incorporado la temática, pero demasiado tímidamente y no siempre logra contener submensajes homofóbicos muy peligrosos. Similar ocurre con las artes cinematográficas, aunque estas han logrado mejores exponentes audiovisuales con Vídeo de Familia, Suite Habana, Habana Libre y otros normalmente con muy escasa promoción, paralelo a filmes y algunas excelentes producciones televisivas extranjeras exhibidas en la televisión cubana, que por esta promoción mucho mayor y de gran valor comunicativo para nuestro pueblo, han sido sin dudas protagonistas decisivos para esta cultura superior. Son sólo algunos ejemplos, aunque pioneros y cimeros al mismo tiempo.

No por casualidad el filme Fresa y Chocolate (1994, el primero cubano en explicitar un personaje homosexual y los prejuicios contra el mismo) otorga a Coppelia un protagonismo como espacio público, reconocida luego en las versiones teatrales como "La Catedral del Helado". Aun antes, el 5 de mayo de 1993, el III Simposio Territorial de Estudios Culturales Plaza de la Revolución incluyó por primera vez en Cuba como objeto de interés a los estudios culturales, entre sus ponencias y debates, un trabajo a propósito de la homosexualidad, aunque enfocada confusa y muy tardía y hasta reaccionariamente en su etiología como si de una enfermedad se tratara; pero en evento, ambiente y tribunal tan avanzados que resulta un aporte insoslayable en el tema que nos ocupa, si bien los medios no le dieron toda la promoción que merecía, justo por su alcance y los tantos dogmas que rompía.

A pesar de lo obvio del fenómeno, abundan aun los prejuicios contra   el   tema   en   los   espacios   públicos,   incluso   académicos y supuestamente científicos, al menos para un mayor impacto cultural y social general. Recordemos las muy polemizables condenas supuestamente profesionales contra el filme peruano No se lo digas a nadie que profundiza en la realidad más generalizada de la homosexualidad: la de la hipocresía "dentro del closet".

Aun no se aceptaba o se desestimulaba como tema en estudios de grado universitarios donde aun Oscar Wilde y otros eran prohibidos, y en la primera remesa de maestrantes en Antropología pudo aflorar sólo como trabajo de curso del módulo de Antropología Económica (Couceiro, 1996) y de donde el mismo Autor lograría que la IV Conferencia Internacional de Antropología en 1998, por el entonces Centro de Antropología y la Academia de Ciencias de Cuba, le abriera el espacio para su trabajo ¿Cultura Homosexual? (Couceiro y Perera, 1997) que escogería la revista Temas para su publicación.[16] Pero este mismo trabajo entonces (y otros ulteriores sobre la misma temática) tampoco fue aceptado en los Simposios de la Ciudad donde tuvo que develar sin embargo, veladas homofobias.[17] Finalmente, quedaría la temática explícita mediante la felizmente aceptada y luego premiada primera experiencia para una Antropología Urbana cubana.[18]

Otro tanto acontecía en la Escuela del Partido Ñico López donde había   sido   propuesta   de   un   grupo   heterosexual   pero   inquieto e interesado en la temática sin prejuicios,[19] no obstante de este mismo contexto político se publica el primer libro cubano al respecto (Pérez Cruz, 1999)[20] Muchos otros espacios se mantienen cerrados a estos temas, pero otros pocos se han ido abriendo y en el 2006, el III Simposio Emilio Roig de Leuchsenring, de la Unión de Historiadores de Cuba de la Ciudad de La Habana, lo acoge (Couceiro, 2006b) y se prepara el actual para el Simposio del Centro de Antropología. Ya es un tema mucho más aceptado como Tesis de Grado e incluso Tesina de Diplomado (Couceiro, 2006a) aunque desigual por Universidades del país y otros contextos,[21] y se han logrado espacios aislados de escaso impacto social por su propio alcance, como en Catauro, Revista Cubana de Antropología y un Premio Casa de las Américas 2005. Aun dentro de los círculos académicos (y otros) imperan prejuicios inconfesos al aceptar o no un trabajo de esta índole en dependencia de la imagen hétero u homosexual del autor, y por otra parte, siempre al valorarse el tema en otros momentos históricos, es mejor aceptado que en la tan difícil y polémica actualidad; signos inequívocos de homofobia.

El sexismo imperante incide también para la homosexualidad: en los espacios urbanos antes referidos, se revelan los códigos secretos de lo mejor y lo peor no sólo de la homosexualidad, sino de toda la diversidad humana que las frecuenta por sus atractivos recreativos y culturales en general. Pero en el imaginario popular, esta homosexualidad es fundamentalmente masculina y confundida con el amaneramiento, transvestismo y transexualismo, por esquemas simplistas y peyorativos. La reconoce más fácil en un joven blanco: el negro ha de lindar lo grotesco para ser reconocido, y en la mujer se fijan menos y se interpreta como fortaleza de carácter.

El machismo educa que el hombre es para la calle y sin mayores emociones ni menos aun estabilidad ni igual concepto ni deber de fidelidad, lo educa incluso en los prostíbulos; en cambio la mujer, (como si las prostitutas no fueran también mujeres) es relegada a la casa y a soportar en la máxima pasividad, estabilidad y fidelidad obligadas, todo lo que el marido decida.[22] Además, determinados contextos como el militarismo tienden a ser menos agresivos contra la homosexualidad femenina.[23] Se verifica entonces la teoría del "marginador marginado" que he trabajado en textos    previos,[24]mientras se esconden así otros espacios urbanos de homosexualidad…

Los baños públicos generan ambientaciones homoeróticas y hasta pornográficas, con los letreros y gráficas sobre todo en paredes y puertas, dignos de una monografía que también refleja la homofobia. Tal ambiente no es el más adecuado para una relación amorosa y son agredidos entonces con el polemizable concepto de la promiscuidad[25] en un contexto en sí agresivo.[26] Pero es el contexto al que queda confinada (y casi siempre, ultimada) la homosexualidad frente a tantos prejuicios, las dificultades de vivienda y los alquileres inaccesibles,[27] y donde no es extraño encontrar, como en otros de estos espacios que asume la homosexualidad, algún que otro pinguero.

Con menos impacto urbano pero más plenos, las más oscuras lunetas en los cines asumen toda opción sexual, a donde también llegan quienes los persiguen para castigarlos mucho más severamente que a los heterosexuales por el mismo acto y en el mismo lugar, aunque con muchos más espacios. No es de extrañar cuando se descubren entre los perseguidores homosexuales de ambos sexos que así desvían la atención de sí mismos sin el menor escrúpulo;[28] lamentables equívocos hasta el escándalo público en baños, cines y otros lugares, muestran el curioso malestar de las "víctimas de moral ofendida" que se regodean ante un supuesto agravio que no suele trascender al imaginario popular por la ambientación creada y el morbo homofóbico.[29]

Movidos por necesidades homosexuales de espacio urbano, acuden al Bosque de la Habana y el Parque Almendares, la Quinta de los Molinos,[30] el entorno del Castillo del Príncipe y la Feria de la Juventud, el Parque Forestal[31] e incluso, la Necrópolis Cristóbal Colón. No son estos sus únicos contextos: así por ejemplo, en las propicias áreas playeras, tradicionales han sido El Chivo[32] y Mi Cayito al este, y al oeste, el Tritón.

En todo ello, siempre es mucho menos reprimida la heterosexualidad que, con muchas más opciones de privacidad, son mucho menos cuestionados cuando acuden a lugares semejantes y en parques no necesariamente nocturnos, abusados asimismo como urinarios públicos a toda hora y sin rubor de nadie.

Nótese que generalmente son lugares relegados al abandono, que la homosexualidad intenta (aun hostigados por policías, delincuentes, homofóbicos y enfermedades de transmisión sexual) copar al menos por minutos como sus necesarios espacios, de los que carecen, lo cual es deplorable tanto por la marginación que implica contra la homosexualidad, como por el abandono (otra forma de marginalidad, ahora entre espacios urbanos) a que están sometidas las áreas citadas.

En cuanto a la diversidad de la homofobia, el hombre se "justifica" por estar más habituado a la calle y a sus expresiones públicas, y muestra más su homofobia contra los varones homosexuales para "evitar confusiones" de su imagen pública (el "qué dirán") y que un hombre heterosexual "civilizado" le es más fácil serlo con lesbianas que con varones homosexuales, de la misma manera que a una mujer heterosexual "civilizada" le es más fácil serlo con varones homosexuales que con lesbianas, siempre por el riesgo social que se corre con el comentario del "qué dirán", que suele pesar mucho más que la homofobia en sí. Particular interés ofrece el disfrute que hombres (supuestamente) heterosexuales hacen de la homosexualidad femenina, puesto que también ocurre con mujeres (supuestamente) heterosexuales con la homosexualidad masculina, pero en estos últimos casos, ellas no suelen alardear de su imagen homofóbica excepto, ocasionalmente al menos, contra las lesbianas, y se fundamentan en que los hombres heterosexuales no saben (o no se preocupan por) satisfacerlas, quizás en inconsciente venganza de la redención que ha logrado la mujer en la cultura occidental, en su lucha por la igualdad; lo que también ha sido argumento del incremento de las relaciones lésbicas en estas áreas del mundo. En el contexto digital, dado el anonimato, la homosexualidad se realiza más pero también la homofobia se patentiza, a veces obsesiva y ácidamente.

Una anticientífica cultura sexual milenaria impone patrones de género heterosexualistas, por los cuales equipara el homosexualismo masculino con el dogma "mujer" y por tanto, con toda moda, con el arte y todo disfrute estético, la educación formal y la cultura, pero también con la debilidad, la superficialidad, la histeria y el brete; y el femenino con el dogma "hombre" y por ende, rudeza e insensibilidad ajena a los afectos, violencia agresiva y escasa inteligencia; y en ambos casos, con frustración de identidad sexual. Así educa a todos, y al margen de la orientación sexual se asimila o no según cada contexto y cada individuo. Artistas y jóvenes modernos han sido víctimas equívocas (y no tan equívocas, pero no menos injustas) de la homofobia, durante la vida nocturna bohemia que otrora enriquecía a La Rampa.

Público variado reanimó dicha vida nocturna de tales espacios urbanos, deteriorada por el dólar, la retirada de los servicios de 24 horas y escasez de otras opciones, las dificultades del transporte del "período especial", las incomprensiones antes señaladas sobre todo por policías y funcionarios, y la violencia callejera, y fue atraído por las "fiestas gay", término que comenzaba a imponerse también desde nuestra cultura popular[33] (lo que invita analizar los cambios en el auto reconocimiento de estos grupos) y sobre todo, por su menor compromiso, los "shows de trasvesti". Estas fiestas[34] se hicieron sentir en múltiples puntos de todas nuestras comunidades con el lógico choque de valores que implica todo lo novedoso, diverso entre el vecindario y con la policía, sin condenarse legalmente pero reprimidas con múltiples pretextos para su hostigamiento hasta desaparecer en estas comunidades hacia el último lustro de siglo, aunque continúan en otras áreas habaneras más hacia la periferia, por tanto de mucho más difícil acceso sobre todo si consideramos las severas dificultades del transporte para el público cubano, y además, menos "oficiales".

El primer período de tales fiestas fue de 1994 a 1997, a raíz del filme ya citado Fresa y Chocolate. Fue esa su época de oro sobre todo en las comunidades objeto de estudio, incluso con eco local estatal en el Club Saturno de Línea y 10 ahora como Joker´s (en cuyas afueras no faltó la amenaza homofóbica ante policías), en el club de Línea y F y en el gimnasio habilitado de 17 y E. No obstante, sin poderse eliminar nunca del todo a pesar de la persecución, han resurgido muy esporádicas y aisladas tanto en el tiempo como en el espacio, siempre acechadas y vulnerables, ya hacia los años 2004 y 2005.[35] Así se satisfacía la homosexualidad, pero también curiosos y estudiosos cubanos y extranjeros, además de haber sido negocios de interés económico con el atractivo de lo casi clandestino, en tanto fiestas de privacidad muy relativa, y marcar la histórica fluctuación de la dinámica local entre liberalidad y moralismo que ha abarcado todo renglón cultural,[36] nunca exento el tan natural como complejo tema de la bisexualidad,[37] todo ello esencial para entender al pinguero.

Paralelamente, otro antecedente a estudiar es el contexto de la prostitución en Cuba, y en concreto en estos espacios urbanos que ahora estudiamos: por una parte, habría que convenir en una definición en tanto "comercialización de favores sexuales", que nunca ha faltado en esta, como en otras sociedades del mundo; ello excluye de este estudio (no de otros) otras formas de prostitución que trascienden a la sexualidad, como se ha llamado la prostitución política y otras, más inherentes a la comercialización de principios y credos en general. La prostitución sexual había desaparecido en tanto institución de la sociedad cubana, pero es obvio (intrínseco incluso) que nunca desapareció, pues el comercio sexual alcanza espacios y momentos mucho más cotidianos de lo que gustaría aceptar. Mal entremezclados con el polemizable y peyorativo concepto de "promiscuidad", habría que valorar si la prostituta es la que hace el sexo con muchos hombres porque le gusta, sin comercializarse, o aquella que inclusive se casa con uno solo (cubano o extranjero), por lo que así "resuelve" materialmente.

Ya a principios de la década de 1990, con el Período Especial y el país que se abría al turismo y en particular, la comunidad cubana de Miami, se le comenzó a llamar jinetero a todo aquel que intentaba relacionarse con el visitante extranjero para obtener regalías de todo tipo y por todos los medios. El vocablo derivaba de que "cabalgaban" a los extranjeros. Sólo al avanzar hacia el nuevo milenio es que se comienza a entender el jineterismo reducido a la prostitución sexual, y por supuesto dado el machismo que nos caracteriza, a la mujer, por lo que jinetera nos llega como "prostituta para extranjeros".

En cuanto a las comunidades donde la homosexualidad y la jinetera, y luego el pinguero, han proliferado, desde el imaginario popular, El Vedado es aquel elegante caballero intelectual, vestido de blanco con faja y cinta azul, aun joven y capaz, imagen legada desde los vedadistas de 1902 (Couceiro: Hacia una Antropología Urbana...). Y muy especial es La Rampa, donde el erotismo alcanza niveles singulares en la sensual cultura cubana: tradicionalmente el "tipo" con que se reconoce el área fluctúa con el erotismo de ambos sexos, entre la farándula bohemia y la pareja que disfruta la noche, el pepillo de cada momento histórico, la chica liberada y moderna y ya entre milenios, la sensualidad prefabricada, cuestionada y aun escandalizante del travesti

Esa calle rampera se desenfrena a retozar con las brisas y salpicaduras marinas, nos revuelve los cabellos, levanta travieso las faldas y nos besa de sal los labios y cuerpos, desde y hasta el desconocido que atraviesa la esquina. Los altos edificios de La Rampa costera (el llamado "rascacielos cubano") y de La Rampa central, propician cualquier momento de locura y abandono en una comunidad tan cosmopolita, con el protagonismo anónimo de la población flotante, que libera en diversos grados las represiones de cada cual sin dejar margen al mediocrizado escándalo de los prejuicios: por aquí entra la modernidad en Cuba, que coqueta, se inserta a nuestra tradición de erotismo y sensualidad.

Y como todo valor tiene su antivalor, estas características que poblaron con los más modernos hoteles a esta comunidad hace más de medio siglo, acunaron en ella los llamados "turismo de masas" y la "trata de blancas": la prostitución, el extremo en que los valores referidos pasaron a ser objeto ya no del comercio, sino del comercialismo. No alcanza el espacio, y el erotismo de La Rampa se extiende por el romanticismo del Malecón y parques cercanos, no siempre tan platónicos. No es casual por tanto que jineteras y pingueros constituyan tipos populares de esta Rampa actual. Pero la antropología no ha de prestarse para dogmatizar anti científicamente ningún "tipo", y tanto en unas como en otros, la diversidad de todo orden se impone.

En las jineteras por ejemplo, las intenciones difieren: muchas veces (como suele acontecer con toda prostitución) está el ánimo de casarse con un "buen partido", esto es: un extranjero en buena posición económica que la saque del país, lo que muchas logran y al llegar afuera corren las más disímiles suertes; sin embargo, muchas mujeres buscan y logran esto sin hacerse "jineteras", al menos no este tipo de jineteras que ahora estudiamos, y entre las cuales, muchas otras sólo pretenden lograr un dinero con diversos fines sin que implique la salida del país, incluidas necesidades familiares (no puede obviarse el papel que la familia desempeña, para mal o para bien) en ocasiones hasta el chantaje a veces sentimental, o un "buen nivel de vida" personal, para comer y visitar lugares, de otra forma inaccesibles a ellas. No falta la competencia con amigas y el embullo, una supuesta posición económica en su entorno, curiosidad con los extranjeros, gusto por lo prohibido, etc.

Al margen de una supuesta identidad generalizada, las "jineteras" se han llegado a caracterizar por su indumentaria provocativa y a veces algo excéntrica, un interés relativo (a menudo no más que impostado y por ende sin más ramaje) por aprender idiomas (según la lengua del país al que piensan que podrán viajar: fundamentalmente italiano e inglés, y en menor medida, francés y alemán) y un tipo físico que tiende a la delgadez casi absolutamente jóvenes, pero con toda la gama racial cubana. Como también es tradicional, suele hacerse acompañar por un proxeneta que a menudo, suele ser un pinguero, con los que pueden (o no) compartir la cama, bien en su intimidad bisexual (bisexualidad que ignoran, o pretenden ignorar, pero que en ocasiones hasta disfrutan) o también, cómo no, según el gusto y solicitud de cada cliente, para el sexo grupal.

En el tema que nos ocupa, no sólo se "trataban" blancas, sino toda la gama racial cubana de ambos sexos dispuestos a alquilarse en relaciones hétero u homosexuales, a menudo sin la menor distinción. Lo mismo sucede actualmente con las jineteras y los pingueros: sólo que durante los años de Revolución, es ahora que por primera vez cobran tal visibilidad que casi se institucionalizan (por sí mismos, a pesar de la no aprobación y hasta persecución oficial) a la luz pública, y su impacto urbano en la localidad se relaciona mucho con el vestuario y determinadas poses y gestos, al extremo del esquema social que genera lamentables equívocos. La observación antropológica sobre todo, y las historias de vida en menor medida que suelen clamar el anonimato y en cuyo subconsciente hay que penetrar, fundamentan estos enunciados que aquí sólo introducimos.

2. PINGUEROS

La prostitución masculina, por supuesto, siempre ha existido, más encubierta o no, tanto homo como heterosexual, aunque el machismo históricamente sólo la reconozca femenina, excluya a la mujer como consumidora de sexo y de la homosexualidad no se hable siquiera sino hasta las últimas décadas del siglo XX. Ya con el tercer milenio es que se visibiliza hasta casi institucionalizarse la prostitución masculina homosexual (a menudo no es exclusivamente homosexual, aunque esta faceta suelen ocultarla en sus relaciones con mujeres) en este nuevo "tipo popular" cuyo nombre proviene del sustantivo "pinga", que en la cultura popular cubana se considera una "mala palabra" que designa al pene.[38]

En buena lid, en una sociedad donde ya se enfrenta sin tantos atavismos la relación de géneros y la educación sexual, si la jinetera es la prostituta al extranjero, el pinguero es un jinetero que suele aceptar la moneda nacional u otras regalías materiales a cambio de favores sexuales; por ende no hay que feminizar el vocablo jinetero, como tampoco habría que hacerlo con el de "prostituta" que al insistir en la sexista imagen de que la prostitución lleva saya (Eva fue la que comió la manzana) obvia al prostituto, tanto homo como heterosexual, este último casi excluido porque el homosexual queda dogmática y erróneamente emparentado con Eva (el "pecado sexual" es femenino) y por extensión, las prostitutas; suerte de "traidor" entre los hombres.

Otra causa de que se obvie la prostitución masculina heterosexual, se da porque no se asume la mujer como consumidora de sexo, aunque históricamente el prostituto heterosexual ha existido y existe, también en estas comunidades objeto de estudio, aun con otros códigos de todo tipo y en un amplio abanico de versiones que van desde el chulo y el gigoló hasta los más diversos "busca fortunas", casi siempre más enmascarados, y no sólo para las extranjeras. Asimismo, al no entenderse la mujer como consumidora de sexo (sólo   como   "tentación"),   queda   excluida   también   la   prostitución lésbica, a pesar de las evidencias en ambos casos. Claro está que dado lo complejo de la sexualidad, estos límites suelen transgredirse y hasta confundirse entre sí, aun cuando no suela reconocerse o más frecuente aun, se fundamenten siempre en razones económicas. Son en esencia, formas de prostitución de ambos sexos que antes vestían de una manera y usaban alguna forma para comunicarse, más clandestina por más perseguida siempre en la homosexualidad.

Entre los pingueros, al margen de alguna similitud con las jineteras, el análisis de la sexualidad es aun más complejo y diverso por la ambigüedad explícita: abunda también toda la gama racial cubana y los jóvenes, aunque es más frecuente encontrar algunos que ya entran en la mediana edad (por esquema social la edad se paga más caro en la mujer, sobre todo para sus atractivos), ropa que les distinga por su "elegancia" los más conservadores (casi siempre, provenientes de las regiones menos cosmopolitas del país y que aquí muestran sus mejores galas, aunque quizás no las más propias por el contexto - social, natural y específicamente, cultural urbano, en esta área de tradicional modernidad -, el clima, etc.), y en otros casos, ropa juvenil que resalte sus atractivos corporales, sobre la base de lo que sería la estética masculina; delgados o atléticos son los dos tipos que predominan y que a veces, para ello se preparan en los gimnasios (donde en ocasiones generan espacios de "poses" a una masculinidad realmente ambigua en sus motivaciones sexuales) con toda intención, para perfeccionar sus cuerpos con atractivos masculinos, que luego ostentarán con vestuarios apropiados.

Entre los pingueros, más que en las jineteras, abundan los inmigrantes temporales de otras provincias. El sólo nombre denota la homofobia implícita y el grado de retorcimiento de los prejuicios a tan complejo tema: explicitan que son "pingueros", esto es: su trabajo sexual es exclusivamente "con su pinga", y al margen de todo coqueteo, por regla general sientan las bases de que no harán "otra cosa" (imagen que tiende casi exclusivamente a ser estrecha y esencialmente "activos" - "macho" - en la cama, algunos llegan a negar hasta el beso y otras caricias sexuales, y comúnmente, lo que más rechazan o cobran más caro es ser penetrados, otro reflejo heterosexualista de la sobrevaloración de la penetración impuesta a las relaciones homosexuales sobre todo masculinas, aunque no exclusivamente, pero que lógicamente, entre mujeres se manifiesta y resuelve con otros códigos)... lo que en el transcurso de la relación es, claro está, bien polemizable y hasta negociable.

Ello mismo, por otra parte, suele despertar entre los potenciales clientes más morbo o al menos, curiosidad sexual, por los retos a vencer o porque a menudo, se valore más escaso (y por ende, deseable) el papel "activo" en la relación homosexual, que con el desarrollo y la lucha contra los prejuicios y la marginación, sin embargo, tiende más a dejar atrás los heterosexualistas roles de "activo" y "pasivo" por el más consecuentemente homosexual de "completo", sin dudas mucho más integral y amplio en la cama; en buena lid, y como compete a toda relación homosexual masculina y parafraseando su propio vocabulario, no sólo se entregan a la prostitución también los "culeros" (aun cuando esta palabra no está en su léxico, llamémosle así porque por el contrario, ofrecen "el culo", suelen mostrarse más amanerados pero tampoco necesariamente, por lo general menos exitosos y mucho menos numerosos, dada la estética masculina que lógicamente predomina para la homosexualidad masculina) sino que muchos de estos pingueros devienen (y hasta ansían devenir) "culeros", más explícita (y lógicamente) subyugados por la estética masculina.

Todo ello incide en los regateos según el cliente y el auto reconocimiento: al llegar al punto del atractivo entre cliente y pinguero, vale aclarar que aun cuando les resulte bien atrayente física y sexualmente, a un cubano sin más posibilidades económicas el pinguero algo pide, al menos 30 pesos cubanos incluida alguna invitación a fiambres y una caja de cigarros, pues así nadie puede acusarlos de haber ido a la cama (que no siempre tiene que ser necesariamente, en una cama) por puro placer, y pueden insistir en que son pingueros, no homosexuales, aunque también hay pingueros que se reconocen gays (prevalece más rechazo a la palabra "homosexual" que a "gay", por la imagen anglo y/o de modernidad y hasta liberalidad que implica el vocablo "gay") sin más prejuicio, al margen de que la cama que hagan sea más completa o no. Sin embargo también existen los que no han cobrado absolutamente nada, aunque luego expresan con muestras de arrepentimiento no saber por qué lo han hecho pues "no les gustan los hombres" (otros sólo necesitan dónde pasar esa noche), y en el gran abanico moral, los muy penosos en un extremo, y en el otro los rateros y los violentos, aunque estos últimos (excepción de acuerdos sado masoquistas), tal vez por su propia vulnerabilidad social, intenciones y por diversidad de patrones de conducta, son muy escasos, a pesar de algún hecho de sangre.

Tanto para pingueros como para jineteras, no hay que pensar de antemano que son "bellezas" a rentar, al margen de lo polémico, subjetivo y casuístico que puede resultar definir "belleza" y el estudio del gusto y de la cultura estética: está probado que lo que los identifica no son sus atributos físicos, sino la osadía para estas relaciones, su capacidad para convencer y "enamorar" para el negocio en cuestión, con niveles muy variables de escrúpulos. Puede haber hombres y mujeres bellos, incluso con nivel cultural relativamente entre lo aceptable y lo alto, pero tampoco es esta en lo absoluto su identidad como grupo social.

Los pingueros han sido combatidos en campañas que peligrosamente, yerran y se generalizan absolutizadoras: equivocada, simplistamente, se ha utilizado el hecho de que la mayoría de estos prostitutos lleguen de otras provincias para hostigarlos aquí por la policía como "ilegales" justo como medio para combatir esta prostitución, con extremos tan errados como imponer multas a menudo severas, a todo aquel que no pueda justificar oficialmente su residencia en la capital (a pesar del slogan del momento, "La Habana, capital de todos los cubanos") y deportarlos a sus provincias; lo que se dirige fundamentalmente contra los jóvenes sospechosos de prostitución (campaña no exenta de alta dosis homofóbica) medida que acarrea numerosas y muy dañinas y antipolíticas consecuencias negativas de todo tipo, más allá de lo vulnerable de tal acusación de "ilegalidad", y de todos los equívocos que suelen cometerse en estas campañas.

A la postre, los pingueros no resultan siempre tan "pingueros" como se autoproclaman, y tras una necesidad económica suelen esconder formas "aceptables" de realizar instintos autorreprimidos en sus respectivas comunidades de origen y desarrollo, producto de la dogmática intolerancia heterosexualista y homofóbica, que por supuesto, afecta tanto a homo como a heterosexuales en su misma intimidad y, lo más importante: ante sí mismos. He aquí la dialéctica antes referida entre el "marginador" y el "marginado", pues los prejuicios empobrecen y laceran la propia vida heterosexual, tanto en la intimidad sexual como en su vida social.

Su análisis ha de expandirse a otros espacios urbanos, pues se establece una suerte de redes entre los pingueros, como escalafones de la acera del cine Payret (en el límite del aledaño municipio Centro Habana con el de Habana Vieja) a La Rampa, que nos enlaza (como en tantos otros fenómenos) a estas con otras comunidades capitalinas, como otrora fueron en el proceso de Restauración, las instituciones y la culinaria que de La Habana (hoy Vieja) trasmigraron al Vedado (Couceiro: Hacia una Antropología Urbana...) En este caso los pingueros, en una buena mayoría provenientes (temporales) de otras provincias, entran preferentemente en torno a las áreas centrohabaneras y de La Habana Vieja (donde radica la Terminal de Trenes), sobre todo la acera del Payret y el Capitolio al Parque de la Fraternidad, tradicionales puntos de referencia nacionales donde los precios suelen ser más módicos (cinco dólares) o al menos encuentren dónde dormir, y es su fase de entrenamiento y formación.

Ya con más desarrollo (y quizás la auto estima más elevada, superados ciertos prejuicios iniciales) van al entorno del cine Yara y La Rampa al Malecón donde se exhiben con atuendos más ajustados a sus cuerpos y doblan sus precios; algunos piden hasta 25 dólares, y algunos extranjeros llegan a cotizarlos más. Pero otros por supuesto, en dependencia de su necesidad económica ante "malas rachas" o simplemente, ante el deseo y la necesidad sexual y según los atractivos (físicos, económicos, sicológicos, etc.) que descubra o no en su potencial cliente, suelen hacer rebajas sustanciales, tanto los del Payret como los de La Rampa, estos últimos a 10 dólares como promedio... pero en dependencia del interés con el cliente nacional, puede ser bastante menos. A todo esto hay que añadir las "multas" que los pingueros ponen, cuando sin llegar a acuerdo sexual, simplemente solicitan algún dinero (pretexto del taxi para regresar) o algún regalo como una caja de cigarros, algo de comer o beber, y similares.

Los pingueros (como en toda prostitución) también compiten entre sí, pero nunca estas son competencias agresivas, al menos no se han detectado tales en ningún caso ni momento estudiado, y lo que ocasionalmente se encuentra es, por el contrario, solidaridad entre ellos y todos los grupos alrededor.

A tan difícil contexto hay que agregar la fatal coyuntura del SIDA así como todas las limitaciones previas: el heterosexualismo social, las difíciles condiciones sociales y económicas para todos y en todos los sentidos, la represión policial desde su sola presencia para chequear allí donde saben (a menudo, absolutizan hasta el más lamentable equívoco) que se reúnen homosexuales, que es en sí misma y por definición, represión sicológica; la solicitud continua de carnet de identidad, multas de diversas cuantías si su residencia no es en la capital al conocer que muchos de estos pingueros vienen a "luchar" así a esta zona, impiden la vida tradicional local (sobre todo nocturna) de paseo y detenerse a descargar en los muros y otros focos locales...

En su persecución, llegan a establecerse rituales, que en un momento reproducen los documentales ecológicos en que los perros pastores o depredadores hacen correr rebaños de ovejas o manadas de cebras de un lado al otro, al ser desplazados desde La Rampa al parque Maceo en el aledaño municipio Centro Habana, y luego, la misma policía los desplaza nuevamente hacia La Rampa, hasta el amanecer; de pronto, los carros policiales se van a las 12 de la noche, y entonces como convenio sin firmar emergen todos: pingueros, jineteras, clientes, trasvestis, vendedores, músicos... sin saberse siquiera de dónde; no es de extrañar muchos entre ellos cuyo sueño de vida se aspira fuera de Cuba, y la prostitución sólo con extranjeros pueda ser una vía de escape; o ("simplemente" también) queden desalentados para vivir, sin más motivaciones. Los policías y sus afines, en este como en otros casos, deviene sector de sumo interés a estudiar también por la Antropología, en su identidad diversa, en sus motivaciones y proyecciones con los demás, con los restantes de su propio cuerpo policial, y consigo mismos individualmente.

3. LOS CLIENTES DE LOS PINGUEROS.

Si interesantes son los pingueros, no menos interesantes son sus clientes, tanto cubanos como extranjeros, entre los que también se suele establecer una competencia de "luchas de poder" y ostentación de la "conquista", comúnmente sobre la base del poder adquisitivo de cada cual, pero también sobre la popularidad que alcance o no entre los pingueros por su propia gracia y atractivo, tal y como acontece en todo rito de cortejo. Si bien en la cama suelen ser sexualmente poseídos puesto que la mayoría de los pingueros, al menos inicialmente, se proyectan exclusivamente "activos", son los clientes los que pagan... lo que en alguna medida, los convierte en poseedores, para una sicología compleja en dicha transacción sexo -comercial.

La casi institucionalización de una prostitución (aun clandestina y perseguida) es bienvenida para aquellos que no sólo tienen dinero suficiente, sino que gustan ostentar del mismo explícitamente, o implícitamente, sólo por el trivial pavoneo entre "su fauna" (como muchos de ellos mismos la llaman) y/o por competir y "restregárselo al rostro" de aquellos otros con menos potencialidades económicas para ello, convencidos de que todo el que no compra favores sexuales, es porque carece de dinero para ello, y por ende, de seguro le envidian. Entre ellos sobre todo, para quienes carecen de la gracia y el físico necesario para atraerse relaciones sexuales de su agrado, y ahora pueden escogerlas mediante el dinero del que disponen, a veces con el secreto (casi siempre frustrado aunque casi nunca confeso) afán de comprar igualmente una relación más afectiva y hasta amorosa.

Grandes similitudes con la nacional tiene la clientela extranjera; las particularidades se dan para aquellos en cuyos países esta prostitución les sale mucho más cara, o que buscan (ostentan entre ellos y luego en sus países) el excentricismo del "sexo tropical" que, en su imagen racista eurocentrista (que no quiere decir "europeo": no todo europeo es eurocentrista, y abundan los no europeos eurocentristas,   al   margen   de   que   no   se   descartan   tendencias afrocentristas, latinoamericentistas, etc.) de "macho man" latino, ha de ser preferentemente entre lo más trigueño hacia lo negro: no por casualidad, lo que escasea en sus respectivos países, sobre todo desde un imaginario popular que garantiza en nuestra cultura fálica, penes más grandes en la raza negra, absolutización bien discutible además de falicista al reducir el sexo y todo el amor al tamaño de un falo; marginan así al rubio y más claro que a su vez, es preferido por el turista latinoamericano en Cuba, que sigue siendo "la más blanca de las Antillas"... y muy probablemente, con prostitución más barata.

Entre estos clientes extranjeros (los más codiciados por ser supuestamente los que más dinero pueden pagar) abunda como es lógico, todo aquel que carece de atractivo alguno para atraer a ninguna otra persona más que por su dinero, y en no pocas ocasiones se reconoce como verdaderos sacrificios ir a la cama con ellos, por lo que exigen sus más altas tarifas, tolerados (ahora sí, con toda la connotación peyorativa de la palabra) tan sólo por sus mejores posibilidades económicas. El tema homosexual trasciende en mucho a la prostitución, aunque sin dudas, esta última ha complicado aun más la ya compleja homosexualidad en una sociedad que aun es heterosexualista, al margen de las polémicas.

Los que se regocijan del nuevo contexto, se autoproclaman paladines de una diversidad a la que hay que respetar, no sin razones suficientes; a pesar de estas verdades, de alguna manera excluyen (a veces explícitamente, incluso agresivamente, entremezclado como es usual con todo otro tipo de "miseria humana") por definición a los menos afortunados económicamente, y también a los que ven cada vez más complicada y retorcida la satisfacción de sus necesidades auténticamente amorosas y antagónicas por tanto a las transacciones comerciales.

Sin ningún tipo de moralismo (¿qué hay más inmoral que imponerse a la moralidad ajena?) la prostitución es muy bienvenida para los potenciales clientes ya analizados y para aquellos que encuentran bajo la máscara de la necesidad económica, una vía de justificar placeres sexuales de otra forma, hasta entonces reprimidos, sobre todo en dependencia de la diversidad de contextos de los que provienen: los propios pingueros, no todos tan "felices" (sin embargo) como muchos pudieran creer. No obstante, es muy mal contexto (aunque no lo recriminen y hasta lo entiendan y/o compartan ocasionalmente) para quienes carecen de posibilidades económicas (la inmensa mayoría), refuerza las diferencias sociales entre la homosexualidad y sobre todo (pues los anteriores no están exentos de "realizarse" en alguna ocasión al menos con algún ahorro o suerte temporal) para quienes prefieren simplemente el amor, e incluso el sexo sin transacción comercial ninguna.

Los "espacios de encuentro" son mucho más retorcidos ahora que antes, con una relativa y supuesta apertura y consenso social, pero ahora mediatizados por intereses comerciales que no es tan perceptible definir quién y cuánto dinero exigen a cambio, o quién simplemente, busca una relación para compartir la vida; opción esta última que en la ética social que se impone, suele ser recriminada como "aburrida", como tanto otros valores positivos, incluso de una supuestamente baja autoestima, término lamentablemente aportado por un sicologismo simplista a inicios del siglo XXI, y que conlleva a la incomprensión de valores tradicionalmente positivos como la entrega al otro, la bondad y la preocupación por el prójimo, y hasta la ayuda desinteresada y gratuita, se mal interpretan como "baja autoestima", a lo que se agrega que la homofobia subvalora el amor homosexual con respecto al amor heterosexual. Como ley, en una complejidad normalizada, lo sencillo pasa a sentirse complejo, y lo calificado "simplemente"  llega a ser mal visto  por ser difícilmente comprendido   en   un   entorno   que   se   retuerce   con todas estas transacciones.

Tal contexto potencia aun más la vulnerabilidad ante la delincuencia, que no sólo acude a tales espacios de encuentros para delinquir abiertamente, en velada (o no) complicidad con la homofobia social (a veces policial y de representación oficial) y también, dentro de la propia prostitución y sus aliados: en estos casos, una vez que establecen contacto, los clientes pasan a ser víctimas mayores, a merced del robo y hasta del crimen, y pueden devenir víctimas también aquellos otros con quienes puedan compartir sus hogares, lo que ya es mucho más inusual dado el ambiente clandestino en que todo eso se desenvuelve. A menudo los pingueros (para más seguridad y negocio) ya incluyen opciones a rentar viviendas que participan en su negocio para beneficios mutuos, que por el peligro del lugar desconocido, muchos clientes prefieren obviar y hacer sus propias propuestas.

En torno a estos pingueros y sus clientes sexuales, antecedidos como vimos por la homosexualidad y las jineteras y luego incorporados los travesti y algunos con vocación de transexuales, sin eximir amigos, curiosos (en ocasiones morbosos) y transeúntes que pueden mostrar repulsión, o atracción y simpatía, o simplemente, en la mayoría de los casos, indiferencia, se genera todo un ambiente comercial que los hace devenir clientes a su vez de todos ellos, en extraña y compleja (a la vez, muy natural) relación cliente - cliente. Así, otros "tipos" se nuclean, fundamentalmente en torno a un comercio que aprovecha igualmente los centros estatales (sobre todo gastronómicos) que hay en el área, como en M e/23 y 21; en 23 y O; en 23 y N, en 23 e Infanta (El Bimbón) etc.

Abundan los músicos (cantantes y guitarristas, casi siempre en dúos   o   tríos,   aunque   no   sólo)   que   entonan   obras   musicales conocidas popularmente a solicitud de sus clientes, y cobran según la cantidad de piezas que interpreten, y aceptan incluso "contratas" para fiestas y descargas particulares; fotógrafos (que también cobran las fotos que quieran); vendedores de flores artificiales y sobre todo, de diversas fiambres: papitas fritas, chicharritas, "chupa-chupa", maní, etc. Casi siempre mujeres de la tercera edad y todos los colores de piel que pregonan sus distintos productos, y un hombre que de manera peculiar va anunciando "el buen vino"... a decir de algunos, no tan "bueno".

Mención especial merece el estudio de los taxistas dedicados a las fiestas gay que, por la persecución y hostigamiento oficial, en no pocas ocasiones con sobornos, normalmente cambian de sede y es muy difícil saber de antemano, dónde se efectuará. Sin embargo, suelen llenarse con un público fiel, que se entera por teléfonos que entre ellos mismos establecen para ello; por la voz popular, y por estos taxistas ilegales que parquean justo por los espacios de encuentros más connotados como puede ser La Rampa, y allí proponen ir a la fiesta que previamente, ya han averiguado dónde es; cierto que es un riesgo ante la proximidad policial, pero cobran un dólar por cada viajero para llevarlo, y luego otro por devolverlos al mismo lugar e incluso, comúnmente, se niegan a parar antes en ningún otro punto; además del dólar que cuesta entrar a estas fiestas, que en 1995 empezaban como fiestas de cinco pesos cubanos, luego diez; pero hoy están a dólar o su equivalente, 25 pesos cubanos, y algunas son apreciablemente más caras, cinco dólares por ejemplo o más, con mesas reservadas, shows, etc. Precios que no incluyen otros consumos dentro de la fiesta (salvo las más caras), donde eso sí, se pueden comprar sobre todo, bebidas y cigarros.
 
CONCLUSIONES.

El público (más allá de toda opción y orientación sexual) reclama el tema como urgencia insatisfecha. Esto se demuestra en las mismas comunidades durante exposiciones plásticas y escénicas, en los cines y videos, cuando alguna alusión implican. Aun se asume prejuiciada y no frontalmente, y alguien del público, a menudo, necesita ostentar heterosexualistamente su oposición mientras disfruta secretamente la obra, pues el "qué dirán" suele ser superior a la homofobia, de donde se explica también que muy lamentablemente, en la familia se acepte (a veces, no más que tolere) con mayor recelo y en mucho menor grado y apoyo, que entre vecinos, colegas y amigos.

El pinguero es resultante natural en contextos complejos de un proceso que de alguna manera y con múltiples retorcimientos lógicos aunque lamentables, avanza y paulatinamente, más inconsciente que concientemente, va desenmascarando hipocresías moralistas, represiones homofóbicas y auto represiones sexistas.

Su estudio es un aporte urgente de la Antropología para la educación sexual, para la comprensión del otro en general, y de fenómenos y problemáticas cardinales en nuestra sociedad; para una mejor realización de cada ser humano, objetivo irrenunciable y esencial de nuestro proyecto social.

¿Una nueva moral más abierta… la fuerza de la costumbre… o la participación en las ganancias económicas que muchos asumen con sus paladares, sus taxis e incluso, su renta de alquileres para el mismo comercio sexual? La respuesta descansa en los misterios del alma humana, en comunidades aun más complejas.

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ADEMÁS, entre otras FUENTES BIBLIOGRÁFICAS, se incluyen asimismo casi dos centenares de filmes, telenovelas, cortos y mediometrajes, documentales y otros, de docenas de países de Norte América, Europa, América Latina, Asia y Oceanía; programas radiales, digitales, etc. EUA y Canadá (o filmes de estos países y/o con figuras de estos países sobre la temática en otros países pero que de alguna manera portan los puntos de vista de estadounidenses y canadienses), exhibidas en nuestro país, por el sistema de Distribución del ICAIC en la capital y por el Centro Nacional de Prevención contra el SIDA, mediante su Proyecto Hombre -Sexo - Hombre. Entre ellas, Té y Simpatía,[39] Ese Verano,[40] Cabaret,[41] Making Love,[42] Victor Victoria;[43] Reflejo en tus ojos dorados,[44] El Beso de la Mujer Araña,[45] Trilogía de Nueva York,[46] Stonewall,[47] Las Bostonianas,[48] Color Púrpura,[49] El Príncipe de las Mareas,[50] Resurrección,[51] Amor, Pasión, Compasión…,[52] Filadelfia,[53] Al filo de la duda,[54] All that jazz,[55] Service in Silence,[56] Entrevista con el Vampiro,[57] La Jaula de las Locas,[58] Dioses y Monstruos,[59] Mejor Imposible,[60] American Beauty,[61] Cuando cae la noche,[62] Banquete de Bodas, La Novia del Soldado, Cuando tengo 64 años, Algunos prefieren quemarse (1957), Mrs. Doubtfire, Tootsie, Yentl, Maurice (1987), M. Butterfly, Brockeback Mountain y un extenso etcétera que incluiría casi todo el cine del alemán Fassbinder, del español Pedro Almodóvar, otras cintas españolas como 20 centímetros, Lo siento bonita pero Lucas me quería a mí, La Boda, la peruana No se lo digas a nadie, la mexicana Me ha besado un hombre, telenovelas brasileñas como Vale Todo, La próxima víctima, Señora del Destino, entre otras... cintas cubanas como Fresa y Chocolate y Lista de Espera, teatro cubano como el de Carlos Díaz y otros, varias obras y momentos del audiovisual cubano, etc. Así como obras literarias, dramatúrgicas, plásticas, musicales y en todas las artes que por método iconográfico han permitido también leer iconos con respecto a la temática objeto de estudio en las diversas culturas y por comparación, entre ellas.

 

Referencias:

[1] Comúnmente, los más conservadores, para justificarse, acusan de "liberalismo" a toda libertad trasgresora de sus estrechos cánones permisivos. En el tema que nos ocupa suele evidenciarse mucha homofobia también en este aspecto: la mirada de conquista que se admite entre hombre y mujer, la asumen como "liberalismo" si son ambos del mismo sexo, y acusan como "pérdida de valores" auténticas ganancias, tales como una pareja homosexual o interracial decidan convivir sin prejuicios.

 

[2] Así por ejemplo, hace apenas veinte años, mostrar la llave entre los dedos de la mano se interpretaba como tener un lugar donde ir a compartir, lo que nos remite a la difícil situación de vivienda y a la carencia de espacios (totalmente vigente) para estas necesidades, que la sociedad reprimía, y aun reprime. Otra forma de darse a conocer era tocándose de manera insinuada el pene a través del pantalón (o rozándose en ómnibus y otros pretextos de multitud) encuentros fortuitos en baños, playas, etc. que según el individuo lo hiciera más discreta o más groseramente, podía ser o no del agrado del otro sujeto, en dependencia por supuesto también de los gustos e inclinaciones de este otro sujeto.

 

[3] El investigador es fundamental de ser estudiado aunque su ego lo rechace, heredero de todos los prejuicios sociales, aun cuando su cientificidad haya logrado, o no, superarlos o al menos, recontextualizarlos: hay que estudiar la pervivencia de máximas populares según las que lo sexual era "lo peor": "prefiero que mi hijo sea (delincuente) o (ladrón) o (asesino) antes que maricón", y lo mismo con la sexualidad femenina, en tal caso "puta" o "tortillera"... (pero claro, primero puta que tortillera... y siempre bien discreta... que "más vale ser y no parecer, que parecer y no ser") aunque cada vez se oye menos, afortunadamente, pues es cuestionable la moralidad sobre la que s levante toda sociedad, en que el crimen por excelencia, sea "el sexual".

 

[4] En una correcta relación mismidad - otredad - alteridad, y si ciertamente el investigador carece de prejuicios homofóbicos, no le molesta en lo absoluto "ser confundido", ni siquiera "ser tentado" ni en tal caso, constituye un conflicto para él "acceder a la tentación"; al menos no debe ser peor que participar en un robo ni mucho menos, en un crimen, en dependencia de su sistema de valores, y como en toda observación participante, sólo ha de cuidar no perder la mayor objetividad científica posible, lo que sí le sería mucho más difícil de conservar en el caso del alcoholismo o de la drogadicción.

 

[5] Por ejemplo, su conflicto si es ambientalista ante un sacrificio religioso de animales, valorado entonces no como "matanza" sino "sacrificio", y revalorado en sus raíces (hasta totémicas) y devenir, para su mejor comprensión cultural sin prejuicios.

 

[6] En nuestra cultura sexual tan lacerada tradicionalmente, hay quien acepta mejor convivir entre carteristas para investigarlos (incluso participar de sus atracos sin más escrúpulos por la víctima y tal vez hasta de un crimen) que en la vida homosexual. Sin dudas, qué mejor método para detectar las técnicas carteristas y prevenir a la sociedad de sus daños? Al margen de que en el sistema de principios del investigador pueda de alguna manera minimizar los daños sin menoscabo de sus escrúpulos y valores morales, sin frustrar investigación tan necesaria.

 

[7] Con el prejuicio (aun cuando sea subconsciente) de la homosexualidad como algo negativo, hay quien trata de estudiarla desde el buró, o lo primero que enfatizan al llegar a los sujetos a estudiar, es la supuesta "diferencia", palabra que se ha entronizado en el tema de la homosexualidad incluso sustituyéndola ("homosexual" sigue siendo más cuestionadamente pronunciable en las tribunas públicas, incluso supuestamente anti homofóbicas) como para fortalecer tales diferencias (realmente bien polemizables y basadas, sobre todo en nuestra cultura occidental, en la Sagrada Familia) y como si "las diferencias" fueran esas, exclusivamente... cuando todas las personas por un motivo u otro son diferentes entre sí e incluso, consigo mismos.

 

[8] Recuerda aquella ética que condena cualquier relación amorosa entre profesores y estudiantes, y similares... ¿Por qué? Es cierto que lo personal no puede afectar lo profesional... pero no se entiende el viceversa. Un buen profesional, lejos de dejarse afectar, podría potenciar más su obra en situaciones así.

 

[9] Ante la dudosa definición entre opciones sexuales es preferible no remitir homosexuales ni heterosexuales,  sino tales  instintos y necesidades como "homosexualidad",  la cual se  ha marginado por definición en una sociedad educada y orientada en dogma heterosexualista desde finales del Medioevo, lejos del respeto al otro y a su intimidad. Sólo hoy revoluciona, contra el facilismo hipócrita de represión y autorrepresión. (Couceiro y Perera: ¿Cultura homosexual? 1998)

 

[10] Sucede que la capital fluctúa sus tradiciones en identidad con la mayor modernidad del país, donde se espera mayor aceptación o al menos tolerancia con respecto a todo "otro", sobre todo en un caso como el cubano, conformado histórica y étnicamente por las más diversas otredades. No obstante, esto no sucede tanto así: al ser sede del poder y por ende, de la cultura nacional impuesta, y objeto de migración de lo mejor, pero también de lo peor y más retrógrado (sobre todo escaladores) de todo el país, a menudo en todas las épocas, las más avanzadas tendencias han tenido que entrar por otros lugares del país antes de enraizarse en La Habana.

 

[11] Momento en que en Cuba mermaban ostensiblemente las opciones de todo tipo, sobre todo gastronómicas, Coppelia se erige incluso como "la gran salida para una noche de sábado", entonces abierto (como tantos otros centros) 24 horas diarias siete días a la semana, al ritmo enriquecedor de la patrimonial vida nocturna local.

 

[12] Así llamadas popularmente sus cercas metálicas que guardan sus áreas verdes, al recostarse -"tenderse" - sobre ellas toda la población que espera ómnibus o su turno para entrar a tomar helado en las interminables y casi históricas y ya hasta pintorescas colas ya tradicionales, y también por supuesto los que simplemente pasean, toman fresco, conversan... y/o buscan pareja o dicho popularmente, "fletean" (flirt, transculturado como "flete") que deviene interés directo al objeto de estudio que ahora nos ocupa, en tanto modo de contactar unos con otros. Hoy se les llama, "cazadores", "vampiros", etc.

 

[13] En otra aparente paradoja, la homofobia se burla del homosexual y para ridiculizarlo, le atribuye (entre otras acusaciones dogmatizadas) histeria; sin embargo, el histerismo de los homofóbicos resulta proverbial y altamente sospechoso de su propia psiquis sexual, como se demuestra en las redadas citadas.

 

[14] De producción norteamericana filmado sobre una parte de esta realidad en aquella Cuba; su exhibición, si como tal puede considerarse en Cuba, ha sido extremadamente limitada y menos aun promovida aun hasta la actualidad. El público cubano aun lo ignora casi absolutamente.

 

[15] Por supuesto que cabría preguntarnos, por qué como "trabajadores" y sobre todo, segregados como si fueran otros sindicatos? Claro, tal vez la misma pregunta cabría para otros sectores. Eran años también en que las leyes, aun dentro de determinados marcos, autorizaban la opción de asociarse según los distintos intereses sociales.

 

[16] Donde antes se había publicado la temática por autoras norteamericanas pero era importante el discurso desde la voz nacional; no obstante, este trabajo aun no ha visto la luz aunque sí fue tramitado para la Biblioteca Científico - Técnica de la Academia de Ciencias de Cuba, por supuesto, con mucho menor alcance en su impacto social.

 

[17] En el mismo evento, una ponencia de una profesora de la Escuela de Ballet se afanaba por demostrar que el bailarín cubano no era homosexual y "se fajaba" en las esquinas si así lo ofendían, afán donde la homofobia consciente o inconsciente (al margen de desviar la verdadera función social de tan insigne institución de la cultura cubana, sin el menor prejuicio) es evidente.

 

[18] No obstante aun duerme en espera desde el año 2000 para su publicación por la Fundación Fernando Ortiz que actualmente la está editando.

 

[19] Rolando Esteban Jaime Rodríguez y col.; Jaime era a la sazón, periodista en Prensa Latina que atendía Asia, y poco después obtendría el Premio en Cuento de Radio Francia Internacional. Desde enero de 1997 vive en Miami, EUA.

 

[20] A polemizar, en tanto no rebasa actitudes heterosexualistas y en cierta medida, paternalistas; así por ejemplo, la reproducción de ninguna sociedad peligra porque se hable (¿promueva? No es exactamente  lo  mismo)  de  la  homosexualidad, y se defiendan sus derechos igual a la heterosexualidad; está demostrado históricamente. No por ello este libro deja de ser un clásico indispensable a analizar en todo decurso al respecto, mientras mostraba una imagen oficial mucho más avanzada al tema.

 

[21] En algunos círculos universitarios y otras instituciones educacionales del país, de Salud Pública y otros, sigue siendo francamente hostigado por personas que desmeritan con ello a sus respectivas instituciones. A inicios del 2004, el contacto anal de un joven profesor del Cotorro fue revelado por su médico a la directora del plantel, que por ello lo obligó a cambiarse de trabajo por no ser "un buen ejemplo" para sus estudiantes; en el verano del 2006, un enfermero matancero en misión con los extranjeros, a pesar de su alta calidad, fue conminado a retirarse por homosexual en Jagüey Grande, y poco antes el Presidente de la Federación Estudiantil Universitaria (FEU) de la Universidad Agraria de La Habana fue "sorprendido" y también, chantajeado prácticamente a retirarse del cargo; en la misma institución, es ahora que una estudiante que pasa a 4to. Año está estudiando la temática en Bauta, y un recién graduado la incluyó implícitamente en su Tesis de Grado sobre el erotismo en las artes plásticas en la provincia. Una profesora de Derecho en la Universidad de La Habana aclaraba al aula que trataba a todos, pero a las lesbianas siempre públicamente para no ser confundida, abiertamente opuesta a la adopción de niños por parejas homosexuales, y un fiscal del municipio Playa condenaba la telenovela cubana por haber escogido a un abogado para encarnar al homosexual; títulos personales todos que afectan la imagen institucional y social general, aunque no se puede dejar de reconocer tampoco actitudes aun más dañinas como las riadas policiales que persisten aunque más esporádicas, entre las que destacó la tristemente célebre "Operación Dignidad" en el 2005, y un cuestionamiento atemorizante de presión sicológica con su sola presencia inquisidora en los "espacios", que sí se mantiene casi cotidiano y constante.

 

[22] Por ello, las parejas femeninas suelen ser más estables y caseras, menos rebeldes y por tanto, menos ostentosas, salvo excepciones, dadas bien por errada ansia de masculinidad o por principios o temperamento, en el mejor o peor sentido.

 

[23] De ahí que suelen preferir interpretarla como "fortaleza de carácter", quizás con ¿buenas? Intenciones… lo que en realidad, en tanto dogma y conflicto de identidad, no es posible sostener seriamente.

 

[24] Couceiro, Ciencia y Comunidad...2005. Normalmente, no todo "marginador" lo es. En este caso concreto del sexismo, no todo hombre margina a la mujer, pero se entiende que la marginada es ella siempre, por definición; en tanto sexo marginador, todo hombre queda vetado de espacios que son supuestamente femeninos. Esto es: la marginación a la mujer es impuesta también a los hombres, en uno u otro sentido. Todo "grupo marginador" pretende homogeneizarse cual tal y absolutiza reglas dictatoriales que limitan a sus propios miembros, muchos de los cuales no comparten marginar “al otro”, pero aun cuando lo compartan, quedan muy limitados. A la postre, todos estos hombres "marginadores" o que se dejan imponer tales "marginaciones machistas", devienen grandes e inobjetables dependientes de alguna mujer para vivir, al margen de toda relación afectiva.

 

[25] "Promiscuos" llamaron los colonizadores a los pueblos cuya cultura sexual (aun) no estaba minada de sus frustraciones e hipocresías morales de todo tipo; cabría analizar quién portaba en realidad la promiscuidad (por no ir más allá de la promiscuidad sexual) acorde a sus propias normas morales que traicionaban de manera cotidiana. El simplismo (y la maldad en tanto imposición excluyente agresiva) de la "lógica" social heterosexualista machista establece que el hombre heterosexual mientras más parejas femeninas tenga, es más exitoso, educado para ser un "pipi riqui" o como también se le llama, "pinga dulce", en franco falismo en nuestra cultura que paradójicamente cultiva el propio macho heterosexual, intrínseco al debate que sostenemos; la mujer heterosexual, en cambio, mientras más parejas masculinas tenga... es más inmoral, más "puta", con toda la carga peyorativa de tal vocablo, y ningún hombre "bien" debe escogerla, al menos nunca seriamente; el hombre homosexual, mientras más parejas masculinas tenga... es más promiscuo. Y de la mujer lesbiana... ni se habla, como si no se concibiera, lindando entre el "éxito macho" al que (equivocadamente) se supone que aspire, o la promiscuidad y la prostitución. Como reza la sabiduría popular, "lo que importa no es lo que se haga, sino quien lo haga"... por supuesto, en una muy dudosa moral impuesta.

 

[26] Es realmente cruel y profundamente reaccionario hasta un cinismo que desdice de humanidad, que no solamente educamos al varón al cambio frecuente de pareja, y en el caso homosexual le privamos de las más elementales condiciones de realización existencial incluso, la familia suele agredirle y desestabilizarle toda pareja (si bien es difícil para todos lograr una buena pareja, por lo que exige de compatibilidad, gustos, caracteres, etc. mucho más difícil es para la homosexualidad, por los impedimentos lógicos de conocerse en una sociedad heterosexualista y pro - homofóbica) sin hogar para ello casi nunca y sin espacios urbanos, quedan por supuesto mucho más vulnerables al SIDA y otras enfermedades similares, y lo peor es que cuando enferman, vuelven a ser acusados y culpados en su desgracia, ahora por "promiscuos".

 

[27] También incide el papel de vigilantes de la moral pública al que se consideran elegidos muchos cuidadores de baño e instituciones de alguna manera involucradas, a menudo por directiva de la administración y el escaso nivel, hasta la continua impertinencia contra todo usuario, cuya privacidad invaden una y otra vez en plena satisfacción de otras necesidades fisiológicas. Como no es de extrañar, muchos de estos represores abusan de la vulnerabilidad a que la marginación somete a estas necesidades en su falta de espacios y proponen o propician ser sobornados a manera de chantaje, bien sea para no perjudicarlos más allá o incluso, para “hacerse los de la vista gorda” y dejarles unos minutos de su necesario placer. Sumemos las diversas actitudes extensibles a otros contextos e incluso, a la bisexualidad, así como la diversidad de rasgos homofóbicos que persisten.

 

[28] El refrán popular "no hay peor astilla que la del propio palo" podemos extenderlo a todos los grupos marginados en cualquier contexto, lo que claro está, los hace mucho más vulnerables aun.

 

[29] Sin más vergüenza exponen ante la comunidad una simple "duda de su hombría" que, de todas formas, saben que en un entorno heterosexualista ganarán al ratificarse como "machos"… más allá de toda otra verdad.

 

[30] En la Quinta de los Molinos, a pesar de sus altos valores patrimoniales diversos, su depauperación entre siglos es tal (ha afectado al Museo Histórico Municipal Máximo Gómez, al extremo de cerrarlo) que popularmente se ha conocido ya hacia el 2005 como "cementerio de perros", pues allí se han tirado los cuerpos de los animales muertos (propiciado en este caso al frente por el único centro de medicina animal de la ciudad, la Escuela de Veterinaria, sin una coordinación para viabilizar mejores soluciones para dichos cadáveres; centro que por otra parte, requiere de ser multiplicado por todas las comunidades capitalinas, pues tales necesidades son en extremo difíciles casi hasta lo imposible de resolverse desde casi toda la ciudad excepto sus propias inmediaciones, por la gran dificultad del transporte, peor aun con animales a atenderse clínicamente) así como cartuchos con heces fecales y todo tipo de desecho.

 

[31] Con toda la vulnerabilidad que de ello deriva a expensas de todo tipo de delincuencia de alta peligrosidad, y por toda la inestabilidad social consecuente de la marginación y el sexo secreto y perseguido y sin condiciones, que adjunto a la educación machista de inestabilidad de parejas sin concepto de emociones y fidelidad del varón, inestabilidad potenciada aun más al darse la relación entre hombres y que deviene pasto fértil para el SIDA y otras enfermedades de transmisión sexual... y no sólo sexual.

 

[32] Ya en la tercera década del siglo XX, un escándalo de la violación de un cadete por colegas suyos en la playa del Chivo fue motivo para una película silente que nunca sobrevivió a la censura.

 

[33] El término “gay” entra en Cuba en la década de los años 1990, por la internacionalización del mismo desde los Estados Unidos como fruto de la Revolución Sexual de los 1960´s, y a manera de proponer una designación menos lacerante contra la homosexualidad; sabemos que "gay" en inglés (gai, gaie, en francés) es adjetivo que significa "alegre", lo que remeda a aquella nada feliz denominación de "mujeres de la vida alegre" a las prostitutas, cuya vida casi nunca, por demás y justo  por la  marginación,  era  así de  "alegre",  como tampoco tiene  que  identificar a la homosexualidad, que puede (o no) ser alegre, aunque en tanto sector marginado no suele ser la alegría lo que más lo identifica, menos aun en época del SIDA y al margen de su espíritu de lucha (sobre todo en estas últimas décadas) y sobrevivencia. De alguna manera esconde el no decirse "homosexualidad" por estimarla históricamente ofensiva, término decimonónico que si bien es de raíz muy biologicista, no obstante se acerca más que "gay". Ciertamente, la mejor propuesta es la que ya en vísperas del siglo XXI, reconoce el Ministerio de Salud Pública en sus campañas contra el SIDA en sector tan vulnerable al respecto, y que justamente refiere a la relación y no a la persona (Hombre - Sexo - Hombre, que eso sí, en buena medida para disminuir la marginación, faltaría por incorporar Hombre - Sexo - Mujer, y Mujer - Sexo - Mujer, y más allá las infinitas variantes que ofrece el sexo grupal) puesto que designar a una persona según su sexualidad no puede ser tan simplista ni dogmático: la variedad cada vez mayor que en materia sexual ya se reconoce (ya no es simplemente heterosexual, homosexual y bisexual, sino como instrumental clasificatorio no más que muy genérico) y su carácter tan individual, nos invita a concluir que existen tantas sexualidades como seres sexuados hay en el Universo, y aun más: podríamos hipotetizar al menos, ya que tan circunstancial es, que existen tantas sexualidades (o al menos su manifestación según las circunstancias) como momentos de motivación sexual tienen todos y cada uno de estos seres sexuados, pues a lo largo de su vida también son muchas estas variantes, contra la educación heterosexualista y monogámica heredada e impuesta, y contra clasificaciones simplistas que buscan, en última instancia, parapetar nuevas fundamentaciones marginatorias en pos de la Sagrada Familia, modelo eternizado que se impone pero que difícilmente funciona incluso para la heterosexualidad.

 

[34] Nótese que este texto sólo aplica "gay" para el nombre popular de tales fiestas, y por supuesto es un tema a no agotarse, puesto que no menos interesante resulta cómo muchos entre las nuevas generaciones han preferido recontextualizar los antes insultos y entre ellos mismos se reconocen  como  "maricón"  y  "pájara"  (incluso  prefieren  estos  apelativos que el término "homosexual", históricamente más propio desde los sectores intelectuales y sin ánimo de ofensa propiamente, más que el que se le atribuía por definición implícita, pero también puede ser por reacción populista anti intelectualista) y algunos se tratan en femenino (hace dos décadas se autorreconocían "entendidos" y su pareja era "su compromiso", que hoy el varón homosexual presenta de manera mucho más desenfadada como "su novio" o simplemente, "su pareja"), lo que habría que estudiar si es una forma masoquista de disfrutar lo que históricamente ha tenido una carga de ofensa aguda y cruel, quizás a manera de burla o de rebelión velada e inconsciente sin mucho mayor encausamiento ni madurez, o es que prefieren de tal suerte vaciar tales insultos de su significado oprobioso, como para que no quede agravio alguno ni siquiera en el pasado histórico de la homosexualidad.

 

[35] Cuando además, una nueva modalidad se ofrece: las organizadas por lesbianas, a las que acuden pocos varones, situación totalmente contraria a lo que prima en las restantes "fiestas gay" (que han sido siempre las mayoritarias, sobre todo en el área en estudio) donde por otra parte pueden haber (como en cualquier otro contexto, y ciertamente, menos que en muchos otros) hostilidades y broncas al ritmo del alcohol, muy ocasionalmente alguna droga, pero nada de esto las marca, identificadas casi exclusivamente, eso sí, por su alto (y muy sano y hasta respetuoso, sobre todo las del primer período en los años 1990´s) nivel de erotismo y sensualidad, y en otros casos (sobre todo las más caras y más recientes) por la ostentación de poder económico con la frivolidad consecuente, y en algunas ocasiones cierta vulgaridad relacionada a veces con shows de trasvesti o con discusiones de pareja, sobre todo aunque no exclusivamente entre lesbianas de vocación viril (y a su juicio, por ende, agresiva) mestizas y negras (tampoco exclusivamente) con alcohol.

 

[36] Se abrió así el abanico de tantas reacciones como inquilinos, modificadas en el tiempo en cada comunidad urbana: la indiferencia absoluta, el disfrute  total y participación o aporte o aprovechamiento económico u otra variante de complicidad; la sospechosa sensación de amenaza a su propia sexualidad y moral, y/o la de su familia, o la envidia y maledicencia, en ocasiones de "nuevo rico", contra el progreso económico del vecino; el apoyo solidario con  protección, asimilación e integración más que tolerancia, con o sin límites inclusive, y el odio y provocación agresivo y constante. La "rectitud moral" de los vecinos "escandalizados" ante una fiesta gay, es calmada por una tajada económica que de pronto, los "civiliza" y les hace "comprender al otro"... y en no pocas ocasiones, hasta a "compartir" con "el otro".

 

[37] Es el caso de muchos hombres casados que pregonan su heterosexualidad de manera homofóbica, pero en la más inescrupulosa hipocresía sexual, muy a escondidas comparten su lecho junto a otros hombres (o en baños públicos y las más diversas opciones) por supuesto, siempre "dentro del closet", caso de padres y abuelos de familia que abunda mucho más de lo que nuestra sociedad está dispuesta a aceptar; lo que también ocurre con mujeres casadas en relaciones lésbicas, que acusan a otras lesbianas y a hombres homosexuales, etc. Introduce así la polémica de la bisexualidad como el estado natural de toda sexualidad, o como la máscara heterosexual con que se disfrazan muchos homosexuales bajo la represión heterosexualista, muchos de los cuales apelan a la homofobia para mayor enmascaramiento a menudo frente a sí mismos, y otros muchos, no, e incluso algunos - por supuesto: los más honestos, valientes y revolucionarios - se proyectan anti homofóbicos; hay de todo, sin duda.
 

[38] A propósito, habría que cuestionarse ya hasta qué punto sigue siendo una “mala palabra” puesto que su abuso le resta toda la carga que se supone acompañe a las "malas palabras". El populismo absolutizado por el cual "no existen malas palabras, sino la interpretación que de ellas se haga", cierto pero relativamente, ha hecho que sí devengan malas palabras al ser abusadas desde los medios masivos de comunicación a todos los estratos sociales, aun cuando "pinga" concretamente no haya sido de las más abusadas. Algunos expertos se preocupan ante la necesidad de buscar nuevas "malas palabras".

 

[39] Años 1950, sobre original de Tennessee Williams, incluye un joven homosexual que trata de reprimirse ante la mujer mayor.

 

[40] Años 1960, filme de TV, relación entre dos gay, uno interpretado por Martin Sheen y el otro por Hall Halloran.

 

[41] 1972, Bob Fosse, con Liza Minelli, Michael York, Joel Grey y Marisa Berenson, según novela de Christopher Isherwood, Adiós Berlín, en la Alemania de crecimiento del nazismo, en una pareja heterosexual intima otro hombre… con ambos.

 

[42] 1982, de las primeras en dignificar la bisexualidad y la relación amorosa entre dos hombres. [43] 1982, de Blake Edwards, con Julie Andrews, James Garner, Robert Preston, John Rhys-Davies; una joven ayudada por un amigo homosexual, tiene que hacerse pasar por hombre para triunfar en su carrera como comediante musical, y como tal encarna a un muchacho que a su vez, en la obra, debe representar a una mujer, con todos los equívocos implícitos en general, pero además, el filme exhala una franca y combativa anti homofobia; remake del filme alemán de 1933 de Reinhold Schünzel, se ubica en París 1934.

 

[44] Con Marlon Brando, tendencia homosexual dentro del Ejército de los EUA, debe reprimírselas.

 

[45] Sobre la noveleta homónima de Manuel Puig en Argentina, el papel de un homosexual al que le ubican en prisión un revolucionario para sacarle información.

 

[46] Trilogía de la Canción Antorcha, hermoso triángulo amoroso entre hombres en torno a un hebreo en EUA con la actuación de Matthew Broderick, e incluye el tema de la adopción de niños por parejas gay.

 

[47] Sobre los hechos históricos de junio de 1969 en Stonewall.

 

[48] Con Vanessa Redgrave y Jane Fonda.

 

[49] Con Whoopi Goldberg y Ophra, retrato de la situación de la mujer negra en EUA, incluye motivaciones lésbicas.

[50] Con Barbra Streisand y Nick Nolte, un hombre acude a la sicóloga y rememora haber sido violado cuando niño.

 

[51] Comedia con Ellen Barkin, un machista al morir, es castigado a renacer en el cuerpo de ua mujer y, por supuesto, le siguen gustando las mujeres, debe enfrentarse a su propio machismo.

 

[52] Las vidas de ocho amigos gay con disímiles relaciones entre ellos.

 

[53] Intérpretes Tom Hanks, Denzel Washington y Antonio Banderas, un homosexual con SIDA sufre marginación, lo representa un abogado negro que no simpatizaba con los homosexuales.

 

[54] Intérpretes, entre otros, Matthew Modine, Lily Tomlings, Richard Gère; la historia del SIDA y las comunidades gay de EUA.

 

[55] Vida del coreógrafo y cineasta Bob Fosse.

 

[56] Primer escándalo y juicio por lesbianismo en el Ejército de EUA, actúa Glenn Close.

 

[57] Homoerotismo en el vampirismo, actúan Brad Pitt, Antonio Banderas, Christian Slater, Tom Cruise, Armand, sobre novela original de Ann Rice.

 

[58] Comedia entre la alta política conservadora y un club de trasvestis con un hijo, versión estadounidense.

 

[59] Sobre la vida del director de Novia de Frankenstein, ya adulto mayor, en sus relaciones con un joven admirador.

 

[60] Con Jack Nicholson, Greg Kinnear y Helen Hunt, un vecino homosexual intima con la pareja, muestra su vulnerabilidad y sus valores y fortalezas.

 

[61] Incluye el machismo que autorreprime la homosexualidad y genera homofobia.

 

[62] Canadá, preciosa historia entre dos mujeres, una blanca pastora de iglesia y una música negra.

 

 

Avelino Víctor Couceiro Rodríguez
vely175@cubarte.cult.cu

 

En Letras-Uruguay ingresado el presente trabajo el día 23 de junio de 2013


Autorizado  por el autor, al cual agradecemos.

 

 

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