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La fiesta del Pueblo Nuevo en Caimito: identidad municipal
por Dr. Avelino Víctor Couceiro Rodríguez
vely175@cubarte.cult.cu

 
 
 
 

(Cubarte).- Yency Maricel Martín Álvarez, en La Fiesta de Pueblo Nuevo en Caimito (2008), ha recogido valiosos testimonios de la memoria histórica, patrimonio y otros valores desde esta comunidad habanera, incluidos muchos de sus personajes célebres que durante la fiesta, eran imitados en una plataforma en la calle principal: Tintín, que se encargó de cementar y embellecer “el callejón del parque” (una de las cuatro entradas) por considerarla uno de sus patrimonios locales más antiguos, muy cercana a la iglesia; los chicharrones de Segundo; la familia de los “garrafones”; las artesanías y ropitas que hacía Obdulia; el ocurrente Celestino el herrero, que desapareció tan misteriosamente como apareció, en cuyo solar dejaba que se disfrutaran las funciones del rústico circo y cuyo sonido de martillo sobre el yunque se imitaba mejor por grabadoras y micrófonos; el travieso Pancho; la amable Vivín, que regalaba flores para la Virgen de la Caridad del Cobre; Simón o el cuentero y bromista Juan Conguito que tocaba la marímbula, cuando espetó a Ramona que lo azoró con una escoba por contarle las mismas historias, “Ramona, échele sá pá que sepa mejó”; el “poste de Blaza”, con los juegos de niños y adultos; los curros, y “la esquina de los moros”, con su música de Arcaño y sus maravillas a las 5:00 p.m. para bailar los sones y danzones más escuchados entonces.

Se recuerdan las antiguas verbenas durante tres días de diciembre, y las fiestas por cumpleaños, bodas, días de santo… siempre acogidas por la totalidad del barrio unido, entusiasta y participativo, como una gran familia (el 95.3 % considera muy buenas estas relaciones, en lo que la fiesta ayudaba mucho); para ello, crearon algunas agrupaciones musicales entre las que se destacan dos septetos (uno masculino al que se agregaban un bailador de rumba, uno de bembé y otro de son; y otro femenino, con dos bailadoras) que dirigió Basilio León, cantante y compositor; y el grupo “Raíces”, de música folklórica, desde los años cuarenta, con el grupo homónimo de guaguancó, y luego un coro de bailadores, la mayoría mujeres.

No es casual que la Fiesta de Pueblo Nuevo se haya fusionado (nunca excluyente de los demás festejos) como integradora de todos estos valores; nació casi con el Pueblo Nuevo (valorado raíz de la cultura caimitense) entre los siglos XIX y XX, y sobrevivió incluso al llamado Período Especial de fines del siglo XX, tradición de primer valor para la identidad barrial durante casi un siglo, espacio para “cohesionar y legitimar la identidad colectiva y que garantizara la sucesión cultural hacia las nuevas generaciones” (Martín Álvarez, 2008:52) La preparaban entre todos durante dos o tres meses y duraba una semana de agosto, cuando el imaginario local atribuye su fundación y cuando todos podían participar, por ser mes donde muchos estaban de vacaciones, siempre con aviso previo a las autoridades y bajo la dirección de nueve mujeres y un hombre, pero con la participación activa de todos; sin riñas ni exceso de alcohol, con actividades y diversión diaria, ornamentaban e iluminaban el barrio, los postes y los portales, pintaban las orillas de las aceras, y hacían danzas folklóricas y carteles en varias casas que informaban con orgullo, que ahí había vivido un(a) fundador(a) del barrio.

En la víspera del primer día de fiesta, todos se reunían en charla amistosa hasta que el reloj marcara el inicio de las sesiones festivas, que empezaban con un conversatorio sobre la historia y tradiciones del barrio, generalmente a cargo de María del Carmen Frade, presidenta de los festejos y aun hoy reconocida como la más conocedora sobre la comunidad, con los aportes de otros ancianos que leían sus memorias locales, como Nilda Teodora Rodríguez Hernández, entre otros que organizaban los festejos como Mara y Adria López Montalvo, Nancy León Oliva, María y Gladys López Abreu, Mercedes Pluma Abreu, Caridad León Rodríguez y Raúl López.

Durante este conversatorio, promovían para todos las actividades que habría cada día: peñas de baile (iniciaban con pasodoble, luego bolero, son, chachachá, guaguancó, danzón, etc.), los “planes de la calle” con juegos tradicionales de niños y adultos (suiza, aro, pon, halar la soga, carreras de saco, tesoro escondido, macunilla o chucho escondido, rondas infantiles, role –bolas-, engollo, rueda-rueda, carreras de saco, escondidos, piñatas de barro y otros) con premios para los ganadores infantiles; expoventas de artesanías de los vecinos (tejidos a crochet o con dos agujas, bordados manuales o a máquina, cestas, jabas, muñecas de trapo, manteles, artículos de recortería textil, adornos con semillas u otros elementos, etc.), la Noche del Bolero que cantaban los propios vecinos a capella o acompañados a la guitarra de Ángel Manuel Pérez, músico profesional del barrio, y un jurado premiaba mientras se ofrecían diversas bebidas; bailes de disfraces, festivales de pregones como los pregones de Chunga, una de las principales figuras de la fiesta, y se disfrazaban y escenificaban los bailes de los orishas.

En las mesas ofrecían, para todos, bebidas (café, refrescos caseros, ron y aguardiente) y comidas tradicionales (caldosa, tamales, chicharritas, chicharrones, masas de cerdo, arroz congrí, yuca con mojo, panecitos con pasta y otras comidas criollas ligeras) y repostería (melcochas, coquitos acaramelados, buñuelos, bollitos de harina, raspadura, boniatillo, malarrabia, pirulí, panetela, merenguitos, pudines, dulce de limón, turrones de maní y ajonjolí a enfriar en hojas de plátano, coquitos prietos, hechos con masas de coco, azúcar crudo y miel de abejas, y otros dulces); los murales exhibían fotos de quince y matrimonios del barrio sin identificar nombres, sino expresiones simpáticas y burlescas; y una gran comparsa a lo largo de toda la avenida, con disfraces (camisas con volantes de colores, sayas cortas, pantalones negros o blancos y pañuelos en la cabeza) y farolas de palos, cartulina y papeles de colores, con un formato instrumental de un bombo, platillos, una tumbadora, un salidor, un tres dos, un quinto y un juego de sartenes, y ocasionalmente, dos jóvenes trompetistas no residentes, pero sí asiduos, y personalidades como Delfín Martínez Ravelo y Raúl López; comparsa que llegó a representar a Caimito ante toda La Habana. El último día festivo era el Sábado de la Rumba, consistente en un gran concierto de clausura por el grupo “Raíces”, que hacía otras presentaciones más breves a lo largo de la semana.

En los festejos de 1991, a pesar del “Período Especial” naciente y amenazante (que debilitó, pero no extinguió la fiesta gracias a la comunidad y su alegría de vivir), María del Carmen Frade tuvo la iniciativa de diseñar una bandera para Pueblo Nuevo; estandarte diseñado y aprobado entre todos con el fondo azul (cielo cubano) y dos tumbadoras (las tradiciones musicales y festivas locales), luego pintada por Carlos Acosta, pintor y amigo de la comunidad, en óleo sobre una tela de satín; ondea en los días festivos en manos de la comunidad, al compás de la rumba y al paso arrollador de la comparsa. Asistían desde los demás repartos del casco urbano, de todo el resto de Caimito (urbano y rural) y de otros municipios colindantes (Mariel, Guanajay, Bauta, etc.) participantes activos de la fiesta, que carecía de promotores profesionales, ni quedaba supeditada a la economía de ninguna institución: todo era genuinamente popular.

Ya hacia 1998 dejaba de realizarse, por la calle, los instrumentos y el vestuario gastados, pero pervive en el ansia y memoria de todo Caimito; Martín Álvarez revela que sus tradiciones más conocidas, en orden decreciente, son la comparsa, la música y descargas (rumbas y congas), las exposiciones fotográficas y de artesanías, los festejos colectivos, los juegos, bailes y comidas tradicionales; la Noche del Bolero, imitación de personajes, Sábado de la Rumba, pregones, conversatorios e incluso, las antiguas verbenas; el 62,7% dijo haber ido a todas las fiestas actividades de la fiesta (otro 14%, a casi todas) y gustar de todas sus actividades. El 74,4% se considera protagonista activo en la fiesta, y el resto, participante pasivo.

Es evento que ha devenido único en Caimito, armónico integrador que ha contagiado fortalecer el orgullo local como patrimonio municipal: el 58,1% la reconoce de todo el casco urbano o cabecera municipal Caimito; el 62,7% de todo el municipio, y el 97,6% como identidad de Pueblo Nuevo (además del resto municipal) El 79,6% planteaba la solución en una mayor atención de las instituciones locales, incluido el 58,1% que lo fundamenta en viabilizar los recursos básicos (arreglar la calle, y gestionar los instrumentos y el vestuario), y en menor grado, recomiendan educar, luego de una década sin efectuarse, a los nuevos vecinos y generaciones en aquella fiesta, patrimonio raigal de Caimito.

Ya el proyecto fundamentado por Martín Álvarez con esos fines, está siendo aplicado por las instancias municipales, y en la Semana de la Cultura Caimitense del 2008 (entre los viernes 30 de mayo y 6 de junio) el domingo 1ero. se indujo la revitalización de la fiesta, con el septeto “Ecos de Cuba” (institución municipal de aficionados de varios años, sobre todo soneros), exposición de artesanías del municipio (aunque no de Pueblo Nuevo), la brigada artística “Paso a Paso” con algunos bailes tradicionales; declamaciones de poesías de Nicolás Guillén; niñas rumberas; dos parejas jóvenes bailaron un guaguancó; y hubo un conversatorio por Miguel Terry Valdespino, destacado escritor y periodista de la localidad, sobre la vida y obra de Raúl López y otros personajes prestigiosos de Pueblo Nuevo, ya fallecidos, que fue sin dudas, la actividad preferida por la comunidad, que aun reclama su espacio de toda una semana en agosto, y tener más protagonismo en esa revitalización, y La Noche del Bolero, la imitación de personajes, los juegos y demás. Pero imperan los resultados positivos y prometedores: una gran parte de la comunidad se ha mostrado complacida por este primer intento de las instituciones culturales y gubernamentales en su voluntad política por revitalizar la fiesta patrimonio de todo Caimito, por lo que podemos augurarles, desde aquí, un futuro digno de su pasado.

 

Avelino Víctor Couceiro Rodríguez
vely175@cubarte.cult.cu

Publicado, originalmente, en el Portal Cubarte  http://www.cubarte.cult.cu/ , 29 de julio 2008

 

En Letras-Uruguay ingresado el presente trabajo el día 22 de abril de 2013


Autorizado  por el autor, al cual agradecemos.

 

 

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