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El jazz cubano: contexto para el Jazz Plaza
por Avelino Víctor Couceiro Rodríguez
vely175@cubarte.cult.cu

 
 

Como mencioné en Raices y contexto internacional para el Jazz Plaza, publicado en estas páginas de Cubarte el 25 de febrero de 2009, en los mismos orígenes del jazz ya había un habanero: el cornetinista Manuel Pérez, nacido en 1863, quien había marchado joven a Nueva Orleáns, reconocida como la cuna del jazz, donde estudió música y moriría; notable en el cornetín, fue uno de los pioneros del jazz a finales del siglo XIX; alrededor de 1890 tocaba con la banda de Robichaux; en 1898 formó su propia banda, llamada primero Imperial, y luego, Onward Band. Al iniciar el éxodo del jazz hacia el norte, fue con su banda a Chicago y otras regiones, donde obtuvo gran éxito. En opinión de Helio Orovio, si su música hubiera quedado grabada, se le reconocería como un verdadero precursor del jazz. Tras su gira por el norte, a inicios del siglo XX, regresa a Nueva Orleáns, donde adquirió un grocery y se dedicó a administrarlo, hasta morir en el olvido.

Era al mismo tiempo, el precursor del jazz cubano: en 1914 el compositor, director de orquesta y flautista Jaime Prats (Sagua la Grande, 1883-1946) dio un concierto de música cubana, con orquesta, en Nueva York, y en 1922 funda la Cuban Jazz Band, primera orquesta del jazz band cubano, cuyos integrantes eran músicos cubanos; en ella debutó como violinista ese mismo año 1922, su hijo el también compositor pianista y director de orquesta Rodrigo Prats (Sagua la Grande, 1909-1980) Es así que las llamadas orquestas típicas o de viento, que declinaban desde la década precedente sustituidas en la preferencia popular por las charangas francesas, ahora declinan más aun frente a las jazz bandcubanas que comienzan a proliferar[1], a veces con músicos estadounidenses como vemos en 1926 al director de orquesta, arreglista, compositor, saxofonista y flautista habanero Armando Romeu (1911)[2]; las jazz band, en las que figuraron no pocos de los más altos nombres de la música cubana[3], algunos de los cuales merecen un acápite particular por sus dimensiones e interés temprano al tema, como es el insigne Alejandro García Caturla[4], evolucionan, por ejemplo cuando el compositor, pianista y director de orquesta habanero Moisés Simons (1890-1945) en los años 30, como director de orquesta jazz band, introdujo el ritmo del danzón en la que dirigía, con todo lo cual el jazz se expande y arraiga en toda Cuba y genera una nueva tradición musical defendida por agrupaciones, intérpretes y compositores, hasta la actualidad.

Algunos nombres pioneros descuellan, como los arreglistas habaneros Mario Bauzá y Alfredo Brito; Bauzá era un trompetista nacido a inicios del siglo XX, que marchó muy joven a Nueva York y comenzó su aprendizaje musical, fundamentalmente autodidacto; se adiestró en la trompeta estudiando grabaciones de Phiel Napoleón y Red Nichols, y se inició entonces en el mundo del jazz. En 1931 tocó en la Banda de Noble Sissle, 1932, en la de Chick Webb, y luego se unió a la orquesta de Cab Calloway, en la que empezó a experimentar mezclando el jazz con ritmos cubanos en arreglos originales. Fue un conocedor de la música cubana (a pesar de haber abandonado Cuba en plena adolescencia) en cuyos arreglos trata de conservar el sello cubano, tomando del jazz esencialmente lo armónico. En 1940 ayudó al percusionista y guía de orquesta popular habanero Machito (1909) a organizar sus Afrocubanos, y se encargó de los arreglos para esa banda, además de tocar la trompeta principal. Machito, tras bongoes y tumbadoras habaneras, organizó en 1940 en Nueva York sus Afro-Cubanos, banda en la que logró mezclar elementos de jazz y música cubana; los aficionados a esta rama musical en EE.UU. situaban a su orquesta como la de más calidad entre varias “afrocubanas”. Continuamente era llamado a trabajar en los salones de baile neoyorquinos. La popularidad de sus Afro-Cubanos decayó hacia 1955, ante el auge del mambo.

Alfredo Brito fue flautista, compositor y director de orquesta (1896-1954) tras haber perfeccionado su flauta estudiando con Armando Romeu y conocer por sus medios el clarinete, saxofón y piano, armonía con el maestro Sanjuán, haber sido flautista en la orquesta de Antonio María Romeu (1913), viajó a Nueva York con la orquesta de don Azpiazu tocando saxofón, y allá hizo un arreglo de El Manisero, de Moisés Simons, con impresionante éxito que editó un millón de discos de la Víctor; al regresar a Cuba fundó su orquesta Siboney, con la que partió a España, Francia y Portugal; integró la orquesta estadounidense de Paul Whiteman, la cual dirigió unos meses. Musicalizó varias películas y compuso canciones, danzones muy bailados y la llamada “música culta”, fue director musical del Canal 2 de televisión.

El pianista, compositor y director matancero Dámaso Pérez Prado (1916) en 1944 realizó sus primeros experimentos tratando de incorporar elementos de la música norteamericana, y concretamente, del jazz, a ritmos y melodías criollas. En 1942 trabajaba en la orquesta del cabaret Pensylvania en la Playa de Marianao, y en el sólo nombre de tal centro nocturno se subrayaba la influencia de la cultura estadounidense, sin dejar de ser cubanos. La notable influencia del jazz, principalmente a la manera de Stan Keaton, profundizada por su permanencia durante algún tiempo en bandas norteamericanas, se hace evidente en la mayoría de sus mambos, con cubanísima percusión en sus arreglos. Entre sus piezas se cuenta Mambo en Sax; el mambo lo reelaboró, amplió y desarrolló (trasladándolo al jazz band y universalizándolo), del compositor, contrabajista y violoncellista habanero Orestes López (1908), a quien se debe el danzón llamado Mambo (1938) sobre el marco estilístico del “ritmo nuevo” de la orquesta de Arcaño y sus Maravillas, con lo cual unía los motivos sincopados del son a improvisadas variaciones en la flauta; y fue en los arreglos para orquesta de jazz que se independiza el modo sincopado del mambo de la estructura del danzón, realizados por Bebo Valdés y René Hernández a mediados de los años 40; Rico Mambo (1951) es el primero en popularizarse, con influencias del jazz, cuando los metales logran cosas extraordinarias con la melodía, la armonía y el ritmo, y con el apoyo de los saxofones, mientras la percusión cubana pone la base necesaria.

Otro infaltable es el cantante, bailarín, tamborero y compositor habanero Chano Pozo (1915-1948), quien emigró en 1946 a Nueva York donde creció su fama, y en 1947 fue presentado por Dizzy Gillespie en un concierto de jazz en el Town Hall, produciendo expectación en el público al interpretar en su tambor y en su voz, portadores de un lenguaje que había anclado en Cuba proveniente del África occidental, ritmos y voces nuevas con el respaldo de una gran orquesta, con lo que introdujo elementos cubanos de raíces africanas en la modalidad jazzística del bop; fue muerto a tiros en un café de Harlem. El trompetista y arreglista habanero Arturo “Chico” O´Farrill (1921) estudió música, primero en EE.UU., y en 1948 hace arreglos para Benny Goodman, Stan Kenton y Dizzy Gillespie, en Nueva York, luego se radicaría con su orquesta en EE.UU.. En 1949 el percusionista habanero Mongo Santamaría (1927) se radicó en Nueva York, donde inició su carrera de tamborero; tocó en las orquestas de Pérez Prado y Tito Puentes, y luego trabajó con el vibrafonista Cal Tjader, con cuyo grupo grabó el disco de larga duración Drums and Chants (Tambores y Cantos) y después creó su propio grupo de Latin Jazz (ya empieza a hablarse de “jazz latino”), donde han figurado músicos tan notables como el pianista Chick Corea y el flautista Hubert Laws; ha sido un continuador importante de la línea de fusión del jazz y los ritmos cubanos de raíces africanas.

En 1953 se funda la jazz band conocida como Banda Gigante de Benny Moré, que agregó al formato del jazz band, una batería cubana que por la estructura sonora la cubaniza más aún, con repertorio y arreglos muy cubanos El percusionista habanero Candito Camero (1920) iniciado en la guitarra y el contrabajo, en 1946 comenzó a expresarse mediante el bongó y la tumbadora, y en 1953 se convirtió en figura del jazz: actuó sucesivamente con Duke Ellington, Dizzy Guillespie y Billy Taylor, entre otros, y ha participado en importantes grabaciones de grupos jazzísticos en EE.UU.. El percusionista güinero Arístides Soto (1930) en 1957 se fue a Nueva York, donde permaneció por dos años en el Waldorf Astoria y otros centros neoyorkinos, tras grabar discos con la banda de Chico O´Farrill. Al regresar a Cuba se uniría inmediatamente al grupo de jazz de Frank Emilio, donde hizo aportes inestimables a ese género, perméandolo dentro de la línea de Chano Pozo, de elementos cubanos; actualmente guía un grupo de percusión que lleva su nombre. No deben omitirse otros nombres no menos notables[5], todo ello indisoluble de una retroalimentación entre las mejores tradiciones musicales cubanas y estadounidenses[6], mientras en el hotel entonces Havana Hilton se hospedaron jazzistas negros como Miles Davies y John Coltrane, atendidos por un portero que con su casco emplumado, permitía la entrada.

Dos nombres más interesa resaltar: el pianista, organetista, compositor e instrumentista Chucho Valdés (Quivicán, 1941; foto de Helio Ojeda, gentileza de Yasser Expósito, con agradecimientos muy especiales para Ángel Peña Fernández, Vladimir Hernández Hernández, Dorys Couceiro Arsis y Marta Rodríguez Díaz) se dedicó a actuar en grupos de jazz; organizó un combo, con el que innovó para la música cubana de los años 60 y que grabó un excelente disco de larga duración con el cantante habanero Amado Borcelá (1934) Considerado por la crítica internacional entre los cuatro mejores pianistas de jazz del mundo, a tono con el jazz del resto del continente, recordando en el 2009 la 30 edición del Festival de Jazz en Panamá; y el compositor e intérprete de música popular cubana Bobby Carcasés (Camajuaní, Las Villas, 1939) que domina casi todos los instrumentos musicales y es originalmente cantante, pero en sus actuaciones incluye danza y pantomima. Su línea fusiona los géneros musicales cubanos (rumba, son, guaracha) con elementos provenientes del jazz; trabajó durante años en el Teatro Musical de La Habana, actualmente es solista, y entre sus obras más notables se cita Blue-guaguancó. En 1977 se funda el grupo Afrocuba, que integra las raíces musicales cubanas con elementos contemporáneos que incluyen el jazz y logra un producto más original y novedoso, que en 1978 ganó el 1er. Premio en el V Concurso de la Sección de Música de la Unión de Escritores y Artistas de Cuba (UNEAC); no es casual que justo entonces, nazca el Jazz Plaza, al que será dedicado un próximo artículo.

Notas:

[1] Tipo de agrupación por influencia de música EE.UU., para interpretar casi todos los géneros de la música cubana y muchos de la universal. Compuesta por piano, contrabajo, drums (tambores… uno de los cambios propiciados por la jazz band), cuatro o cinco saxofones (dos altos, dos tenores, barítono) de tres a cuatro trompetas, trombón de vara, percusión cubana (tumbadora, bongó, paila criolla), maracas, güiro y cantante. Su auge fue en los años 40; sus nuevas sonoridades hacen que los géneros típicos cubanos adquieran nueva forma de expresión. Algunas de las antiguas orquestas típicas y charangas, se convierten en jazz band, como hizo la Avilés (1882, Holguín) que desde los años 20 sonó como jazz band. En 1935 aparece la jazz band del pianista, compositor y director de orquesta camagüeyano Jorge González Allué (1910) El pianista, compositor y director de orquesta de baile habanero Cheo Belén Puig (1908-1971) hacia los años 20 y 30 trabajó en varias charangas francesas y también, en otras orquestas tipo jazz band. En La Habana se fundan como jazz band, la orquesta de los Hermanos Castro (1929), que en 1932 viajó a New York, al regresar trabajó en hoteles, emisoras radiales y sociedades de recreo, y actuaron en el filme Havana Cocktail, de la Warner Bros.; la Casino de la Playa (1937) realizó cinco cortos para la TV de EE.UU.; y en 1938 la Cosmopolita (de la que fue pianista el director manzanillero Carlos Faxas (1921) desde 1932 en La Habana, que en los años 50 dirigió el cuarteto de su nombre), y la Riverside (traducido del inglés: “Lado del río”) donde fue cantante principal el habanero Tito Gómez (1914) tras debutar en 1934 en el Hotel Nacional como cantante del también jazz band Sevilla Beach; y también trabajaron en la Riverside, los trompetistas Marcos Urbay (Caibarién, 1928) tras haber comenzado en el jazz band Hermanos Farach, de su ciudad natal; y el habanero Leonardo Timor (1933) tras haber debutado con la jazz band Hermanos Palau, y finalmente formó su propia banda, luego solista de jazz; en 1954 el contrabajista y profesor habanero Orlando López (1933), mientras paralelamente tomaba parte en conciertos de jazz, y ha viajado por EE.UU.; e incluso la dirigió el compositor, pianista, instrumentista y director de orquesta habanero Adolfo Guzmán (1920-1976), a quien se le prohibió viajar a EE.UU. por sus ideas comunistas. La  orquesta de baile que dirigía el saxofonista santiaguero Mariano Mercerón, era jazz band, y sonó mucho a partir de los años 40, sobre todo en la provincia oriental. Otro jazz band era la Daiquiri, con la que el pianista habanero Rafael Ortega (1917) viajó a América del Sur.

[2] Hijo y discípulo de Armando Romeu Marrero, en 1926 entró a formar parte de grupos de jazz, integrados por músicos norteamericanos que amenizaban centros nocturnos habaneros. En 1933 fundó en La Habana su orquesta tipo jazz band con la que hizo una gira por varios países suramericanos. Dentro de lo jazzístico, ha compuesto los mambos Bob City Mambo, Mambo a la Kenton, Mocambo y otros, así como obras más dentro de lo concertante, siempre en la línea del jazz.

[3] El trompetista guantanamero Luis Escalante (1915-1970) uno de los más notables trompetistas cubanos; el saxofonista guanabacoense Julián Fellové (1922) tocó en distintas orquestas, entre ellas el jazz band de los hermanos Martínez, hasta partir, con la de Jaime Camino, a España. El trombonista e instrumentista Generoso Jiménez (Cruces, Las Villas, 1917) figuró en varias orquestas habaneras jazz band; el pianista e instrumentista Pedro Jústiz (Banes, 1913-1977) en La Habana fue pianista de la Casino de la Playa, la Swing Boy, Conjunto Matamoros, Mariano Mercerón, Armando Romeu y en 1950, la Riverside.

[4] Remedios, 1906-1940; como pianista, se inició tocando danzones y música estadounidense en un jazz band del cual, además, fue director e hizo presentaciones de alto nivel, mientras sus obras sinfónicas han sido ejecutadas en Filadelfia y en Los Ángeles; en 1923 en música para cine, compuso su Recuerdos del Sheik op.1 No. 1, poema sinfónico para acompañar el filme de Rodolfo Valentino, sobre motivos de La Bayaderade Kallman, versión para piano con indicaciones minuciosas de instrumentación; en 1924 compuso para violín y piano su lamento, “A Virgilio Diago”, y su fox-trot para piano Carolyn; en 1926 su rag time Piano casi jazz music; en 1933 hizo su versión orquestal de Rhapsody in Blue de Gershwin y la de Exultation de Cowell, y compuso en 1937, el primer tiempo de su Suite para Orquesta, “Minstrels”, con lo que obtuvo Mención Honorífica en el Conservatorio Nacional de Música de ese año.

[5] El percusionista habanero Guillermo Barreto (1929) actuó ocasionalmente en la banda de Tommy Dorsey, y acompañó desde sus tambores a Nat King Cole, grabó discos con Johnny Richards y con la banda de Chico O´Farrill. El saxofonista, musicógrafo y escritor habanero Leonardo Acosta (1933) integró diversas agrupaciones de jazz y de música popular cubana, trabajó en diversos órganos de prensa, publicó cuentos, artículos y ensayos, crítico y comentarista musical, fundador del Grupo de Experimentación Sonora del Instituto Cubano de Arte e Industria Cinematográficos. El guitarrista guanabacoense Jesús Ortega (1935) compuso In Memoriam por Luis Escalante, para orquesta de jazz. El saxofonista y flautista habanero Nicolás Reinoso (1939) interpreta jazz, sería director del grupo Afrocuba. El guitarrista habanero Carlos Emilio Morales (1939) comenzó su actividad profesional en 1959 en TV y conciertos de jazz, luego trabajó con el grupo de Chucho Valdés, el Noneto de Jazz y el grupo Irakere, valorado como uno de los mejores ejecutantes cubanos del jazz en la guitarra.

[6] De las más variadas maneras (incluido el mejor cine de animación, como indica el filme estadounidense Los Aristógatos, con los “gatos jazz” del arrabal de ese país) y en los más variados renglones de la vida, como muestra la compositora reglana Tania Castellanos (1920) ligada al grupo del feeling, que entre otras, en 1970 compuso su canción Por Angela, para liberar de la cárcel a la comunista estadounidense Angela Davis.

 

Avelino Víctor Couceiro Rodríguez
vely175@cubarte.cult.cu

Publicado, originalmente, en el Portal Cubarte  http://www.cubarte.cult.cu/ , el 11 de Marzo 2009

Link del artículo: http://www.cubarte.cult.cu/periodico/opinion/el-jazz-cubano-contexto-para-el-jazz-plaza/7657.html
Autorizado  por el autor, al cual agradecemos.

 

 

 

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