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De los afrodescendientes a las afrodescendencias
por Avelino Víctor Couceiro Rodríguez
vely175@cubarte.cult.cu

 
 
 

Dicen que los niños son los más transparentes: hijo de pintor y educado a ver con el corazón más que con los ojos, no podía entender por qué clasificaban a las personas en negros y blancos… esos no eran los colores. Y cada vez que algún adulto me preguntaba, le respondía convencido: “Entre el crema y el carmelita, más claros o más oscuros… quizás hasta color chocolate… pero ni negro ni blanco, nunca he visto a nadie… por suerte, qué feos serían”.

Tampoco me gustaba llamar “color carne” al blanco, como solía escuchar a los pintores, al que yo prefería llamar crema; la carne tiene otro color, más rojizo… y lo que se trataba de designar era el color de la piel… no más profundo que eso.

Fue una de las primeras concesiones que tuve que hacer, en virtud de la más elemental comunicación: era muy niño para nadar contra tanta corriente. Sin embargo… soy de los que lejos de matarlo, ha alimentado al infante que tenemos dentro, y sigo opuesto a otras muchas concesiones, como esa terrible de reducir el mundo a blanco y negro, que pretende ignorar los tantos otros colores y sobre todo, los infinitos matices evidentes del mestizaje; y más allá, contra los que siguen limitados a ver con los ojos (ciegos ante otras trascendencias), no sólo con el corazón, sino con el resto de los sentidos… incluido el menos común de todos: el sentido común, y con ello obvian la Antropología Cultural, limitados por una Antropología Física a la que degeneran justo por limitarla.

No se trata de ignorar en ningún caso los tantos y tan valiosos aportes de la Antropología Física; al contrario, si se tuvieran realmente en cuenta, se comprendería la gran diversidad de rasgos y matices que existe en cada color de piel, y se patentaría una vez más el tan repetido pero aún tan ignorado, El engaño de las razas, de don Fernando Ortiz, sobre el cual me agrego a preferir, en vez de razas, hablar de colores de piel y otros elementos visuales de cada biotipo, como puede ser color y tipo de cabello, ojos, nariz, labios, osamenta… etc., y se comprueba que el mestizaje físico trasciende con creces a la visualidad…si bien en una lectura más profunda, el mestizaje cultural trasciende con creces al físico, y determina sin duda alguna, mucho más.

No es de extrañar que personas de piel negra con todos los rasgos del imaginario, sin embargo, tengan ancestros blancos y/o de otras razas y por tanto sean, en verdad, mestizos racialmente, aunque no se distinga con una simple mirada; lo mismo que personas blancas (incluso, lo más blancas que se puedan concebir) tengan ancestros negros y/o de otras razas; ancestros que impiden absolutizar la raza a la que indica el color de piel, al ser detectados por la Antropología Física en alguna pieza dental o un fondo de ojo, por sólo citar estos ejemplos que tan fácil pero contundentemente, pueden desmentir al que muchos llaman, el más engañoso de los sentidos: la vista.

Mucho menos es aceptable que tantos mestizos se sigan incluyendo como negros, a menudo por el racista prejuicio de que “negro es una raza, en tanto el mestizo, ni raza es”; racismo en este caso contra todo mestizaje, y contra sus ancestros no negros, al margen de su papel en su concepción y asunción, que tampoco puede absolutizarse y mucho menos, en la medida en que nos alejamos de los dolorosos siglos de esclavitud sobre aquellos pueblos a los que se impuso la migración. Los prejuicios establecen que si se hiciera pasar por blanco, sería ridículo; en cambio, hacerse pasar por negro deviene acto de supuesta entereza antirracista… pero, ¿lo es?

O por el contrario (todo lo contrario), no reconocerse en su mestizaje racial, ¿no es una concesión más a nuevos cánones racistas que los alejan de su verdadera identidad, incluso genética? Se sabe que desde una raza, sobre todo cuando no hay convivencia con otras (lo cual no necesariamente implica racismo), es más difícil precisar las diferencias individuales de otra; pudo pasar durante siglos que a muchos blancos se le desdibujaran entre sí los no blancos… sin olvidar viceversa, sólo que la cultura escrita que nos llega en nuestro universo occidental (y con ello, la generalizada socialmente sobre todo desde las academias y el resto de la sociedad… pero también por todos los colores de piel, en una u otra dimensión) es lógicamente, esta; entonces… ¿no descansa aquí, en última instancia, esa penosa concesión de querer desdibujar mestizos y negros entre sí? Aquí, y en el interés racista de algunos blancos de desmentir así sus vástagos mestizos. Todo ello es más triste cuando tal readecuación de supuesta pertenencia racial queda ahora más promovida por algunos mestizos y negros, como si con ello aumentara una dignidad racial cuyos genuinos valores, lamentablemente, son así desviados y lacerados hasta la extravagancia… una vez más, y desde su propio color de piel.

Lejos de establecer nuevos dogmas, la Antropología Física echa por tierra aquellos que el imaginario racista ha establecido para cada raza; así por ejemplo, entre la gran diversidad de blancos, no se pueden absolutizar las narices aguileñas ni los labios finos ni el cabello tan absolutamente lacio, nada de lo cual implica necesariamente mestizaje racial anterior: la clásica “belleza griega” (tampoco a absolutizar dentro de la Grecia antigua) no era la misma en otros pueblos también blancos; de igual forma, dentro del propio África subsaharana no todos los grupos étnicos tienen los mismos rasgos físicos, aun cuando las pieles sean de un color negro relativamente semejante: una mirada más reflexiva mostrará de inmediato, una diversidad mucho mayor.

Se hace la concesión de aceptar esos colores de piel: blanco, y negro… y de pronto, hay que cambiarlo porque decir “negro” se considera un insulto, y se empieza a universalizar el prefijo “afro” para remitir a una ascendencia desde un continente, prefijo que suele potenciar aún más las confusiones y hasta la marginación multidireccional de todo “otro”, y la auto-marginación, pues tal ascendencia no es tan exclusiva ni tan absoluta y a menudo, es más supuesta que real, sin mayor juicio que la engañosa vista. Quizás negro podía ser insultante en un contexto anglo, donde es una palabra impostada contra el más genuino black. ¿Pero en un contexto hispano?

En este punto del análisis, no es posible eludir otra arista antropológica: la carga ofensiva no está en la palabra, sino en el sentido que se le pueda imprimir. ¿Por qué “negro” puede resultar ofensivo para nadie? Y trata de sustituirse por afrocubano, en nuestro caso… ¿es que no resulta más ofensivo escindirlo dentro de “lo cubano” como algo tan peculiar, que no es cubano… sino afrocubano? El racismo no se ataca con racismo, al contrario: toda respuesta racista, no hará más que propiciar hasta un infinito en extremo peligroso para todos, la metástasis del racismo, así fecundado como valor, en vez del antivalor que es.

No solamente es una escisión lamentable, sino repleta de equívocos tremendamente dañinos en todos los aspectos: en primer lugar, al cesar la inmigración masiva de africanos negros a Cuba hace cerca de siglo y medio, y por la alta tendencia a mezclarse con otros colores de piel (blancos, y otros), en ocasiones (es cierto… pero no siempre: el amor también existe, además de otras tantas razones) por el racista concepto de “adelantar la raza”, una buena mayoría de esos llamados afrocubanos, sus raíces no son solamente afro… porque en lo cubano (como en otros pueblos) se desdibuja la gran amalgama de raíces de todo el orbe.

Otro que ha sido considerado motivo de insulto por varias personas de piel negra y mestiza, es cuando justo por no llamarlos como tales, se les ha llamado “de color”, cuando en verdad, si esto fuera un insulto, sería para los que son excluidos de esta denominación, básicamente los blancos, como si los (mal llamados) blancos no tuvieran también, algún color, lo cual se les niega en esta infeliz denominación.

Éste ha sido declarado Año Internacional de los Afro-descendientes; y bienvenido, porque la connotación es distinta a la escisión dentro de ninguna nacionalidad, como tal conformada desde todos, por todos y para todos, contra todo tipo de racismo y de cualesquiera otros prejuicios e intolerancias. No obstante, como se siguen imponiendo los dogmas, se corren nuevos peligros, porque los afro-descendientes son todos aquellos descendientes del continente africano; por lo tanto, ello no se reduce a los colores de piel negra y mestiza, sino también a numerosos blancos y otros colores de piel, ya que el África no es solamente las tantas etnias al sur del Sahara, sino también al norte, y no faltan los africanos de piel blanca, incluso al sur y desde la historia étnica del continente; y porque como ya se señalaba en párrafos anteriores, hay muchas personas de piel blanca (y de otros colores de piel) en todo el mundo que, aunque no lo aparenten, tienen ancestros en el continente africano, incluso en el África llamada negra. 

A pesar de todo ello, se sigue reduciendo al afro-descendiente según el color de piel; ¿no es ello una visión simplista, cuando no racista? Ciertamente, los afro-descendientes se deben en una buena proporción (no toda tampoco) a aquellas enormes masas humanas de las que fue despoblado ese continente entre los siglos XVI y XIX, para ser sometidas a la más despiadada explotación esclavista, de lo que quedó como herencia una de las más emblemáticas marginaciones racistas, pues harto resulta conocido que no ha sido ni es la única, ni ha sido nuestra cultura occidental la única que ha padecido tan abominable patología social.

Es algo así como reducir el horror de la Segunda Guerra Mundial al holocausto hebreo, genocidio terrible y vergonzoso en la historia de la Humanidad… pero aún peor sería si olvidáramos los tantos otros holocaustos que se sufrieron también durante y como consecuencia de aquellas ignominiosas décadas, de las cuales el pueblo hebreo dista mucho de ser la única víctima, ni la esencia tampoco.

Declarar un año a favor de los marginados (por esta o por cualquier otra causa) sin lugar a dudas, apunta allí a donde hace falta la luz de la justicia; no es más que un peldaño en toda una compleja escalera de la que ni siquiera es el inicio: el sólo hecho de declarárseles un año, indica que la lucha contra esa marginación hace mucho que comenzó a andar, aunque sin lugar a dudas, es un eslabón necesario y saludable, puesto que falta mucho todavía; pero no reduzcamos a las personas según su color de piel, trastocando un objetivo que ha de ser precisamente el antirracismo, esto es: nadie vale más ni menos por su color de piel.

El orgullo no ha de radicar en tener la piel negra, ni blanca, ni mestiza, ni rasgos achinados (también los asiáticos del Extremo Oriente se diferencian sensiblemente entre sí), ni…, sino en los aportes que cada individuo haga para que el mundo en que vivimos, sea un mejor lugar para todos; el orgullo radica en quienes saben asumirse y reconocerse en una identidad que no se reduce al color de piel (ni el propio ni el ajeno), y trascenderla mucho más allá; y sobre todo, para quienes han sabido (al margen de su color de piel) enfrentar todo tipo de racismo (contra el suyo y/o contra otros colores de piel... y de marginación en general), que son los que a la postre, lo están venciendo en todo el orbe, y han propiciado que este 2011 haya sido declarado felizmente, “de los afro-descendientes”.

Sin implicar ningún otro tipo de cuestionamiento, quizás se deba apuntar más a las afro-descendencias que a los afro-descendientes; ello nos haría transitar de la Antropología Física a la Antropología Cultural; nos haría ver con el corazón y el alma, cobijo de la cultura, mucho más allá de los erráticos ojos, que reducen los afro-descendientes al color de piel, y descubriría los infinitos aportes que dicho continente ha realizado al resto de la Humanidad en unas sociedades más que en otras, pero en casi todas, prácticamente sin excepción y distintivamente, y que se traduce, es cierto, justo y necesario, en los millones de seres humanos sobre cuyas espaldas se amargó el azúcar y se oscureció el algodón durante centurias, entre otras riquezas que sustentaron al mundo; pero abriría horizontes mucho más allá también, acorde a las exigencias de una nueva era.

Ello trasciende a las genealogías de cada cual, pero por lo mismo, llega a la esencia de las identidades y de los avances del mundo, en función de reconocer y homenajear el justo lugar que corresponde a dichas culturas en lo mejor de la Humanidad actual. Se trasciende así no sólo a los colores de piel, sino a las diversas raíces africanas en cualesquiera de los tantos componentes que identifican las culturas de cada pueblo del mundo, por las más disímiles vías.

También implicaría, en honor a la justicia y a la identidad, entender las otras ascendencias del mismo sistema, bien sean las euro-descendencias, las chino-descendencias, las indo-descendencias… nuestro propio continente americano, crisol de todas las anteriores, ha logrado aportes sustanciales al mundo que indican americano-descendencias que desde ya, hay que evitar que se reduzca a las influencias esparcidas desde las tan diversas antiguas culturas precolombinas, mediando siempre los imaginarios (como es universal) y al margen de su nivel de aproximación o no a las identidades objetivas de dichos pueblos; horizonte que se multiplica si agregamos los tantos aportes distintivos de cada cultura americana durante el medio milenio de occidentalización: entre muchísimos más y aun limitándonos a la música: el jazz, el music hall, el tango, el calipso, la samba, la rumba y la conga, relación a valorar en todo el resto de las artes, y de toda la cultura, en sus descendencias no sólo en nuestras tierras, sino en el resto del planeta, según países y dentro de todos y cada uno de ellos, regiones concretas.  

Ello exigiría, al estudiar el impacto de tales americano-descendencias en el resto del mundo, la valoración casuística de todas y cada una de estas culturas sin exclusiones; así por ejemplo, y entre otras muchas, lejos de todo chovinismo, las cubano-descendencias no sólo en nuestro país, desigual desde y por regiones del país, desde y por manifestaciones culturales; sino en todos los demás, según cada región del mundo y según cada contexto de interinfluencia, puesto que no se excluye la retroalimentación, de una u otra manera. En estos análisis volverían a quedar explícitas, aun desde otra dimensión y nunca ajenas a cada contexto étnico y cultural en general, las afro-descendencias, ahora en otro nivel de lectura y complejidad sistémica; y lo mismo se requiere para las restantes descendencias: desde cada cultura europea, asiática, oceánica…

Acostumbrados por profesión a respetar el máximo abanico de ideas y posturas, ello no puede tampoco desaxiologizarnos al punto del supuesto “científico acrítico”, menos aún en las tan complejas y ricas Ciencias Sociales. He visto mulatos (incluso mestizos en general) de familias tradicionalmente cubanas, que ya no es que se consideren negros, ni afrocubanos… no: sino africanos. De alguna manera cabría la comparación con aquellos blancos (y no sólo) cubanos que viven en España y hacen lo imposible por parecer españoles, a veces también hasta la ridiculez… quizás, más apremiados por las circunstancias del emigrante, pero no deja de recrear ese triste universo de “máscaras” que magistralmente, develó Félix Varela hace doscientos años.

Avanzando el siglo XXI, personas con tal tradición de una cubanía de la que tan orgullosos todos podemos sentirnos, estemos en cualquier rincón del planeta y sin exacerbar chovinismo alguno… y si recordamos que hace siglo y medio, blancos y negros y mestizos y chinos y todo color de piel fundió su sangre en la manigua mambisa y en nuestras calles cada vez más cubanas, para orgullo de todos ante todo el mundo, criollos pero también europeos (incluso españoles) y africanos (ya libertos, o que así alcanzaron su libertad) y asiáticos de nación, por una Cuba libre e independiente, también de ellos y para ellos… ¿qué puede haber pasado para que sus (¿más?) cubanísimos descendientes varias generaciones después, rechacen de cubanía tan legítimamente fogueada, para declararse africanos sin haber salido de nuestro país, cuando han respirado toda una vida nuestra sociedad, con sus aciertos y desaciertos… pero objetivamente, nuestra, de todos, por encima de todo color de piel y de mucho más? 

El racismo, como tantos otros antivalores y seudocultura, sin embargo, también identifica, y no ha sido el mismo racismo el de Cuba, que el de Estados Unidos, por limitarnos a esta comparación, casi paradigmática. Quizás el racismo cubano haya sido menos intolerante y más hipócrita, para bien y para mal… pero no ha sido igual; y sin embargo en las últimas décadas, al calor del sano discurso de la diversidad, se han importado a nuestra sociedad males como por ejemplo, algunas tendencias extremas y racistas de la negritud, que desde el Caribe anglófono enseñorearon en los Estados Unidos, no siempre para bien, a menudo incentivando el odio y otras patologías sociales que dañan a todos… y a ellos mismos, al desviar y desmentir de las tantas virtudes de personas de tales colores.

Por una parte, es otro ejemplo que confunde la moda revolucionaria con los modismos asumidos acríticamente, y por otra, no faltan intereses económicos que buscan aliados que desde el vecino norteño, puedan sustentar y ayudar de las más disímiles maneras a sus “hermanos” en Cuba. El oportunismo no es privativo de ningún color de piel, y no faltan quienes han hecho una carrera de la marginación, de esta y de otras, supuesta y/o real. 

No es de extrañar que en los Estados Unidos la opción de un presidente negro redujo todo el complejo espectro político que requería el análisis, como si con ello se acabara el racismo; una vez más la propaganda lo cubría todo y orientaba cómo pensar: a pesar de sus archiconocidas raíces blancas (sin renegar tampoco de las negras, hasta donde sé, con muy buen tino) que en sí mismo evidenciaba el mestizaje, la propaganda acudía al extremo simplista y, al calor de estas cuartillas, racista: negro. Indiscutiblemente, era un cambio de imagen para la política y la sociedad estadounidense; pero no esencia ni mucho menos, solución. Siempre fue muy notorio que no era más, sin que ello pretenda cuestionamiento alguno más allá como político ni como persona… pero las reflexiones más sensatas suelen ser ahogadas frente a corriente tan numerosa y, a menudo, histérica. Hablar de un presidente mestizo, no era tan impactante como de uno negro: una vez más, el efectismo, que nunca alcanza al horizonte.

Siempre sobran ejemplos tristemente racistas disfrazados de antirracistas: desde el negro que se cuestionó cómo podía haber algún blanco en un tribunal que valorara la obra de un reconocido poeta cubano mestizo (al que llaman negro) y los españoles que vienen a Cuba buscando negros (no hombres, no mujeres… sino negros) hasta aquella intelectual blanca que manifiesta públicamente su orgullo porque todos los amigos de sus hijos son negros, y aquellos otros blancos que se rizan el cabello para decirse mestizos porque así, dan más imagen supuestamente cubana; los concursos de belleza (casi siempre excluyentes de la belleza masculina en nuestra sociedad) han marginado a las rubias por “no cubanas”, o exigen en las negras “narices finas”, “pelo bueno” y si es con ojos verdes, tanto mejor.

En esta línea que se entremezcla con la estética (marginando siempre al varón), no es menos racista (y tonto) el slogan de “rubia tonta”, despectivo contra la belleza (no se es más inteligente por ser más feo… lamentable paternalismo seudo-compensatorio), contra las rubias y contra las no rubias, pues ni todas ni sólo las rubias son hermosas, y hay tontos y genios en todo color de piel, de cabello, de ojos... Son racistas todas las complicidades irresponsables e imperdonables con los supuestos “hermanos de raza”, detectar el grado de racismo según el número de parejas sexuales o el de candidatos en elecciones, o prejuzgar la obra según el color de piel del autor, aunque insisto en el estudio de cada sujeto creador, pero muchísimo más allá de su color de piel, pocas veces determinante y entonces según el sujeto, sin absolutizaciones.

Como tanta otra patología social, el racismo es multidireccional: en la teoría del “marginador marginado” he enfatizado los peligros de los dogmas, pues ni todos los sujetos de un grupo considerado marginador, marginan (y algunos lo hacen mas por inercia que por convicción), y a menudo (y hasta por eso mismo) suelen ser marginados por su propio grupo racial (a menudo peor, por entendérsele como traidor a su raza) y por los otros, en tanto muchos individuos de los grupos marginados buscan restarse esa marginación regodeando marginar a otros, bien dentro de su mismo color de piel, o bien contra aquellos de otro color de piel (sea el supuestamente marginador, u otros que llegan a ser más víctimas aun: en Cuba el mestizo y sobre todo, el jabao; el chino, el indio, y hasta el gallego según contextos, por ejemplo en el vernáculo) o bien por otros motivos ajenos al color de piel; lo que se extiende y particulariza según cada grupo y motivo de marginación.

Hartos de racismos que dogmatizan supuestas identidades cercenándonos cada vez más entre las artes, deportes, ciencias, religiosidades, festividades y toda forma de vivir y entender el mundo; y de otras patologías sociales, llama la atención cómo, mucho más explícitamente afro-descendientes que muchos negros y mestizos actuales, en pleno siglo XIX varios de ellos supieron ampliarse con otros valores y aportar a la cultura cubana e incluso, universal, iniciando por ejemplo la música de cámara en Cuba y nombres como Vicente Escobar y los Brindis de Salas, entre otros muchos. Cierto que entonces (aun hoy), un blanco que se respetara debía ser médico o abogado; aunque claro que no bastaba con ser blanco para poder ser ni uno ni otro (requería dinero, talento para ello, etc.), además de que los hubo con vocación artística y suficiente espíritu rebelde (incluso mujeres, más revolucionario aún) para abrazar también las diversas artes; no obstante, así se segregaban espacios sociales que excluían de estos a los blancos, de aquellos a los negros… y los otros colores de piel han quedado más aún en la marginación, al no mencionarse siquiera, sino hasta estudios mucho más recientes, como la pervivencia de las culturas precolombinas, enmascaradas como “pardos” durante siglos ante el bien intencionado mensaje de fray Bartolomé de las Casas, de que ya no quedaban “indios” en Cuba… así no les seguirían persiguiendo, más allá que “del indio” tenemos una construcción cultural que no admite sino su danza alrededor del fuego con plumas en la cabeza… imagen más adecuada al “indio” de Norte América, promovida por los medios de difusión, con toda su lógica, pero lo que sí es siempre malo: asumida acríticamente, incluso por sectores supuestamente intelectuales.

Las construcciones culturales (¿seudo-culturales?) abarcan también, por supuesto, los restantes colores de piel:  “del negro” queda un cliché de virilidad bruta (del África se traían sobre todo hombres, y para esclavizar), de pendencias irracionales, al extremo que todo blanco (o de otro color de piel) con estas identidades tiende a incluirse por el imaginario en la categoría de “negro”; imagen que por otra parte, excluye por ejemplo, la vasta tradición de negros y mestizos que durante siglos, tanto han aportado entre las más elevadas cumbres no sólo de las artes y en toda manifestación cultural cubana, sino incluso, de nuestra más excelsa intelectualidad, incluyendo pero mucho mas allá, trascendiendo, sus raíces africanas, en tanto hijos legítimos de toda la Humanidad.

Mientras tanto, al margen de que en tanto afro-descendientes estén étnicamente cada vez más mezclados (y desde hace siglos, en unos contextos más que en otros… se remite a la opinión de Guillén sobre la pureza, de valor universal) y sin dejar de ser afro-descendientes, no se les pueda obviar tampoco ser además (y sin que la esencia pueda dogmatizarse en cifras), otros x-descendientes, y mucho más allá de sus colores de piel, la magia que trasciende a conjuros y toques de tambor, radica en los aportes que en y desde ese continente inmenso, aun con los niveles de miseria, de ignorancia y de expoliación sufridos tradicionalmente por luchas intestinas e intereses foráneos, han logrado las afro-descendencias al transculturar al y con el resto de la Humanidad en su conjunto y en todos y cada uno de los restantes países del orbe, para enriquecerla de colores visuales y no visuales, al infinito.

 

Avelino Víctor Couceiro Rodríguez
vely175@cubarte.cult.cu


Autorizado  por el autor, al cual agradecemos.

 

 

 

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