El diálogo humano como ethos testimonial
Ana Elena Costa Neyra 

¿Qué es el testimonio?

“El testimonio es un relato no ficcional,  narrado generalmente en primera persona, desde un yo protagonista fuerte, articulado como representativo de una comunidad o de una colectividad sobre hechos relativos a una historia de vida o episodios de este protagonista que además forman parte de un momento histórico difícil. Este “yo” está organizado desde una narración oral, cuya oratura es recogida por un transcriptor que la convierte en escritura, la publica, edita. La peculiaridad del protagonista es su condición de subalterno o marginal a la institucionalidad literaria”[1]

Responder a esta pregunta es demasiado complejo, porque su definición está hecha de múltiples compartimentos interdependientes unos con otros, pero a su vez interesantes, porque bordean la literatura, el periodismo, la historia, la psicología, la sociología y la antropología, porque el testimonio es un género que descubre ideologías, identidades, valores y compromisos que hacen de su definición un conglomerado heterogéneo y rico para el diálogo humano, porque el testimonio  es la convivencia de dos naturalezas: la escrita, que sigue el cortejo de la oralidad y le brinda una estructura e interpretación académica y la oralidad como eco del que contó una historia.

En un inicio el testimonio busca reflejar una historia personal. La experiencia de un ser real es representada, porque necesita ser escuchada. ¿Qué historias necesitan ser escuchadas? Nos referimos en primer lugar al testimonio que subvierte el mundo oficial y nos muestra una concepción o entendimiento de vida diferente, que puede ocasionar en el receptor un cuestionamiento de su cultura. Como abanderado tenemos el mundialmente conocido testimonio de Rigoberta Menchú[2]. A pesar de las parcialidades y errores que éste pudo tener, su testimonio es una reivindicación del mundo indígena frente a una aculturación violenta.

Walter Willard Taylor, antropólogo norteamericano, mantiene una de las más interesantes charlas  intelectuales sobre el concepto de cultura con Clyde Kluckhoyhn (1973), con motivo del estudio que éste último hiciera durante tres años sobre la comunidad Navajo en México.  Clyde Kluckhoyhn precisa que las diferencias entre las diversas culturas son sólo eso: diferencias. Incluso, entre las que se consideran superiores, como por ejemplo la occidental. Logrando así la revaloración del término cultura gracias a la antropología.[3]

La variedad de costumbres, creencias y normas de conducta en los diferentes grupos culturales hacen que sobre valoremos determinados valores culturales y emitamos juicios sobre otros. Los juzgamos como mejores o peores, según las normas o creencias de nuestras propias costumbres. El testimonio denuncia también a partir de la antropología. La cultura no está restringida a los avances tecnológicos, desarrollo de conocimientos, etc. Ella abarca mucho más. No juzga, sólo expresa los modos de comportamiento derivados de las distintas sociedades humanas. El testimonio, al igual que la óptica del antropólogo, no emplea contrastes entre lo culto e inculto, porque éstas son diversas representaciones. No culturas mejores o peores.

Todas las civilizaciones, incluyendo las grandes de hoy en día y de los tiempos antiguos, no son sino ejemplos particulares de cultura. En este sentido, Foucault, con sus teorías revolucionarias sobre cómo las fuerzas operan en los entramados de poder, deseo y saber, intenta develar “cómo se gobiernan los hombres a sí mismos y a los demás”[4] Foucault supone que si el poder es fuerte, es debido a que produce efectos positivos a nivel del deseo. Este mundo es visto como una lucha egoísta de fuerzas antagónicas, que se encuentran en todas partes, visibles a lo largo de toda la historia de la humanidad y que buscan perpetuar, a través del control de ciertos espacios, dispositivos de vigilancia y disciplina de su  ideología. Tal es el caso de un conjunto de instituciones religiosas, prisiones, escuelas, etc., represivas y a su vez defensoras de saberes discursivos que han permitido el ejercicio de un poder cuyo objetivo es el control de la población según intereses particulares. Es así que cuando el testimonio cuestiona esta oficialidad, está desempeñando su papel principal. Su ethos es buscar el ideal de entendimiento pacífico y comprensivo en medio de las diferencias y que a partir de ahí se corrija cualquier abuso. El presente trabajo intentará profundizar en qué medida dicho ethos debe ser la morada del testimonio.

Cuando nos enfrentamos a testimonios límites como: “El Infierno” de Luis Arce[5], donde la testimoniante nos presenta un modelo antiheroico; el del policía asesino y torturador auto denominado El Brujo[6],  recogido por la comisión de la verdad; el de “Padre Mío”[7], donde el testimoniante padece esquizofrenia o el de Maruja Barring[8], quien escogió entre sus testimoniantes a una mujer de la elite limeña frívola y vacía. En cada uno de estos casos particulares nos enfrentamos a testimonios que dibujan la imagen de un otro complejo que debe ser escuchado. Desde el momento en que su testimonio nos causa anticuerpos o incluso repulsión, se demuestra que el mismo devela nuestros prejuicios y que como receptores deberíamos estar atentos a ellos, para determinar nuestra tolerancia, corregir a través del otro, las lacras de la sociedad.

Dichos testimonios aparentemente injustos, como el del “Brujo”, muchas veces denuncian una realidad atroz que debe ser corregida y ser entendida en sus raíces. También a partir del otro asesino, trasgresor, nos comprendemos mejor a nosotros mismos, entendemos aún más el mundo y podemos colaborar en el dialogo y entendimiento humano.  El historiador Holandés Theodor Adorno decía con relación a la denuncia que Ana Frank dejó en su diario:

“..Ayuda a educar a la humanidad. Enseña  que nunca más debe aparecer Auschwitz.  Que en  la historia hayan ocurrido tales masacres, es una muestra de que el mal existe y que debemos buscar los caminos más pacíficos para dificultar su aparición….”[9]

Pero el testimonio al ser de naturaleza oral, cuando oficialmente somos una cultura escrita, supone que la primera es un discurso subordinado, que refleja al hombre inculto, nativo o más sencillamente pobre. Pero contradictoriamente son la gran mayoría. Diríamos que América Latina es primordialmente oral. Conocerlos más que un compromiso, más que una obligación u heroísmo, es una necesidad mutua, porque sino, los que se apartan del mundo no son sólo ellos, sino también nosotros.

Conocer al otro, por medio de la escritura, es el reto del testimonio. Sobre todo hacerlo con la menor cantidad de filtros ideológicos. Al ingresar a través de un intérprete en la vida del otro, el testimonio puede caer en modificaciones y malos entendidos. Es inevitable,  pero finalmente la intención está en llegar a una suerte de alteridad.  “La otra persona se me revela como una posibilidad de trascendencia. NO es un alter ego ni un mero ser como parte de una totalidad (sea especie humana). Y es en esa alteridad radical en el otro, en donde me encuentro en un estado superior denominado infinito”[10]

Miguel Angel Polo señala que Levinas considera que la filosofía occidental ha sido ontológica, dominada por el concepto de totalidad, concepto que ha reducido al otro, que ha permitido la posesión y el dominio del otro, es decir, la injusticia. Por eso, una metafísica crítica debe cuestionar esta ontología del poder para tomar la forma de una ética. La ética – dice él- “pone en cuestionamiento mi libertad egoísta al reconocer la trascendencia o la alteridad de la otra persona”[11]

La ética viene del vocablo griego “ethos”, que significa morada. La ética, como rama de la filosofía, realiza una indagación moral, busca la morada del hombre no en un sentido espacial, ni físico, sino mas bien simbólico. Esta morada interior es la conciencia que capacita al hombre para reflexionar sobre sus acciones, su cultura y orientar su vida y la de su comunidad de un determinado modo que el considera positivo.

El testimonio, motiva este camino de indagación hacia otro marginal. Antonio Vera León señala  que:

“El testimonio se propone como una escritura utópica, como un discurso político medicinal de carácter transmoderno cuyo proyecto reside en trascender las jerarquías de la representación  que exhibían los regimenes de discursos de la modernidad”[12]

Además, añade, que es un lenguaje marginal, que se opone al literario especializado y en él se encuentra el origen de las concepciones e ideales del pueblo, con sus proverbios, refranes, greguerías. ¿Pero qué entendemos por marginal? 

En términos económicos, el marginal es aquel cuyo nivel de vida está al margen del estándar mínimo. La palabra marginal también tiene un ámbito psicosocial. De acuerdo a los estudios realizados por Roberto De Vries, periodista y psiquiatra venezolano, los marginales sufren un aislamiento comunicacional  o incapacidad para agruparse y transmitir lo que De Vries denomina "verdadera información" en los procesos de comunicación.[13]

El testimonio no sólo erige un compromiso, sino que su motivación es ética en la medida que si pretendemos acercarnos al otro subalterno, marginal, si subvertimos nuestra cultura, si nuestra conciencia se agudiza, poco a poco nos volvemos un filtro más limpio para percibir y entender como opera esta subalternidad. El testimonio no sólo debe ser una eterna preocupación por la claridad o performance del lenguaje y la categorización de significados sobre la subalternidad. Sino que debe elaborar estrategias que posibiliten un cambio radical.

Antonio Vera León señala que el problema del testimonio es de representación y representatividad. El propósito del testimonio no es simplemente ser un nuevo artículo de exportación. También se interpreta a un público “nacional” o regional en una relación de compromiso y solidaridad con sus hablantes”[14] El testimonio es el vehículo escrito de un discurso de naturaleza oral, pero volvemos a la misma pregunta ¿quiénes tienen la necesidad de expresarse escrituralmente? Pues aquellos para quienes la escritura no les es competente totalmente o si la conocen, no la pueden utilizar a plenitud o para aquellos cuya conducta es transgresora por naturaleza. 

Para Achugar el testimonio es la autobiografía del iletrado o de aquel que no controla los espacios de la historiografía y de la comunicación.[15]  Es así que el transcriptor intenta mostrar un testimonio sincero, que dibuje lo mejor posible a su informante, el cual tiene necesidad de ser escuchado y a su vez nosotros, los otros, también tenemos la intención de conocerlos, porque su testimonio nos enriquece, nos complementa y forma parte, como repetimos anteriormente, del diálogo humano.

El testimonio debe tener como ethos el diálogo humano. Miguel Ángel Polo, filósofo, especialista en la rama de ética, profesor y director académico de la Facultad de Filosofía en la Universidad Nacional Mayor de San Marcos, hace una oportuna síntesis de la ética de los años setenta, desarrollada por filósofos alemanes como Apel y Haberlas, ética que busca normas universales de convivencia.

Para llegar a ellas  se deberá partir de una ética basada en el diálogo, que supone una igualdad entre los interlocutores, con iguales derechos, quienes partiendo de sus intereses subjetivos y mediante un procedimiento adecuado de tolerancia, pueden encontrar normas morales universales de consenso racional, para resolver conflictos en una sociedad pluralista y democrática.

La ética – señala Miguel Ángel Polo – no se puede construir con abstracciones, sino que debe tener en cuenta los contextos históricos y culturales de los bienes y valores. De ese modo, toda ética debe tener en cuenta la tradición cultural en la que está inmersa.[16]

Para Randal, el testimonio se basa en ciertos criterios como el uso de fuentes directas, el respeto a las particulares voces del pueblo. La inmediatez, porque son historias recientes, el uso de materiales de apoyo como documentos, cronologías y la calidad estética. [17] Y además debe cultivar la profundización de la ideología del proletariado, el conocimiento del tema, la sensibilidad humana, el respeto hacia la vida de los informantes, la persistencia, la disciplina y la organización al trabajo y el oficio de escribir[18]

Randal tiene la idea del compromiso como el primer detonante del testimonio. Algo que es encomiable, porque todo cambio surge de la preocupación por el otro. Para él, el testimonio  es una obligación, una “deuda a pagar” con el discurso oral subordinado. Y en cierto sentido ha sido necesario. No es buena la indiferencia, pero el compromiso obligatorio muchas veces es rígido, orientado únicamente a protestar. Conocer al otro, no solo equivale a descubrir lo que ha padecido, los atropellos que ha vivido, cuan  injustamente ha sido tratado por la sociedad. 

El que recoge el testimonio debe encontrarse en un nivel de “médium”. Como en aquellos cultos espiritistas en donde los muertos utilizan los cuerpos de ciertos escogidos para comunicarse. Él debe hallar en si mismo un estado de reposo, ser un “buda” meditativo imperturbable y con mucha compasión. Debe ser como el “bambú hueco” que permite que el sonido  del viento corra libremente sin la menor interferencia. Una vacuidad que busca ser llenada por el otro. El testimonialista debe tener la suficiente sensibilidad para entender el dolor ajeno, pero la suficiente madurez para no aumentarle al testimonio su propio dolor.

Para Hugo Achugar el testimonio contemporáneo parte de los hechos y documentos censurados y termina siendo asimilado por sus lectores solidarios como una historia verdadera que, eventualmente, habrá de adquirir un valor mítico.[19] Los testimonios son diversos. Encierran el maltrato e indiferencia, es cierto. Recordemos el testimonio de Georgina Gamboa, violada por siete sinchis y la reflexión de Rocío Silva Santiesteban al respecto: “Las preguntas apuntan a sostener que la lectura de un testimonio no puede terminar, simplemente, en cierta lástima hacia el testimoniante, sino que apela a involucrarnos en la historia que se cuenta con una actitud que comprometa al sujeto lector por entero, en tanto que al testimonio nos acercamos racional y emotivamente: entonces hay que atravesar la vergüenza y la culpa. No hay otra manera de llegar al otro. Lo que nos plantea el testimonio es básicamente una narrativa de las otredades que nos interpela.[20]

Es muy lógico que la primera lectura ante un testimonio violento sea la parálisis, la conmoción psicológica ante una situación inimaginable por su carácter cruel. El testimonio también muestra, quiéralo o no, cómo el testimonialista se relaciona con la vida, cuales son sus ideales, sus sueños, sus alegrías, sus prejuicios e incluso sus miedos. El testimonialista siempre coloca un análisis dentro de un filtro hegemónico interpretativo. Lo importante está en que esta otra visión deberá surgir desde la solidaridad, el reconocimiento, la perspectiva o simplemente la satisfacción de escuchar la voz del otro. No todo tiene una obligación. No todo tiene un fin o un por qué. La comunicación es innata. Querer expresarnos es también saber escuchar. No hay testimonios más ricos, toda vida, toda historia es importante y digna de ser oída.

En ese sentido, diríamos que el testimonio es un texto que intenta representar lo que el otro es a través de un discurso que busca ser lo más transparente posible con las voliciones y anhelos del testimoniante, quien generalmente tiene problemas para expresarse escrituralmente o su historia es transgresora y por lo tanto, busca un puente con el mundo que le permita decir quién es y cómo se siente frente a la situación de no poder expresarse por el mismo.

Al respecto Spivak señala que el subalterno no puede hablar. “Los intelectuales que no forman parte integrante(…) sólo pueden informar acerca del sujeto sin representación y analizar (sin analizar) las elaboraciones del poder y del deseo.”[21] Si los subalternos no podemos hablar, si en cierto grado estamos “mudos” con respecto a la cultura hegemónica, que el testimonio nos impulse al auto entendimiento que propicie nuestros primeros balbuceos. 

I. Sobre el Testimoniante y el testimonialista

Se debe controlar la recepción de los textos testimoniales. Antonio Vera León señala:

“La trascripción es entendida como discurso guardián  de un texto oral previo, constituye uno de los asuntos más debatidos y teorizados de la literatura testimonial. Incluso se ha cifrado  en la trascripción  una ideología literaria fundada sobre un acto de escritura que reclama escribir la voz y ceder la palabra al otro”[22]

Es importante dar el énfasis a la imparcialidad del testimonialista, pero tengamos cuidado. Ceder la palabra al otro implica que alguien escucha y el primer oyente es este testimonialista, pues, tiene el privilegio de iniciar el diálogo. El transcriptor testimonial – señala Antonio Vera – se ubica ante el relato del otro, lo estudia, lo lee, y es entonces que lo escribe. La trascripción del testimonio oral es de hecho la inscripción de una lectura crítica de un pretexto.[23]

El testimonialista es el primer oyente. De él partió la iniciativa y eso le da ciertos derechos y libertades de cómo guiar la conversación por los caminos que encuentre oportunos. Él confía en su criterio. Ser intérprete del testimonio no es alterar o manipular la información. Es únicamente dirigir lo que el otro dijo. Debe haber una conducción a la plenitud del diálogo.

Vera León señala que “la trascripción testimonial se rige por el deseo de escribir una voz. La representación de la experiencia del “otro” se lleva a cabo, sin embargo, sometiendo su lenguaje a las normas lingüísticas, sintácticas y narrativas del transcriptor. De manera que  la escritura testimonial interviene en el relato del otro para mejorarlo.[24]

En la introducción de Francesca Denegri, sobre el testimonio de la líder vecinal Irene Jara, entre oratura y escritura, se debe priorizar lo primero, puesto que “difícilmente se puede “corregir” el lenguaje del informante sin vaciarlo de su especificidad, es decir, de las peculiaridades, huellas y marcas lingüísticamente sedimentadas a lo largo de casi cinco siglos de lucha por manejar un lenguaje impuesto por la cultura dominante.”[25]

Vera León habla de un lenguaje “bajo” y desaliñado del narrador informante. “Y este tiene que ser “elevado”. Dice que dar palabra al otro no es un acto de aceptación total. “Mas bien el transcriptor postula la incapacidad del sujeto oral para narrarse adecuadamente legitimando la trascripción del relato a formas cultas a través de la decantación”[26]

La decantación o embellecimiento del discurso son polémicos. El testimonio de Irene Jara no ha sido blanqueado, conserva una voz viva, ocurrente, característica de un castellano popular, mestizo. Pero ahora imaginemos el testimonio de “Padre Mío”, donde el testimoniante esquizofrénico presenta fragmentaciones en su discurso. ¿Qué hallamos en él que nos conmueva? Randal dice que el criterio, entonces, para escoger al informante, o a los informantes, es importante porque representa intereses. Además, el que escribe testimonios debe estar consciente de su papel como trasmisor de una voz capaz de representar a las masas[27] Para Beverley, hay géneros literarios que no pueden representar la experiencia oral, porque en cierto sentido serían traicionadas por estas.[28] Y es cuestionable la figura del escritor como héroe cultural.

Como dijimos anteriormente, todo ser humano tiene derecho a ser escuchado. Los intereses existen, es muy cierto. Además, los lectores tienen derecho a preferir ciertos testimonios e ignorar otros. La ideología detrás de los discursos es una realidad, pero hay algo que trasciende el signo ideológico y esto es la compasión humana. No en un sentido de lástima o menosprecio por el más débil, sino que busquemos interesarnos en las experiencias ajenas sin distinción alguna. Poder reconocernos en nuestras diferencias. Ese debe ser el ethos del testimonio: ver en cada ser humano una extensión de nosotros mismos, incluso en aquellos que merecerían nuestro desprecio. Siempre hay algo que nos conecta a todos por igual.

¿Todos los testimonios merecerían nuestra atención?  Quizás habrán unos más interesantes o bellos según nuestros cánones o tabla de valores, pero dichas apreciaciones son subjetivas, de orden cognitivo, pero en esencia nos interesamos en todas las voces, porque eso es lo natural, lo que nos corresponde como seres humanos comunitarios. Ése debe ser siempre nuestro ideal. Sueño difícil de cumplir, porque no nos alcanzaría una vida para conocernos todos, pero no debemos perder nuestra aspiración, el ideal de hermandad.

II. La problemática del testimonio

1.- Lo subalterno en el testimonio

Beverly señala que el testimonio es y no es una forma “auténtica” de cultura subalterna; es y no es narrativa oral; es y no es documental ; es y no es literatura ; concuerda y no concuerda con el humanismo ético que manejamos como nuestra ideología práctica académica; afirma y a la vez reconstruye la categoría del sujeto. [29]

El testimonio, dice él, está ubicado en la intersección de las formas culturales del humanismo burgués, como la literatura y el libro, relacionadas con la práctica del colonialismo e imperialismo y esas prácticas culturales subalternas que a menudo  constituyen su contenido narrativo – descriptivo: es una variante de lo que se solía llamar la dialéctica del opresor y oprimido en esa frase hecha – quizás anticuada ya – de la época de las luchas anticoloniales.[30]

El testimonio a partir de las revoluciones populares como la en México, India, etc.., propiciaron  -dice Achugar - que  voces silenciadas  por el sujeto central y que tenían otra historia para contar, una historia diferente y opuesta a la oficial encuentren participación ya no es el discurso imperial. La historia oficial si bien incluía al otro, lo hacía con una intención de no cuestionamiento de su hegemonía[31]

Depender de otros para comunicarnos, implica una situación de cierto desamparo e impotencia ante nuestra incapacidad. No sólo para el testimoniante, sino también para el basto público de lectores que tienen contacto con su testimonio a través del otro.  Es en el testimonio donde nos enfrentamos a dos cuestiones:

Por un lado tenemos la satisfacción de encontrar un hablante que podría haber pasado desapercibido, sino no fuera por la presentación de su testimonio y a su vez la angustia de saber que esta realidad se extiende a un sin número de testimonios que morirán en el anonimato y que nunca tendremos la oportunidad de conocer. Ahí tenemos más de 15, 220 testimonios recogidos por la Comisión de la Verdad, muchos de ellos archivados. Además, nunca viviremos la cercanía con el testimoniante, como la  privilegiada experiencia que tuvo el testimonialista al recopilar el testimonio.

La dependencia de un testimonialista, como puente como el otro, de alguna manera desagrada a ambos bandos. Ahí radica su polémica. Nos sentimos inmigrantes en un mismo país. Nos desconocemos entre nosotros mismos. El testimonio saca a la luz esta realidad, la confronta, pero además la corrige. Ser escuchado es el primer paso. Como se pretende ayudar si no conoces a la otra persona. El testimonio permite un cambio, pero lamentablemente éste avanza lentamente.

2.- El testimonio como verdad narrativa de un pasado

Formamos parte de la “cultura de la memoria”.[32] Jelín, señala que el recuerdo del pasado está incorporado de manera dinámica. Hay que tener presente una serie de elementos acerca del sujeto que rememora y olvida a través de todas las mediaciones de lo inconsciente - conciente, sentimientos, pudores, emociones, etc. Además, el pasado cuando es traumático, actúa negativamente en el presente del testimoniante y hace que tenga un contacto con la realidad conflictivo.[33]

La narración testimonial, dice Randal, siempre se basa en un hecho cierto.[34] Además, dice él, el testimonio tiene la posibilidad de reconstruir la verdad[35]  ¿El testimonio busca la verdad?

Giorgio Agamben señala que la verdad tiene una consistencia no jurídica. Esto quiere decir que “cualquiera de nosotros puede ser procesado, condenado y ajusticiado sin siquiera saber el porqué” Y esto se debe a que jurídicamente la ley no busca la verdad o la justicia. Tiende a la celebración del juicio, con independencia de ambas.[36]  Si esto es así, el testimonio reivindica esta verdad. La busca, pero en un sentido de honestidad con el discurso ajeno, porque con ello permite que el otro se exprese libremente. La verdad no implica una totalidad vivencial plasmada en un testimonio. Tendríamos que conocer a todas las  personas que tuvieron contacto con el hablante y aún así, reconstruir su mundo es un sueño divino.

4.- Ver al testimonio como discurso tercermundista postmoderno

Para Beverley, el testimonio surge del desencanto del proyecto modernizador  del estado nacional y una valoración consecuente de la heterogeneidad  y pluralidad. El testimonio surge en el contexto de una crisis de los partidos políticos, incluidos los de izquierda. Es así que el testimonio es una forma de propaganda [37]

Para Randal  el testimonio es una responsabilidad. El dice:

“Siempre existe la identificación, que proviene de nuestra ideología. Siempre se es servidor de los explotadores o de los explotados. La llamada imparcialidad, como la entienden los burgueses, no existe. Pero no se debe temer escribir una historia compleja, multidimensional. Si la realidad es multidimensional, así tiene que ser la historia que la refleja. Si la historia la hacen los pueblos, una sola voz difícilmente puede proyectarla. A veces una sola persona, por sus características, puede representar a un pueblo.”[38]

Decir que se pretende entender al subalterno totalmente a partir del testimonio no debe polarizarse en su contrario de que el subalterno no puede hablar. El testimonio es un acercamiento del discurso ajeno. En el camino podría fracasar, pero siempre debe encerrar dos valores: la sinceridad al interpretar su contexto histórico y valores culturales y la claridad del discurso. 

El testimonio permite que el otro se exprese. Busca ser un canal. Eso significa ser tolerante, ceder la palabra sin tanta esquizofrenia personal. El testimonio no puede albergar dos voces: la del testimoniante y encima los padecimientos y angustias personales del testimonialista. El testimonio forma parte del arte de la conversación, de aprender a escuchar y conseguir que los otros escuchemos más claramente.

Nadie niega el compromiso con la historia, con el otro marginado, golpeado. El compromiso esta en todos nuestros actos humanos, más aún cuando estos se relacionan con el discurso de los más desvalidos. Pero no podemos permitir que nuestra responsabilidad al testimonio, ubique el discurso en la propaganda del mártir. La verdad cae por su propio peso. Si el testimonio es transparente, mostrará lo que deba mostrar, denunciará lo que deba denunciar y conmocionará lo que deba conmocionar. Se hará notar por sí mismo. Es el testimonio el que habla, la responsabilidad está con la transparencia.

Achugar señala que “el testimonio es altamente ideológico y retórico. Es un espacio discursivo donde se representa la lucha por el poder de aquellos sujetos sociales que cuestionan la hegemonía discursiva  de los sectores ideológicos dominantes y detentadores del poder económico, político, cultural y social que han controlado históricamente la ciudad letrada[39]

El testimonio es un espacio discursivo para mucho más que una lucha. Es una conversación sincera con el otro. Obviamente van surgir denuncias. La injusticia es una característica de la vida y contribuir a que disminuya es un trabajo importante, pero no hay mejor cambio que el interno, el que surge a partir de una reflexión. Y si el testimonio contribuye con ello, estamos dando buenos pasos.

El hablante oral  no solo comunica dolor y frustración. Es cierto que se encuentra herido, pero mientras empieza a ser escuchado se libera y se descubren muchas más cosas, como su sorpresa ante el mundo, su confianza en la vida; a pesar de que ésta pudo haber sido muy dura. Vemos sus creencias, su respeto a la naturaleza, sus tradiciones y costumbres. Nos nutrimos con su esencia  y descubrir todo esto es también un gozo. No sólo es una obligación, un compromiso, una necesidad social. Es una dicha poder conocer su historia tanto tiempo oculta. Una satisfacción de que al fin pudo ser oído por mí y que esta comunicación me permite un acercamiento natural, espontáneo hacia él. Una emoción de que se tiendan puentes hacia una integración e igualdad a pesar de nuestras diferencias o el dolor del testimoniante. Hagamos del testimonio principalmente un espacio de reconocimiento, hermandad y solidaridad del uno con el otro.

BIBLIOGRAFÍA

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Ø VRIES, Roberto. http://www.robertodevries.com/informando.html

Ø VERA, Antonio, La trascripción testimonial

Referencias:

[1] SILVA, Santiesteban Rocío. Definición de testimonio. Clase de Seminario Latinoamericano, 2006 - I

[2] BURGOS, Elisabeth. Me llamo Rigoberto Menchú u así me nació la conciencia. Barcelona, Editorial Argos Vergara, 1983

[3] Taylor, Walter. Culture and life;essays in memory of Clyde Kluckhohn. Southern Illinois University Press, 1973

[4]FOUCAULT, Michael. El discurso del poder. Presentación y selección de Oscar Terán. México. Folios Ediciones, 1984, p. 12 - 50

[5] ARCE, Luz. El Infierno. Santiago, Planeta, 1993

[6] Comisión de la verdad

[7] ELTIT, Damiela. El padre mío. Santiago de Chile, Francisco Zegers, 1989

[8] BARRIG, Maruja. Cinturón de Castidad. La mujer de clase media en el Perú. Lima, Mosca Azul Editores, 1979

[9] Artículo publicado en la Voz On Line. SCHMUCLER Héctor en La resistencia del mal, Córdoba, 2001. Secc. Cultura.

[10] LEVINAS, Emmanuel. Totalidad e infinito. Salamanca, Sígueme, 1977, p.106

[11] POLO, Miguel Ángel. Ética Modo de Vida, comunidad y ecología. Lima, Editorial Mantaro, 2001, p. 44 -45

[12] VERA, León. Hacer hablar: la trascripción testimonial. Pág. 186

[13] VRIES, Roberto. http://www.robertodevries.com/informando.html

[14] BEVERLY, Jhon. Introducción. Revista de Crítica Literaria Latinoamericana. Año XVIII- N36 Lima – Perú 2do semestre 1992, P.7 y 8

[15] ACHUGAR, Hugo. Historias Paralelas/Historias ejemplares: La historia y la voz del otro. P. 56

[16] POLO, Miguel Ángel. Ética Modo de Vida... Ob.,cit. p. 44 -45

[17] RANDALL, Margaret. ¿Qué es, y cómo se hace un testimonio? P. 22

[18] RANDALL, Margaret. ¿Qué es, y cómo se hace un testimonio?...Ob.Cit. p. 26

[19] ACHUGAR, Hugo. Historias Paralelas/Historias ejemplares: La historia y la voz del otro..Ob.Cit. p 20

[20] Testimonio recogido por la comisión de la verdad y analizado por Roció Silva Santiesteban en el ensayo y futura tesis doctoral: El testimonio de Georgina Gamboa: Maternidad y basurización simbólica en el testimonio de una mujer afectada por crímenes de violencia política

[21] SPIVAK, Gayatri Chakravorty. ¿Puede el subalterno hablar? Orbis Tertius, Año III. N6, 1998, p 182

[22] VERA, Antonio. La transcripción testimonial.  Pág. 187

[23] VERA, Antonio. La transcripción testimonial. Ob. Cit. p. 188

[24] VERA, Antonio. La trascripción testimonial…, Ob.cit. p. 196

[25] DENEGRI, Francesca. Soy señora testimonio de Irene Jara de Marceliano. Lima. Instituto de Estudios Peruanos – Flora Tristán – El santo Oficio, 2000, p.18

[26] VERA, Antonio, La trascripción testimonial…p.196

[27] RANDALL, Margaret. ¿Qué es, y cómo se hace un testimonio?... Ob.Cit. p. 24

[28] BEVERLEY, Jhon. Introducción… Ob.Cit. p. 12

[29] BEVERLY, Jhon. Introducción. Revista de Crítica Literaria Latinoamericana. Año XVIII- N36 Lima – Perú 2do semestre 1992, p. 10

[30] Ibíd.

[31] ASHUGAR, Hugo. Historias Paralelas/Historias ejemplares: La historia y la voz del otro, p 54

[32] JELIN, Isabel. Los trabajos de la memoria. Madrid, Siglo Veintiuno de España Editores, 2002, p.9

[33] JELIN, Isabel. Los trabajos de la memoria …Ob. Cit. p. 12-18

[34] BEVERLEY, Jhon. Introducción…Ob. Cit. p. 16

[35] RANDALL, Margaret. ¿Qué es, y cómo se hace un testimonio?... Ob. Cit., p. 26

[36] AGAMBEN, Giorgio. Lo que queda de Auschwitz. Pretextos, Valencia, 2000 p.17

[37] BERVERLEY, Jhon Introducción… Ob.Cit.,p. 11

[38] RANDALL, Margaret. ¿Qué es, y cómo se hace un testimonio?... Ob.Cit. p24

[39]ACHUGAR, Hugo. Historias Paralelas/Historias ejemplares…Ob. Cit, p. 58

Ana Elena Costa Neyra

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