Crónica, épica y novela: La Historia verdadera de la conquista de la Nueva España y "El mundo nuevo" de Terra Nostra

Ensayo de Verónica Cortínez
University of California

 

ABSTRACT    .....

En este trabajo me propongo demostrar cómo el verdadero modelo genérico de “El mundo nuexw” (segunda parte de Terra NostraJ es /« Historia verdadera de la conquista de la Nueva España de Bernal Díaz del Castillo. Este texto presenta una vacilación contraría al espíritu épico de las demás crónicas d? Indias que la convierte en “la primera novela hispanoamericana”.

This article intends to show how the true generic model of El mundo nuevo' (the second part of Terra NostraJ is the Historia verdadera de la conquista de la Nueva España,, Ay Bernal Díaz del Castillo. This text contains a vacillation contrary to the epic spirit of the other Crónicas de Indias which makes it the first Spanish-American novel1, ¡n this novel, Fuentes exploits this fissure in order to give a neiv versión of the conquest.

La mayoría de los críticos de Terra Nostra aluden a la extraordinaria capacidad de síntesis de esta novela[1]. José Miguel Oviedo, por ejemplo, dice: “Terra riostra se propone en sí misma como un palimpsesto, como el resultado de una serie de lecturas y operaciones equivalentes realizada sobre el mundo cultural; leerla, es releer esos libros, revisar esas obras de arte, reexaminar la historia, recordar la suma de lo ya existente” (23; énfasis mío). Zunilda Gertel la llama “libro de libros” (70); Gustavo Sainz: “an encyclopedic narrative” (570); y Alien Josephs: “a literary map of the human psyche, of the soul” (563)[2]. A pesar de lo hiperbólico de sus comentarios, ninguno de estos críticos define con precisión los modelos genéricos presentes en la novela. Difícil tarea, claro está, ya que los límites entre la historia y la ficción son, en esta obra, extremadamente borrosos[3]. Como ha dicho el propio Carlos Fuentes en repetidas ocasiones, la literatura latinoamericana está profundamente arraigada en la historia, y el problema central del escritor es justamente superar lo ficticio de esta historia:

Ya hemos indicado algunos de los desafíos tradicionales para nuestra literatura: nuestra historia ha sido más imaginativa que nuestra ficción; el escritor ha debido competir con montañas, ríos, selvas, desiertos de dimensión sobrehumana... Re-inventar la historia... sólo el escritor, en América Latina, puede hacerlo.

                                                                                                                                                                       (La nueva novela hispanoamericana 95-96)

Pero junto a este gran desafío, la literatura tiene también una ventaja: la de poder corregir la historia pasada y llenar los vacíos de la versión oficial. Es decir, la literatura puede, y debe según Fuentes, “dar voz a los silencios de la historia” (“Discurso de recepción” 12)1.

Según Claudio Guillén, el género literario es una “invitación a la forma”[5]. La segunda parte de Terra riostra, “El mundo nuevo”, adopta claramente la forma de una crónica de Indias, un género que atañe tanto a la literatura como a la historia[6]. Esta segunda parte de la novela es el relato de un personaje que se identifica solamente como el peregrino. Se trata de una narración intercalada e independiente en laque se cuenta el descubrimiento del mundo nuevo. Este texto rescata las características esenciales del género de la crónica . La conexión más evidente entre este tipo de escritura y “El mundo nuevo” es el referente: todos estos textos tratan sobre el descubrimiento y la conquista de Indias. En “El mundo nuevo”; el peregrino relata su “terrible encuentro” con una tierra desconocida. También aquí se observa el motivo del viaje, estructura fundamental de un sinnúmero de crónicas. “El mundo nuevo” reproduce también, por ejemplo, el acto narrativo propio de muchas crónicas: así como el cronista se dirige explícitamente al monarca, el peregrino le cuenta su historia a un personaje a quien llaman Señor y que representa el poder en esta obra. Sin embargo, Fuentes acepta esta forma sólo para transgredirla. El verdadero significado de esta reescritura contemporánea de las crónicas radica justamente en estas transgresiones. En muchas de las crónicas impera el afán de conquista, benef icios y fama. En Terra Nostra nos of recen otras soluciones: el deseo, la imaginación y el amor. Ahora bien, “El mundo nuevo” no es el primer texto que problematiza el género de la crónica. La Historia verdadera de la conquista de la Nueva España de Bernal Díaz del Castillo ya rompe con algunas de las convenciones de estos viejos textos. Como para darle varias pistas al lector simultáneamente, Fuentes explica en Cervantes o la crítica de la lectura:

Si es cierto que en la literatura no se repite el milagro del génesis, sino que toda obra escrita se apoya en formas previas, más que comenzar prolonga y más que formar transforma, entonces lo interesante es considerar, en primer lugar, cómo se apoya la escritura en una forma previa. Si el nuevo texto respeta la norma de la forma anterior, la escritura sólo introduce diferencias denotadas que contribuyen a la norma de la lectura única.... Pero si el nuevo texto no respeta esa normatividad y la transgrede, no para reforzarla, no para restaurar ejemplarmente el orden violado, sino con el avieso propósito de romper la identidad entre significante y significado, de quebrantar la lectura única e instaurar en el abismo así abierto una nueva figura literaria, la escritura introducirá una diferencia connotada. Creará un nuevo campo de relaciones, opondrá la pasión al mensaje normativo, criticará y superará la epopeya en la que se apoya, vulnerará la exigencia de conformidad de la lectura épica (27-28).

En apariencia, Fuentes se refiere a la literatura en general. Sin embargo, este comentario alude, sutilmente, al proyecto en Terra Nostra. Más aún, también trata, de una manera velada y silenciosa, sobre la Historia verdadera, obra que no aparece citada en este libro pero que sí se menciona en la “Bibliografía conjunta”[8].

En este trabajo me propongo demostrar cómo el verdadero modelo de “El mundo nuevo” de Carlos Fuentes es la Historia verdadera de la conquista de la Nueva España. De acuerdo a la lectura de Fuentes, inédita hasta donde yo sé, la crónica de Bernal Díaz es “la primera novela hispanoamericana” (“History and Fiction in Spanish America”). Fuentes percibe en este texto una vacilación contraria a ese espíritu épico que, según él, es característico de la mayoría de las crónicas. La Historia verdadera es una épica que vacila porque no presenta el mundo mani-queísta y cerrado propio de la épica, sino un mundo contradictorio y ambiguo. La visión de Fuentes del texto de Bernal ilumina significativamente los fundamentos que componen la segunda parte de Terra Nostra. La Historia verdadera de la conquista de la Nueva España es, por así decirlo, la piedra de toque de “El mundo nuevo”.

Como se sabe, la Historia verdadera es un texto muy distinto del resto de las crónicas. Si bien el autor está consciente del modelo en el cual se inscribe su historia, el texto ironiza algunas de sus convenciones. La perspectiva distanciada de Bernal le permite experimentar con el género. En vez de dirigir su discurso al monarca como la mayoría de los cronistas, Bernal apela, en cambio, a “los curiosos lectores”. En esto coincide, por supuesto, con Cervantes en£/ Quijote. La motivación del texto tampoco es usual: Bernal decide escribir para corregir la falsa versión de la conquista de México divulgada por Illescas, Jovio y, sobre todo, López de Gomara. Por otra parte, Bernal escribe su historia muchos años después de acontecidos los hechos, una circunstancia que resalta el papel de la memoria en su texto. Al tener máá de 84 años (según afirma) en el momento de la escritura, lo narrado se tiñe de nostalgia por un tiempo perdido.

Fuentes asocia las crónicas de Indias con la épica. Según él, los conquistadores descienden del príncipe de Maquiavelo (algunos de ellos avant la lettre, claro está) y llegan al Nuevo Mundo con un espíritu de ganancia personal en busca de la fama: “Maquiavelo es el hermano de los conquistadores del Nuevo Mundo; El Príncipe es un elogio de la voluntad y una condenación de la providencia; es el manual para el hombre nuevo del Renacimiento que se propone ser el gobernante nuevo, sin herencias que dependan de la veleidosa Fortuna” (“Mugido, muerte y misterio: El mito de Rulfo” 13)[9]. Hernán Cortés es el gran ejemplo renacentista del espíritu maquiavélico, y sus cartas de relación dejan en evidencia su voluntad sin fisuras[10]. En este sentido, el conquistador se asemeja al héroe de la época clásica*

Las ideas de Fuentes sobre la época se basan claramente en las de Friedrich Hegel, quien es, por cierto, uno de los autores que se mencionan en Cervantes o la crítica de la lectura. Al escribir sobre la poesía épica, Hegel resalta varias características esenciales de este tipo de literatura. Para él debe existir, necesariamente, una afinidad entre el poeta épico y los hechos que narra: “Wenn nun der künstlerische Geist ein wesen-tlich anderer ist ais derjenige, durch welchen die geschilderte National-wirklichkeit und Tat ihr Dasein erhielt, so entsteht dadurch eine Scheidung, die uns sogleich ais unangemessen und stóren entgegentritt” (334). Bernal, aunque es un fiel soldado de la Corona, transmite a lo largo del texto la sensación de que la derrota del mundo indio implica también una pérdida. Él se siente escindido incluso al recordar a su mayor enemigo.

Sería el Gran Montezuma de edad de hasta cuarenta años, y de buena estatura y bien proporcionado, e cenceño e pocas carnes, y la color no muy moreno, sino propia color y matiz de indio, y traía los cabellos no muy largos, sino cuanto le cubrían las orejas, e pocas barbas, prietas y bien puestas e ralas, y el rostro algo largo e alegre, e los ojos de buena manera, e mostraba en su persona en el mirar por un cabo amor, e cuanto era menester gravedad. (XCI, 183-184)[11].

Según Fuentes, Bernal se ubica entre el mundo viejo y el nuevo. En esta resonancia se encuentra la ruptura de la épica de Bernal: uAs the tale unfolds the epic will vacilates between the astonishment of the discove-ry of an enchanted world and the bellicose obligation to destroy it”[12].

Otra de las características que señala Hegel se refiere a la sensación que produce la victoria en la épica clásica: u[Wir] beruhigen uns volls-tándig durch den welthistorisch berechtigten Sieg des hóheren Prin-zips über das untergeortnete, den eine Tapferkeit erficht, welche den Unterliegenden nichts übriglásst” (353). Si bien Bernal justifica el triunfo, su perspectiva abarca la visión de los vencidos. La empatia que siente por los indios —tanto nobles como plebeyos— no tiene cabida en el mundo unívoco de la épica. Los indios que describe Bernal no son estereotipos, como el buen salvaje. Son, por el contrario, capaces de actos terribles, pero también son inteligentes y moralmente justos. La imagen del enemigo varía con las circunstancias y no cae en definiciones simplistas. Tampoco los españoles se presentan de modo unidimensional, pues ellos también pueden cometer atrocidades y, al mismo tiempo, sentir miedo: “Antes de entrar en las batallas se me ponía una como grima y tristeza en el corazón, y orinaba una vez o dos, y encomendábame a Dios y a su bendita madre nuestra señora, y entrar en las batallas, todo era uno, y luego se me quitaba aquel temor” (CLVI, 414). El hecho que ésta sea una épica colectiva y no de grandes héroes introduce otra diferencia significativa. A diferencia de la épica clásica, aquí se presenta la vida de hombres humildes que son agentes de su propia historia[13]. Además, Fuentes percibe en las descripciones de Bernal un lamento por parte de los indios debido al quiebre de su misma unidad : “The conquest was also the victory of the other indians against the aztecs overlords. lt was the victory of the indian world against itself” (“History and Fiction”). Pero acaso más importante aún, ya que tiñe la Historia verdadera de modo definitivo, es la sensación en el propio Bernal de que la victoria no fue tal. Los verdaderos triunfadores de la empresa de la conquista de América no fueron, finalmente, los conquistadores.

Neither one really wins at the end. The institutions of Crown and Chúrch, of powér and faith, defeat both the vanquished and the victor, and éstablish in place of the vertical powér of the aztecs the equally vertical power structure üf the Spanish Habsburgs. The épic of the conquest was a shared defeat (“History and Fiction”).

Simone, al escribir sobre la épica homérica, afirma: “Le Fort n’est jamais absolument fort, ni le faible absolument faible, mais l'un et l’autre l’ignorent” (236). En la Historia verdadera ocurre lo contrario: Bernal atribuye a los personajes —indios y españoles— una conciencia más abarcadora, ya que ellos conocen tanto su fortaleza como sus debilidades. De esta manera, la conquista española no queda nunca justificada del todo pues ni los españoles son siempre buenos ni los indios siempre malos. El maniqueísmo no existe en esta obra.

A la épica, Fuentes opone la novela. En Cervantes o la crítica de la lectura llama a la épica “un tribunal sin apelación” (17), es decir, un universo cerrado y coherente, una visión unitaria de la realidad. La épica, en su normatividad, sólo permite una lectura única del mundo. La novela, en cambio, se funda en la pluralidad de lecturas. En ella “pueden coexistir todos los contrarios vistos simultáneamente desde todas las perspectivas posibles” (Cervantes o la crítica de la lectura 106). En la novela se representa una realidad abierta, un mundo inconcluso.

Las ideas de Fuentes sobre la épica y la novela coinciden con las de Mikhail Bakhtin. En sus escritos, Bakhtin contrapone ambos géneros y destaca la naturaleza polifónica de la novela. Se trata del género en el que intervienen distintos tipos de lenguajes que dialogan entre sí. Como aclara Donald Fanger: “The novel thus becomes an instrument of dialogue in this profound sense, not simply a dialogue of characters but of languages, social forces, genres, and historical times” (62). El diálogo, en este sentido, crea un mundo contradictorio y ambiguo en el que no hay una voz dominante. No es un mundo ya hecho, sino un mundo que está siempre haciéndose. Según Bakhtin, “the novel has become the leading hero in the drama of literary development in our time precisely because it best of all reflects the tendencies of a new world still in the making ’ (7; énfasis mío).

En vista de las ideas de Bakhtin sobre la novela, no es difícil entender que Fuentes llame a la Historia verdadera la primera novela hispanoamericana. Son varios los elementos novelísticos que él advierte en el texto. Hay, por ejemplo, un gusto por los detalles que desacralizan la figura épica. Durante la huida de Hernán Cortés en la noche triste, Bernal cuenta: “En aquella lama estaba Cortés peleando y se le quedó un alpargate en el cieno, que no lo pudo sacar, y descalzo el un pie salió a tierra; y luego le sacaron el alpargate y se lo calzó” (XXXI, 58). Bernal también se detiene en el “gossip” (como dice Fuentes) y en los rumores, como cuando habla de la mujer de Cortés:

Un hidalgo, que se dezía Hernando Cortés, natural de Medellín, que tenía indios de encomienda en aquella isla, e poco tiempo avía que se avía casado con una señora que se dezía doña Catalina Suárez, la Marcaida. Esta señora fué hermana de un Joan (Juárez, que después que se ganó la Nueva España fué vezino de México; e a lo que yo entendí, y otras personas dezían, se casó con ellas por amores. Y esto deste casamiento, muy largo lo dezían otras personas que lo vieron; y por esta causa no tocaré más en esta tecla (ms. Guatemala, XIX, 36-37).

Más aún, muchas de las alusiones de Bernal esconden un cierto tipo de humor torcido, ausente en la mayoría de las crónicas, y esto altera el tono de la obra: “Pudiera ser que los que dice el Gomara fueran los gloriosos apóstoles señor Santiago o señor san Pedro, e yo, como pecador, no fuese digno de verles, lo que yo entonces vi y conocí fue a Francisco de Moría en un caballo castaño” (XXXIV, 63-64). A Bernal le interesa la caracterización que humaniza, y por eso sus personajes no son guerreros alegóricos sino individuos concretos.

Por otro lado, la memoria desempeña un papel fundamental en este texto. Bernal recuerda los hechos de la conquista con nostalgia: “Saber yo aquí decir ahora con qué rabia y esfuerzo se metían entre nosotros a nos echar mano, es cosa de espanto, porque yo no lo sé aquí escribir; que ahora que me pongo a pensar en ello, es como si visiblemente lo viese” (CLII, 387-388). La memoria aparece como el vehículo que recupera, problemáticamente el pasado:

Y aunque parezca a los lectores que va fuera de nuestra relación esto que yo traigo aquí a la memoria antes que entre en lo del capitán Hernando Cortés, conviene que se diga por las causas que adelante se verán, e también porque en un tiempo acaecen dos o tres cosas, y por fuerza hemos de hablar de una, la que más viene al propósito (XVII, 32).

Como se sabe, tanto los recuerdos como el acto mismo de recordar marcan constantemente la Historia verdadera. Al final del texto Bernal incluso relata la opinión de los dos licenciados sobre su gran capacidad para recordar: “Sublimar y alabar de la gran memoria que tuve para no se me olvidar cosa de todo lo que pasamos desde que vinimos a descubrir” (CCXII, 658). Según Fuentes, los hechos parecen estar haciéndose, “in the making”, pues la memoria refleja un proceso continuo: “E yo me pongo a la postre, ya que estos soldados pongo aquí por memoria, y no a otros, porque en su tiempo y sazón los nombraré a todos los que se me acordare” (XX, 39). Finalmente, en mi opinión, Bernal mismo reconoce la importancia del lector cuando le pide que juzgue los énfasis con que cuenta su historia: “Miren los curiosos lectores esto que escribo, si había bien que ponderar en ello” (LXXXVIII, 177).

Gran parte de la crítica de Terra riostra, tanto positiva como negativa, ha notado la naturaleza abierta de la obra. Por otro lado, Gertel menciona, al pasar, la conexion entre esta novela de Fuentes y las crónicas de Indias: “Las crónicas de la conquista insertas en “El mundo nuevo” constituyen uno de los procesos de intertextualidad más interesantes y válidos” (71). Creo que no se trata, simplemente, de frases citadas. La relación entre “El mundo nuevo” y las crónicas es mucho más profunda. Como vimos, para Fuentes, la crónica es un género donde predomina la actitud maniqueísta de la épica. La Historia verdadera de la conquista de la Nueva España, en cambio, es única, ya que incorpora una visión pluralista y abierta que permite el asombro ante el descubrimiento de lo otro: “Y no es de maravillar que yo aquí lo escriba desta manera, porque hay que ponderar mucho en ello, que no sé cómo lo cuente, ver cosas nunca oídas ni vistas y aun soñadas, como vimos” (LXXXVII, 176), “El mundo nuevo” es, en este sentido, una crónica atípica e idealista cuyo modelo más cercano es el texto de Bernal.

Como señala Tzvetan Todorov en La Conquete de L´Ámérique, el tema principal del descubrimiento es la cuestión del otro. Sin embargo, en la mayoría de los escritos de los conquistadores, el otro aparece asimilado a los esquemas europeos. Gonzalo Fernández de Oviedo, por ejemplo, en el Sumario de la natural historia de las Indias describe a los habitantes del Nuevo Mundo valiéndose del modelo clásico de Plinio. La perspectiva de los españoles controla y limita su visión de esta realidad nueva. Oviedo y otros cronistas presentan, de esa manera, un mundo preconcevido y ya interpretado.

En “El mundo nuevo”, el peregrino contempla las tierras recién descubiertas con ojos verdaderamente nuevos ó, como él mismo dice, con “alucinados ojos” (458). A diferencia de los conquistadores que tratan de racionalizar todo lo que ven, el peregrino se enfrenta a este mundo con “asombro” y “admiración”; en todas partes observa “portentos” y “mirajes”. Los ojos y la mirada reaparecen con insistencia a través del texto, y el peregrino, comprende que su antigua manera de mirar le es aquí insuficiente: “Mi mirada espantada no sabía fijarse en detalles, todo lo quería absorber, todo lo quería entender, pero la turba de sensaciones me cegaba” (459). El peregrino cree, por momentos, qué su aprendizaje es cuestión de tiempo y que llegará, algún día, a entender el mundo nuevo: “Desarmado, yo mismo cautivo y mirando la suerte de otros cautivos, rechacé la tentación de condenar lo que ignoraba. Escasa era mi inteligencia de cuanto sucedía. Y acaso, me dije, debo esperar el término de mi peregrinación.... para entender esta tierra” (437-438). Pero esto no sucede. Al final de esta segunda parte, todavía se refiere a una “misteriosa unión” y “un enigma indescifrable” (494).    ;

Más que un descubrimiento, se trata, entonces, de un verdadero encuentro. El peregrino, a pesar de su origen, quiere entender la perspectiva del otro:

Nos miramos. Los miramos. Nuestros asombros eran idénticos, nuestra inmovilidad también. Sólo pude pensar que lo que en ellos parecíame fantástico —el color de la piel leonada y la lacia negrura de las cabelleras y la escasez de vello en los cuerpos— a ellos, por disímil, debía parecerles irreal en nosotros —mi luenga melena rubia, la cabeza enrizada y la barba cana de Pedro, la hirsutez de su rostro y la palidez del mío. Nos miramos. Los miramos. Lo primero que cambiamos fueron miradas. Y de ese trueque nació mi veloz, silente pregunta: ¿Nos descubren ellos... o les descubrimos nosotros? (384).

Al narrar su historia, el peregrino está siempre consciente de la presencia del otro, de que sus palabras deben considerar la interpretación de esos individuos enigmáticos. La idea de la aceptación del otro y la asimilación de la diferencia, en el más amplio sentido del término, es una de las preocupaciones centrales en la obra de Fuentes:

Knowledge ofthe other is essential to a ny poli tic worthy of the ñame, knowledge of the other signifiesimagination, understanding, senseof proportion and limits. Ignorance of the other signifies scorn, self-fulfilling prophecies, mirror images, paralysis and perhaps even genocide, hatred and extermination of what is not I, of what is not ourselves. We must try to bridge our differences without denying them, we are different, we are óthers... we cannot impose our visión of the world ón you, nór you ori us. (“History and Fiction”).

El discurso del mundo nuevo se enriquece, así, gracias a la pluralidad que entraña tomar en cuenta la posible perspectiva de los demás. El texto del peregrino intenta abrirse a las palabras del otro. Como dice Bakhtin a propósito de la novela polifónica: “There is almost no word that is without a tense sideward glance at someone else’s word” (cit. en Fanger 54). El interés del peregrino por lo ajeno le permite incluso adoptar ésa perspectiva nueva y llegar a verse a sí mismo como lo ven los otros, es decir, como un extraño: “Algo que no alcanzaba a precisar mé decía que no era así, que había algo más, y que debía llegar al sitio donde vivía el gran señor de esté mundo... para saber la verdad del orden que mi presencia extraña violaba a cada paso” (444-445). De esa manera, el peregrino se percibe desde fuera, y su presencia en México la describe como: “La intrusión de un hombre blanco en estas tierras”. Y luego agrega: “Soy un intruso aquí. Soy un intruso en un mundo desacostumbrado a la intrusión” (445). El mira a los nativos y, al mirarlos, vislumbra la manera en que ellos lo miran. La percepción funciona como un extraño espejo: el peregrino se refleja en los indios, pero en vez de ver su imagen conocida, intuye que le imponen distintas máscaras e identidades:

Sentí, Señor, que enloquecía: la brújula de mi mente había perdido su norte, mis identidades se desparramaban y multiplicaban más allá de todo contacto con mi mínima razón humana, yo era un prisionero de la magia más tenebrosa, la que en piedra figuraban en este panteón todos los dioses y diosas que no pude vencer en esta tierra, que con sus espantosas muecas se burlaban de mi unidad y me imponían su proliferación monstruosa (478).

Como señala parte de la crítica, la identidad es uno de los temas principales de Terra nostra. A diferencia de los conquistadores, que saben a ciencia cierta quiénes son, el peregrino desconoce su identidad. Desde el principio confiesa que no sabe su nombre y, con frecuencia, le pregunta a los demás “¿Quién soy?” (451). Es irónico que la conquista de México, sugerida por el modelo de la crónica, se transforme en la conquista de la propia identidad. Esta búsqueda del autonocimiento es un proceso abierto en el que interviene el diálogo de culturas planteado por el texto: el peregrino no sabe quién es porque no sabe, en definitiva, cómo lo ven los demás. La ausencia de criterios y verdades finales es lo verdaderamente nuevo en este mundo. Hay muchas respuestas posibles, pero ninguna es terminante.

Maya Schärer ha descrito Terra nostra como una “novela que se niega a escoger y descartar” (140). La pluralidad de lecturas posibles obliga al lector a ponderar, como diría Bernal, la ambigüedad de significados del texto. “El mundo nuevo” acepta el modelo que propone el género de la crónica, pero transgrede lo esencial de su espíritu. Esta reescritura es una nueva versión de la conquista. Así como la Historia verdadera incluye la visión de los vencidos, “El mundo nuevo” no sólo abarca, sino que se funda sobre la voz del otro. En este sentido, la segunda parte de Terra nostra se acerca al proyecto de Barbara Johnson cuando dice: “The difficulty and the challenge is how to adopt a perspective that truly enables the other to speak without appropriating the other’s speech” (“Desconstruction: Reading and Rhetorical Structures”).

En la lectura de Fuentes, la Historia verdadera es “a mysterious lament for the opportunities lost by the men of the conquest” (“History and Fiction”). “El mundo nuevo” lleva esto al extremo, y se presenta como esa crónica que nunca fue. El género de la novela —pluralista, contradictorio y ambiguo— es, como dice Fuentes, “la arena privilegiada” en la que se conducen los grandes debates de la sociedad (cit. en Rushdie 103)1'1. En ese ámbito de la imaginación, todo es, de verdad, posible: el mundo unívoco de la épica puede abrirse y llegar a incluir, precisamente, aquello que le es contrario.

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Notas:

[1] Carlos Fuentes, Terra riostra (Barcelona: Editorial Seix Barral, 1977). Todas las citas textuales seguirán esta edición y sólo se indicará el número de página correspondiente.

 

[2] Se podría seguir citando reacciones no menos interesantes: “Y algo más todavía que diré citando a Juan (Goytisolo). Tu novela constituye ‘uno de los grandes monumentos de la novelística escrita en nuestro idioma’ ” (Ramón Xirau 28). El mismo Juan Goytisolo escribe: “Fuentes procede a un ‘saqueo cultural’ sistemático de todo el ámbito de la lengua castellana, a la manera de Joyce y Picasso” (250). Es curioso que, además, la gran mayoría de los críticos aluda al número exacto de páginas que tiene la novela. Es cierto que es larga, pero también lo es, por ejemplo, Don Quijote, y nadie insiste en recordarlo. El largo de la novela parece incluso justificar, para críticos como Pere Gimferrer, comentarios como éste: “Se trata de un atentado contra el lector, de una manera de explotarlo: ¿a qué título leer un texto cuyas gratificaciones son proporcionalmente inversas a las exigencias que por su volumen éste plantea” (62).

 

[3] Juan Goytisolo aclara: “Para Fuentes, historia y literatura se confunden: la historia puede ser leída como literatura y la literatura como historia. Al construir la fábrica de la novela con elementos de una y otra, el novelista nos muestra ‘su voluntad de servirse sin exclusiones y sin escrúpulos de toda realidad como instrumento de trabajo’ ” (237).

 

[6] Muchos críticos han tratado este tema. Alazraki, por ejemplo, aclara con respecto a Terra nostra; “To repeat history as the textbooks tell it would be a redundancy; it would also be fastidiously prolix. Besides, history is history and fiction is fiction, and even though history is a form of fiction —Lévi— Strauss dixit— its methods are different from those of fiction proper. The line of inquiry in history is documentation; the method of fiction is imagination; and although the historian uses imagination and the novelist also relies on documentation, there are clear degrees of differences. The historian strives to view the past from the past; the writer seeks to understand the past f rom the present. The order of history is chronology; the order of fiction is a simultaneous time that seeks to reveal a face denied to chronology” (“Terra nostra: Corning to Grips with History” 557). Ver también: Roberto González Echevarría, “Colón, Carpentier y los orígenes de la ficción latinoamericana” 439-452.
 

[7] Debo aclarar que utilizo el término “crónica” en su acepción más general. En “Cartas, crónicas y relaciones del descubrimiento y la conquista”, Mignolo clasifica, con gran precisión, los tipos discursivos y la formación textual de esta prosa narrativa. Esta necesidad de orden surge, claro está, de una confusión histórica. Después de casi cinco siglos, los lectores apenas distinguían entre las distintas modalidades como relación, crónica, historia, carta de relación y otras. Fuentes, al escribir “El mundo nuevo”, también descarta las diferencias entre una y otra modalidad y retiene los rasgos que, para los lectores de hoy, conforman los textos del descubrimiento de América.

[8] Al final, Fuentes explica de este modo la razón de la “Bibliografía conjunta”: "En la medida que el presente ensayo y mi novela Terra Nostra, nacen de impulsos paralelos y obedecen a preocupaciones comunes, indico a continuación la bibliografía gemela de ambas obras” (Cervantes o la crítica de la lectura 111).

[9] Gimferrer, siguiendo las ideas de Jacques Lafaye, niega el planteamiento de Fuentes: “Contra los que describen y exponen así Terra nostra como Cervantes o la crítica de la lectura, el conquistador no era un ‘hombre típico del Renacimiento’. Por el contrario: el conquistador es un hombre feudal rezagado que encuentra en América el último lugar propicio para poner en práctica su habitual modo de vida” (63)

[10] .Ante la realidad de la conquista, Fuentes imagina la posibilidad de una historia distinta: “Los conquistadores de las Amé ricas viajaron con los libros de caballerías, esos ‘libros de los valientes’, como los llama Leonard, cuyas hazañas andaban, finalmente, al alcance del español común y corriente en las islas esmeralda del Caribe, en la meseta de polvo v piedra del Anáhuac, en las afiebradas selvas de Darién y en las arenosas costas del Perú. Mejor habrían hecho en llevar consigo Lo Celestina de Rojas” (Cervantes o la crítica de la lectura 48)

 

[11] Finalmente, después de siglos de gran confusión editorial, el Instituto Gonzalo Fernández de Oviedo publicó, bajo la dirección de Carmelo Sáenz de Santa María, una edición crítica confiable de la Historia verdadera de la conquista de la Nueva España (Madrid: Consejo Superior de Investigaciones Científicas, 1982). Esta edición incluye en la primera columna el manuscrito “Remón” (reconstruido a través de la edición de 1632 y del manuscrito “Guatemala”, y en la segunda el manuscrito “Guatemala” en su integridad actual. También consta de otras secciones con todas las modificaciones v correcciones (tanto de Bernal como de don Francisco, su hijo) presentes en el manuscrito “Alegría” (“puesta en limpio” realizada por don Francisco que no llegó a editarse nunca). En la edición crítica de Sáenz de Santa María se moderniza la ortografía en la lectura restauradora de “Remón” y se respeta la grafía de “Guatemala”. Todas las cifras textuales provienen de esta edición. Me atengo siempre al ms. Remón, y señalo cuando las notas provienen del ms. Guatemala. Con el propósito de facilitar la localización de las citas en otras ediciones, daré la referencia al número del capítulo y a la página correspondientes. Para una lista de las diferentes ediciones conocidas del texto de Bernal Díaz del Castillo, verla introducción a la edición de Porrúa de Joaquín Ramírez Cabañas (XXVII-XXXI). Julio Caillet-Bois aclara, con precisión, la compleja problemática en torno a los diferentes manuscritos (201-204). Ver también el “Apartado primero” de Sáenz de Santa María
(XXXVII).

 

[13] Fuentes enfatiza, una y otra vez, la diferencia genérica: “This is a falteringepk:, and an epic that vacillates is no epic at all, it is a novel, and the novel is a contradictorv and ambiguous world” (“History and Fiction”).

 

Ensayo de Verónica Cortínez
University of California


Publicado, originalmente, en: Revista Chilena de Literatura Núm. 54 Abril 1999

La Revista Chilena de Literatura, fundada en 1970, depende de la Facultad de Filosofía y Humanidades, Departamento de Literatura, de la Universidad de Chile

Link del texto: https://revistaliteratura.uchile.cl/index.php/RCL/article/view/40057

 

Ver, además:

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