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Vigencia de la vida y obra de Carlos Luis Fallas

Adriano Corrales Arias
hachaencendida@gmail.com

 

Con los pobres de la tierra quiero yo mi suerte echar

José Martí.

 

Es bien sabido en la crítica literaria que la vida no determina la obra de un escritor. El autor no tiene nada que ver con el texto. Y sin embargo, mucho, más de lo que uno se imagina. Porque también es sabido, por quienes ejercemos este oficio, que no hay obra literaria donde no se plasme, de una u otra forma, la  biografía del autor. Por supuesto, los rasgos biográficos son encubiertos por los recursos literarios de tal manera que se desdoblan en diferentes personajes, acciones o imágenes. Es lo que los críticos contemporáneos definen como la difracción poética, o artística.

 

En el caso de Carlos Luis Fallas Sibaja (1909-1966), mejor conocido como Calufa, cuyo centenario de nacimiento celebramos este miércoles 21 de enero, la relación anterior se torna más compleja. Porque Carlos Luis Fallas fue más que un escritor. Mejor dicho, no fue el escritor profesional al que todos aspiramos, sino un militante político que hubo de ganarse la vida en diferentes oficios (zapatero, peón campesino, trabajador bananero, ferrocarrilero, albañil, etc.) y que terminó siendo el gran escritor que hoy todos reconocemos. En otras palabras, su actividad vital tuvo tres grandes frentes: el militante, dirigente político y sindical que hubo de improvisarse como jefe miliar; el asalariado y desocupado; y el escritor nacido por vocación periodística y de cronista.

Carlos Luis Fallas

Salvo algún historiador que insiste por allí en negarle valor literario a la obra de Fallas Sibaja, en general la crítica nacional y de más allá, coincide en los méritos de la narrativa de un escritor que no se lo creía. Joaquín Gutiérrez nos contaba que “Calufa” no se llevaba bien con los intelectuales, es decir con escritores o artistas que habían hecho carrera académica, aunque, en algunos casos, los leía y admiraba. Cuando se le comentaba algún aspecto teórico o estético acerca de la literatura o el arte espetaba: “a mí no me gustan esas carajadas intelectuales”.

 

Pero, regresando al asunto de la calidad literaria de su obra, no hay duda de que un escritor cuya opera prima sea Mamita Yunai (1941) puede ya darse por satisfecho. Es que esa novela, procedente de un informe político al partido y de un reportaje periodístico, y gracias a la lectura de esa gran intelectual conocida como Carmen Lyra (María Isabel Carvajal), deviene en la gran novela social del siglo XX en Costa Rica. Pero va más allá: se convierte en la epopeya que identifica a la clase trabajadora luchando por sus derechos ante la empresa transnacional del imperio. Ello sin perder categoría estética a través de un lenguaje popular pero bien elaborado, por tanto poético.

Si releemos sus Gentes y gentecillas (1947) o Mi Madrina (1950) encontraremos los rasgos más significativos de lo “costarricense” en personajes y lenguajes procedentes de la plaza pública, es decir, de los sectores populares, que son, en definitiva, los que le otorgan base a las identidades de un pueblo y una nación. En ese sentido Fallas Sibaja supera el costumbrismo y la mimesis de un realismo trasnochado. Con su Marcos Ramírez (Aventuras de un muchacho) (1952) definitivamente se instala en la galería de los grandes personajes de nuestra literatura. Por ese texto muchos lo han señalado como nuestro Mark Twain. La picaresca popular le da vida a un personaje alajuelense que, por esa misma condición, deviene en un personaje nacional y universal. Y para remachar después de su muerte nos deja los Tres cuentos (1967) suficiente para pasar al mejor repertorio de la narrativa nacional. El vigor  y la precisión narrativa del cuento Barreteros bastaría para considerarle como un gran cuentista. Por último, nos dejó una crónica que aún está por editarse y reconsiderarse, sobre el asesinato del campesino Gil Tablada en Guanacaste. Y sus discursos, de los cuales no me ocupo ahora por carencia de espacio.

En cuanto a su vida de luchador social, político y militar, recordemos algunos de sus rasgos y démosle contexto respecto de nuestros días: En 1931 se funda el partido Comunista en el cual se alista el joven Calufa con apenas 22 años. No hay duda de que dicha organización política, a pesar de sus desviaciones y dependencia de criterios internacionales, jugó un papel de suma importancia para la consecución de los derechos laborales, sindicales y de soberanía que hoy disfrutamos. Justamente ante la contrarreforma neoliberal, hoy precisamos de una nueva organización política que reivindique y defienda esos derechos y despliegue una plataforma nacional con un proyecto de país más inclusivo y solidario.

 

Recordemos que la fundación del Partido Comunista Costarricense se da en el marco de una crisis general del capitalismo conocida como la Gran Depresión del 29. En Costa Rica la tasa de desempleo aumentó entonces. Calufa organizó marchas de desocupados pues él mismo arrastraba esa condición como zapatero que fue. Hoy día, la crisis se cierne sobre el sistema capitalista transnacional amenazando la estabilidad social y política en nuestros países y en la misma metrópoli imperial. La organización y movilización  popular será indispensable.

 

En 1934 le encontramos en el Caribe organizando a los trabajadores bananeros para mejorar sus condiciones de vida. La tristemente célebre United Fruit Company y el gobierno de Ricardo Jiménez se oponen a las demandas de los trabajadores. Se inicia entonces la Gran Huelga que se prolonga por tres severos meses. Los trabajadores se agrupan en torno al partido pues no poseían sindicatos, la misma huelga gana ese derecho entre otros de índole laboral y sanitaria. Queda demostrada la necesidad de la lucha organizada de los trabajadores porque las clases dominantes y las empresas transnacionales no ceden ni regalan nada. Hoy, luego de la pírrica victoria de los sectores hegemónicos a través del fraude para imponernos un TLC con Estados Unidos, el ejemplo de aquellos trabajadores y de Calufa es un referente histórico para los desafíos que nuestro pueblo habrá de afrontar.

 

En 1940 se inicia la Segunda Guerra Mundial  (hoy dichas guerras se realizan localmente: Afganistán, Irak, Gaza, etc., para no hablar de las intervenciones del imperio en América Latina). En ese período la gran alianza obrera con un sector de la oligarquía y la iglesia católica permite la aprobación de las reformas sociales que generan la creación de la Caja Costarricense de Seguro Social, el Código de Trabajo, Las Garantías Sociales, La ley de casas baratas, el impuesto sobre la renta y la creación de la Universidad de Costa Rica. Carlos Luis Fallas luchó tenazmente como regidor municipal en Alajuela, y luego como diputado nacional, por esas conquistas.

 

En 1948, como el mismo Calufa lo dice en su autobiografía, se improvisó como jefe militar de las tropas gobiernistas y de su respetada columna de “linieros” del sur. Luego de la derrota militar, que no política, es encerrado en la Penitenciaría Central donde casi es fusilado si no es por la denuncia nacional y la solidaridad internacional. Ojalá que nuestro país no tenga que llegar de nuevo a un enfrentamiento bélico para dirimir sus diferencias. Pero si se nos impone una disyuntiva como ésa, deberemos recurrir al espíritu de lucha de Carlos Luis Fallas, insigne trabajador, político, ciudadano y escritor.

 

Adriano Corrales Arias
hachaencendida@gmail.com

 

Los textos elaborados por prestigiosos escritores permiten agregar otros materiales, en este caso dos videos disponibles, de tiempo atrás, en la web y 5 fotos.  Editor de Letras Uruguay, Twitter: @echinope

 

Escuche la voz de Carlos Luis Fallas en una entrevista antes de su muerte

 

 

 

 

 

 

 

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