"Soundtrack", poesía de Felipe Granados 

Soundtrack extemporáneo 
Adriano Corrales Arias

"Soundtrack", poesía de Felipe Granados, Ediciones Perro Azul, 2005

Soundtrack” es el primer libro de Felipe Granados, un poeta ya conocido por la bohemia josefina y sus esquinas más oscuras. También por los jóvenes poetas y algunos críticos, debido a su presencia en lecturas, talleres, ciertas revistas y periódicos; pero especialmente, por el lanzamiento audiovisual de que fuera objeto antes de esta publicación.

Dividido en cinco partes, el libro se desliza por la música de toda una época, especialmente ochentera mezclada con los noventa (cruce de Jim Morrison con Sui generis y Fito Paéz), con reminiscencias del “blues and rhythm” y del jazz y sus infaltables “covers”. Por el poemario desfilan, además de los ya citados,  músicos, grupos y cantantes insignia para el autor como Miles Davis, Nine Inch Nails, Pink Floyd, Presuntos implicados, Red hot chili peppers, John Lennon, Pedro Aznar, Queen, Pearl Jam, Astor Piazzola, Billie Holiday, José Alfredo Jiménez, The Cure, Mecano, John Lee Hoocker, entre otros.

Concebida cual banda sonora “de la vida”, es decir, como producto cinematográfico del alucín de la realidad que se proyecta en la caverna platónica posmoderna, con sus inevitables guiños televisivos tipo vídeoclip musical y “spots” publicitarios, la poesía de Granados se transmuta en el discurso poético de la música popular, principalmente anglosajona, de un período fundamental para occidente (último cuarto del siglo XX); con las secuelas musicales de la ya mítica Rebelión de las flores y del “Peace and Love” iniciada en los sesenta en San Francisco, California, con un perfil de vida contestataria, pero romántica e idealista, trasegando nuevos iconos e himnos, así como la humareda de la hierba sagrada y los alucinógenos.

No en balde el autor recurre a sus autores preferidos, los Beatniks, anunciadores de la rebelión hippie, principalmente al traído y llevado, y nunca bien ponderado, Charles Bukowsky, especie de alter ego del hablante de este álbum doble granadiano, a quien rinde un justo y necesario homenaje con su “hermosa máquina de odio”. Esa mezcla de corrosividad beatníka sazonada en la cocina de Charles y aderezada con la gruñona, y a veces grosera pose rítmica del rock y la metálica, con su innegable fondo punk y funk en unas luces ská que retornan y se mecen con la trompeta de Miles, o en la voz gangosa de John Lee, es la apuesta poética de Felipe, quien nos entrega una poesía depurada, sintética y contenida, es decir, sin excesos discursivos.

Soundtrack” es poesía de paso entre la habitación de motel de mala muerte, cantina chichera, discotheque sin luces, casa abandonada, callejón sin salida y fatiga asmática de los amantes luego del último pase, o de los músicos al final de la última nota. Por ello no se escapa de cierto tufillo decadente y trasnochado que desentona en algunos ángulos escatológicos. Sin embargo, nos hereda poemas memorables como el ya citado “Pretty Hate Machine”, además de “Who wants to live forever”, “Balada para un loco”,  Porque yo no he venido aquí a hacer dormir a nadie”, “Lovesong for a vampire”, y el exquisito “One bourbon, one scotch, one beer”.

Al final me queda la sensación de cierta extemporaneidad del poemario en términos de la “actualidad” de su planteamiento. Posiblemente se deba a que muchos de sus poemas los conocía a través de diversas lecturas “unplugged” del autor, o, probablemente a que muchos jóvenes poetas, conociendo también la “música” del poeta Granados, han abusado, hasta la saciedad, de esa temática y de algunas de sus formas poéticas en el plano de la canción/poema y viceversa.  No quiero decir que sea un poemario desactualizado, ni mucho menos, de eso se encargará el “tiempo”, simplemente deseo expresar mi sensación de haber asistido reiteradas veces al concierto y a muchas de sus salas de cine. Por supuesto, estamos en presencia de un poeta maduro ya en su ópera prima, por lo que esperamos, desde ya, su segunda publicación.

Ah, se me olvidaba preguntar a los editores: ¿Tanta página en blanco al final del libro fue premeditado como una libreta de apuntes para el lector, como homenaje al pentagrama vacío, o como simple material de relleno?

Adriano Corrales Arias

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