La penúltima estación (Costa Rica: Arboleda, 2008). Aforismos de Francisco Rodríguez - de Gabriel Vargas Acuña - Catedrático ITCR - por Adriano Corales Arias

Aunque sean muchas las huellas de nuestro paso errabundo y trashumante, y muchos nuestros rodeos y peregrinaciones, y aunque estemos extraviados en montañas y desiertos, siempre anclamos en la penúltima estación (17). 

I. Aforismos en la teoría literaria

 

Según el diccionario general, aforismo es una sentencia breve y doctrinal que se propone como regla en una ciencia o arte.

 

La preceptiva literaria[1], consideraría el aforismo como una obra didáctica, es decir que impulsa ideas pero que no tiene por sí belleza ni creatividad sino simplemente utilidad.   En ella no cabe lo poético y lo imaginativo.

 

Los aforismos tradicionales (los propios de la medicina, la  diplomacia, el derecho) se consideran así  porque una comunidad (un foro) los aprobó y son por tanto de aplicación general.  Mediante ellos se condensa sabiduría que, por otra parte, está ampliamente respaldada en el conocimiento disponible.

 

Un célebre aforista como Ramón Gómez de la Serna, que se atribuye el género denominado greguería[2], dice que este es una forma de unir humor y metáfora.  De paso, señala Gómez que las greguerías surgen en toda clase de obras y que toda clase de autores de todas las épocas las han hecho.  En cierto sentido, las greguerías son aforismos; no obstante, aunque estos últimos casi siempre tienen metáfora no siempre tienen humor.

 

En síntesis debe reconocerse que hay espacios libres en la literatura y que no todas las prácticas literarias pueden clasificarse en esos rígidos moldes que venimos preparando desde los tiempos de Aristóteles.

 

II. Libros de aforismos de Francisco Rodríguez

 

Francisco Rodríguez (San Carlos, Costa Rica, 1956)[3] ha publicado poesía, ensayo y varios libros que clasifica como aforismos. 

 

El ángel de la salmuera (2003)

Fauces (2006)

El sopor de la canícula (2007)

La penúltima estación (2008)

 

En realidad es una sola obra por entregas.  Francisco nos descarga de vez en cuando una carretada más de sus reflexiones existenciales, bibliográficas, humanas.  No hay orden ni tregua.  Piensa permanentemente y por tanto se llena de reflexiones que debe comunicar.

 

El mismo Rodríguez, en declaraciones al períodico San Carlos al día[4], señala sobre sus aforismos en general: " El lector no tiene que estar de acuerdo con mis reflexiones. Busco en todo momento que aborde la lectura con mente abierta y crítica, que no condene". Con respecto a uno de los libros, Fauces, Adriano Corrales señala: “Este volumen posee ferocidad, amargura, tedio y tristeza, algo de melancolía y cierto humor ácido

 

Francisco Rodríguez, tanto como otros autores de aforismos, lo que hace es entregarnos por adelantado las perlas, muchas veces sin recubrirlas de ningún adorno ni de insertarlas en esos laberintos a veces arduos de recorrer que son las obras especializadas de filosofía, historia o ciencia política. 

 

III. El aforismo en La penúltima estación

 

Una primera observación de este último libro nos evidencia que los textos no tienen extensión definida. Oscilan entre una línea y una página.  Con gran frecuencia un párrafo largo; de vez en cuando algunas páginas.

 

Se trata de breves reflexiones, a veces narrativas, a veces expositivas, con frecuencia poética.

 

Un medio centenar de autores se citan en esta obra, casi siempre en forma de paráfrasis y sin el aparato crítico que se acostumbra en los textos especializados.  Esto es porque poetas, filósofos y otros sabios y sabias de esta laya se consideran como gente de confianza, como arrieros del mismo camino.

 

Emile Cioran, controvertido nihilista, Charles Baudelaire, radical poeta, Lucio Séneca,  severo moralista, Federico Nietzche, acervo crítico, Arthur Schopenhauer, profundo pesimista, Mircea Elíade, englobante explicador del mundo, son los que más frecuentemente se asoman a sus páginas.  La filiación de estos autores nos da una pista: estamos trabajando sobre textos polémicos, agudos, beligerantes, duros de roer.

 

Basándome en textos específicos de La penúltima estación, quisiera derivar una definición de aforismo, algunas de sus condiciones,  sus principales temas,  los recursos formales que se aplican y algo sobre lo que parece ser la principal función de ese tipo de textos en el universo literario.   Junto al concepto que me atrevo a enunciar, señalo en superíndice algún texto que lo ejemplifica[5], siempre y cuando esto pueda verse en una cita.

 

1.      Concepto de aforismo:

  • Sentencias rotundas dotadas de imagen. 497

  • Filosofía expresada con trucos literarios. 481.

  • Pensamientos inusitados. 109

  • Sabiduría más ironía. 98

  • Síntesis que nos deja maravillados. 149

2.      Condiciones del aforismo:

  • El humor no es imprescindible pero frecuente. 161

  • Función “moralizante.”235

  • Más que reflexiones son tareas de reflexión para el lector188.

  • Hallazgos que se logran y son exhibidos de inmediato.12

  • Deja flotando una idea para futura reflexión 161

  • Bombardeo de conceptos e imágenes

  • Textos para leer más de una vez.

  • Reflexión sin continuidad.510

  • Amorfo y por ello desconcertante

  • Perspectiva propia del escritor. 42

3.      Temas de los aforismos:

  • Ironía, más bien sarcasmo. 315

  • Angustias filosóficas de nuestro tiempo.

  • Escepticismo 538

  • Destrucción de los ídolos 338

  • Anarquismo 535

4.      Recursos literarios del aforismo:

  • Relatos de introspección del yo. 193

  • Referencia a un interlocutor. 133

  • Paradojas. 619

  • Paráfrasis. 624

  • Citas oportunas. 94

  • La visión carnavalesca del mundo solemne420.

  • Gotas de cinismo. 172

  • Palabras fuertes cuando hace falta. 330

  • Variaciones de un tema. 235

  • Buen humor, aunque el tema sea pesimista. 133

5. Función del aforismo

 

  • Impulsar ideas de justicia393

  • Ideales para leer bajo estados de tensión que disminuyen la capacidad de continuidad 136

  • No para hallar una supuesta y paradójica verdad, sino para desentrañar en lo que nos hemos convertido 542

  • Rescatar intuiciones 613

  • Borronear las carencias filosóficas 152

  • Enmendarle la plana a los ingenuos, aunque sean famosos 338

IV. El aporte de los aforismos de Francisco Rodríguez

 

Rodríguez nos viene entregando, un año sí y otro también, una obra considerable en extensión y en importancia conceptual y estética.  Sus aforismos son filosofía y poesía libre.  Son relatos de un mundo interior en cuyos pasillos el estudioso se entrecruza con poetas y pensadores y con ellos dialoga para extraer pequeñas partículas, como quien extrae oro de un profundo río.  Estas preciosas astillas nos las entrega poco a poco como los coligalleros de nuestras montañas.

 

El aforismo es un material tan precioso que no requiere mayores presentaciones ni  insertarse en esos laberintos a veces arduos de recorrer que son las obras especializadas de filosofía, historia o ciencia política.   Ellos valen por sí solos.

 

En los libros de aforismos, Francisco se preocupa siempre de ponernos en situación como pensador que ejerce en Costa Rica.  Cuando comenta a los graves filósofos y escritores de ultramar, se asoma junto con la fisga nacional, su situación social y familiar y el paisaje lluvioso y plácido de esa zona norte donde nació y donde realiza su labor literaria y educativa.

 

Ensayos breves, poemas en prosa cargados de concepto, reflexiones sólidas pero no solemnes, discusiones no siempre amistosas con autores, sentencias graves sobre nuestra realidad social y cultural, visiones irónicas, sarcásticas, sardónicas.   Agudas intuiciones sobre esta nuestra existencia, premoniciones visionarias sobre nuestro destino como pueblos y como individuos.  Es un maremágnum sin bordes esta obra que está entregándonos Francisco.  Leyéndola nos llenamos de nuevos problemas intelectuales, nos complacemos contemplando desde su torre en la llanura la cultura universal, su particular manera de paliar la angustia ante el mundo.  

 

El  nos ha dicho que  El aforismo es ideal para los espíritus abúlicos, poco sistemáticos y que gustan de la trashumancia y los malos olores. 136

 

Es evidente que el aforismo también permite definir por negación. No se trata de abulia, porque ni siquiera el sopor de la zona norte por las tardes después del aguacero, le permite la abulia, esa pereza indolente que se mete en el alma y oxida el cuerpo.  Todo lo contrario, sus aforismos son evidencia de aguda y constante inquietud intelectual y deseo de transformación del statu quo.  Si es cierto lo no sistemático, porque el espíritu travieso del autor no se encasilla ni en tendencias ni en géneros literarios y se mueve, ni como deportista o poseído, sino como caminante plácido por las llanuras y las montañas del pensamiento universal.  A cada rato encuentra una coincidencia, una diferencia, un punto falso o un punto sólido y entonces, como buen entendedor, lo saca, lo mira al sol y lo pone en el saco que luego traerá para mostrarnos.

 

Termino con mi aforismo preferido.

 

Afuera brilla la luz mortecina del sol filtrada por unas nubes fugitivas; el viento mece en suaves ráfagas las ramas del corteza amarillo; los niños ya no juegan más en el ground vecino y la hamaca colgada en una rama del mango poco a poco alcanza el centro de la quietud.  Al fondo, la pequeña plaza de fútbol de mi adolescencia y más allá, aspero y lánguido, el viejo trapiche, donde transcurrieron las horas más felices de la infancia.   Las voces se apagan y el crepúsculo llega preñado de silencio.  Rosy navega en un sueño largo y el niño duerme plácidamente en su moisés. Terminan las estaciones del estupor amargo.  Silencio.  Fortaleza.  Firmeza, Todo renace de nuevo. 193

 

Hay mucho más que leer y meditar en esta que es apenas la penúltima estación.


Referencias:

 

[1] Juan Rey. Preceptiva literaria. España: Sal Terrae, 1981.

[2] Ramón Gomez. Greguerías. Salamanca: Anaya, 1966.

[3] Francisco Rodríguez Barrientos es investigador y docente en el área de Ciencias Sociales en la Sede Regional de San Carlos del Instituto Tecnológico de Costa Rica.

[5] Foliación de estas notas pertenece a: F. Rodríguez. La penúltima estación. Costa Rica: Arboleda, 2008.

Adriano Corrales Arias

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