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(Poesía de Mainor González, Arboleda, 2011)
 

El desaire del agraviado
Adriano Corrales Arias
[1]

 

Los hijos del desarraigo o del desasosiego. Así bien podría conceptuarse la generación de poetas que acompañan a Mainor González Calvo (San José, 1974). Del desarraigo y del maltrato porque son los descendientes de quienes conocieron el cambio de un país que se reestructuró en los años 40 del siglo pasado con un Estado de Bienestar y con políticas culturales populistas pero, de muchas maneras incluyentes y gestoras de una nueva sensibilidad y, por tanto, de un horizonte cultural más democrático. Todo lo que se empieza caer en los años 80 con los planes de ajuste estructural. Lo que hoy se derrumba estrepitosamente a ojos vista sin un proyecto alternativo. Una generación “que busca a tientas en la oscuridad” (Manifiesto de grupo, pp. 53-54).

De allí la voz furiosa y ambivalente, irreverente e iconoclasta, casi como el grito angustioso y ácrata de un pregón social, que encontramos en el último libro de Mainor González. Un hablante “Dividido entre al amor y la lujuria / cuarteado por el ímpetu de la razón / escindido entre el placer y la muerte / partido en igual por la aventura y el estatismo” (Mutatis mutandis, p.15). Un parlante que se escurre entre la memoria y el olvido, entre las falsas promesas y el cartónpiedra de lo sucedido. Pero siempre conectado con sus maestros y sus compañeros de viaje, “los que siempre caen mal”, “ellos / los poetas / los invencibles / los que saben por supuesto / que van a morir / con una sonrisa amplia y con todas su botas puestas” (Pregón social, pp. 39-40).

Y es que, como bien señalaba el grande poeta nicaragüense Carlos Martínez Rivas, “la juventud no tiene donde reclinar la cabeza”. Esa juventud convertida en 

mercancía y víctima de una economía libidinal cargada de falso glamur y de placeres espurios. El efecto placebo es la zanahoria que se le entrega para luego cargar con el garrote de la lascivia y la exclusión en las coordenadas de una red de poder entrecruzadas entre la maquila, el call center y la fiesta rave. O el fútbol de tercera categoría y la educación de la jauría. O el dinero fácil del negocio oscuro y el juego agreste donde el ser humano es “una ficha de casino” (Atadura de manos, pp. 43-44) o una moneda cibernética a cambio de su piel.

Entonces el poeta se apresta a una marcha contracorriente, hacia el otro lado, en reversa de la romería y la procesión de los incautos y atrapados en la solemnidad y la retórica vacía de la modernidad, cuya contraparte siempre será la colonialidad. El poeta no está para adornar ni animar la fiesta de los poderosos, mucho menos para alabar su filantropía en el derrame de la copa y las granjerías de una dictadura en democracia. Se niega a participar de sus rejuegos y del fraude electoral. No se ocupa de sus bolsas de valores ni de las pantallas del confort. Se manifiesta contra el mercado deslocalizado y su trama infernal donde el alimento es para las máquinas y no para los humanos. Por eso al final exclama: “… cada cuatro años detesto otorgarles el poder / a los zopilotes y marranos que rigen el destino de un país en miniatura” (De por qué me considero un mal tico, pp. 81-82).

Libro lúcido y provocador escrito desde las vísceras y desde un cuerpo que reconoce la herida colonial, El desaire del agraviado es un escalón más en el oficio depurado de la palabra de un poeta que no hace concesión alguna al mal gusto ni a la chabacanería. Poesía de choque pero escrita con rigor y cuidado. Fuerte hasta mostrar los dientes, pero bien pensada. Mainor González nos ofrece un arte poética donde es urgente la rebeldía y el desafuero para “no acicalarse en el espejo de lo establecido” (Ars poética IV; pp. 25-26). Una poesía con agallas y fuelle para desacatar la tradición y desde la libertad creadora estirar esa tradición y reconvertirla en una nueva estación de nuestra poesía. Y para compartir la alegría con el “júbilo inesperado” (p. 76) del poeta. Eso se agradece en una época de palabrería hueca y de versificadores a granel.

[1] Escritor costarricense

Adriano Corrales Arias
hachaencendida@gmail.com

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