"Arrullo de la noche tóxica", poesía de Alfredo Trejos 

Agasajo de la noche poética 
Adriano Corrales Arias

"Arrullo de la noche tóxica", poesía de Alfredo Trejos, Ediciones Perro Azul, 2005

El segundo libro del poeta Alfredo Trejos, “Arrullo de la noche tóxica”, es un escalón más en su meteórica carrera creativa. Dividido en tres partes (Primeros Trípticos, Trípticos Personales, Últimos Trípticos), el poemario es un ascendente y sostenido tour de force de buena poesía, con sus baches, claro está. Dentro de esos baches, lo digo de una buena vez, está la obligada segmentación del libro en “trípticos”, pues algunos de ellos se perciben sutilmente violentados para conformarse como tales. Y ya que me apresuro a mostrar baches, digo que el título es ciertamente desafortunado y no comulga con el contenido del poemario: si de algo carece el poeta Trejos, lamentablemente, es de la posibilidad de colocar títulos, asunto raro pues hay versos extraordinarios que bien pudieron  convertirse en distintivo.

Esos baches no son óbice para opacar una poesía deslumbrante, donde  forma y contenido, sea, patrón semántico y rítmica, adquieren una plenitud armoniosa y gratificante. Para mi gusto la primera parte, dedicada a la ausencia y carencia del amor, es la más débil, probablemente por la urgencia del hablante. Hay en algunos tramos exceso de adjetivación y cierta ampulosidad en las imágenes (pecata minuta en el resto del poemario), aunque igual nos encontramos con versos profundos y fulminantes como éste: “¿Quién le debe más a la justicia de la noche / que aquel que debe y paga con palabras?”. ¡Todo un epígrafe! O, por supuesto,  el “Tríptico de Solentiname”.

La segunda parte es definitivamente la más lograda, allí el texto se eleva a cumbres inolvidables. Nos recibe con ese tremendo “Tríptico I” cuya segunda y tercera partes, (“Envidio la labor del cantinero” y “Membresía”) ya son pieza inequívoca e insuperable de la poesía contemporánea centroamericana. Pero también encontramos poemas memorables: “Oficio letal”, “Noción de la chatarra”,  Barrio Escalante”, “Palabras en contra”, “Safari”, entre otros. Una poesía depurada, madura, en pleno apogeo existencial con sus inevitables muecas de sarcasmo, nostalgia, perseverancia y dolor; pero con una sutil crítica social plena de humanismo y solidaridad, componentes innatos de toda buena poesía.

La tercera parte es una buena coda y un final armónico, un descenso moderado luego del clímax. Son dos trípticos, de los cuales recuperamos esa doble lectura de un cuadro de Mathew Smith, “Desnudo, calle Fitzroy”.  Trípticos necesarios para cerrar un libro que dará mucho de qué hablar ya que, según mi criterio, se inscribe como uno de los jalones insoslayables de la notable y rica producción lírica costarricense actual.

Lástima que la edición no cuidó la corrección filológica, pues presenta dedazos y ripios atroces en ese sentido. No obstante, el discurso lírico sale bien librado de ese acné, como obra que rotula una ruta recién iniciada por la nueva poesía tica que avizora y se lanza a territorios y profundidades hace diez o quince años insospechados. En buena hora para la poesía y para el poeta Alfredo Trejos.

Adriano Corrales Arias

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