Mi Borges
Federico Corral vallejo

“Todo cuanto Borges ha escrito,

es digno de leerse y conservase…”

ALFONSO REYES

La primera vez que oí hablar de Jorge Luis Borges, fue en de la década de los ochentas, cuando contaba entre 15 y 16 años, recuerdo que asistía al taller de creación literaria de la Casa de la Cultura de Parral, Chihuahua., el cual era dirigido por la maestra Guadalupe Monarrez, amante lectora de la literatura del autor en cuestión; si bien ella trataba de inculcarnos el gusto por la obra de Borges, a mí en especial me costaba mucho trabajo entrar al mundo de JOLUBOR, tal vez por mi falta de lecturas, así como por mi inmadurez como persona. Han pasado 17 años desde entonces, aunque debo admitir que hace aproximadamente 10 año, el miedo a Borges volvió a invadirme, fue durante mi época en el taller de Alicia Reyes quien conoció y convivió con el autor del cono sur, gracias a la amistad que éste tenía con su abuelo Alfonso Reyes. fue en la Capilla Alfonsina cuando Borges me atrapó con su cuento El otro, el cual analizamos bajo la supervisión de Alicia Reyes. después de leer el cuento y dar nuestra opinión sobre el mismo, siguió una dinámica literaria, que consistió en que cada alumno del curso escribiera su versión de El Otro. Después de éste encuentro tan mágico con Borges, el destino fue poniendo entre mis manos las obras del argentino, quien de manera sutil me fue enamorando, a grado tal de llegar a este espacio que pretende ser más que un estudio, una apreciación de obra a la cual invariablemente se entretejen pequeños aspectos de su vida, pero: qué decir de Borges cuando tanto se ha dicho y hecho en torno de su vida y obra; mitos, poemas, ensayos, novelas, narraciones… la creación literaria así como la investigación borgiana es un laberinto de espejos donde las apreciaciones, no son sino reflejos de los lectores, autores, maestros y eruditos en el tema. 

Esta visión lleva el amparo y las apreciaciones de Alfonso Reyes, Beatriz Sarlo, Juan Flo, Blas Matamoro, Adolfo Prieto,  María Luisa Bastos, Rafael Gutiérrez, Girardot, Silvia Molloy, Noé Jitrik, Saúl Sosnowski, Octavio Paz, José Bianco, Ernesto Mejía Sánchez, José Emilio Pacheco Ángel Rama, y sobre a dos grandes estudiosos de Borges: María Esther Vázquez y Emir Rodríguez Monegal, entre muchos otros que se han adentrado en la creación literaria borgiana y han descifrado códigos, líneas, espejos y mundos. 

Recordemos que para Jorge Luis Borges, los laberintos y los espejos tenían una importancia vital. De ellos parte la creación de sus pararelos literarios; por un lado, la imaginación o literatura fantástica, donde podemos situar El Alpeh, Ficciones, El libro de arena y El jardín de los senderos que se bifurcan, entre otras obras de prosa narrativa. Por otro, la reflexión o apreciación filosofía, aquí podemos citar su Arte poética, Siete noches, Inquisiciones, Prólogos como un prólogo de prólogos, etcétera.  

Recordemos tres dualidades que marcaron de por vida a Borges:

Primera. Su formación religiosa, misma que se da en una cuna protestante, herencia de su bisabuelo materno el doctor en letras Edward Young Haslam.

Segunda. Su formación literaria, la cual le permite desarrollar a temprana edad su intelecto, y su capacidad literaria, ésta se da bajo el cobijo y la custodia del lado paterno, pues comienza a leer literatura inglesa, gracias a la biblioteca de su abuelo, el coronel Francisco Isidoro Borges.

Tercera. Formación bilingüe. Gracias a las influencias antes citadas, Jorge Luis crece como un niño bilingüe, pues con su madre y abuela materna habla el español, –su lengua mater–, en tanto con su padre y su abuela paterna practica el inglés, idioma que refuerza con clases particulares.  

A grosso modo, este es el ámbito borgiano donde el autor argentino desarrolló su intelecto y su creatividad. Ahí aprendió a soñar que soñaba, a reflejarse en los espejos, a descifrar laberintos y a crear mundos paralelos donde el ser soñado por él mismo lo transportaba a otra dimensión onírica donde la vida y la muerte se confundían en un mismo punto suspendido del sueño. Podría aseverar que todo lo vivido por Borges fue invento propio, de ahí su genialidad como escritor, que partiendo de la individualidad ha llegado a ser universal… siempre he insistido en que el escritor, como creador y dador de vida que es, debe inventar su propio mundo y Jorge Luis Borges es punta de lanza en este menester, gracias al espacio bipolar del espejo y a la distorsión senderica de los laberintos, –elementos claves en su obra–, es que él crea no un mundo, sino muchos mundos paralelos reflejados en múltiples espejos, callejones sin salida, donde la única opción de libertad es la imaginación del ente que visita esos lares quiméricos y alegóricos, fantásticos y laberínticos. Así nace no el planeta, sino el universo JOLUBOR, donde la realidad es trazada por los sucesos que se realizan en Tlön Uqbar, Orbis, y Tertius; espejos-laberintos, salidos de la magia literaria de Borges, es en este plano que la imaginación se moja con saliva el dedo índice y le da vuelta a la hoja, así Borges nos atrapa en su mundo, nos extravía en su laberinto y nos permite reflejarnos más allá de un espectro real que mal podría ser nuestro interior enmarañado. Partamos de que el universo borgiano esta construido por metáforas, o sea palabras, pero no palabras triviales, sino vocablos y signos que nacen del vientre del sonido, lo mismo pueden ser un signo que una onomatopeya, y por qué no un reflejo de luz hecho canto por medio de una nota musical. 

Retomando la pregunta inicial de éste escrito, puedo decir que éste es mi Borges, que éste es mi laberinto intelectual, que gracias a su literatura he soñado que alguien me sueña y mismo tiempo yo sueño a ese alguien y que ese alguien y yo somos el mismo sueño que reposa en la misma cama y con la misma almohada. Puedo decir que gracias al Borges que todos los amantes de la lectura traemos dentro me he percatado que mi capacidad de asombro es un laberinto de posibilidades en un mundo real, donde lo único irreal somos nosotros mismos. En fin, mi Borges puede ser tu Borges, nuestro Borges, no importa el tiempo, ni persona en que se conjugue, ya sea singular o plural, ya en presente o en futuro. Borges siempre será Borges y estará esperando a que alguien se acerque a él para dialogar largo y profundo. La invitación a su mundo está hecha desde 1923, año en que publicó su primer libro, –de poesía por cierto–. Más aún existen otros mundos indirectos a los cuales tenemos el acceso al estudio sobre la vida y obra del autor hasta aquí elogiado, pues Borges es leído y estudiado en casi todos los idiomas del mundo, al respecto José Emilio Pacheco dice que:  

“Existe ya otra biblioteca (que aumenta día con día) de libros acerca de Borges y de libros acerca de los libros acerca de Borges. El número de estudios, ensayos y artículos es incontable como las arenas del desierto. Y sin embargo cada lectura es única, hay un Borges distinto para cada persona que lo lee. Si volvemos al libro suyo que leímos ayer ahora será muy diferente.”1  

Es en el contexto del Borges distinto que menciona Pacheco, en el que deseo sin pretensión, contribuir al acervo de dicha biblioteca Borgiana, pues lo que puedo decir de Borges es lo que mi lectura de él me ha dejado, mejor dicho mi relectura, pues como proclamó Alfonso Reyes a los cuatro vientos. 

“Jorge Luis Borges, uno de los escritores más originales y profundos de Hispanoamérica. [...] Su obra no tiene una página perdida. [...] Borges es un mago de las ideas. Transforma todos los motivos que toca y los lleva a otro registro mental. [...] Todo cuanto Borges ha escrito, es digno de leerse y conservase…”2  

Si bien cada generación tiene la necesidad de leer a los grandes escritores, también tiene la imperiosa necesidad de opinar sobre lo leído, aún y cuando, como lector seamos aprendices de apreciación y crítica literaria. Finalmente en literatura como en cualquier ámbito artístico, todo es subjetivo pues se reduce al gusto. Recalco una vez más que para mí en lo personal, la poesía es un espejo en el cual el lector se puede o no reflejar, y esta visión es aplicable a cualquier género literario y a todo lo que gire en torno a las bellas artes. Está de más decir que la obra de Jorge Luis Borges por más laberíntica que sea, es un espejo en el cual no sólo me reflejo, sino que me sumerjo en él, pues cada vez que el hechizo de la palabra hace efecto en mi, me toma de la mano y me conduce de manera sutil a su universo metafórico JOLUBOR.

CLÁSICO Y SABIO  

Borges, como es sabido, era además de un buen poeta, un prosista impecable, un crítico temido, un ensayista certero, en fin un escritor en todo su esplendor; pero más allá de todo este manejo literario y de ser un polígrafo leído y reconocido en el mundo entero, antes que nada era un hombre sabio, humilde y generoso. La sabiduría le fue dada por designio divino, si a ello le sumamos su interés por la lectura, que más bien era pasión por la forma en que devoraba libros. Quizá esta actividad fue el motor de su vida, gracias a ella, debemos el gran legado que el autor argentino nos dejó, pues si de algo estoy seguro es de que Borges será leído en todos los tiempos, pues él como las grandes escritores desciende de los grandes escritores aunque esto suene redundante e ilógico. Las lecturas que hizo de los clásicos nos las hereda en el ramillete de páginas impecablemente redactadas, mismas que después fueron no sólo impresas en su lengua materna, sino que atravesaron fronteras y germinaron en otras lenguas, logrando trascender el tiempo y el espacio. Remarcando lo anterior, un buen escritor desciende de grandes escritores, y para llegar a ser un gran escritor, no existe más formula que leer a grandes escritores, reflexionar en lo leído y empatar criterios, la lectura es sin duda la madre y la guía del aprendiz de escritor, Borges como gran autor que es, como clásico que es, amaba a los libros y a su biblioteca, de la cual expresó: 

“Si me pidieran elegir el acontecimiento principal de mi vida, diría que fue (esta biblioteca). A veces pienso que nunca he salido de ella.”3  

Ante la obra escrita por el brillante argentino, nos damos cuenta a lo largo y ancho de la misma, que el oficio y el estilo de escritor, son filigranas de sentimientos madurados en la relecturas, finalmente Borges es un sabio a la manera de los clásicos griegos, más aún, al estilo de los presocráticos, además de algunos latinos como Dante y Cervantes, antecesores inmediatos en su trayectoria literaria; sin embargo, no podemos ni debemos hacer a un lado a Shakespeare por quien siempre mantuvo una exacerbada devoción, ya por la lengua; ya por la sonoridad y precisión de su obra. Aunque por las temáticas de su libros, podría pensarse que las raíces literarias de Borges surgen de Dante y Ariosto. Dada la universalidad de su obra, nos encontramos de pronto con antiguos ecos de la literatura germánica, así como fragmentaciones de Heráclito, de Séneca, de Lucano, de Tácito, de Platón... aunque el mismo Borges en la parte final de su cuento El inmortal nos dice, de manera tácita lo siguiente: 

“Yo he sido Homero, en breve, seré Nadie, como Ulises; en breve, seré todos: estaré muerto.”4  

esta cita confirmar mis sospechas sobre la iniciación borgiana la cual surge nada más y ni nada menos, que con Homero, y no podría ser de otra manera, dados los extraordinarios y a la vez sencillos asombros que van y vuelven a un mismo punto de simetrías análogas. 

Recordemos que para Borges la patria y la nacionalidad, tenían poca por no decir que nula importancia, de igual modo el significado de la creación de un libro era ante su mirada crítica –de sus ojos ciegos–, algún borrador casual, ya que desde su punto de vista anota:  

“En los hábitos literarios también es todopoderosa la idea de un sujeto único. Es raro que los libros estén firmados . no existe el concepto de plagio: se ha establecido que todas las obras son obras de un solo autor, que es intemporal y es anónimo. [...]”5  

El pensamiento reflexivo de Borges parte de lo singular para llegar a lo universal. La reescritura como filosofía es sin duda el más sano de los conceptos, ante la vulnerabilidad de lo llamado “original” en el ego del artista. Si tratamos de experimentar que todos somos Homero y que todos escribimos el mismo libro, la feria de vanidades sería un fósforo apagado ante la posibilidad de dar lo mejor de sí para los demás por medio del signo y de la tinta, pues el acto de escribir puede ser tan común y tan trivial como el de comer, el de dormir; ante esta realidad la escritura se convierte en una necesidad que todo ser humano debe luchar por cubrir. Borges ante tal suposición o verdad a medias sugiere: 

“Todos los hombres en el vertiginoso instante del coito, son el mismo hombre. Todos los hombres que repiten una línea de Shakespeare, son William Shakespeare.”6 

En resumen, todos somos Homero y en breve seremos Shakespeare y posteriormente, el Quijote, Ulises o nadie... Nuestro impulso o necesidad de escribir nos llevará a escribir una vez más La Iliada, o La Divina Comedia, y así sucesivamente en forma circular bajo la influencia de lo ya escrito, y de lo ya establecido en las reencarnaciones de la humanidad y de la letra muerta. 

Digamos pues que al igual que Borges, debemos ser lectores de obras que pertenezcan al pensamiento universal, o como escribe Julián Meza en su ensayo Jorge Luis Borges, anarquista metafísico:  

“Como escritor, Borges fue obra de lecturas que no tenían patria ni nacionalidad. Homero, Virgilio, Dante y Shakespeare son sencillamente, poetas, y gracias a su sensibilidad a su inteligencia contribuyeron a hacer de Borges un fenotipo literario.”7  

el fenotipo literario al que se refiere en la cita Julián Meza es ese Borges con capacidades de polígrafo y con dualidades ambiguas y humanas, pues parece ser lo mismo simple que complejo, humilde y vanidoso, sabio y creador. Aún y cuando creo que me arriesgo al decir esto: seguramente Borges sabía mucho más de lo que escribió. Pues en buena medida su obra completa dentro de los cánones literarios se encierra en cuatro volúmenes de aproximadamente 520 páginas cada uno, si la comparamos al menos en páginas con la de Alfonso Reyes y Octavio Paz, por ejemplo, es relativamente pequeña, dados los volúmenes de los que se componen las obras completas de los escritores antes mencionados... aún así, soy de los que se quedan con la calidad, más que con la cantidad.  

Retomando a Borges como creador, debemos de entender que su primera y más importante vocación, si no es que la única, era la de lector, tal como lo señala Gastón Bachelard en la introducción de su libro Poética de la ensoñación:  

“¡Cuántos beneficios nos deparan los nuevos libros! Quisiera que cada día me cayese del cielo una canasta de libros que expresan la juventud de las imágenes. Este deseo es natural. Ese prodigio es fácil. ¿Acaso, allá arriba en el cielo, el paraíso no es una inmensa biblioteca? Pero no basta con recibir, hay que acoger. Con la misma voz lo dicen el pedagogo y el dietista: hay que asimilar. Para eso nos aconsejan no leer demasiado rápido y tener cuidado de no tragar trozos demasiado grandes. Dividan, nos dicen, cada una de las dificultades en tantas parcelas como se pueda, para mejor disolverlas. Sí, hay que masticar bien, beber pequeños trasgos, saborear verso a verso los poemas. Todos esos preceptos son buenos y hermosos. Pero están regidos por un principio. Primero hace falta una buena gana de comer, de beber y de leer. Hay que tener deseos de leer mucho, de seguir leyendo, de leer siempre.  Así desde la mañana, delante de los libros acumulados sobre mi mesa, le hago al dios de la lectura mi plegaria de lector devorante:  Nuestra hambre cotidiana dánosla hoy.”8  

Fue la lectura el origen, el equilibrio y la procedencia de su obra literaria, la misma hizo de Borges un autor diverso, a fin de cuentas antes de escritor fue lector amante. En otras palabras como remarca una vez más Julián Meza en su ensayo antes citado:  

“Borges vislumbró el porvenir como lo hicieron Dostoievsky y Kafka. En otras palabras Borges , fue nuestro Homero, nuestro Virgilio, nuestro Shakespeare, y uno de los más grandes escritores de nuestra lengua, cuyas páginas seguirán siendo actuales en eso que llamamos el porvenir, porque cuando nos hayamos ido nuestros contemporáneos del futuro seguirán leyendo a Borges, que estará tan presente como instantánea eternidad...”9 

En conclusión Borges fue un vidente que se dedicó a leer el pasado, y a su vez escribió un futuro, mismo que hoy es presente. Por su obra en sí, es que se ha ganado los calificativos de “Sabio” y “Clásico”. Pero qué entendemos por clásico  

BORGES Y LOS LIBROS  

Aún cuando Borges solía decir que “no hay libro tan malo que no encierre algo bueno”, al respecto Günter Grass analiza profunda y filosóficamente en sus Ensayos sobre literatura, algunos libros de su maestro, al cual le dedica un capitulo completo donde desarrolla sus apreciaciones literarias, en el ensayo Sobre mi maestro Döblin entrega al lector tanto el efecto como el afecto que le producen los libros:  

“[...] el libro como detonador retardado: armado por el autor, explota en la cabeza del lector; podemos suponer que Döblin tuvo siempre dispuesto al detonador para el caso de que un día, como por casualidad, en medio de la búsqueda de atlas y relaciones de viaje, y tan solitario como sólo es posible estarlo en la Biblioteca Nacional de París, se topara con Kierkegaard como iniciador, y con ello al menos se insinúa el efecto de un libro, que a menudo es retrasado por décadas. Sabemos poco del efecto de los libros. Aún menos idea tiene el autor de donde caerá su palabra.”10  

Hablando de afecto y efecto, Borges tenía especial afecto por los libros y su biblioteca, por el simple hecho de los efectos que producían en él. Valdría la pena preguntarnos: ¿Qué es un libro? para así escudriñar en la memoria y definir de manera tácita y congruente el significado de la palabra libro, intentando aclarar toda cuanta duda ronde en nuestra mente. Según mi apreciación, un libro es un parto literario, donde el escritor da a luz a sus pensamientos e ideales. El libro es un ente con vida propia gracias a la labor creadora de cada autor. El libro es la coronación de un pensamiento que posiblemente dejará huella más allá de la muerte de su autor. Un libro es clásico, no por lo individual que pueda ser, sino por lo universal con que sea tratrado y escrito. Un libro puede ser el despertar de la sensibilidad de cualquier lector. Despues de este desfile de reflexiones, cabe el razonamiento Borges quien defendía a capa y espada a sus amados libros, él no sólo pensaba, sino que se cuestionaba ante tal efecto:  

“¿Qué es un libro si no lo abrimos? Es simplemente un cubo de papel y cuero, con hojas; pero si lo leemos ocurre algo raro, creo que cambia cada vez... Cada vez que leemos un libro, el libro ha cambiado, la connotación de la palabra es otra. Además, los libros están cargados de pasado...”  

En la antigüedad se creía que un libro era un sucedáneo de la palabra oral, al respecto Platón decía: “Que los libros son como las estatuas; parecen seres vivos pero cuando se les pregunta algo, no saben contestar.” En fin, no importa la época, lo que sí importa es desde que se inventó la imprenta a la fecha, un libro es una muestra fehaciente de la evolución y la civilización humana. Gracias a los libros se le ha dado la jerarquía correspondiente a la palabra, –ayer oral, hoy escrita–.  

La historia de la literatura es la historia de las ideas, las ideas son la forma de las metáforas, las metáforas son el significado de las palabras, y las palabras son los elementos principales de un libro... gracias a estas formas ya científicas, ya artísticas, es se cumple la impresión, la edición y la difusión de los libros de todos los tiempos, pues gracia a ellos la historia universal sigue viva, porque: “Tout aboutit en un livre”.11 Pero de qué sirve un libro sin lector. Aún cuando baste que un libro sea posible para que exista, siempre habrá algún despistado bibliófilo, investigador, literato o aprendiz de lector que se encuentre con él, ya en bibliotecas o en las librerías de viejo, lugares que frecuentan los posibles amantes del libro y la lectura o como dice Borges en el Prólogo Historia Universal de la infamia:  

“A veces creo que los buenos lectores son cisnes aún más tenebrosos y singulares que los buenos autores... Leer, por lo tanto es una actividad posterior a la de escribir: más resignada, más civil, más intelectual.”12  

Es por ello que tanto las bibliotecas como las librerías, son además de la suma de todos los libros escritos de la cultura universal. Cementerios de espíritus escribanos. Necrópolis de pensamientos. Camposanto de puños, plumas y genios...  

En fin. Si un libro logra transmitirle al lector la idea que lo originó, la obra cumple el cometido del autor. Esta experiencia única e irrepetible, puede considerarse como un fenómeno onírico, o como una necesidad espiritual que se gesta en el alma. Al margen del tema y ligando lo onírico con el alma al libro, Jorge Luis Borges  

“Agrega que de todas las operaciones del alma […] la más difícil es la invención. Sin embargo, en el sueño inventamos de un modo tan rápido que equivocamos nuestros pensamientos con lo que estábamos inventando. Soñamos leer un libro y la verdad es que estamos inventando cada una de las palabras del libro, pero no nos damos cuenta y lo tomamos por ajeno.”13  

Esta ambigua posibilidad entre real y quimérica es el testimonio que provoca el encantamiento de un libro; es decir, cuando el autor logra transmitir de tal manera su sentir, hace que el lector haga suya la idea y se confunda su pensar entre las páginas del libro. A esto podemos llamarle reencuentro, anagnórisis, reflejo o empatía de almas gemelas.  

“En los libros sólo busco deleitarme mediante sano entretenimiento; o si estudio, sólo busco con ello el saber que trata del conocimiento de mí mismo y que puede instruirme para bien morir y bien vivir...”14  

Reafirmando el tema del libro, en uno de los ensayos incluido en Otras inquisiciones, “Del culto de los libros”, Borges avala y suscribe las siguientes palabras de Mallarmé y de León Bloy:  

“Según Mallarmé: El mundo existe para un libro; según Bloy: Somos versículos o palabras o letras de un libro mágico, y ese libro incesante es la única cosa que hay en el mundo: es, mejor dicho, el mundo.”15 

Esto me permite percibir según mi apreciación que el libro es la metáfora del mundo por antonomasia y seguramente lo es, lo fue y lo será para muchos intelectuales universales. Para Borges cada las metáforas son palabras y éstas a su vez están cargadas no sólo de sonidos y significados sino que tienen una peso y una vida, por ende: 

“Cada vez que leemos un libro, el libro ha cambiado, la connotación de la palabra es otra. Además, los libros están cargados de pasado...” 16

Al terminar de leer el libro, nosotros también hemos cambiados; incluso si lo retomamos y lo releemos, de nueva cuenta cambiaremos pues un libro son uno y muchos libros al mismo tiempo.

Borges no sólo hizo pronunciamientos en torno a los libros, también hizo hincapié en la poesía, las traducciones, la crítica y la enseñanza de la literatura y la metáfora, lo cual se puede constatar a lo largo y ancho de sus obras completas. Estas dos apreciaciones lo acompañaron hasta el día de su muerte, a grado tal que libro y metáfora, metáfora y libro son las alas con las que se atrevió a volar de manera soberana en el mundo de la literatura.

“La metáfora es más o menos la siguiente: el Universo es un gran libro; todos los fenómenos materiales y mentales de ese libro tienen significado. El mundo es un inmenso alfabeto. La realidad física, los hechos de la historia, todas las cosa que han creado los hombres, son, por así decirlo, sílabas de un mensaje perpetuo.”17

En fin, es por demás sabido que el acto de metaforizar, consiste en cambiar de contexto a los elementos del mundo real, para salir de manera inmediata del lugar común literariamente hablando. Si partimos de que el origen de la palabra es la metáfora; el libro mismo ya sea como imagen, como concepto o como vocablo es una metáfora tan real y tan palpable como este cubo de papel que tu lector sostienes en tus manos, al cual nos hemos empeñado en llamarle libro...  

Referencias:

1 José Emilio Pacheco, Jorge Luis Borges, Una invitación a su lectura, 1ª edición, Editorial Raya en el agua, México, 1999, p 12.

2 Alfonso Reyes. Los trabajos y los días, Obras Completas, Tomo IX, FCE, México, 1959.

3 Borges, Jorge Luis. Ficciones: La biblioteca de Babel, Editorial Espasa-Calpe, S.A., Madrid, España, 1999.  

4 Borges, Jorge Luis. El Aleph, Alianza editorial, 7ª reimpresión, Madrid, España, 2001.

5 Borges, Jorge Luis. Ficciones: Tlön, Uqbar, Orbis, Tertius, Editorial Espasa-Calpe, S.A., Madrid, España, 1999. p 25.

6 Ibidem, p 24.

7 Letras Latinoamericanas: Cinco premios Nobel y cuatro que no lo fueron. Compilador Héctor Zagal Arreguín. Ensayo de Julián Meza: Jorge Luis Borges, anarquista metafísico, pp 31-52, editorial CEIDSA, México, 2006.

8 Bachelard, Gastón. La poética de la ensoñación. 1ª edición, Breviarios del Fondo de Cultura Económica, México, 1982.

9 Letras Latinoamericanas: Cinco premios Nobel y cuatro que no lo fueron. Compilador Héctor Zagal Arreguín. Ensayo de Julián Meza: Jorge Luis Borges, anarquista metafísico, pp 31-52, editorial CEIDSA, México, 2006.  

10 Grass, Günter. Ensayos sobre literatura. Traducción: Angelika Scherp, 1ª edición, en español Breviarios del Fondo de Cultura Económica, México, 1990.  

11 “Todo para en un libro…” Traducción literal. Esta frase corresponde a Mallarmé.

12 Borges, Jorge Luis. Historia Universal de la infamia, 1ª edición, Emecé Editores, Madrid, España, 1971.

13 Borges, Jorge Luis. Siete Noches. 2ª edición, Fondo de Cultura Económica, México, 2001.

14 Montaigne, Michel de. Ensayos, Tomos  Ensayos, Tomo II. 1ª edición, Ediciones Cátedra, Madrid, España. 1996.

15 Borges, Jorge Luis. Otras inquisiciones, 1ª  edición, Seix Barral, Barcelona, España, 1994.

16 Borges, Jorge Luis. Arte poética, seis conferencias. Colección: Letras de humanidad, Editorial Crítica, 2ª edición, España, 2001.  

17 Steiner, George. Extraterritorial. Ensayos sobre la literatura y la revolución lingüística, traducción de Francisco Rivera, 1ª edición, Seix Barral, Barcelona, España, 1973.

Federico Corral vallejo 

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