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Rompecabezas
Alicia Cora Fernández

Como el doble contorno 
de dos frutas mellizas 
tengo la dicha fiel 
y la dicha perdida.

Gabriela Mistral

No fue, simplemente no fue.
Alzo las manos y dibujo en el aire un último abrazo.
Siento que todo el tiempo de la tarde trepa por mis piernas
y las agota en una carrera que nunca empezó.
La noche se acerca vestida de pesadillas
y la luna en eclipse traga ávidamente a un sol enfermo de celos que la asfixia.
Aquella mano en mi espalda, la del consuelo y la caricia 
dibuja otros paisajes sobre esa piel que no es la mía
Detrás del antifaz de la mentira tus ojos iluminan un horizonte ajeno.
El silencio se acomoda en los rincones. 
No hay golpes en tu puerta y mis llamadas sin respuesta
ya no empalidecen los nudillos del aldabón de bronce.
Tomo la llave escondida en la maceta del jardín, 
la misma que mezcló su óxido con la tierra seca
desatando un milagro de rosas en sepia.
Los peldaños de la entrada aúllan por el abuso de mis pies
el umbral esculpe mis pasos. 
Hay telarañas que destruyo con un hálito de aliento, abro los espejos.
No estás en ellos y ninguno te recuerda.
Sábanas blancas desmemoriadas y sin lamentos 
borraron las huellas de nuestro amor y tapan los sillones.
No abro ventanas, 
afuera, el viento de deshilachadas plumas grises 
espera agazapado la señal para soplar sobre la mesa 
y desbaratar el rompecabezas que trato de armar con nosotros.
Sé que siempre va a faltar una pieza, 
pero mis ansias pueden más que la razón.
Lloré todas las lágrimas, 
jugué a la ruleta rusa con tus besos y uno me traspasó de lado a lado.
El amanecer todavía está lejos, vos lo estás mucho más.
Tal vez despierte en luz,
con la pieza que me falta desde el verano en mis manos
para completar tu figura fugitiva 

Alicia Cora Fernández

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