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Vagabundo
Madalina Cobián
madalinacobian2008@yahoo.com 

 

Federico, con el aspecto de alguien que lleva alrededor de varios meses sin dormir bajo techo, y otro tiempo igual sin bañarse y digamos que algún otro tiempo parecido sin comer, más que lo encuentra en los latones de basura, se encuentra frente a la vitrina de una juguetería en medio de la ciudad, contemplando los juguetes.

Su rostro parece estar motivado por lo que está mirando pues, en su faz percudida de mugre, reluce una sonrisa ingenua propia de la inocencia de los niños.  Mientras observa, se rasca la cabeza con una mano como pensando la forma en que pudiera conseguir uno de estos, mientras que con la otra, espanta las moscas que se posan en la parte trasera de su pantalón que emana hedor a muchas cosas desagradables y que en un tiempo fuera una de las partes del traje negro, con camisa de mangas largas blanca y corbata del mismo color, del que ahora solo queda una porción de tela raída por el uso y el tiempo.

Su barba blanca, sucia por la forma de ingerir los pocos alimentos que consigue, alcanza cubrir su cuello y el pelo canoso y enmarañado en desechos sobre los que posiblemente se acuesta cuando duerme en el piso, llega a sus hombros.

De entre todos los juguetes que mira, hay uno que parece ser el que más le motiva, pues lo contempla sonriendo: una granja eléctronica en miniatura repleta de animalitos y sembrados en la cual se mueven unos pequeños campesinos, más pequeños que la estatura normal que debe tener un juguete.  Los campesinos usan una barba tan larga como la suya, vestían de colores brillantes y portaban un gorrito puntiagudo en la cabeza, tal cual los enanitos de Blanca Nieves, o los Pitufos de los dibujos animados de la T. V.

El comportamiento de los enanitos  y los animales es tan natural, que parece que es la vida de una granja expresada en forma reducida.  Unas vacas pastan en el prado en compañía de sus terneros y del ganado caprino, Unos perros ladran escoltando el ganado. Unos campesinos labran la tierra y otros algo más alejados recolectan frutos maduros.  Otros traen los frutos hacía la granja. Unos campesinos  ordeñan las vacas en el granero que ya está atestado de frutas, viandas y hortalizas.  En la gran cocina de la casa hay mujeres  cocinando y fabricando quesos.  Más allá de la casa, una porqueriza donde algunos enanitos alimentan a los puercos. Hay niños jugando en areas protegidas en la cercanía de la  escuela.  En la parte cercana a la carretera, una carreta halada por bueyes está siendo cargada para transportar los productos de la granja hacia la ciudad. Pero lo que más maravilla de la escena es que todas las personas en ella gozan de buena salud y hasta parecen estar realmente vivas y felices.

Para sorpresa de Frederico, uno de los enanitos que carga la carreta lo miró y guiñándole un ojo,  le dijo:

- “¿Te gusta mi mundo?”

Sorprendido, Federico contestó:

- “Sí.  Es bello”.

- “¿Te gustaría vivr aquí?” - Volvió a preguntar el enanito.

- “¿Hay algún río donde bañarse?” - Preguntó Federico.

El enanito le contestó:

- “Sí. Un río cuyas aguas son transparentes como el cristal, lleno de peces de colores, truchas, salmones y cuanto ser viva en el agua dulce”.

- “¿Y está cerca del mar”? interpeló Federico asombrado.

- “Sí.  Un mar lleno de todas especies de peces y de delfines que nos alegran la vida”.-Contestó felizmente el enanito.

- “¿Y hay muchas frutas sabrosas?” Volvió a preguntar Federico.

- “Sí.  Todas las frutas que crezcan sobre la faz de la tierra.  La piña, la naranja, el melón, la guayaba, todas las frutas tropicales y todas las foráneas que pueda producir una tierra sana. ¿Te gustaría vivir aquí?”- reiteró el enanito.

- “Sí, mucho.  Pero… ¿Qué tengo que hacer para vivir allí?” –preguntó Federico, tan interesado, que parecía nervioso, desesperado.

- “Sólo cierra los ojos y píde con fuerza a Dios que te lo permita.”-Aconsejó el enanito.

Federico obedeció y en instantes se encontró entre los enanitos que ya eran del mismo tamaño que el suyo y lo acogieron como uno más de la granja.

Mientras, en la ciudad, muy temprano en la mañana, la televisión anunciaba:

“Esta mañana ha sido encontrado muerto en la acera de la juguetería “El juguete ideal” el cientifico Federico Sapini, Doctor en Ciencias Biológicas, que hubiera desaparecido hace varios meses de los ámbitos de la ciudad.  La última vez que fue visto con vida fue precisamente a la salida del Hotel Cohiba, donde se celebró un evento internacional sobre el cuidado del medio ambiente y en el que éste ofreció una conferencia en la que exponía  su teoría, por cierto muy  duramente refutada  por parte de los tecnólogos, de que ha sido la tecnología moderna la que ha llevado al planeta al caos y sólo tratando de recuperar las técnicas antiguas, podremos salvar la tierra.”

 

Madalina Cobián Madalina Cobián
madalinacobian2008@yahoo.com 

http://www.enelatardecerdetuvida.blogspot.com/

de “El otoño de una mariposa” - Cuentos

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