El otro lado del mostrador

Escritores al diván
Ricardo Clark

Malas noticias. Pésimas para los escribas. Resulta que más allá del  papel impreso, las novelas, los poetas, Kundera, las becas, los certámenes, los premios Nobel y otros, del otro lado del mostrador del bazar surrealista literario, existen otros mundos. Es el horror, y en efecto porque en los últimos treinta años un grupo de siquiatras, sicoanalistas, y neurólogos están interesados en conocer como es, cual es el cableado que permite funcionar por dentro a los escritores, en una palabra que los hace tan especiales, con el ego además tan inflado en algunos casos que los convierten en  verdaderos  hígados circulantes para quienes (en algunos casos), los conocen de cerca.

Nada nuevo, es decir nada que no haya llamado la atención desde la antigüedad a las gentes que los veían publicar los versos más tristes que escribieron la noche anterior.

Y hay malas noticias porque los creadores...son animales de distinta lana como diría Alejo Carpentier, o en otras palabras algunos pudieran tener uno o varios tornillos flojos. Asunto que por otra parte pareciera ser esencial para que funcione la creación.

¿Que provoca la curiosidad de los investigadores? por ejemplo la cantidad de poetas suicidas. En este género literario la estadística señala que son las mujeres las que están en mayor peligro. Tienen un promedio de suicido mas alto que los hombres que ejercen la poesía, genero en si difícil, solitario y para peor donde no hay un centavo. El asunto es tan interesante porque basta echar un vistazo para ver la cantidad de poetas que acabo con su vida. Inclusive apareció en España una Antología de Poetas Suicidas 1770 -1985 (el autor es  José Luis Gallero).

En efecto es trabajo solitario el poético, y angustiante es el bucear en las profundidades del yo, lo cual es peligroso para todos los escribas, pero muy en especial  para los poetas, señalan los investigadores. Son legión  los que levantaron la mano sobre si mismos, entre otros Pavese, Chaterton, Silvia Plath, Maiakovski, etc. Constituyen  como señala el  crítico español Masoliver Rodanas, " un universo mental y emocional".

En la lista siguen los novelistas, llamando la atención el caso de cinco Nobel de literatura norteamericana (Se trata de Sinclair Lewis, Eugene O Neill, William Faulkner, y Ernest Hemingway) quienes tuvieron serios problemas con el alcohol.

Conviene destacar el trabajo del siquiatra norteamericano Arnold Ludwig (El Precio de la Grandeza, Resolviendo la Controversia Entre Creatividad y Locura), quien durante treinta años, analizo dieciocho profesiones diferentes. Aquí le fue posible  comprobar que quienes se dedicaban al trabajo creativo es decir escritores, gente de teatro y músicos tenían un mayor riesgo de sufrir problemas mentales (alcoholismo, depresión, sicosis y ansiedad). A cambio los otros grupos que no estaban en el campo de la creación tenían una menor  tasa de mortalidad. Los arquitectos, pese a su creatividad e historiadores además de ensayistas no estaban en esta zona de alto riesgo.

El problema - afirma el siquiatra Ludwig- es un hecho que afecta a demasiados escritores en demasiados sitios, si además a la lista de suicidas agregamos a los que murieron  locos (caso Hoderlin, entre otros) o perseguidos políticamente como Pamuk o Rusdhie.

Pero aun hay mas, mucho mas: en el texto The Alcohol and the writer (El alcohol y el escritor), el  siquiatra Donald W.Goodwin afirma que después de los cantineros, en materia de muerte por cirrosis, los siguen los escritores.

Los ejemplos abundan: Edgar Allan Poe, Herman Melville, Scott Fitzgerald, William Faulkner, Hemingway...son legión.

Con respecto al terror de la página en blanco la neuróloga  Alice Weaver Flaherthy en su texto The midnigth desease, (La Enfermedad de la Medianoche), explico que el asunto es sencillo: cuando no hay ideas para continuar la increíble novela que uno tiene en su cerebro pero que no acaba de llegar a su computadora pudiera  tratarse de una depresión. No es necesario en este caso buscar dentro de uno mismo durante seis meses, primero hay que darse una vuelta con el siquiatra para que le recete alguna de los nuevos fármacos que bajan el nivel de ansiedad (las drogas y el alcohol solo ayudan temporalmente)  y estabilizan al escriba lo cual le permite atacar ahora si con ganas la bendita pagina en blanco. Se ocupa también de la hipergrafia, mal que afecta también a parte de la comunidad intelectual que publica un libro por mes, sin que exista tal necesidad.

También señala que los males del escritor, es decir baja creatividad, pueden deberse a la época del año, como navidad y otras fiestas anuales. Efectivamente, el asalto de los citados investigadores,  detrás del mostrador literario, intenta mostrar  que hay dentro del escritor, pero mas que nada parece guiarlos a la idea de que no hay ninguna necesidad de que un creador muera por la causa, cuando aun le quedan muchos años de productividad. Scott Fitzgerland murió a los 44 años, y pudiera haber sido Premio Nobel norteamericano.

Ya Freud en su texto clásico  sobre la interpretación de los sueños se ocupo del tema, pero el resto de la sociedad siempre vio desfilar a los creadores como "bohemios" a los que había que tolerar (e ignorar), al tiempo que las afecciones mentales de este singular grupo humano hacían estragos entre ellos.

Entre otros descubrimientos esta el tema de la falta de dinero. Cuando llega, curiosamente,  el autor se distrae, deja de crear, razón por la cual quizá Henry Miller  durmió  un tiempo debajo de los puentes de Paris, o Mario Puzo, que se hizo millonario con El Padrino y recibió un millón de dólares por el libreto de Superman, fue y tiro el dinero en Las  Vegas. Ni hablar de Dovstoiesky quien también era aficionado al juego. Es necesario aclarar que en ambos casos esta fase maniaca les provoco tanta angustia que los dos escribieron un libro sobre el tema.

Si las cifras ayudan el trabajo del sicólogo James C. Kaufman  sobre mil 897 escritores ya fallecidos, (poetas, novelistas y  dramaturgos de ambos sexos) entre los que habia mexicanos, canadienses y norteamericanos, demostró que en promedio los poetas vivían unos 62.2 años, los dramaturgos 63.4, los novelistas 66 y los que se esforzaron en el ensayo y la historia, entre otros  72.7 años.

Fuera de guasa el asunto es grave y explica porque ese amor a la barra libre, a la cantina, para apagar los incendios del alma en algunos  creadores, cuando en realidad sus males están más cerca de la terapia médica que del Olimpo. Dice por su parte,  la siquiatra Kay Redfield Jamison  (en su libro La enfermedad maniaco depresiva y el temperamento artístico),  que los creadores no están muy de acuerdo, en algunos caos en cambiar sus altas y bajas emocionales, es decir el alucine, la fibre, la compulsión, el alcohol, y toda la angustia que crea  ese tipo de vida, por la calma que puede producir un fármaco o cualquier tipo de terapia. El matemático y Premio Nobel, John Forbes Nash Jr., quien paso en manicomios parte de su existencia explico ya calmado por la medicina, que extrañaba sus estados febriles.

Algunos creadores prefieren la barra libre porque afirman que su creatividad está en juego con cualquier tipo de terapia, lo malo es que ese tipo de vida, si no se controla, puede conducir al precipicio y en realidad los seres humanos se deben a la vida no a la muerte prematura, no importa cuan creadores sean. 

Ricardo Clark
www.ricardo_clark111@yahoo.com.mx
 

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