Una colorada (vale más que cien descoloridas)

La viña del Señor


por Lilia Cisneros Luján

lcisnerosescritora@gmail.com

En mis años mozos, varias veces la pesadumbre me salía por los ojos. Al ver mis lágrimas esa diminuta mujer a la que empecé a admirar desde que al preguntar porque su blusa estaba casi rota, desfajada de la falda y plantada en sus dos pies como si fueran columnas de un edificio que jamás se cuartearía oponiéndose a que los prepotentes agentes de migración entraran a la casa; mi abuela solo me dijo “mira hija hay toda clase de gentes en la viña del Señor”

El andar por la vida me ha corroborado ese y muchos otros dichos llenos de sabiduría; para no ir muy lejos hagamos un repaso de quienes se hicieron visibles en este sismo que golpeó otra vez a la ciudad de México: Por supuesto los vecinos que conocían a los atrapados en los edificios derrumbados, una multitud que dijo estar dispuesta a retirar escombros, los infaltables medios electrónicos cuya lucha comercial –medida por ese fenómeno denominado rating- les justifica toda suerte de falacias; y hasta los jóvenes dispuestos a ser parte de una aventura real con fallecidos, rescatados, perros heroicos y hasta tecnología de punta.

Pero esos no son todos los que deambulan en la viña del señor también se acercan los dispuestos a robar, desde un roto martillo que alguien acaba de donar y que en la confusión sin orden es fácil llevarse. ¿Que decir de los magos del disfraz que aprovechan la puerta descuadrada y fácil de abrir para buscar cualquier cosa en los departamentos de los desalojados por motivos de seguridad? No es fácil de explicar el porqué de una selfi tomada con el derrumbe como escenario o la entrega de víveres por un motociclista con un tufo alcohólico perceptible a cuadras de distancia. ¿Cómo es posible que una reportera de televisión aguante tres días sin dormir,  ni bañarse y fuera de su mundo cotidiano? ¿Podría un joven ansioso de estar en pantalla hacer algo para parecerse a ella?

¿Se puede justificar el robo de un vehículo cuyo destino era la entrega de apoyos a Oaxaca, Morelos o Chiapas? ¿Entienden los agoreros de la ambición por el poder las consecuencias de la aniquilación de un sistema electoral cuyo diseño tomó varios lustros? ¿Quién financiaría los necesarios costos de difusión para conocer a un candidato? ¿será el narco el que arribe al poder porque tiene la clara posibilidad de pagar cualquier campaña? ¿Cómo podemos validar la auténtica buena intención de grupos de emergencia –sobre todo nacionales- que llegan 72 horas después de la hora catastrófica y se aprestan primero a hacer turismo antes de acercarse a los puntos urgidos de ayuda?

Poca difusión tuvo una escena que me impresionó: después de que el ejército y la marina dijeron que ya no era necesaria la ayuda manual para el retiro de escombros. La reacción violenta  permitió justificar el uso de granaderos para resguardar la zona. Los policías fueron agredidos casi como si quisieran matarlos y finalmente ellos, los marinos y los soldados se retiraron al cerco exterior y le dijeron a la chusma, algo así como “esta bien, háganlo ustedes bajo su responsabilidad”. Luego de unos minutos de euforia, la gente se quedó paralizada y desconcertada, era como si al niño emberrinchado, le dices “perfecto quieres caminar solito en el centro comercial puedes hacerlo solo que yo ya me voy”.

Uno de los problemas de México es justo la generalizada carencia de límites a una población –y esto incluye a los súper empresarios, constructores y desarrolladores- desbordada cuya capacidad creativa se usa más para infringir la norma y hasta el sentido común. ¿Cuantas veces se han expresado voces de alerta acerca de seguir cubriendo de cemento tierras de recarga acuífera –Tláhuac, Xochimilco, parte de Coyoacán y en otras delegaciones lo que fuera el curso y lecho de ríos e incluso lo que fue el lago de Texcoco- frente a autoridades que prefieren el rol de cómplices al de servidores públicos?

Imagine una ciudad cuyos árboles fueran podados de cuando en cuando, -como las uñas que Usted le corta a sus hijos- sin banquetas desniveladas por las raíces de ejemplares que en su necesidad de oxigeno y de agua se extienden fuera de control. Dibuje en su mente a una ciudadanía auténticamente feliz, por que sabe que nunca su auto, barda o techumbre, será destruido por un poste, un árbol, un anuncio espectacular o una marquesina que incluso puede matarlo o dañarlo. Y más específico trate de pensar como sería hoy la vida de habitantes de edificios que en su construcción no respetaron el atlas de riesgos o los límites de altura aprobados por la ciudadanía en las normas de desarrollo ¿Cómo viven en la colonia del valle dependiendo de pipas de agua? ¿De que manera los delincuentes que han despojado a sus legítimos dueños de edificios en la Cuauhtémoc tienen alguna responsabilidad por los derrumbes? ¿Qué parte del castigo debiera aplicarse a las autoridades que han permitido todo esto?

Aun faltan días de rescate, de duelo y de indemnizaciones casi siempre poco justas, después en la viña del señor se harán visibles los constructores y los contratistas, los albañiles y los improvisados llamados media cuchara; estarán cerca los puestos de garnachas, refrescos y sustancias adormecedoras del máximo esfuerzo muscular; los promotores de la preventa; los funcionarios que “mágicamente” elevan su nivel económico y por supuesto los financieros anunciando que México no está en crisis.

Los fieles de todas la religiones rezarán, meditarán, harán oración, intensificarán su actividad para reunir dineros que permitan la restauración de sus templos. Los que dicen que Dios es cada uno de nosotros o la ciencia e incluso el simple devenir de una existencia finita volverán a su cotidiana realidad de pobres o ricos; responsables o irresponsables porque así es la viña del señor, plena de diversidad de caracteres, credos, educaciones  y actitudes.

 

Lilia Cisneros Luján

lcisnerosescritora@gmail.com

25 de setiembre de 2017

 

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