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El español
Jerónimo Castillo
jeronimocastillo@yahoo.com.ar

 

Fredo, los catalanes, los vascos, los gallegos, los mallorquines (subregión catalana), tuvieron la oportunidad histórica de ser países conformando idioma, territorio, tradición, formación étnica común, pero los acontecimientos políticos de conformación de un Estado los pasó por arriba, los nucleó, mal que les pese, en una nacionalidad única que desde San Millán de la Cogolla viene bregando para conformar un solo reino con un idioma, con una potestad estatal única, con un territorio unificado que a través de la imposición de un idioma común, el castellano, una religión común, la católica, un sistema gubernamental común, la jefatura del estado en un ser, el rey, una legislación común, las leyes que amparaban a todos los habitantes de la península, una voluntad común: erradicar la intrusión morisca en los reinos desperdigados de toda la región hispánica con excepción de la que se asignó Portugal a través del idioma, de su propia idiosincrasia, si bien vecina a la gallega, ni ánimo de anexión, lo que le valió ser una potencia vecina y con iguales posibilidades de expansión que le permitió estar entre las cuatro que se dividieron los nuevos descubrimientos junto a Francia, España e Inglaterra, mal pueden hoy recrear la guerra de los Balcanes, donde convenciones políticas conformaron una Yugoeslavia al amparo de los cañones del ingeniero Mariscal Tito que evidentemente debía degenerar en una guerra separatista como la que acabamos de vivir, ya que allí no primó un sagrado resguardo de los pueblos que tenían una misma idiosincrasia, sino que la anexión forzada respondía a intereses políticos y económicos a semejanza de la desaparecida -y con razón- URSS.

            Por tanto, el español seguirá siendo el español, y aquellos resabios provincialescos que reclaman su derecho de nación que se encuentra, en el caso de los vascos, en dos estados diferentes como son España, al norte sobre el mar Cantábrico y al sur de Francia, allende y inmediato a los Pirineos, mal pueden reclamar una autonomía que tiene más de formato legal que contexto consuetudinario. Menos aún Cataluña cuyo único argumento es haber sido el sustento económico de otras regiones españolas que si bien es cierto han concentrado sus afanes en el jaleo y el cante jondo, no por ello no les asiste el derecho de sentirse españoles con igualdad de condiciones y oportunidades que las demás regiones de España.

            Sólo a título de comentario, durante los años de la organización nacional argentina, la provincia de Buenos Aires, con una pampa próspera en sembradíos y vacadas que desde 1820 a 1852 en que Juan Manuel de Rosas cae derrotado en la batalla de Caseros, fue el sostén económico de las guerras fraticidas de los caudillos de las catorce dispersas provincias de la Confederación de las Provincias Unidas del Río de la Plata. Ello nos lleva a pensar que si los argentinos pudimos obviar esa supremacía regional y conformarnos como Estado, que luego de 1880 nos abrimos al mundo, especialmente a España e Italia para acoger en nuestro seno a las oleadas inmigratorias que hallaron en esta América lo que las primera y segunda guerra mundial les negó en el viejo continente, y aún así pudimos conformarnos como estados con comunidad idiomática e intereses similares, sirva ello como ejemplo que aquí no hubo razones históricas, económicas, idiomáticas que pudieron hoy argüirse por aquellas regiones españolas que pretenden una desintegración de la nacionalidad española que está justificadamente y con todos los atributos legales, históricos, idiomáticas para permanecer incólume y sólidamente unificada en un Estado que supo guardar los intereses regionales, grupales, pero siempre unitariamente nacionales para que se descarte cualquier pensamiento separatista como tantas veces lo intentó la comunidad vasca y hoy está entrando en razones de que puede convivir en un Estado nacional que tiene respeto integral por su idiosincrasia. Por lo que Cataluña mal puedo anteponer intereses netamente económicos para pretender una separación del Estado español por el sólo argumento de que su riqueza ha soportado la supervivencia del mismo, cuando es sabido que en una familia no todos los miembros tienen iguales posibilidad de aportar al bienestar económico, y no por ello dejan de ser familia.

           Pido disculpas si por ser indoamericano me permito opinar sobre temas que por cuestiones étnicas parecerían estar fuera del ámbito de mi competencia. Un abrazo desde la humilde ciudad de San Luis, en la austral República Argentina.

 

Jerónimo Castillo
jeronimocastillo@yahoo.com.ar

San Luis - Argentina

 

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