Décimas de octubre
Jerónimo Castillo

Si quiero fijar la idea
con la palabra sencilla,
aparece, ¡oh, maravilla!
La estructura como sea,
y aunque liberado crea
que puedo hacer a mi gusto
aquel equilibrio justo
de palabra y contenido,
a veces caigo vencido
en medio de un gran disgusto.

Me incorporo, lucho, insisto;
cada pulgada me cuesta
horrores, si sé que es ésta
la dimensión que conquisto
y a cada instante resisto
por conservar mi universo,
dando el revés o el anverso
del sano y loable juicio,
al tener firme el inicio
con qué volar con mi verso.

Y al final, cuando he logrado
aquietar el desenfreno
del espíritu y sereno
se constituye en estado
de quietud, un ser alado
que su lenguaje cultiva,
señala la senda activa
de las márgenes, en tanto,
encuentra en el propio canto
su vena más sensitiva.

Y los himnos, de este modo
suman páginas sonoras, 
en profusión por las horas
insumidas en el todo
y al empeñar, codo a codo,
los esfuerzos contenidos,
surgen prístinos latidos
que en elegante detalle
grafican talle por talle
rubores amanecidos.

Estos iriados avíos
desgranan cada mañana
la luz que los engalana
al sacudir sus rocíos
de armoniosos desvaríos,
cuando rumbo al altozano
eleva el sol rubia mano
dejando brillos y hechura
de auténtica galanura
con su toque soberano.

Allí conjuga su esencia
tanto natural descuido,
cuando abandona su nido
la pícara adolescencia
del pájaro, en su creencia
de tener mundo ganado,
porque su plumón alado
le ha señalado otro rumbo,
y será apenas un tumbo
del primer vuelo iniciado. 

También la coqueta dama
que de pétalos se cubre
no bien promedia el octubre
que la primavera inflama,
quiere imitar a la rama
cuando desbordan las hojas,
si la miras, la sonrojas,
si la tocas, palidece,
pero le agrada y se mece
bebiendo lágrimas rojas.

Así, en murmullo quebrado
introduce su destino
el arroyo cristalino
cuando desangra el costado
del cerro maravillado
que por el mismo desciende,
y en él la belleza esplende
camino de la llanura,
cuando mensajes de altura
de entre los cerros desprende.

La piedra en silencio dijo
estoy aquí, mi lenguaje
constituye este bagaje
de testimonio prolijo,
y devela el acertijo
que enloquece la memoria,
sin que constituya gloria
de haber sido descubierta,
teniendo apenas la puerta
entornada de la historia.

Cada versión del suceso
que se encuentra dispersada,
ha conformada la entrada
de un enigma, y sólo eso
queda en firme y en congreso
de preclaras voluntades,
se consolidan edades,
se afirman conocimientos,
sin que por ellos los cientos
de tratados sean verdades.

Cuando deviene en el modo
inicial del laberinto,
sólo conserva un instinto
que dé razones de todo,
y al deshacerse del lodo
y broza del pensamiento,
siento al final, porque siento
de ello duda no me cabe,
que por más que tono alabe,
sólo constituye intento.


Sin embargo persevero
aunque la lucha me aterre,
que al final, sólo que yerre
en la apreciación, infiero
andar camino certero
con pretensión de verdades,
y si logro por mitades
conocer el pensamiento,
habré de hallarme contento
y ausente de vanidades.

Jerónimo Castillo
De “Vecindad cerril” 
Capítulo de la tierra

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