María Kodama: certidumbre del misterio
Cristina Castello

“Llevar perdices, codornices, proteger faisanes vistosos, plumajes de oro que rehuyen la terrenal cohetería, pero además gorriones, aves azules, alondras…” (Pablo Neruda). Todo honra al misterio.

 

Misterio. El de la Trinidad. El de las Pirámides. El de las ceremonias secretas, en el culto a las divinidades paganas. El misterio del amarillo Van Gogh; el de las nubes de Magritte; el de los rostros de Ingres;  el de la poesía de Quasimodo.  El de las líneas de las manos (“Mi historia está en mis manos y en las manos con que otros me tatuaron” - Olga Orozco). El misterio explícito, en los cuentos de Edgar Allan Poe y el enigma sutil, en la obstinación del amor.

A William Yeats, instructores secretos se le expresaban en sueños y -a partir de allí- él daba forma a algunos escritos. Pero la pregunta de Goethe: “¿cómo puedo ser, cuando otro es?”; o la de Nietzsche: “¿Cómo puedo existir, si Dios Existe?”, siguen sin contestación. ¿La respuesta al misterio será el silencio?

Los interrogantes son muchos. ¿Por qué danzan los árboles? Porque el viento; ¿y por qué el viento? Porque Dios. Misterio. Por qué en todo el mundo, detrás de todas  las ventanas de todos los rascacielos, dos seres se aman; y por qué, sin embargo, la soledad puebla a tantos de esos dos seres. Y por qué el cielo y luces lejanas, y estrellas plagiadas  en el azul tapiado. Y por qué el valor de la bondad. Y por qué la potencia de la alegría. Misterio.

Y por qué -para quien se atreve al amor- hay un solo hombre o una sola mujer, que es recreo, soplo de infinito, juerga del poema, sed: suelta de pájaros. Y qué hay en el Universo semejante a la música. Y por qué el arte quiere al artista ascético, para él; dionisiaco, para él: esclavo. Y por qué la capacidad de recuperación del ser humano, gracias a la cual,  sobrevivientes de campos de concentración pueden crear, creer, amar. Y por qué la fiesta de la vida y la impudicia de la muerte. Y por qué el poder -a Dios gracias- de una caricia.

No sé…pero a los enigmas no hay que escaparles. Hay que apremiarlos. Porque -aunque inexplicables para la razón- son una certeza. Como la poesía, como las figuras angélicas del Giotto,  como el sol. O como un halcón (Cristina Castello).

 

 

- ¿Por qué un halcón[i], para fotografiar el misterio?

- Porque es un pájaro mágico. Tanto, que aquellos que son peregrinos hacen larguísimos viajes por el desierto, lugar -también- de mucho misterio.

- Lugar donde el silencio alberga todas las sinfonías…

- Sí… el desierto tiene música. Uno está allí y  escucha notas lejanas y fragmentos remotos de canciones; o el sonido de la arena cuando algún animalito la agita, a su paso. (Con deleite) De verdad, la experiencia del desierto es fascinante: uno siente que no es nada ni nadie...(respirar, sería quebrar la magia de este instante) sólo participa de ese concierto, más bello aún al atardecer.

- ¿El atardecer tiene el color del misterio?

- No, (no intenta ser sublime, pero lo es) el color del misterio es el de Venecia, en los cuadros del Canaletto.

-¿Y el aroma? Pienso en el del rocío sobre jazmines o en la fragancia del exquisito amor…

- A mí me parece misterioso el olor del mar. Tan potente es, que parece que diera -de pronto- la vida. Acre a veces y fuerte: el mar tiene el olor de un animal… y también nos regala su música.

-¿El mayor misterio es la invención de la melodía,  como sostiene Levi Strauss?

- Es posible, porque para el hombre primitivo, la melodía debe haber significado un ordenamiento interior y un paso hacia la armonía y el equilibrio.

- Misterios que simbolizan la muerte recurrente y la resurrección, ¿Dónde pueden verse hoy?

- En la continuidad de la historia de la humanidad, a través de cuadros, esculturas, escritos, música…

- Pero es enigmático que músicos con vidas atormentadas -Mahler, por caso- fueran capaces de producir belleza, ¿no?

- Es que el misterio es -también- la capacidad de sublimar el dolor, en arte…o en una sonrisa.

- ¿Y por qué sonríe la Gioconda?

- (Lúdica) Porque recuerda alguna travesura. Pero no sabemos si su sonrisa tiene un velo de tristeza o si es levemente perversa…y ahí reside su misterio.

- El rostro humano es un misterio en sí mismo, ¡cuánta vida hay entre los ojos y la boca!

- Mucho, y a veces hay una ligera contradicción entre la mirada y la sonrisa. Pero hay que creerle a la mirada.

- ¿También en su caso? Por su aspecto atemporal, parece salida de un cuadro de Dravko Ducmelic o de un retrato de Odilon Redon, que hay en el Museo D’Orsay de París. Es misteriosa…

- (Sonríe dulcemente) Ah, no sé…esas son cosas que ven los otros. Claro que… (con frescura infantil) Borges dijo una vez que mi mayor misterio era no hablar.

- Quizá se refería a esos instantes excelsos, cuando el silencio es encuentro…

-No sé… pero el silencio es la forma más sutil del misterio.

- ¿Y el fuego?

- Su misterio consiste en que nos sentimos vulnerables frente a él. Porque puede convocar y destruir, en un instante… es como el delicado paso entre vida y muerte.

- Es curioso: tiene usted talento y delicias espirituales y sin embargo, resignó su lucimiento personal, cuando eligió a Borges como destino ¿por el misterio del amor?

- Por el misterio del amor y del destino… al que uno desconoce y sin embargo, sigue.

- Según León Felipe, los grandes poetas no tienen geografía sino destino, ¿le pasa como a ellos?

- No sé, pero -aunque parezca contradictorio- prefiero pensar que el destino no existe, para no perder mi libre albedrío, aún a costa de ser prisionera de mi libertad. Pero… (quiere descifrarlo) ¿existirá en realidad el libre albedrío? No lo sé… es un misterio.

-Mysteria se llamaban en religión, ciertos ritos que los iniciados realizaban en secreto. El centro de esa ceremonia era Eleusis, ¿quién la representa hoy?

- (Segura) Para mí... Borges. Mire, el misterio -cuando ocurre con otro ser-  hace que la relación sea inagotable. Porque siempre hay un después que no podemos asir y que convierte esa relación, en un descubrimiento permanente. Como si uno siempre estuviera ante la inminencia de una revelación… así definía Borges a la poesía.

- Equipara usted el misterio del amor y de la  poesía. Me recuerda que según Octavio Paz, un poema es un erotismo verbal y el erotismo, una poética corporal…

- Sí, ambos mueven los hilos más sutiles, más complejos e íntimos de lo que es el ser humano. Entonces el misterio adquiere la identidad del amor y de la poesía.

- No le gusta el misterio explícito…

- No, prefiero eso otro que va como bordeando, sutilmente, como los cuadros de Hieronymus Bosch: síntesis mayor de imaginación y misterio.

- La maldad me resulta misteriosa, ¿por qué ser malos, si es más fácil ser buenos?

- No creo que sea más fácil ser buenos, sobre todo rodeados de gente perversa. Sí me parece peligroso, que el equilibrio entre maldad y bondad se quiebre.

- El equilibrio en el juego de los opuestos…

- Sí, porque si no conociéramos la maldad, no tendríamos noción de la bondad absoluta, que es Dios. Pero  creo que nosotros podemos tratar de transformar lo negativo en positivo: esa es la lucha que nos hace seres humanos.

- Porque en la tensión espiritual de esa elección -también misteriosa- está la vida…

- Ahí está la vida y el camino que cada uno elige.

- Se encienden las flores por la mañana, con la misma intensidad con que se apagan al atardecer… ¿también por el juego de opuestos, amanecer es anochecer, al revés?

- Creo que sí, y además eso permite químicamente la respiración de las plantas. Pero… yo prefiero el crepúsculo, me encanta la noche.

- Forma parte de su misterio: como el halcón, como el desierto, como el mar, como el fuego. Y como Bach.

- La noche es misteriosa. ¿Sabe?…Desde muy chica me gustó vagar por mi casa muy tarde: era como un tiempo mío que me daba una gran felicidad. Y me daba alegría, también, (se ilumina) la idea de que los tres Reyes Magos se hubieran puesto en camino, desde distintos puntos de la tierra, con la guía de una estrella. Y con la certeza de la fe.

- ¿Y en su niñez, descubrió el misterio de la huida de las ardillitas en los Bosques de Viena?

- (Tiene una risa infantil) Huyen porque son tímidas y no les gusta que las invadan. Pero, salvo eso, para mí todo lo demás sigue siendo un misterio, porque no doy por hechas y  naturales, cosas que son verdaderamente increíbles.

- ¿Como cuáles?

- Como la pasión: he ahí otro gran -y bello- misterio. (Con alegría) O como ver por televisión, algo que está sucediendo prácticamente al mismo tiempo, en Africa. O que un avión se sostenga en el aire, bueno (convencida)… ¡en realidad, eso es un milagro!

- También hay objetos misteriosos…

- Sí, los instrumentos de navegación antiguos y el calidoscopio.

- Y los espejos, ¿somos como nos muestran, o sólo somos sus caprichos?

- (Divertida)  No somos como nos vemos, porque el espejo da la imagen invertida… ¡nos vemos deformados!

- A ver, resolvamos el enigma del tiempo, ¿es el de los relojes o el de nuestras sensaciones?

- Para mí, el verdadero reloj es la intensidad, porque la vida es lo más fuerte.

- ¿Y qué misterio le gustaría develar?

- ¡Ay! (con pasión) me gustaría presenciar todos los adelantos que hiciera la ciencia para mejorar la vida de los seres humanos, en los próximos siglos. Y quisiera saber si en algún punto del Universo existe la vida, y “amartizar” (ríe con el neologismo) en Marte, porque sería -casi- como estar unida al misterio del Universo. (Cómplice) ¿Le gustaría?

- Me gustaría saber…cuál es el misterio de que usted escape -impunemente y de a ratos- de los cuadros de Ducmelic y de Redon…

 - No diga nada, pero… (pícara y cómplice) aprovecho cuando no hay nadie en los museos. Y ya ve…escaparse tiene sus privilegios: gracias a eso cumplí mi viejo sueño de tener conmigo un halcón, como aquellos de los romances españoles que me contaba mi abuela.

Referencias:

[i] Referencia al halcón que María Kodama eligió para la fotografías que, para este artículo, tomó el fotógrafo Ramón Puga Lareo.

Cristina Castello
Periodista y poeta

Publicado en 1998
http://www.cristinacastello.com

poesia@cristinacastello.com 

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