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La parábola de la abeja
Gerardo F. Castellanos Bolaños 
[1]
castilan1o@yahoo.com

 

Dedicada a María del Carmen Castellanos Merlo,
sin cuya presencia no hubiera salido a la luz esta parábola.

 

Desde que Came  tuvo uso de razón se dio cuenta de que nacer en esta colmena es un privilegio; un poco antes de volar al cielo Nono  le había dicho: “Mi vida, guarda estas palabras en tu mente y en tu corazón porque algún día las comprenderás y entonces deberás ponerlas en práctica por amor a la humanidad: eres un pequeño sol, igual que el que nos alumbra, y por lo tanto debes aprender a brillar, a dar luz  y calor a todos los seres vivientes a través de pequeñas, constantes y trascendentes gotas de miel”.

 

A partir de entonces en cada amanecer Came se preguntaba cómo realizaría este sueño; ¿era un sueño? ¿Realmente era lo que le había dicho Nono? conversaba con su amigas las flores, con el agua y con el viento y siempre terminaba haciendo la misma pregunta: “¿cómo puedo ser un sol?” y el silencio era la respuesta.

 

Una tarde estaba en el regazo de Lita  y le pregunto: “¿Lita cómo puedo ser un sol?” “mi vida, yo no te puedo contestar esa pregunta, daría todo lo que tengo por poderlo hacer”; a continuación hizo otra pregunta “¿Nono fue un sueño?”, “No mi vida, no fue un sueño, él realmente te quiso mucho y al marcharse te dejó la fuerza que te acompañará siempre. Mira: ya tienes tres años y debes ser presentada en el templo; vuela a la colmena que está en el viejo ahuehuete de El Marquesado y pregunta por el maestro, él contestará tus preguntas y aclarara todas tus dudas.” El viejo ahuehuete había sido quemado por un rayo y en el hueco estaba la colmena que llamaban Redención.

Era el inicio de la primavera, el maestro conversaba en calles y plazas públicas haciendo preguntas para que cada quien encontrara su propia verdad, y repetía que sólo sabía una cosa: “que no sabía nada”. También enseñaba a la orilla del río Atoyac, pero la mayor parte del tiempo, enseñaba en la rosaleda del Ojito de Agua y hasta allí voló Came.

 

Las rosas, sus pétalos, los estambres,  estilos, estigmas, pistilos y los frutos; los colores, los perfumes, el viento y el agua le contaron a Came historias con detalles gratos y evocadores. Una rosa blanca le dijo: Me llamo Peace y soy el símbolo de la paz, al finalizar la Segunda Guerra Mundial estuve presente en la mesa donde se firmó el Tratado de Versalles. La hermosa rosa roja le contó: yo nací con música, a la luz de la luna, una noche de invierno; mis pétalos fueron teñidos, uno a uno, con la sangre de un pequeño ruiseñor, que le canto al amor, la más hermosa de sus canciones durante toda la noche, mientras una de mis espinas le traspasaba el corazón.

 

Y allí estaba el maestro en la plazoleta, de pié y rodeado por una parte inmensa de la Gran Colmena; su vestido era un taparrabo blanco, de algodón tejido por él; del hombro izquierdo colgaba un manto blanco, también hecho por él, doblado a lo largo, sólo le tapaba el hombro y sostenía con el antebrazo del mismo lado.

 

Ese día el maestro no hablo ya que “observaba rigurosamente la disciplina del silencio, que se había convertido para él en una necesidad física y espiritual, y durante un día a la semana no hablaba en absoluto. Y ese era precisamente su día del silencio”.

 

Todas escuchaban únicamente la voz interior; se percibía el espíritu de la colmena que señaló que era hora de recibir a Came en el Templo. Sería una presentación a cielo abierto. En silencio los maestros formaron un círculo; los discípulos se colocaron en un círculo exterior y las obreras se situaron en un tercer círculo.

 

Came portaba un vestido largo, blanco igual que el de todas. Por primera vez Came escuchó una voz interior que le ordenaba que se colocara de pié en el ámbito sagrado. Así lo hizo en una actitud profundamente receptiva y “en el momento adecuado del ciclo diurno, percibió por revelación la sabiduría cósmica en su forma más pura”. 

 

Al terminar la cesión se acerco el maestro y ciño sus sienes con una guirnalda de flores blancas. La voz interior que llaman el espíritu de la colmena le dijo: “para la Gran Colmena es un día trascendente porque perdurará a través del tiempo; maestros, discípulos y obreras den testimonio; vayan y cuenten lo que han visto; Came esto es el inicio para llegar al Jardín Secreto en el que florecen las acacias”.

 

Con emoción y una mirada que iluminaba todo preguntó: “¿Tata, soy un sol?” y antes de recibir la respuesta volvió a preguntar: “¿puedo fabricar miel?

 

“Si eres un sol; la razón por la que nos llaman hijas del sol es por que siempre buscamos la luz, y moviendo la cabeza afirmativamente contesto la segunda pregunta: sí puedes producir miel y debes hacerlo; ten en cuenta que para  que logres elaborar  una sola gota de miel es necesario que sepas primero lo que es  una abeja”. “Somos los seres vivientes más grandes del universo”. “Las reinas de la creación”. “Cuando aprendemos a volar nos hacemos transparentes y entonces sucede el milagro: todos pueden ver el sol que llevamos dentro”.

 

“Aprender a volar no es fácil, para hacerlo tienes que ser estudiosa, inteligente, trabajadora, constante y humilde. Una  abeja sabe guardar silencio, no pregona a los cuatro vientos lo que es; tiene sentido común, sabe cuales son sus limitaciones; es libre y ejerce su derecho a la libertad renunciando voluntariamente a ella, cuando lo que importa es el bien de la colmena, no el individual; tiene mucho cuidado de los esclavos de la libertad (los que pregonan la libertad para esclavizarte a una causa ó a una institución); es paciente y espera su turno; aprende estudiando, observando, escuchando; es activa; práctica —esta es la mayor virtud—; es tenaz, perseverante; es un sol, no un reflejo; da luz para todos”.

 

 “Came, cada palabra la iras descifrando poco a poco, a medida que vayas creciendo y vayas aprendiendo. Cuando te des cuenta del proceso total de ti misma, poco a poco escucharas  una voz en tu interior que te guiará en toda su vida; cuando obedezcas esta voz, empezaras a volar  hacia el Jardín Secreto donde florecen las acacias  y  producirás, para todos, gotas de miel indispensable para la Paz y la salvación de la Humanidad”. “Recuerda siempre que si sabes a dónde vas, encontrarás el camino”

 

[1] Miembro Titular del Seminario de Cultura Mexicana, Corresponsalía Oaxaca

 

Gerardo F. Castellanos Bolaños  
castilan1o@yahoo.com

 

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